«Ante la Ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar. -Es posible- dice el portero-, pero no ahora La puerta […]
«Ante la Ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
-Es posible- dice el portero-, pero no ahora
La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; pero el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián le ve, se ríe y le dice:
-Si tanto es tu deseo, haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo soportar su aspecto».
Es parte de la famosa parábola de Franz Kafka «Ante la Ley».
El que Amnistía Internacional recomiende, una vez más, al ministro de Justicia del gobierno de turno español (sea del PP o del PSOE) que ponga fin al uso de la detención en régimen de incomunicación, que garantice a los detenidos el disfrute de su derecho de consultar a un abogado y a un médico de su elección, que introduzca equipos de grabación de vídeo y audio en las comisarías de la policía…, en definitiva, cuando la hasta la pacata Amnistía Inyernacional viene exigiendo desde los años noventa del siglo pasado a gobierno, jueces, policías, ertzainas, médicos, funcionarios… que no sigan torturando, que dejen de ser torturadores…, estos responden año tras año, como siempre, silbando al viento y mofándose de la dignidad humana. La autoridad española es basura encorbatada
Pero, de seguido, hay que decir que Amnistía Internacional ve la tortura española desde fuera, desde la puerta. Desde dentro la tortura es gangrena. ¡Son tantos los que entre nosotros pueden contar las cicatrices causadas en su cuerpo por los fascistas/demócratas de ayer y hoy que producen asco hasta cuando escriben poesía! «¿Por qué no te callas?», espeta el rey al venezolano al tiempo que sonríe en el balcón junto a su amo, que acaba de asesinar a cinco, o besa con unción y cobardía la mano ensangrentada del dictador Franco postrándose genuflexo. Es el rey. Los jueces entre nosotros son los guardianes de la parábola de Franz Kafka: mordeduras de libertad, amenaza de dignidad, colaboradores de la tortura. ¡Hasta Amnistía Internacional les exige un mínimo de dignidad y decencia a estos señores togados! La exigencia es vieja e inútil. Porque nadie da lo que no tiene. Por años que uno tenga entre nosotros resulta muy difícil ver a un juez, que alguna vez fue justo, más tratándose de jueces de la Audiencia Nacional. ¿Saben qué hicieron cuando se apellidaban TOP? Hablen con las víctimas de la guerra civil, con los familiares de los asesinados en los caminos, enterrados en las acequias y matorrales, con las familias de los desaparecidos. Oigan a los historiadores. Hablen con los ciudadanos urbanos y de la sierra, del Norte y del Sur, que hoy quieren desenterrar los huesos de los asesinados, esparcidos por los campos, que reclaman su presencia y su ayuda… y verán cuál es su postura, su pensamiento y su respuesta: silencio a martillazos. Una vez más silbido al viento y desprecio de dictadura, cuando no amenaza ante un testimonio oral de denuncia. Todavía hoy, en el 2009, Amnistía Internacional, echa en cara a Garzón y compañía de ser oprobio, de colaborar con la tortura, de dificultar la tarea de los abogados, de tapar las denuncias de malos tratos, de no interesarse por el maltrato, de desproteger a sabiendas la dignidad del detenido político vasco, de amparar al torturador… Escuchen las terroríficas denuncias de los detenidos políticos vascos, sus quejidos en las cloacas del estado español, sus descarnadas denuncias ante el juez de turno. Oigan cómo se les trata en las cárceles y cómo responden los jueces. Escuchen los relatos y denuncias de abogados y médicos con calidad humana. De colaboradores les tacha en el 2009 la pacata Amnistía Internacional. Sólo así se justifica la larga huella de la tortura en el estado español.
«Me detuvo la Guardia Civil en Hernani el 30 de marzo de 2001, viernes, y pasé cinco días en sus manos, relata Iratxe Sorzabal… En el coche íbamos cinco personas, 4 guardias civiles y yo. Yo iba detrás de dos de ellos. Pudo ver la cara de los dos que iban delante y del de mi izquierda. Nada más entrar en el coche el jefe me dijo «bueno, aquí se han acabado las mariconadas de derechos, jueces y mierdas, de aquí en adelante vas a saber lo qué es bueno. ¿Has oído hija de puta?» Y me golpeó en la cabeza. De aquí en adelante me pusieron el antifaz y se sucedieron los golpes en la cabeza, los insultos y las amenazas. Menos el conductor, los otros tres me golpeban fuertemente en la cabeza. El que estaba a mi derecha sacó un aparato que llevaba entre las piernas y comenzó a darme descargas en el costado derecho. Mientras, el que iba a la izquierda cogió una bolsa de plástico y me puso en la cabeza impidiéndome la respiración y casi hasta asfixiarme. Los golpes en la cabeza que me daba el que iba delante eran continuos. Y además, el que iba a mi derecha me sobaba el pecho. Todo ello, los electrodos, la bolsa, las sobadas y los golpes eran continuos entre gritos, insultos y amenazas. Perdí el conocimiento en dos ocasiones por lo menos, y me oriné encima. Antes de llegar a perder el conocimiento rompí en un par de ocasiones la bolsa con los dientes, y entonces me colocaban otra. Al final y al ver que rompía las bolsas, decidieron ponerme de tres en tres». El relato prosigue, es largo, animalesco, bestial, de campo de concentración. Su lectura resulta dolorosa. Te hace gritar y maldecir. Comienza un viernes de marzo y termina un martes de abril: «relato al juez el trato del que he sido objeto». (Tortura en Euskal Herria, informe 2001). Y aunque es brutal el relato, es uno de los muchos.
«Somos un país libre», «aquí se puede hablar, se puede defender lo que se quiere»… proclaman estos políticos de maltrato y del crimen y algunos sumisos de prensa, radio y televisión. Basta asistir a cualquier fiesta en Euskadi, organizada por algún organismo o grupo con raigambre en el pueblo, y verán enfrente a los polis embozados, armados, enrabietados, dopados a veces. Más ring que fiesta, más imposición y estado de excepción que libertad, más Madrid que Euskal Herria. Lo que no controlan impiden, lo que no les gusta prohíben. Agentes al servicio de España, mano armada y sumisa de una vieja dictadura enquistada. Incapaces de reconocer que son dictadores, con campos de concentración en sus dominios. Sus relatos son farsa y fantasía malsana, que nada se parece a lo acontecido: ya hablen de Lekeitio, de detenciones o de lo ocurrido en una manifestación cualquiera. Mienten cuando hablan de economía, mienten cuando pintan la situación del paro, cuando califican de ayuda humanitaria lo que es guerra, matanza y saqueo de países, cuando califican de terrorista a quien les hecha en cara su tortura e inhumanidad.
Hoy, mientras leo el informe de Amnistía Internacional, fuera está lloviendo. Igual que por dentro.