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Entrevista al escritor Ariel Silva Colomer

«La crítica y el lenguaje producen una especie de confrontación activa que se expresa en lo creativo»

Fuentes: El Clarín de Chile

Ariel Silva Colomer (Montevideo, 1958) finalizó el año con la publicación de su primera antología de cuentos: Se me hace un nudo acá (Editorial Cauce, 2008) después de la nouvelle que titula al libro, asoman en el horizonte literario 19 relatos divididos entre Veredas y Otros caminos (con prólogo del maestro Gerardo Ciancio y una […]

Ariel Silva Colomer (Montevideo, 1958) finalizó el año con la publicación de su primera antología de cuentos: Se me hace un nudo acá (Editorial Cauce, 2008) después de la nouvelle que titula al libro, asoman en el horizonte literario 19 relatos divididos entre Veredas y Otros caminos (con prólogo del maestro Gerardo Ciancio y una flor en la solapa escrita por la novelista Sylvia Lago).

Su debut de escritor -a los 50 años de edad- es la perfecta culminación de una formación poco ortodoxa que lo llevó a la Facultad de Sociología, al tiempo que ingresó a Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación; para finalmente titularse como Diseñador Gráfico. Ha vivido todas las militancias: la clandestinidad en dictadura; con el regreso de la democracia participó en Comisiones de Derechos Humanos; a nivel sindical perteneció a la Asociación de la Prensa Uruguaya.

Políticamente se inscribió en el Frente Amplio, además de involucrarse en las Comisiones de Fomento de la Educación Pública (elaborando materiales contra la violencia domestica); actualmente dedica su tiempo y trabajo a la Coordinadora por la nulidad de la Ley de caducidad (que impide llevar a la justicia a la mayoría de los involucrados en la tortura y desaparición durante la dictadura en Uruguay).

Todos sus incursiones en la prensa (La Mañana, El Diario, Mate Amargo y La República) han sido en áreas de diseño gráfico, exceptuando sus ensayos para un periódico del Frente Amplio y colaboraciones en Boletines Estudiantiles y Documentos Políticos; alguna vez publicó en la Revista Internacional Imago Americae (editada en Francia por Miguel Rojas Mix y Martha Canfield). En entrevista con Clarín.cl Ariel Silva responde a episodios específicos de su narrativa y finaliza con una semblanza personal y filosófica de su día a día como secretario de Mario Benedetti.

MC.- ¿Escribes para desatar el nudo que suele hacerse acá?

AS.- Creo que uno escribe para contar una historia que le parece merece ser contada, para tratar de decir una verdad, no digo que siempre lo logre, pero como una vez dijo Juan Rulfo en un reportaje: «La literatura es una mentira que dice la verdad». Como individuos nuestra experiencia es «radicalmente social» (citando a Eagleton); intentar expresar las relaciones con la palabra partiendo de nuestra realidad es para mí de alguna manera desatar un nudo.

MC.- ¿Por qué la estructura de «una emboscada subyacente» entre las historias de Don Tito, Juan, Andrea e Inesita? ¿Así planeaste originalmente el cuento?

AS.- «Se me hace un nudo acá», es un cuento que vengo escribiendo hace mucho. Cuando tengo un tema que me parece con significación y pienso en desarrollarlo me formo una idea general de la composición. En este caso al crear los personajes, ya que se trataba de gente que uno puede encontrar a la vuelta de la esquina, se fueron consolidando con nuevos elementos, para ir dando forma a la narración. Luego uno trata de manejar momentos, buscar intensidad, trabajar la tensión. Se van formando niveles paralelos en los que se pretende lograr fluidez y atracción, evocar una realidad, crear sensaciones, buscar la comprensión de la expresión de nuestros conceptos. Uno se propone emocionar al lector de alguna manera, para lograr una lectura no indiferente.

