Carabineros está sumido en una crisis sin precedentes desde los 90. Un periodista es el nuevo general director de Carabineros, Mario Alberto Rozas Córdova, quien fuera edecán de Sebastián Piñera en su primer gobierno. El que hasta hace poco fue director de Bienestar, es un experto en relaciones públicas, de 51 años de edad, Rozas […]
Carabineros está sumido en una crisis sin precedentes desde los 90.
Un periodista es el nuevo general director de Carabineros, Mario Alberto Rozas Córdova, quien fuera edecán de Sebastián Piñera en su primer gobierno. El que hasta hace poco fue director de Bienestar, es un experto en relaciones públicas, de 51 años de edad, Rozas cuenta con un título de periodista y un magister en comunicaciones en la Universidad del Desarrollo.
Hace 20 años, cuando era Capitán dijo «Yo amo esta institución y si tú me cortas las venas, sale sangre verde, no roja, es verde», sentenció. Además, agregó que «soy muy claro en mi pensamiento: yo quiero ser general, y ojalá general director de esta institución, que es lo que a mí me gustaría. Y yo creo que a todo carabinero, a todo oficial, le gustaría porque es muy lícito» (Video en redes sociales).
Rozas cumplió su sueño… hasta cuándo durará en el cargo está por verse.
Las disputas de poder en la oficialidad son brutales, las verticalidad del mando hace rato no existe, el amor a la patria y el honor tampoco.
El general Rozas, pretende en los próximos días estructurar el nuevo alto mando para proponérselo a Sebastián Piñera y ha dicho que su principal misión es recuperar la imagen pública de la institución, su especialidad en comunicaciones será vital.
Cuesta pensar que la labor de Rozas sea sacar la corrupción y delincuencia de Carabineros y no un mejor manejo comunicacional para tapar o encubrir a los delincuentes uniformados. Ojalá su principal medida no sea la iniciativa de «tomar un café con la gente» en algún local de Starburcks.
En un año, son 47 generales los que han tenido que salir de la policía uniformada, lo cual muestra la crisis más grave desde 1994, cuando el General Rodolfo Stange, se negó a renunciar frente al presidente Frei Ruiz-Tagle y se mantuvo como general director por 18 meses más.
La crisis da cuenta de una institución que desde el 2015, tiene que dar de baja 5 carabineros por semana por dolo o una falta grave (cifras oficiales obtenidas por Emol vía Transparencia). En la delincuencia policial no solo están los llamados carabineros «de a pie», de los que supuestamente Hermes Soto general director saliente era representante, también un número indeterminados de oficiales y miembros del alto mando que están involucrados en fraudes, robos y montajes de la peor calaña.
El lema «orden y patria» la mayoría de la población ya no lo cree y Carabineros ha pasado a ser una de las instituciones más desprestigiadas.
Una fuente policial anónima asegura que en Carabineros el que no aprovecha es «gil» y asegura que es una lógica mayoritaria burlar la ley. Esta apreciación y conducta que tienen miles de carabineros se asemeja a la idea de un diputado, refriéndose a la casta política en los 90, «hay predomino de una práctica dominada por la ideología de la corrupción».
Los que defienden a carabineros como institución, con el argumento que son «casos aislados», están profundamente equivocados y los hechos empíricos, palpables, evidentes son que la delincuencia «se tomó a Carabineros de Chile».
El asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca por parte de integrantes del «comando jungla» del GOPE y la posterior seguidilla de mentiras y obstrucción a la justicia por parte de oficiales y tropa… es la guinda de una torta, que tenía como escándalos precedentes el «pacogate» y la «Operación Huracán».
La complicidad con la delincuencia policial ha sido no solo por los gobiernos de derecha, sino que especialmente por los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría, recordar que Bachelet defendió hasta el último a general director Bruno Villalobos, con responsabilidades evidentes en el «pacogate» y las mentiras de la «Operación Huracán», hoy Villalobos, delfín de Bachelet, está detenido por el asesinato de un joven universitario en tiempos de la dictadura. Tuvo que ser el gobierno de Piñera el que lo removiera, junto a otros 15 generales para que pudiera asumir el mando Hermes Soto.
Es un «care-rajismo» vergonzoso y vergonzante el que tiene la ex Nueva Mayoría. Es de sinvergüenzas levantarse hoy como defensores morales de la idea de transparencia y de que hay que terminar con la autonomía policial, cuando ellos, bajo sus gobiernos, taparon y profundizaron la delincuencia policial sin cambios significativos en Carabineros.
Carabineros tiene que ser refundado, ser remplazado por una nueva policía uniformada, con una doctrina policial que elimine las concepciones de enemigo interno, que ve al pueblo mapuche y al movimiento social como enemigos y ve a la clase dominante, los mega-ricos como a los que tiene que defender y proteger.
Toda la policía uniformada, se prostituyó a niveles insospechados bajo la dictadura de Pinochet, hoy Chile paga solamente, lo que era evidente, la bancarrota moral de Carabineros de Chile. Sin cambiar estructuralmente lo que hicieron en ese tiempo, porque se esperaría, que se volvieran democráticos o defensores de la patria y el honor.
Si antes hubo honor en por lo menos parte sus integrantes, como el carabinero Guillermo Schmid en Antofagasta que se negó a disparar contra el pueblo en 1973 o el capitán Sergio Varas Torrijos que fue exonerado junto a decenas de carabineros por no apoyar el golpe terrorista de Pinochet, hoy no queda nada de ese honor, por lo menos en su oficialidad, convertida mayoritariamente en mercenarios y delincuentes.
Piñera hace bien en remover a Soto, cosa que no hizo Bachelet con Villalobos, pero se equivoca, interesadamente, en pensar que un cambio de liderazgo soluciona el problema. El problema es de doctrina, es de (des)composición, es de estructura, es de misión.
La «buena onda» del policía que cuida el transito, el policía de las obras sociales, del que cuida las fronteras, del que recibe las denuncias, del que hace patrullajes preventivos, del que está en lugares cuidando soberanía, etc., ya no basta para tener un prestigio. Es más, muchas de esas tareas se podrían hacer con otras instituciones del Estado o con instituciones sociales y comunales.
Es urgente desmilitarizar la policía uniformada; permitir que los policías puedan tener organizaciones sindicales que los defiendan ante los abusos de sus superiorres, como sucede en muchas partes del mundo; se necesita de una sola escuela de formación, donde la extracción social no sea determinante para llegar al alto mando. Para eso hay que cambiar toda la malla de preparación, mejorar sustancialmente las remuneraciones, crear un nuevo estándar ético, moral y un sustantivo control social.
La seguridad ciudadana, el combate al narcotráfico y la corrupción sin la participación y control del pueblo organizado en las definiciones e implementación de la política de seguridad, no tiene futuro.
Hay que vivir de otra forma, la actual sociedad está enferma y no tiene un futuro positivo para todos, ya no se puede confiar en nadie, quizás nunca se pudo, no se puede confiar en los políticos, en las autoridades, en las policías, en la iglesia, en la prensa, en la justicia, todos buscan beneficios personales. El único camino posible y confiable es el que construya de hecho la población organizada, bajo los criterios del bien público. Solo el pueblo podrá salvar al pueblo.
Una nueva sociedad necesita otra tipo de policía donde el honor y el verdadero amor a la patria sean principales.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.