En su edición del miércoles 27 de enero de 2010, Público [1] daba noticias del debate en torno a la definición de ‘franquismo’ que figura en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) Movimiento político y social de tendencia totalitaria, iniciado en España durante la Guerra Civil de 1936-1939, en torno al general Franco […]
En su edición del miércoles 27 de enero de 2010, Público [1] daba noticias del debate en torno a la definición de ‘franquismo’ que figura en el diccionario de la Real Academia Española (RAE)
Movimiento político y social de tendencia totalitaria, iniciado en España durante la Guerra Civil de 1936-1939, en torno al general Franco y que derivó en un régimen dictatorial desarrollado durante los años que ocupó la jefatura del Estado.
Para quienes padecieron su violencia, comenta Diego Barcala, el autor del artículo, la definición no convence. Para quienes, por edad o situación, no la padecieron, tampoco la convicción será tarea fácil.
¿Se habla en la definición de «golpe de Estado militar antidemocrático», un ataque fascista a la II República que desde 1936 hizo desaparecer a más, a muchas más de 100.000 personas? ¿Registra la definición que el Régimen franquista contó con el apoyo ideológico, cultural, educativo, social, de la Iglesia nacional-católica, apostólica y romana? ¿No es conveniente recordar que el general golpista africanista era denominado «Caudillo por la Gracia de Dios» y que solía entrar en instituciones y establecimientos eclesiásticos bajo palio? ¿Se señala en la entrada académica la decisiva ayuda militar de las dos grandes potencias del Eje, la Alemania nazi y la Italia fascista? ¿»Régimen dictatorial» es la expresión más adecuada para hacer referencia a la esencia del franquismo? ¿El franquismo finalizó con la muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975? ¿No habría que recordar la violencia, con asesinatos anexos, ejercida por todas las instituciones del Estado sobre la ciudadanía y la resistencia antifranquista? ¿El franquismo consistió básicamente en un círculo, de radio mediano, que rodeó y protegió al general golpista? ¿No sacaron fruto de la situación clases sociales privilegiadas e instituciones y cuerpos prestigiosos? ¿No habría que recordar el decisivo apoyo para su consolidación del Imperio usamericano y sus máximos representantes?
No hace falta seguir. La lista es larga, casi aléfica ¿Es imprudente y aventurado sugerir que existe una clara estrategia para otorgar un barniz positivo al franquismo? ¿Será que los largos tentáculos de nuestra Monarquía borbónica, o el consolidado sentido común de la transición, quieren edulcorar el régimen que la eligió e impulsó?
Emilio Silva, el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, ha puesto el dedo en la llaga de la Real Academia: «Lo más grave es que la RAE incumple su propia definición de definición». ¿Por qué? Porque «no es fiel a lo que debe describir una definición». ¿Qué debe describir una definición? Lo siguiente, según el diccionario de la propia RAE: «Proposición que expone con claridad y exactitud los caracteres genéricos y diferenciales de algo material o inmaterial».
Fue Silva quien ha hablado con acierto de estrategias de barniz positivo. Le sobran razones.
Las víctimas han hecho propuestas para rectificar la definición. La derecha, como era de esperar, se ha movilizado: la ideología dominante es la ideología de las cases dominantes generada a través de las actuaciones de sus representantes destacados. No hay que olvidar lo básico.
La Razón (¡qué nombre para qué cosa!), el diario que fue dirigido por el académico Luis María Ansón, propuso a la RAE la inclusión del término «totalitarismo» en la definición de «comunismo». ¿Pero no hablábamos de otro asunto? Ya, sí, de acuerdo, reconocen, pero era para equipararlo al… franquismo. ¡Para equiparar al franquismo con una concepción político-cultural que vertebró el eje básico, la sal de la tierra resistente, del movimiento democrático y socialista antifranquista, tradición que, como otras sin duda, está llena de militantes asesinados, de torturas, de encarcelamientos, de represión! ¿Equiparar el mal con el bien, llamar mal al bien, a la resistencia social y a la rebeldía antifascista?
Antonio Muñoz Molina, otro real académico como el señor Ansón, según recoge también La Razón, ha manifestado lo siguiente en torno al asunto:
Ya está bien de tratar el comunismo con más indulgencia que al fascismo, como si hubiera diferencia entre un genocidio cometido en nombre del bien universal y otro en nombre de la superioridad de la raza aria.
Aparte de que, recogiendo su misma estúpida y abyecta consideración, sí que hay diferencia entre un caso y otro, la que él mismo apunta, ya está bien -digámoslo como él, en su tono enérgico de perdonavidas- de que el autor de El jinete polaco, cada día más perdido entre aguas políticamente turbulentas, sermonee día sí, otro también, con compases anticomunistas a raíz del asunto que sea. Quieran o no quieran, se admite o no se admite, se recuerde o no, los (y LAS desde luego) comunistos europeos, por no hablar de otros comunismos, han sido organizaciones centrales, básicas, nucleares, en la lucha antifascista y en la liberación. ¿Hay que relacionar nominalmente los miles y miles de mártires que entonaban la Internacional y se reconocían en los símbolos de la hoz, el martillo y el rojo encendido en su lucha fraternal? En la historia universal del heroísmo y la fraternidad sus vidas ocupan un lugar destacado, sobresaliente.