MC.- ¿Todavía se puede ver en la aldea de Montevideo la serie de descripciones desencadenadas que escribiste en «Alma, no entornes tu ventana»? ¿O todo lo imaginás en un acorde de bandoneón?

AS.- Este texto se parece más a una semblanza o una estampa si se quiere aunque no me afilio a la rigidez de las categorías. Lógicamente si uno tiene que «describir su aldea» como aquella famosa cita de Tolstoi, e integra ese paisaje podrá hacerlo mejor desde su propia sensibilidad. El hombre en su acción construye la realidad, ésta lo condiciona y la palabra trata de nombrarla como su instrumento primario.

MC.- «Comencé una broma», es de una crueldad casi futbolística; y la muerte de «El Pocho Gálvez» camino a la reconciliación familiar es muchísimo más grave. ¿La revancha del destino se parece a un penalty fallado para decidir un partido de fútbol? ¿Por qué presentás en ambos cuentos ese juego del destino?

AS.- Si bien se parecen en esa sensación de fracaso que los envuelve finalmente, se trata de casos distintos. En la broma hay algo de ingenuo, aunque la larga espera es omitida, pero con el tratamiento del lenguaje intenté acercar al lector para que le resulte menos cruel. En el caso de Gálvez si bien tiene su propia visión del mundo y la situación, y parece estar clara su actitud frente a los acontecimientos, su perfil se dibuja desde fuera, alternando con la visión de los demás. Se podría decir que el primer remate del cuento es directo (pena máxima) y el segundo nos va acercando lentamente a lo contado (tiro libre indirecto).

MC.- ¿El movimiento es el esqueleto de tus cuentos? Lo pregunto porque tus personajes o suben al bus, o esperan mientras bailan con un anticuado iPod, o juegan con el humo del pucho, y a romper la piñata…

AS.- Bueno, la vida es movimiento. Me parece que en la actualidad se ha cambiado de velocidad, todo parece tener un vértigo y un énfasis innecesarios y eso no nos permite el intercambio, el diálogo, la mirada cara a cara, que resultan tan necesarios. Creo que en la narración, que de alguna forma va a cobrar vida a partir del lector y su tiempo para leer, hay que tratar de mostrar las diferentes velocidades de las épocas en que transcurren las historias. Eso denotará la acción del hombre y quizá se plantee una reflexión: ¿para qué corremos a veces, pudiendo caminar? Dejemos ese lúdico placer para los niños. No olvidemos además que es la acción donde aparecen evidentes los recursos y las limitaciones.

MC.- Me hizo pensar el recurso de la antropomorfización en el cuento antikafkiano: «Una transformación» y en la ficción de corte conductista: «Reflejos». ¿Las cucarachas y los perros pensarán qué maldición ser humanos? ¿Qué miedos ocasiona la naturaleza humana contra sí misma?

AS.- En el cuento Una trasformación, yo diría que más que antikafkiano he querido seguir la línea. Si bien es «anti» por dar vuelta el argumento hombre/insecto el planteo de Kafka del ser que no encuentra lugar ni salida y se siente agobiado y encerrado aquí se mantiene, pues son las propias cucarachas quienes se aterrorizan de verse humanas, de soñarse humanas, en un mundo que los propios humanos destruyen. Kafka plantea la metamorfosis que es un proceso natural. Yo elegí decir transformación porque es la acción del hombre la que somete a prueba esta capacidad. Más allá de los procesos en ambos relatos, el reflejo condicionado, por el carácter racional del hombre no llega ni a los instintos primarios, parece entonces que si se dio el proceso evolutivo de bestia a hombre, hoy se da el inverso.

MC.- ¿Eras conciente de la sátira que escribías contra el clasismo (El chofer); el estereotipo de Reality Show & Rock Star (El vuelo) y el excesivo reclamo a Dios enhorabuenas (Plegaria de madre)?

