El Pacto Social fundado en la «cohesión social» (eslogan de Bachelet en la pasada Cumbre de los Presidentes Iberoamericanos) hoy se expresa nítidamente como un acuerdo interburgués que convierte a la Alianza por Chile y a la Concertación en un solo bloque dominante, de distancias puramente adjetivas, cosméticas, estilísticas. El bloque político en el poder, […]
El Pacto Social fundado en la «cohesión social» (eslogan de Bachelet en la pasada Cumbre de los Presidentes Iberoamericanos) hoy se expresa nítidamente como un acuerdo interburgués que convierte a la Alianza por Chile y a la Concertación en un solo bloque dominante, de distancias puramente adjetivas, cosméticas, estilísticas.
El bloque político en el poder, genéticamente antipopular, ya apresura sus acuerdos en los resultados de la Comisión de Educación, el retorno de Carabineros al Ministerio del Interior, y en eventuales concordancias en la llamada «Mesa de la Equidad Social «.
Los resultados de la cohabitación en el plano de la enseñanza -iniciativa gatillada por la «rebelión pinguina» de 2006- mantienen intactos los resortes que producen una educación de ricos y otra de pobres, garantizando el lucro de los privados en una de las áreas más sensibles en el plano de los derechos sociales del pueblo trabajador. Hoy, la enseñanza pública y la privada subvencionada por el Estado, están empatadas en matrículas. De acuerdo a la UNESCO , Chile «apenas invierte el 3,8% del gasto nacional en instrucción escolar básica, considerando que el promedio global es de 4,9% y el latinoamericano es de un 5%». La misma entidad internacional estima que «ya no es suficiente la educación primaria para salir de la pobreza, y la secundaria es lo mínimo para ese objetivo, aunque ello no asegura movilidad social». Estos elementos sólo vienen a confirmar la verdadera condición «estamental» de la sociedad chilena; es decir, que en el mejor de los casos e independientemente de los 12 años de escolaridad obligatoria, bajo el neocapitalismo y sus promesas, los jóvenes permanecen anclados en la misma situación social y de segmento de clase que sus progenitores. Asimismo; la Jornada Escolar Completa, vitoreada como una de las grandes perlas de la Concertación , sólo cumple con objetivos asociados a mantener a los niños y jóvenes «lejos» de los «factores de riesgo» que comporta su origen de clase, y más lejos todavía de un digno porvenir laboral.
Carabineros a manos del «sheriff» de Chile, Belisario Velasco, es consecuencia de una misma mirada criminalizadora respecto del amanecer del movimiento social y popular, y de una misma estrategia para enfrentar la delincuencia, la cual no es más que efecto previsible en una sociedad estructuralmente desigual y presa de la ignorancia promovida por arriba. Si se aventura la relación de que una sociedad con opinión y participación política es una sociedad más culta y protagónica de su destino, los chilenos, según una encuesta aparecida en el diario El Mercurio (1 de diciembre de 2007), más del 70 % de los consultados afirma «no tener idea de política». Esta cifra no sólo echa por tierra el relato mediático de un «gobierno ciudadano» publicitado profusamente por el Ejecutivo de Bachelet, sino que habla de la profundidad de la crisis de proyecto país del bloque en el poder que, a lo largo de estos años, ha convertido a gran parte del pueblo, en cartera de deudores, clientes, consumidores, pero jamás ciudadanos. Chile es presa del nepotismo político más insultante, y de una «clase» política indiferenciada, de tercera edad, sin capacidad ni vocación de relevo, que sólo se sostiene ante la somnolencia transitoria de un pueblo mandatado a reconstituirse.
Por otra parte, la «Mesa por la Equidad Social » -que reúne a políticos del bloque patronal y a sus tecnócratas- pronto nos sorprenderá con nuevos acuerdos, a espaldas de los trabajadores, y para beneficio de la minoría en el poder.
El bloque dominante, cada vez más difuso en sus fronteras, entre la Alianza por Chile y la Concertación , rápidamente conviene políticas, anticipándose a un eventual ciclo de luchas sociales desde abajo que pueda poner en riesgo la «paz social» que en la actualidad requiere el capital para sostener sus ingentes tasas de ganancias a costa de la explotación desguarnecida y generalizada de la fuerza de trabajo chilena.
ALGO SE MUEVE, NADA CAMBIA
Últimamente se han provocado alejamientos orgánicos de miembros fundadores de la Concertación (como los que han dado curso al nuevo partido político de Flores y Schaulson, cuyo único discurso distintivo plantea un «original» rechazo a la corrupción en la administración de Estado); y el más sonoro, correspondiente a la posible expulsión del Senador demócrata cristiano, Adolfo Zaldívar, actor estrella de una disputa al interior de la DC ante la hegemonía y aspiraciones presidenciales de Soledad Alvear, esposa de Gutemberg Martínez, titán del anti comunismo y pro imperialista hasta la médula. Zaldívar, también enemigo de los intereses de los trabajadores y el pueblo, actúa con la ira y personalismos de un cuasi caudillo derrotado antes de ingresar al ruedo de las ligas mayores de las presidenciales de 2009. Mientras tanto, Eduardo Frei, ex Presidente de la República , mantiene una posición arbitral para, deus ex machina, aparecer de pronto como redentor del entuerto demócrata cristiano y, cómo no, convertirse en el próximo pre candidato a la primera magistratura nacional.
En definitiva, estos fenómenos son gustos que se da la clase política ante un escenario de latente descontento social, pero todavía incapaz de expresarse desde abajo de manera estable y con proyecciones.
Mientras tanto, la izquierda tradicional continúa empecinada políticamente en agregarse a un parlamento que desde hace tiempo, no decide el curso de los acontecimientos en el país. En la práctica, el sector ha obtenido hasta el momento, un simbólico «acuerdo por omisión» con el Partido Socialista en 15 de las 350 municipalidades del país para enfrentar las elecciones edilicias de fines de 2008. Casi es una redundancia recordar que la historia de estos acuerdos no garantiza en lo absoluto el transvasije automático de votos de un conglomerado político a otro. Hace demasiado tiempo que los partidos de la Concertación , salvo sus núcleos más duros (insignificantes en el campo electoral) se disciplinan tras este tipo de acuerdos.
Por su parte, el presidente de la CUT , Arturo Martínez, genera las propias condiciones de su distanciamiento sideral en relación a los genuinos intereses de los trabajadores, acentuando su rol de apéndice de las políticas gubernamentales en el ámbito laboral. Su última actuación en la negociación de los empleados públicos -donde firmó con el gobierno, entre gallos y medianoche y sin la anuencia de los trabajadores del sector, un reajuste salarial que apenas actualiza el poder adquisitivo de las remuneraciones del área-, ratifica sus procedimientos antidemocráticos y su colaboración desenfadada con el gobierno, «su» gobierno, a fin de cuentas. No es ocioso antelar que del corto al mediano plazo, todos estos hechos acelerarán su definitivo ocaso como dirigente de la multisindical.
Más allá de lo anterior, la labor de los sectores más avanzados de los trabajadores y el pueblo es continuar su organización y lucha, y llegar a superiores estadios de unidad, blindados con la independencia de clase respecto de los poderes establecidos y la mirada puesta en un porvenir socialista donde, efectivamente gobiernen las mayorías, los asalariados, el pueblo protagonista.
Andrés Figueroa Cornejo es miembro del «Polo de Trabajadores por el Socialismo»