El escenario político que se ha instalado en la sociedad chilena a raíz de la «huelga de hambre de los comuneros mapuches», ha permitido a los actores políticos y sociales reordenar sus estrategias de confrontación y oposición al gobierno personalista de Sebastian Piñera. Por un lado, la Concertación dejó pendiente tantas cosas, hizo tan mal […]
El escenario político que se ha instalado en la sociedad chilena a raíz de la «huelga de hambre de los comuneros mapuches», ha permitido a los actores políticos y sociales reordenar sus estrategias de confrontación y oposición al gobierno personalista de Sebastian Piñera. Por un lado, la Concertación dejó pendiente tantas cosas, hizo tan mal otras, especialmente, desde la perspectiva de la democratización profunda que requería la sociedad chilena luego de 17 años de dictadura. Permitiendo con ello que la dominación y la hegemonía neoliberal se impusiera por doquier. Al privilegiar la Concertación la estabilidad política evito y postergó como ha sido habitual en la acción gubernamental de los gobiernos de centro-izquierda, la democratización como la transformación social y económica en beneficio de los sectores sociales más desprotegidos de la sociedad.
Su interés fue la consolidación del capitalismo neoliberal. Con ello abrió la estructura de oportunidades políticas no sólo para que la derecha política volviera al gobierno sino que «reconstruyó» al «enemigo político» que muchos necesitaban para recomponer sus fuerzas políticas y sociales tanto al interior de la Concertación como fuera de ella. Por otro lado, el autoritarismo represivo de la derecha se manifiesta de manera integral y coherente como ha sido, también, tradicional en Chile: su total desprecio por la democracia y la manifestación política de los ciudadanos. Se trata de un autoritarismo político selectivo, planificado y certero. Así ha quedado demostrado en la forma como han sido reprimidas las últimas movilizaciones políticas ciudadanas. Y, por cierto, de la manera como el gobierno esta abordando la cuestión mapuche.
La Concertación responsable política directa del mal manejo de la «cuestión indígena». Ahora asume una postura políticamente hipócrita e instrumental. Tengo la percepción que la Concertación busca reproducir artificialmente, extempore y de manera ahistórica, el «ambiente político» opositor a la dictadura de Pinochet que le permitió obtener el gobierno en 1990, con el objetivo de recuperarlo en el 2014. El problema que enfrenta esta en que el «populismo» de la nueva forma de gobernar de la derecha, que se ha demostrado eficiente en lo comunicacional, hasta el momento, pero no necesariamente, eficaz en la resolución de los problemas que enfrenta, aunque se anota algunos puntos.
Por esa razón, considero que la oposición concertacionista totalmente desconcertada ha encontrado un salvavidas, paradojalmente, en la cuestión mapuche.
La «cuestión mapuche» hasta ayer indiferente a todos, ahora «todos somos parte» de ella. Se transformado en la mejor excusa que sirve a «moros y cristianos» para converger en contra del gobierno de la derecha. Pero, sin asumir el problema de fondo que se traduce en restitución de: tierra, territorio y autonomía a los mapuche, tal como ha sido sostenido por la movilización mapuche que no se inicio hace 80 días sino hace 20 años. El problema político de fondo se encuentra en que la sociedad chilena debe decidir a asumir la «cuestión indígena» en toda su dimensionalidad y profundidad política e histórica. Por lo tanto, el que se termine la «huelga de hambre», el que se cambie la legislación o que no se apliquen las leyes antiterroristas, no elimina el problema político e histórico sustantivo. Frente ha ese problema los partidos de derecha como los concertacionistas no se pronuncian o prefieren desviar la atención hacia otros temas como el de la educación, de la pobreza, de la exclusión social, etcétera; que siempre terminan siendo «salvavidas» para no comprometerse con el fondo.
Por eso sostengo que la «cuestión mapuche» le hace bien a la Concertación, a la oposición comunista y a la izquierda extraparlamentaria, fundamentalmente, porque les sirve para enfrentar al gobierno de Piñera. Pero le hace mal, pésimo, al movimiento mapuche, ya que los encuadra en la institucionalidad política estatal nacional. Pues, bastara que los comuneros en huelga de hambre la suspendan; para que todas y todos se olviden de ellos. Y, todo vuelva a la normalidad política. Por esa razón, pienso que el movimiento mapuche no debe aceptar la intromisión de aquellos que lo miraban con desden no hace mucho. Este es un movimiento social que los comuneros, los militantes y mártires de la causa mapuche lo han mantenido activo desde hace mucho tiempo. La huelga debe ser levantada y/o negociada siempre y cuando las y los chilenos estén dispuestos a restituir a ellos, lo que les corresponde que no es otra cosa que: tierra, territorio y autonomía con dignidad y respeto.
Para que lo anterior sea posible se requiere que la «cuestión mapuche» sea asumida por toda ciudadanía nacional como una problemática central y fundamental en la conformación de una nueva realidad social y política. Para ello hay que avanzar en la constitución de un vasto movimiento social y político destinado a modificar las actuales estructuras jurídicas-políticas de dominación.