AS.- Decía Cortázar que si la novela gana por puntos, el cuento debe vencer por Knock-out. Hay vivencias que nos dan ese golpe a la mandíbula y allí surge un tema. Vivimos en una sociedad que crea necesidades y pone modelos inalcanzables que llevan a la frustración y a la culpa, y luego nos asombramos del nivel de violencia que existe. Algo de eso se vuelve angustia, ansiedad o agresividad. Por eso me parece que debemos remarcar ese fenómeno, para meternos en mejorar la calidad en las relaciones, sobre todo con los jóvenes.

MC.- ¿Qué utilidad tiene la narrativa para contrarrestar la Historia Oficial? Leí una finísima crítica política en los cuentos «Poder o no» y «Las cinco plazas»…

AS.- La Historia Oficial siempre tiene buena prensa. Los patrones culturales nacen en los centros de poder o por su acción; o bien éstos trabajan para que así sea, y los medios tienen mucho que ver. El sistema tiende a su reproducción y si tienes una crítica y trabajas con el lenguaje se produce una especie de confrontación activa que se expresa en lo creativo, en el juicio crítico que nombra la situación que eliges contar. Benedetti dice que «el cuento es un corte transversal de la realidad» y yo creo que justamente donde hay que meter el cuchillo a fondo es en los temas que nos preocupan.

MC.- ¿El cuento «Pequeña langosta» data desde dictadura? ¿Bajo qué circunstancias lo escribiste?

AS.- Existe en Uruguay una celebración llamada «la noche de la nostalgia» y se realiza la víspera del día 25 de agosto de cada año por ser feriado nacional ya que se conmemora la Declaratoria de la Independencia. Como al día siguiente casi nadie trabaja, la noche del 24 se realizan bailes en todos los locales que funcionan en ese rubro y se pasa música de otras épocas, habiendo lugares donde escuchar o bailar con el sonido nostálgico del tango en adelante, incluso hasta para los más jóvenes la nostalgia de los noventa. Las circunstancias llevaron a una compañera a vivir esa doble nostalgia narrada en el cuento. Ella contó esa parte de la anécdota y me pareció bueno tratar de plasmarla ya que es un tema que considero muy importante, pues creo que sólo conociendo toda la verdad de nuestro pasado y juzgando por sus crímenes a quienes corresponda se evitará que vuelva a suceder.

MC.- Finalmente, algo que siempre he querido preguntarte, ¿Cómo recibiste la invitación para trabajar con Mario Benedetti? y ¿»De qué callada manera» influyó en vos para atreverte a publicar tu primera antología de cuentos?

AS.- Mi primer contacto personal con Mario Benedetti fue cuando me invitó a cenar, hace muchos años, junto a su hermano Raúl a quien yo conocía por trabajo y la escritora Sylvia Lago, quien fuera mi profesora en el taller literario que ella dirigía. Raúl, quien ya era mi amigo, es dibujante y yo desempeñé la tarea de redactor creativo junto a él. Sylvia fue mi docente y amiga y conoce desde su juventud a Benedetti. Mario me conoció a partir de un texto mío que leyó y me comentó. Nos vimos varias veces y cuando decidió tener un secretario, tanto Raúl como Sylvia le hablaron de mí y puesto que ya había un acercamiento previo me llamó. Mario con la cordialidad que lo caracteriza y yo con la admiración que siento por él.

«Hablando de la influencia, creo que la obra de Mario está de alguna forma presente en la gran mayoría de los escritores uruguayos. Para mí ha sido un ejemplo en todo sentido y es un placer y un privilegio compartir a diario con él. Me costó mucho publicar mis cuentos, ya que quiero ser muy cuidadoso por el lugar que ocupo en mi trabajo. No quiero que se interprete que estoy utilizando mi lugar. Recurrí a una editorial pequeña que nunca trabajó con Mario. Hay que respetar los espacios. La obra debe valerse por sí misma. Eso, entre otras muchas cosas, también predicó siempre Mario Benedetti».