La noticia de la dimisión de Juan Carlos Monedero de la dirección de Podemos se ha producido en un momento en que no soplan vientos favorables para la formación que encabeza Pablo Iglesias. Si antes el ascenso de Podemos era meteórico y las encuestas auguraban una victoria clara, las últimas semanas están trascendiendo estudios demoscópicos […]
La noticia de la dimisión de Juan Carlos Monedero de la dirección de Podemos se ha producido en un momento en que no soplan vientos favorables para la formación que encabeza Pablo Iglesias. Si antes el ascenso de Podemos era meteórico y las encuestas auguraban una victoria clara, las últimas semanas están trascendiendo estudios demoscópicos que caen como jarros de agua fría. Hace apenas tres días, la encuesta del Observatorio de Cadena SER quitaba por primera vez a Podemos el primer puesto y lo situaba en cuarto lugar, por debajo del PP, el PSOE y Ciudadanos. Eso en una formación a la que no le vale ganar y que ha llegado incluso a pedir una mayoría absoluta.
En este contexto, las elecciones municipales y autonómicas serán determinantes para insuflar moral a unas bases que parecen flaquear. Las tensiones internas, más o menos veladas en momentos de crecimiento, supuran en tiempos de vacas flacas. El distanciamiento de los círculos y el abandono de parte de sus integrantes, descontentos, en los últimos meses, han hecho daño a la formación. La dirección impulsó un cambio de discurso, menos «irreverente» y «fresco», en palabras de Monedero esta mañana durante una entrevista en La Cafetera, programa radiofónico de Fernando Berlín. Una carrera para aglutinar el voto de centro que ahora peligra, entre otras razones por la irrupción de Ciudadanos, que está experimentando una fuerte subida en las encuestas y, de momento, se mueve mejor en el espectro ideológico considerado «moderado».
La presión mediática ha sido también muy fuerte, despiadada a ratos, a lo largo de estos últimos meses, sobre todo a raíz de la noticia del cobro por parte de Monedero de dinero por parte del Banco del ALBA, con sede en Venezuela, y la creación de una empresa para recibir los pagos. Acusaciones de todo tipo se han vertido contra el cofundador de Podemos -se le llegó a ver en la portada de La Razón supuestamente «escondido» de los periodistas en el metro-, con enfoques casi idénticos desde todos los medios, sintonía que él mismo calificó de «caza de brujas». En esos momentos fue cuando, tanto a nivel interno como externo, varias voces le pidieron su dimisión, cosa que no llegó hasta hoy y puede haber pasado factura al partido.
Ahora, está por ver cómo va a reaccionar Podemos para remontar sus expectativas. El secretario de Política y Área de Estrategia y Campaña, Íñigo Errejón, hacía esta reflexión en redes sociales el martes pasado: «Una hipótesis no es un camino recto y llano, menos donde las fuerzas de los sectores dirigentes están disminuidas pero en modo alguno quebradas. Tras el shock, el adversario también juega, reagrupa fuerzas, ordena los tiempos y contraataca. Prueba de que ha acusado el golpe como hacía décadas que no acusaba uno, pero también de que tiene capacidad de reacción. Seguimos, y seguimos necesitando toda la inteligencia, todo el entusiasmo y toda la fuerza. Las cosas se demuestran haciéndolas. Es ajedrez, no boxeo». Parece que la casta se ha comido a la reina pero, de momento, no hay jaque mate.