Miguel Ángel Bastenier, el mismísimo de parrandas con su colega periodista Juan Manuel Santos (al que muchos le dicen ministro de ejecuciones extrajudiciales que llaman falsos positivos), y partidario de izquierdas al estilo Villalobos, Bachelet, Tabaré ó más chiquitas como Rosemberg y Petro, ahora resultó escandalizado por la podredumbre en las esferas del poder militar […]
Miguel Ángel Bastenier, el mismísimo de parrandas con su colega periodista Juan Manuel Santos (al que muchos le dicen ministro de ejecuciones extrajudiciales que llaman falsos positivos), y partidario de izquierdas al estilo Villalobos, Bachelet, Tabaré ó más chiquitas como Rosemberg y Petro, ahora resultó escandalizado por la podredumbre en las esferas del poder militar y político en Colombia.
Las cosas hieden tan mal en el gobierno de Uribe y los Uribistas, que incluso un periodista acostumbrado a observar la realidad colombiana desde la óptica española más reaccionaria, como el señor Bastenier, se desencanta y escribe contra el que hace cinco años parecía su ídolo en América Latina.
Aunque el periodista de marras elude mencionar a vivísimos ejemplares de la era AUV, como el ex ministro de agricultura y ya legendario benefactor de terratenientes, narcotraficantes y reinas de belleza Andrés Felipe Alias Uribito, ó congresistas como el jefe de Corrupción Radical gran-señor Germán Vargas Lleras, centra su análisis en el líder (caballista él y del ubérrimo para más señas), catalogándolo disimuladamente como un dictador sin vergüenza que repta hacia la segunda re-elección.
Tanto apestan el parlamento (con poquitas excepciones), y la casa de Nari con sótano, asesores y reinsertados, que repentinamente el iluminado periodista Bastenier descubrió el agua tibia, y como monja arrepentida, escribe hoy lunes 12 de octubre en El País de España:
… «Colombia, como Dorian Grey, no quiere mirarse al espejo porque la lista de desaguisados que amojonan el segundo mandato presidencial, haría sonrojar hasta a un dictador. Enumerarlos es como una visita al museo de los horrores: más de medio centenar de diputados uribistas procesados o en la cárcel, la mayoría por conexiones con los paramilitares; espionaje telefónico del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) sobre todo el que se mueva; compra de votos a la vista del público para cambiar la Constitución; adjudicación de notarías a cambio de apoyo parlamentario; legitimación del transfuguismo masivo, como ocurrió en la aprobación de la ley del referéndum ya citado, sobre el que el Ejecutivo estudia la reforma del censo para que la cifra de siete millones y pico de votantes, mínimo exigible para que valga la consulta y que son la cuarta parte del electorado, quede en poco más de cuatro millones, con lo que a Uribe le bastarían dos para ser candidato; el caso más egregio de todos, los dos mil y pico falsos positivos -eufemismo por asesinato- de otros tantos campesinos perpetrados por el Ejército para hacerlos pasar por guerrilleros, sobre los que Uribe no reconoce responsabilidad ni conocimiento. Y la última bofetada, la certificación estadounidense de que Colombia coopera en la lucha contra la droga -especialmente, cediendo el uso de siete bases a Estados Unidos- cuyo texto está concebido en lenguaje de potencia protectora a tribu protegida. Washington afirma, entre otros descaros, que «facilitará el diálogo entre el Gobierno colombiano y los cuerpos sociales», dando por sentado que Bogotá necesita que la estimulen. Y nadie protesta».
Ya Bastenier puede morirse feliz a sabiendas que tuvo instantes de lucidez. Me alegra por él, pues tuve la idea que no podía ser todo el tiempo tan estúpido, invariablemente conocido por la tinta de sus intestinos con la que eternamente se desata en odios hacia los levantados en armas y conciencia que se oponen al statu quo colombiano y sus escuadrones de muerte y corrupción. Un pobre Bastenier, que al menos en cuanto al conflicto interno de Colombia siempre escribiendo diatribas contra la paz y el acuerdo humanitario, y contra la posible solución política. Recuerdo que para él los diálogos del Caguán eran y serán un sacrilegio.
Pero de repente el periodista enojado se reivindica y se purga afirmando en torno a los antojos re-eleccionistas del capataz: …»El mandatario repta desde hace meses hacia una declaración que casi todos dan por afirmativa» ¿Repta? Vaya Bastenier, creo que hace tiempo no te invitan al consabido y jugoso cóctel en una embajada localizada en el Paseo Martínez Campos de Madrid, cosa que me alegra.
Ya era hora que El País de España, un periódico de estilo monarca enemigo de soberanías y autodeterminaciones independentistas, pero albergue permanente de simpatías por especimenes como Pastrana, los Santos de la casa de Nari, Álvaro Uribe y la corrupta camaleón Noemí Sanín, publicara alguna verdad sobre las altas podredumbres de Colombia.
Dice Bastenier en El País, y bien, sobre la asombrosa y elevada aceptación del presidente Uribe: «…Pero esa letanía no parece contar para lo que se llama en Colombia opinión pública que, en realidad, se reduce a poco más de un tercio de 44 o 45 millones de habitantes, que son los que votan, los que tienen voz, y a los que el presidente tiene convencidos, seducidos, o simplemente, favorecidos por su mandato. Sobre esa base el uribismo gubernamental ha incluso teorizado. Esa masa constituye un Estado de Opinión, superior incluso al Estado de Derecho, y sobre el que voces áulicas se apoyan para decir que si el pueblo lo quiere no puede haber inconveniencia legal que se interponga.»
Lástima que el periodista español no mencionó la ligazón de ciertos compatriotas suyos con las afortunadas y millonarias compañías encuestadoras, co-dueñas de medios masivos de información en Bogotá, y a dos sujetos que por estos días se hacen los pendejos con su amiguito Uribe, ambos ellos tutores de la corrompida y sanguinaria ultraderecha colombiana: Javier Solana y José María Aznar.