La crisis económica mundial que se venía desarrollando, se conjugó con la desaceleración de la economía China, provocando que el ciclo dorado del cobre bajará los niveles de ingreso estatales e hiciera ingresar a la dinámica internacional a la economía chilena, de la cual se mantuvo distante desde principios del siglo. Este proceso, a su vez, logró activar un estallido social que era esperado por muchos, pero pocos lo creían tan cercano, especialmente, los ideólogos a pago de la burguesía.
Con la extensión de la pandemia esta situación se agravó. El Chile del neoliberalismo pujante y arrogante, a costa de la clase trabajadora, rápidamente pasó a ocupar su histórico lugar, el de una economía dependiente, endeudada y en problemas. Todo el andamiaje ideológico neoliberal se vio cuestionado y rápidamente comenzó a derrumbarse, lenta pero inexorablemente.
La dominante burguesía financiera-exportadora ensimismada en su pugna por definirse con que imperialismo norteamericano o asiático se alineaba, comenzó una dinámica política de debilitamiento progresivo que va a converger con el cuestionamiento creciente del modelo realizado por las masas. Pero, no obstante, confiada en sus fuerzas, dio por sentado que podía mantener su poder con pequeños cambios cosméticos en el bipartidismo neoliberal. Sin embargo, no logró entender que el socavamiento del modelo, que las masas venían realizando con cada movilización, ganaba un poco más de terreno. No obstante, no derrumbar la estructura, ésta se mantenía cada vez más, sólo apoyada en las instituciones, perdiendo algo muy importante como es el convencimiento ideológico de las masas.
Estas masas de trabajadores, pobladores y estudiantes habían comenzado un lento, contradictorio y zigzagueante proceso de reconstrucción de la conciencia de clase, como dijera G. Lukacs una conciencia “para sí”. Aunque en la etapa preliminar de carácter exploratoria fue más extensa de lo esperado, la clase trabajadora aceleró este proceso desde octubre de 2019.
Con la pandemia terminó, su exploración ya que es, donde bota al baúl de la historia, el concepto de clase media y se reconoce que es parte de la histórica y explotada clase trabajadora. Incluso, la muy arribista pequeña burguesía ideológica y el estrato más bajo de la pequeña burguesía económica, se ha vuelto a reconocer como parte de la clase más explotada, tanto económica como ideológica. Emprendiendo un proceso de acercamiento político ideológico con la clase trabajadora, aunque sea en un proceso identificatorio por la negativa, es decir descubriendo lo que no es.
La crisis del régimen.
Esta dinámica económica y de clase, tanto en la burguesía como los trabajadores, conllevan procesos socio-políticos acelerados y contradictorios. Mientras la burguesía se niega a aceptar que tras el estallido social, el modelo debe ser cambiado, con la consiguiente profundización de la división política que se abre cual abanico; la clase trabajadora se hace cada vez más consciente de su fuerza, especialmente su vanguardia pobladora-estudiantil, que tanto en las opiniones como en las movilizaciones, protestas o enfrentamientos, demuestra una mayor convicción política reconociendo al gobierno como su objetivo a golpear.
Fortaleza que se da en un contexto donde las instituciones político-ideológicas (ejecutivo, parlamentos, partidos políticos, iglesia, FFAA, etc.) están en una creciente descomposición, debido al acelerado proceso de corrupción que el mismo modelo neoliberal desata.
Ante esta debilidad el régimen se ve en problemas, tanto para detener este proceso de cuestionamientos creciente de las masas, como la descomposición de sus instituciones, especialmente el querer volver a dotar al ejecutivo de facultades que se caracterizaban por los fuertes rasgos de bonapartismo.
Si quisiéramos hacer una alegoría con este proceso para entenderlo mejor, la crisis deberíamos compararla con un barco que se hunde y sus tripulantes saltan al agua; cada uno pretende tras resistir flotando un tiempo, salvarse tirando manotazos a los demás para evitar ahogarse. Si a esto le sumamos que los rondan algunos tiburones, todos pretenderán ubicarse en el centro a costa de los demás. Esto es, más o menos lo que sucede en la crisis que se vive, si entendemos que los que se ahogan son el ejecutivo, el parlamento, los partidos políticos burgueses y pequeños burgueses, las FFAA, etc., y los tiburones en la clase trabajadora que viene a cobrar cuentas.
La crisis política.
