Lo que fuera un secreto a voces pareciera haber dejado dicha condición. La relación estrecha entre el mundo de la gran empresa y los políticos pareciera estar al descubierto. Pero… ¿por cuánto tiempo? Primero hay que tener en cuenta que la democracia fue secuestrada por los militares en 1973 y que fue liberada posteriormente […]
Lo que fuera un secreto a voces pareciera haber dejado dicha condición. La relación estrecha entre el mundo de la gran empresa y los políticos pareciera estar al descubierto. Pero… ¿por cuánto tiempo?
Primero hay que tener en cuenta que la democracia fue secuestrada por los militares en 1973 y que fue liberada posteriormente en los años 90´. El problema es que al liberar la democracia la entregaron privatizada y nos vendieron aquello de la «vuelta a la democracia».
Efectivamente la democracia llegó, pero había llegado especialmente para las élites económicas y que, además, tuvieron el «honor» de empujar para profundizar su propia democracia (la avalancha de empresas privatizadas en los 90´ podría dar cuenta de ello).
Lo segundo es que la corrupción en su más alto nivel, no en el bajo, ha estado enquistada desde los primeros gobiernos de la Concertación incluyendo el pasado gobierno de la Alianza; no es que haya llegado ahora, como bien había declarado en su momento el Contralor General de la República. Si no la hemos visto (la corrupción) es que simplemente ha estado institucionalizada o estratégicamente blindada. Y no solo abarca el espectro político, sino que abarca distintos ámbitos como la iglesia, el fútbol, el mundo castrense, centros de pensamiento, y otros. Lo que sucede es que hoy hemos visto por un accidente afortunado parte del engranaje de la democracia que nos han estado vendiendo desde sus inicios, y ahora han corrido a tapar el engranaje con un «acuerdo político» que de hecho ya está funcionando (comenzando con la ratificación del director del SII).
¿Acaso hemos visto a la Derecha desempeñar su rol opositor desde que salió a la luz pública el caso Soquimich? El caso SQM pareciera haberlos silenciado, teniendo suficiente material para desempeñar su rol opositor, incluyendo algunos resultados de encuestas, pero hemos sido testigos de que pudo más la solidaridad de clase.
Y es que tanto la Nueva Mayoría como la Alianza subrepticiamente se han venido beneficiando de las tetas del interés privado.
¿Creíamos que aquello de la Nueva Mayoría era un nuevo conglomerado purificado? ¿No será que aquello (Nueva Mayoría) era más un producto creado para que pudiera respirar la Concertación o bien para que pudiera tener un nuevo rostro alejado del que ya estaba desgastado?
Lo importante saber aquí es que más de mil empresas privadas han venido financiando, por medio de «aportes reservados», campañas políticas tanto a partidos como a políticos, y no que dichos aportes sean legales o ilegales (Nota: Agregando además que no sabemos aún concretamente los aportes privados de empresas extranjeras a la política chilena. ¿Cuáles serán los conductos para que ello se lleve a cabo?).
Ese sencillo detalle debería movernos a pensar: ¿Los políticos están al servicio del pueblo o están al servicio de los grandes grupos económicos? ¿Los grandes grupos económicos entregan «aportes reservados» sin recibir nada a cambio, pura «filantropía»? ¿La leyes están fabricadas para el beneficio de todo un pueblo o son específicamente fabricadas para el beneficio de las élites económicas que «aportan»?
Por tanto… ¿podemos ahora entender al servicio de qué intereses está la élite política? ¿Es con esa élite política que deseamos realizar cambios profundos?
Y nos hablan de «igualdad», de «equidad», de ¡¡¡»transparencia»!!! ¿Por qué no transparentamos los «aportes reservados» si tanto gustan de la transparencia? «No. Tienen que ser reservados porque así no ejerce presión alguna sobre los políticos al desconocer su procedencia.»
Lo que podemos ver es que hay suficiente combustible como para encender la pradera. ¿Quiénes asumirán «la» responsabilidad?
Será interesante ver la respuesta que habrá para el presente escenario. Lo positivo es que nuestras organizaciones que abogan supuestamente por cambios estructurales esta vez se vean obligadas a hacerse alguna autocrítica y se pregunten: ¿estamos para seguir defendiendo las luchas de la Pequeña Burguesía, que defienden por lo habitual intereses particulares y no generales, o estamos para lograr cambiar las reglas del juego en pos de los intereses del pueblo?
Porque si no estamos para lograr cambios radicales, entonces podemos seguir siendo parte de las luchas cosméticas. Porque de algo estamos seguros: la Pequeña Burguesía no se va a organizar ni movilizar sabiendo que la élite política recibe «aportes reservados» de más de mil empresas cada vez que se acercan las elecciones. Y por algo muy sencillo: el sistema económico capitalista no les incomodada, ya que viven «cómodos». ¿Acaso creemos que ahora se pasearán por los medios para que se hagan públicos los «aportes reservados» para saber a qué políticos van a parar dichos aportes? Claro que no, porque sus luchas, repetimos, son cosméticas y no de cirugía mayor. A ellos no les interesa que nuestros pescadores artesanales se vean perjudicados por leyes fabricadas para el beneficio de intereses particulares; a ellos no les interesa que el 70% de la producción del cobre quede en manos privadas, etc. ¿Estarán interesados ahora en una separación del Estado-Interés Privado con la información que ahora manejamos?
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