Lo ocurrido con el crítico Ignacio Echevarría es un asunto grave, y su moraleja, por así decir, es la interminable revelación de la dificultad del pensamiento independiente en España, aunque esta afirmación sería útil en otros contextos geográficos, igualmente atascados. El/la crítico, como afirmaba Cioran a propósito de la filosofía, tiene un pensamiento torturado, un […]
Lo ocurrido con el crítico Ignacio Echevarría es un asunto grave, y su moraleja, por así decir, es la interminable revelación de la dificultad del pensamiento independiente en España, aunque esta afirmación sería útil en otros contextos geográficos, igualmente atascados. El/la crítico, como afirmaba Cioran a propósito de la filosofía, tiene un pensamiento torturado, un pensar que se devora a sí mismo, que continúa intacto e incluso brilla a pesar de esos reiterados actos de autofagia.
Consuela pensar que de todo este asunto saldrá algo bueno, algo que sin duda los más altos responsables del periódico El País convertirán en una experiencia esencialmente inefable, la de ensanchar los márgenes del ejercicio de la prensa libre, que no es otra cosa que la autodeterminación del ser humano para ejercer su derecho a la libre expresión y opinión, algo que curiosamente se está publicitando en las páginas de este diario durante las últimas semanas, ilustrado con la fotografía de importantes periodistas, y que tiene como objetivo concienciar al ciudadano en la necesidad de votar a favor del Tratado de la Constitución Europea. Estos fueron y no deben dejar de ser los principios fundacionales de este periódico.
Hoy, la gran innovación estética del pensamiento es la crítica, y todos los que ejercen el abuso sobre ella cometen una acusación contra el lenguaje, y por lo tanto contra la palabra escrita, ese misterio fértil y maravilloso. Lo que nos llevaría a afirmar que la literatura, y por lo tanto su promoción, serán experimentadas como un lastre. Vivimos una época en que no sólo las imágenes, sino también el lenguaje, han sido pervertidos a favor de la fantasmagoría, de la falsedad. La crítica ha sido degradada a la categoría de acontecimiento. No debemos entrar en esa habitación con el aire viciado. La censura y represalia contra Ignacio Echevarría elude escrupulosamente el problema real en su medio, El País, ya que nos habla simplemente de un acontecimiento, que ellos titulan policialmente «el caso Echevarría».
La crítica, como el silencio, existe por voluntad, por una decisión de romper lo que en principio parece inalterable, John Cage decía que no existía el silencio, porque siempre ocurre algo que produce un sonido.
A los que están preocupados únicamente con promocionar sus intereses económicos, habría que recordarles que todavía está vigente aquel pacto fáustico que han firmado con la verdad.