Las declaraciones de prominentes figuras de la Concertación acerca de la corrupción, han calado muy profundamente en la clase política, más no en la sociedad chilena. Esto es una vez más una prueba de la enorme desvinculación trágica que hoy existe entre la política y sus actores y las emociones, ideas y demandas de las […]
Las declaraciones de prominentes figuras de la Concertación acerca de la corrupción, han calado muy profundamente en la clase política, más no en la sociedad chilena. Esto es una vez más una prueba de la enorme desvinculación trágica que hoy existe entre la política y sus actores y las emociones, ideas y demandas de las personas que dicha clase política dice representar. Es por otra parte, una demostración inequívoca de la ausencia de un sistema político democrático que, en pocas palabras, no es otra cosa que la representación genuina de los intereses ciudadanos. A su vez, esto demuestra la patética autocomplacencia de los políticos con su rol de representantes del pueblo chileno.
Cuando toda esta elite de representantes, tanto de izquierda como de derecha, expresan asombro y escándalo ante los medios de comunicación por las extendidas prácticas de corrupción, para ese pueblo que trabaja duro y en precarias condiciones, sin grandes expectativas, no resulta ser ninguna sorpresa. Los comentarios en el metro, en la micro, en la sobremesa, o donde quiera usted se encuentre son los mismos. Los políticos son todos iguales, todos están vendidos, son una manga de mentirosos, la política es un asco.
Un comentario muy recurrente que emerge desde las filas de la Concertación ha sido la necesidad de empatar los fondos que recibe la derecha desde la clase empresarial, por lo que necesariamente hubo que recurrir a las arcas fiscales y sus vericuetos para equilibrar las finanzas y de esa manera asegurar la máxima de la igualdad de oportunidades. Y convengamos que si en algo la Concertación ha sido muy hábil en todos estos años de gobierno, ya tan largos como la mismísima dictadura, ha sido en su capacidad de empatar, al punto que su oferta política es tan apetecida por los grandes empresarios como la propia derecha política que históricamente ha representado los intereses de la elite empresarial. Hoy el Partido Socialista, el PPD y la Democracia Cristiana son tan atractivos para los empresarios, a la hora de apoyar campañas políticas, como la UDI o Renovación Nacional. Y con esto se demuestra la enorme extensión de la corrupción del sistema democrático que hoy exhibe nuestro país, puesto que, si hay algo completamente desnaturalizado es la capacidad del sistema político de representar genuinamente los intereses de la ciudadanía.
En otras materias, también la Concertación ha dado pruebas de su capacidad de empatar a la Derecha. No es ninguna novedad que parte de los acuerdos que suscribió la Concertación con los funcionarios de la Dictadura fue hacer la vista gorda, no solo con la Ley de Amnistía, el modelo económico, la Constitución pinochetista y el sistema binominal, sino también, con las privatizaciones fraudulentas de las empresas públicas y los enormes actos de corrupción financiera que caracterizaron el periodo dictatorial.
Esa enorme y poco ética transacción que se hiciera en las postrimerías del régimen militar y en los inicios de los gobiernos concertacionistas, no podían pasar sin tener consecuencias catastróficas para nuestro país. Hoy el empate es total. La Concertación ha gobernado tantos años como la Dictadura, se ha corrompido en su gestión política al igual que los funcionarios del Régimen Militar, no han implementado un verdadero sistema democrático y, en materia de derechos humanos, si bien no hay tortura ni desapariciones, otros derechos casi tan importantes como la integridad física, sean estos la libertad de expresión, el derecho al trabajo, a la salud, a la educación, permanecen tan suprimidos como antes. Ya es tiempo de cambiar las cosas.
Marcel Claude es Economista