Todos y cada uno de los procesos mencionados, se refleja en la correlación de fuerzas político – sociales que se encuentran en pugna, como proceso fundamental para entender la crisis política que está sucediendo.
El estallido de octubre pasado marca una nueva correlación de fuerzas entre la burguesía y la clase trabajadora. La iniciativa que venia en manos de la burguesía hasta octubre, las masas se la arrebatan por unas semanas, hasta el “congelamiento relativo” del proceso, a causa de las múltiples maniobras de los partidos burgueses y pequeños burgueses, la llegada de diciembre y las vacaciones, y por supuesto, la pandemia.
No obstante, este congelamiento eventual del proceso, la burguesía no ha logrado asirse de la iniciativa, producto de su división interna, sus multiplicidades de proyectos, su diversidad política, incapacidad ejecutiva, etc., pero sobre todo por el magnífico oponente que tiene frente a él, que es la clase trabajadora. El gobierno y la burguesía la ningunean y la menosprecian, pero le temen.
Esta latencia impetuosa de los trabajadores, pobladores y estudiantes, que ante la mínima iniciativa gubernamental se erige y la enfrenta, tiene en crisis al régimen, no permitiendo que el gobierno ni la burguesía retomen la iniciativa.
Lo anterior, determina que Piñera se encuentre en un estado de debilidad política tan profunda como su ego herido. Sus patéticos intentos de reconstruir los rasgos bonapartistas de un régimen agonizante, lo fueron dejando sólo y aislando cada vez más. Tras el verano tuvo que reconocer que sólo contaba con el apoyo condicional de los empresarios y la desgastada alianza de Chile Vamos. Situación que se agravo debido a su torpe estrategia de “venganza” personal contra la UDI y RN, por desplazarlo y dejarlo como inoperante en octubre. Para ello, eligió a Gonzalo Blumel e Ignacio Briones de Evopoli, como ministros de Interior y Hacienda como sus portavoces oficiales, lo cual está pagando muy caro. La inexperiencia, la incapacidad política y lo tecnócrata, han profundizado la crisis política por ser sólo los “mandados” del verdadero gobierno compuesto por Piñera, Chadwick y Larroulet.
Esta incapacidad del gobierno es un verdadero congelamiento, caracterizado por las políticas reactivas que desarrolla, lo cual a profundizado la crisis del régimen al no lograr una empatía con la población.
Por otra parte, al no lograr erguirse como líder indiscutido de Chile Vamos, se fortalecieron otros dirigentes; desde Kast hasta Ossandon, pasando por Allamand, entre otros, lo que generó mayor desorden. Esto obligó a Piñera a reconocer que el único pilar de su gobierno que le queda en pie es la burguesía financiera-exportadora. Apoyo que tampoco le sale gratis. La burguesía lo está obligando a terminar con las cuarentenas y volver a la normalidad laboral, lo que el ministro Enrique Paris se esfuerza por justificar sanitariamente, forzando la realidad y obviando la situación internacional con un insistente vocablo publicitario de “leve mejoría”.
Como la presión de la burguesía ahoga a Piñera, el cual se ha mostrado en toda su amplitud como carente de proyectos y defensor de privilegios, se ha vuelto ni más ni menos que un verdadero gerente presionado por el directorio de la empresa llamada Chile. Esto lo ha transformado en un fusible a quemar, dejando un notorio vacío de poder institucional en el régimen, que lo ha tratado de llenar el parlamento. Este al ver que con un 20% o más de cesantía real, el gobierno se limita al engaño de la letra chica, al negociado del reparto de cajas, a levantar políticas en pro de la burguesía financiera, etc., diagnóstica que un segundo estallido social puede arrasar no sólo con Piñera, sino con ellos mismos. Es por ello, que gran parte del parlamento se comienza a desplazar hacia la oposición a ultranza contra Piñera.
En esta defensa desesperada del régimen, los partidos políticos por medio de sus parlamentarios ven como factible tratar de acercarse al movimiento social para canalizarlo cuando el gobierno, termine levantando las cuarentenas y la crisis política se manifiesta en las calles.
Las derrotas del gobierno y el equipo político.
