Las recientes declaraciones de Carlos Lozada, el otrora comandante guerrillero, donde desde su curul en el Congreso alaba al Ejército de Colombia pone de manifiesto cuan bajo han caído los farianos. Lozada comenzó hablando de una guerra fratricida, una descripción más bien de los gobiernos, pues excluye cualquier mención del conflicto social y de clases. Pero sus declaraciones deben ser problemáticas hasta para la social democracia colombiana y las ONG de derechos humanos.
Dijo en su intervención en el debate sobre el ascenso de varios oficiales que:
«Queremos dejar constancia… que confiamos plenamente en el papel de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, en la construcción del proceso de reconciliación nacional y la Colombia del posconflicto. Entendemos que el ascenso de estos señores y señoras oficiales de la Fuerza Pública es un merecido reconocimiento a todos aquellos que han sabido conducir unidades en el marco del deber y la ley… Reconocemos en Uds. a unos compatriotas que están trabajando en la construcción de la Colombia del posconflicto. Que no reconocemos en Uds. enemigos, ni adversarios, sino compatriotas que sabrán conducir a la Fuerza Pública en esa nueva realidad que estamos construyendo. »
[1]
Lejos queda cualquier evaluación del papel de las fuerzas represivas del Estado, de cualquier estado. Es difícil pensar que erase una vez este hombre consideraba a sí mismo como marxista, cuesta creer siquiera que era un hombre con una visión crítica del estado capitalista.
Valga recordar que hizo sus afirmaciones en el marco del debate sobre el ascenso de varios oficiales del Ejército, un Ejército que recientemente emitió nuevas órdenes a las tropas para promover nuevos falsos positivos, es decir, asesinar a jóvenes y presentarlos como guerrilleros caídos en combate. Hasta Human Rights Watch, una ONG de derechos humanos bien valorada por los gobiernos, denunció que Duque había ascendido a militares involucrados en el asesinato de civiles, entre ellos Nicacio Martínez el responsable de dar las nuevas instrucciones de llevar a cabo falsos positivos.
[2] Martínez es uno de los oficiales a quien se refiere el partido de La FARC en su declaración de plena confianza.
El mismo partido de La FARC, en un debate de control político, denunció en el Congreso poco antes de las declaraciones de Lozada que desde la firma del Acuerdo de La Habana habían asesinado a 133 desmovilizados y a 681 líderes sociales. [3] Y ¿quién los asesinó? Pues en la prensa se atribuye los asesinatos a las Águilas Negras, y ¿quiénes son las Águilas Negras? Pues según Gustavo Petro y el senador Iván Cepeda, hombres cuyas credenciales como defensores del Estado, del proceso de paz y de la desmovilización son impecables, las Águilas Negras son la misma Fuerza Pública y lo dijeron un año antes de las alabanzas de Lozada. Quizás Lozada lee muy poco o lentamente. Cepeda preguntó:
«Vuelven amenazas de ‘Águilas Negras’. ¿Alguien conoce el nombre de un jefe de ese grupo? ¿Se sabe de alguna operación contra campamentos de esa supuesta organización? ¿Se conoce la captura de algún integrante de ellos? Nada de eso. Es un nombre usado para operaciones encubiertas
.» [4]
Y Petro afirmó:
«Las Águilas Negras son un invento de cuerpos de inteligencia estatales. No existen como fuerza militar, pero encubren algo peor: cuerpos del Estado y de la política que ejercen amenaza sistemática contra la ciudadanía.»
[5]
Eso es lo que dijeron dos políticos ultra reformistas, y por todo su reformismo quedaron mejor que el ‘revolucionario’ fariano.
Sin embargo, las declaraciones de Lozada no son sorprendentes ni novedosas. Nada más firmar el Acuerdo, su máximo comandante Timochenko, también alabó al Ejército. Dijo, sin sonrojarse, que el Ejército y la Policía eran aliados de las FARC.
«Las fuerzas armadas colombianas, agigantadas en el transcurso de la guerra, diestras en contrainsurgencia y acciones especiales, están llamadas en adelante a jugar un importante papel en aras de la paz, la reconciliación y el desarrollo del país. Fueron nuestras adversarias, pero en adelante tenemos que ser fuerzas aliadas por el bien de Colombia. »
[6]
Una vez, que se encontraba como activista político legal, Timochenko volvió a señalar que el nuevo partido de La FARC no solo no quería transformar a Colombia, ni siquiera pretendía hacer algún cambio menor y la confianza que Timochenko y Lozada depositan en las fuerzas armadas del Estado no son errores ni comentarios aislados, sino es la línea política del nuevo partido.
Otro comandante, Pablo Catatumbo, uno de los duros de la guerra, como dicen, también alabó al Ejército. En su reciente intervención en un foro para celebrar los 25 años de la desmovilización de la Corriente de Renovación Socialista (una supuesta disidencia del ELN) exoneró a Belisario Betancur por la persecución y asesinato de miles de militantes de la Unión Patriótica e irrumpió en loadas efusivas a las fuerzas del Estado.
«Otra de las virtudes de Santos es que logró que las fuerzas militares aceptaran el proceso de paz. Es que nosotros hicimos la paz más fácil con el general Naranjo, con el general Flórez y con el general Mora que con el establecimiento y con los partidos. Con los militares en dos sentadas arreglamos ese problema. Y nos dimos cuenta que el general Flórez que era un aguerrido militar (el hombre que comandó la fuerza de tarea Omega que dio de baja al Mono, que nos tocó padecerlo muchos años y él también a nosotros), tenía absoluta claridad de cuál era el problema y nos pusimos de acuerdo fácilmente. Ellos también deseaban la paz porque ellos también ponían el pecho. Y derribando ese muro, el primer día que llegué a la Habana les dije: ‘la oligarquía colombiana que ha mal gobernado este país no se ha caído, y no la hemos podido derrocar los sectores de izquierda porque tienen un muro que son las fuerzas militares que han impedido el cambio’.»
[7]
Dejemos de un lado el machismo de que nosotros los hombres de la guerra nos entendemos y somos amigos y la mentira que en dos sentadas tenían todo arreglado con los militares en un proceso que duró cuatro años para llegar a un acuerdo, quisiera saber con cuál de los generales se casa: ¿Cuál de ellos tiene la hoja de vida limpia y gozaba de la confianza de las organizaciones sociales y de derechos humanos cuando ellos estaban en servicio activo?. Puede casarse con Naranjo, Flórez o con el general Mora quien describió a las FARC como una organización más terrorista que Osama Bin Laden.
[8] El respeto de Lozada hacía los militares no es recíproco.
La guerrilla de las FARC ya pasaron a ser un partido totalmente institucional con una confianza en las fuerzas estatales que pocos tienen. De la revolución que pregonaban no queda nada. Cuando comenzó el proceso de paz me preguntaba cuál de los comandantes de las FARC emularía al comandante salvadoreño Joaquín Villalobos en su transformación en un defensor del orden institucional y el neoliberalismo. Pastor Alape era el nombre que más me sonaba, pero la verdad es que todos, todos, no hay ni uno del partido de La FARC que se salva.
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Notas
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