No sólo eso. García Ortega recordaba también ayer en Público [2] las razones, las buenas razones que existen para que no olvidemos la Shóa. Hablaba de recuerdo, de memoria, de evitar que habite el olvido. Sin embargo, no le pareció oportuno recordar quiénes liberaron Auschwitz el 27 de enero -el mismo día en que él publicó su artículo- de 1945.
No es necesario decirlo, está en la mente de todo aquel que quiera recordar sin ceguera: el ejército soviético. Queda mal decirlo: suena a comunismo, recuerda a la URSS, suena socialismo, suena a Stalin también.
¿Es esa es la forma de acuñar la memoria histórica? ¿Esa es la forma justa de recordar la Shoa? Wikipedia (¡incluso Wikipedia!) lo recoge así:
[…] En la puerta de entrada a uno de los diversos campos que componían el complejo (Auschwitz I) se puede leer el lema en alemán Arbeit macht Frei (el trabajo os hace libres) con el que eran recibidos los deportados por las fuerzas SS que custodiaban el centro durante el periodo de funcionamiento, desde su apertura en mayo de 1940 hasta el 27 de enero de 1945, cuando fue liberado por el ejército soviético
En 1943, el autor de Si esto es un hombre, junto con otros muchos camaradas, se unió a la resistencia antifascista italiana. Arrestado por la milicia fascista, que lo entregó al ejército de ocupación alemán al identificarse como judío (como partisano, como luchador comunista antifascista, hubiera sido fusilado al instante sin ningún miramiento) fue deportado a Auschwitz. Fue en 1944.
Allí pasó diez meses antes de que el campo fuera liberado por el Ejército Rojo. De los 650 judíos italianos que junto a él fueron enviados al campo de exterminio polaco, él fue uno de los veinte que pudo sobrevivir. En Primo Levi en diálogo con Ferdinando Camon (Madrid, Anaya & Mario Muchnik, página 134), hay una referencia a su experiencia en el campo liberado por el ejército soviético: :
Camon: Es decir, Auschwitz es la prueba de no existencia de Dios.
Levi: Existe Auschwitz, por lo tanto, no puede haber Dios
En el texto mecanografiado, Primo Levi agregó en lápiz: «No encuentro una solución al dilema. La busco pero no la encuentro».
Probablemente no la haya. Sí hay solución, sí hay respuesta a la pregunta sobre las fuerzas, los países, los ciudadanos y ciudadanas, que combatieron contra la barbarie de rostro también humano. El color rojo, el rojo encendido que Salvador Espriu asociaba con la vida, el amor y la lucha, colorea muchas tonalidades de la respuesta a este interrogante.
El propio Primo Levi, que en un poema de 1946 destinaba al infierno a los periodistas norteamericanos y los banqueros y reservaba el paraíso, entre otros, para «los rusos y los enamorados» (3), respondía a la cuestión muñozmolinesca en torno a las diferencias entre dos horrores «semejantes» -según la propaganda todavía hoy dominante- en una entrevista de 1976, incluida a modo de apéndice en la edición de Muchnik de Si esto es un hombre. «¿Por qué habla usted sólo de los lager nazis y no también de los rusos?, le pregunta el periodista, a lo que Primo Levi contesta que la «diferencia principal consiste en su finalidad» y que es precisamente esa finalidad la que determina otras mensurables en las cifras de víctimas y en las condiciones de vida de los campos. El propósito de los Lager -dice Primo Levi- era el exterminio y, por lo tanto, no había ni una acusación de culpabilidad ni una esperanza de salida mientras que en los campos soviéticos, incluso si la vida era tratada muy a la ligera, no se buscaba la desaparición física del prisionero y subsistía siempre una esperanza de libertad. De esa diferencia fundamental, que es ideológica, se derivan, dice Levi, todas las demás favorables -por muy condenables que sean- a los campos soviéticos: las relaciones entre guardias y prisioneros, la posibilidad de recibir cartas y paquetes, la excepcionalidad de los castigos físicos, la atención a los enfermos y, en definitiva, la conservación por parte de las víctimas, incluso si mermada, de su «personalidad humana». «En conclusión», termina el admirable resistente antifascista, «los campos soviéticos siguen siendo una manifestación deplorable de ilegalidad y deshumanización. Nada tienen que ver con el socialismo sino, al contrario, se destacan en el socialismo soviético como una fea mancha; han de considerarse más bien como una barbarie heredada del absolutismo zarista de la que los gobiernos soviéticos no han podido o no han querido liberarse. Quien lea Memorias de la casa de los muertos, escrita por Dostoievski en 1682, no tiene dificultad en reconocer los mismos rasgos carcelarios descritos por Soljenitsyn cien años después. Pero es posible o, más bien, es fácil imaginar un socialismo sin Lager: en muchas partes del mundo se ha conseguido. No es imaginable, en cambio, un nazismo sin Lager»(4).
Notas:
[1] Diego Barcala, Público, 27 de enero de 2010, p. 32.
[2] Adolfo García Ortega, «Por qué hay que recordar la ‘Shoá», Público, 27 de enero d 2010, p. 7
[3] Debo a Santiago Alba Rico, comunicación personal de 28 de enero de 2010, noticias sobre el poema de Levi.
[4] Primo Levi, Si esto es un hombre, Apéndice, pag. 196-199. Muchnik Editores, Barcelona 1987.
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