Tras dos derrotas políticas consecutivas en el congreso nacional, no obstante, las descaradas presiones de la burguesía el fin de semana, las perspectivas del gobierno de Piñera son obscuras. Si se queda con el equipo político los problemas seguirán y se agudizarán, arrastrando la derrota y el desprestigio. Si los cambia la UDI y RN deberían entrar en igualdad de condiciones, provocando que se enfrenten al interior del gobierno, no sólo entre ellos, sino entre las distintas fracciones de ambos partidos, lo que se haría ingobernable. Si le entrega los ministerios a la UDI se inclinaría por una represión abierta y brutal, lo que lo haría caer con muchos más muertos que octubre.
Todo esto porque la crisis política permeabilizó el gobierno y la mesa está por caer. Esta mesa de tres patas; Piñera, Chile Vamos y la gran burguesía, está destartalándose sola; la inoperancia y falta de iniciativa del gobierno; el fraccionamiento interno de los partidos y la división de proyectos político-económico de la burguesía, hace casi insostenible a este gobierno.
Lo más extraordinario, es que el mismo ejecutivo profundiza la encrucijada, frente a él físicamente no hay nadie. Ya que la crisis del régimen a deslegitimado a la oposición política restándole apoyo y confianza. Sólo la presencia “virtual” y concreta de la fuerza de la clase trabajadora y el movimiento popular, enclaustrado por cuarentena, se las arregla por hacerse presente de vez en cuando, haciendo crujir el régimen. Sólo basta con un cacerolazo, barricadas, marchas espontaneas o un retwiteos masivo para que este débil gobierno tambalee.
Pero seamos justos, no sólo tambalea Piñera, sino el grupo de representantes políticos burgueses y pequeños burgueses en el parlamento. Por ello, todos excepto la gran burguesía enceguecida por su ambición, temen volver a la normalidad.
Perspectivas del movimiento popular.
La clase trabajadora presencia con interés este derrumbamiento sostenido del Piñera. Pero no caerá si no lo empuja el movimiento popular en las calles. Ha quedado claro que el movimiento de octubre, el mismo que se estaba reactivando en marzo, siente su fuerza y su convicción de victoria. Percibe que la bestia neoliberal está herida, que, no obstante, puede hacer cualquier barbaridad, el movimiento tiene el poder para rectificar la correlación de fuerzas hacia su favor, que en las actuales circunstancias se encuentra en un verdadero empate.
La presión del hambre y el desamparo de las familias en cuarentena se ha sentido con fuerza y una consigna como el “No + AFP”, ha comenzado a dar sus frutos de una manera insospechada, el retiro del 10% de los ahorros para financiar la cuarentena y la cesantía generalizada que trajo la pandemia. Mientras las familias trabajadoras lo necesitan y lo anhelan, Piñera lo pretende evitar.
Hoy, la salida de Piñera es un imperativo político, económico y social, porque al pretender evitar que los trabajadores retiren parte de sus fondos de las AFP, los está condenando al hambre y a la pobreza, porque ni las cajas ni los préstamos han sido la solución para las familias, ya que no les han llegado a todos los que las necesitan y es un negociado más del gobierno empresarial.
Sin duda, el punto de inflexión que el movimiento popular instaló en la agenda política tiene que venir con demandas más estructuradas que den pie a un verdadero programa popular. Comenzando con el retiro del dinero a costa de las utilidades de las AFP y no de los ahorros de los trabajadores, por ejemplo. Lo que permitiría que los capitalistas que han usufructuado por décadas de los fondos de los trabajadores, devuelvan a sus legítimos dueños lo robado. Esto comoprimer paso, en la búsqueda de la eliminación de las AFPs y su reemplazo por un sistema profundamente solidario y de reparto.
Pero para ello, es necesario la coordinación de las fuerzas populares, aunque estemos en pandemia. La realización de foros, conversatorios y cabildos virtuales que eduquen, activen y fortalezcan el movimiento popular para cuando copemos las calles nuevamente y construyamos un nuevo régimen político popular, democrático y socialista.
Ya la clase trabajadora marcó el camino. Ante la más mínima posibilidad de maniobra en contra del pueblo, se debe paralizar el país, como lo hicieron los portuarios. Debemos plegar a los mineros y al sector público para que entiendan que la clase trabajadora despertó.
¡Activar los Cabildos Virtuales!
¡Fortalecer el movimiento popular mediante la coordinación para la lucha!
¡Retiro del 10% o en su defecto un millón de pesos (para quienes tengan menos) de las AFP a cargo de las utilidades!
¡No más AFP!
¡Renta mínima nacional a todos los cesantes de $500.000!
¡Fuera Piñera!