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La democracia bursátil y la izquierda

Fuentes: Rebelión

Todos los pueblos en algunos momentos de sus historias han ejercido la democracia -con sus particularidades culturales y económicas- ella no ha sido un invento ni de los griegos ni del capitalismo moderno, mucho menos de los países hegemónicos «desarrollados»; pero sí es un objetivo a conquistar por los pueblos en todos los tiempos. El […]

Todos los pueblos en algunos momentos de sus historias han ejercido la democracia -con sus particularidades culturales y económicas- ella no ha sido un invento ni de los griegos ni del capitalismo moderno, mucho menos de los países hegemónicos «desarrollados»; pero sí es un objetivo a conquistar por los pueblos en todos los tiempos. El capitalismo desde su nacimiento es antidemocrático, corrupto, violento, egoísta y expoliador; no puede haber democracia dentro de éste, porque la democracia solo se da entre iguales, y el capitalismo es un sistema que vive y se desarrolla en la desigualdad social económica y política. No podemos confundir democracia con elecciones, sobre todo cuando son manipuladas las «mayorías» ignorantes mediante el chantaje, el engaño, la amenaza, el terror y la propaganda mediática; esas «mayorías» delegan sus derechos a pensar y decidir a personas y grupos que generalmente no representan ni defienden sus intereses. Esas mayorías no son tales, sobre todo en Colombia, donde generalmente votan menos del 50% de las personas «aptas» para hacerlo; además, menos de la mitad de ese porcentaje elige con su voto a «sus» representantes y gobernantes.

Los sectores populares en gran medida (ignorantes de la política), tradicionalmente han aceptado la «democracia representativa» como única forma de expresión política y de reclamar sus derechos, delegando en «políticos» profesionales y/o líderes cooptados, mantenidos por gamonales, narcotraficantes, empresarios nacionales y corporaciones transnacionales, creyendo que solo basta con elegir o nombrar en un cargo a un negro, una mujer, un indígena o alguien de su comunidad para que luche desde el Estado por sus intereses, trayendo bienestar y solucionando sus necesidades; si esto fuera así de fácil, el Chocó ya habría solucionado sus problemas de miseria y abandono, las mujeres se habrían emancipado y alcanzado la igualdad y el respeto con los varones, los indígenas estarían gozando de autonomía y respeto de sus territorios y culturas, los y las jóvenes tendrían todos sus derechos y las oportunidades para realizarse con dignidad, no habría miseria ni injusticias. Pero el problema de la democracia es que dentro del capitalismo esta depende de los intereses de clase de los individuos que la administran. Así sean del pueblo sus representantes, ideológicamente la cultura dominante y la escuela los forma para que defiendan el capitalismo, empezando por anteponer sus intereses familiares y personales, por esto es normal que desde el candidato al concejo del municipio más alejado y pobre del país hasta candidatos al congreso de la república y a la presidencia miran primero a cuánto asciende el presupuesto y cuánto se puede robar, lo mismo a quienes hay que adular y servir, a quienes hay que contratar para mantenerse en sus respectivos puestos y «ascender» económica y socialmente.

Democracia no es participación electoral, es equidad económica e igualdad de oportunidades y garantía de derechos para todos -inclusive el derecho a elegir libre y conscientemente sus formas de gobierno-. La oligarquía colombiana quiere hacer creer al pueblo que su dictadura es una democracia. En 200 años de supuesta independencia el país no ha vivido un solo año de democracia y los demócratas han sido asesinados o desterrados cuando han alcanzado altos niveles de aceptación popular, sin embargo es una obligación de revolucionarios y humanistas luchar por la democracia. Recuperar los conceptos de democracia más autóctonos es una necesidad para emprender la transformación de nuestra sociedad. Escuchemos los conceptos que el maestro Estanislao Zuleta nos propone.

«Si a Galileo se le hubiera ocurrido la idea espantosa de que votaran su teoría, casi todos lo habrían hecho en contra suya. La concepción de democracia no la podemos considerar equivalente a las mayorías, sobre todo a la de las mayorías manipuladas la mayor parte de las veces por la televisión, por la ignorancia y por la dominación. Una cultura de democracia no es una cultura de mayorías».

«Llamemos democracia al derecho del individuo a diferir contra la mayoría, a diferir, a pensar y a vivir distinto, en síntesis, al derecho a la diferencia. Democracia es derecho a ser distinto, a desarrollar esa diferencia, a pelear por esa diferencia, contra la idea de que la mayoría, porque simplemente ganó, puede acallar a la minoría o al diferente.» (Zuleta)

La democracia burguesa nunca ha sido garantía de derechos para los pueblos, ni siquiera para elegir a sus representantes en los estamentos legislativos y administrativos o para decidir sobre sus destinos; tampoco representa participación y menos, autonomía para los sectores populares, comunidades y grupos étnicos. Es la democracia entre los poderosos del capital -organismos multilaterales, – que definen lejos de los pueblos y sin consultarles, la suerte de su soberanía y de sus riquezas, como las políticas financieras y económicas. Esta «democracia» no está en los parlamentos ni en los gobiernos elegidos por los pueblos (es a través de los parlamentos, los gobiernos y los sistemas legislativos y judiciales que el imperialismo impone sus políticas a los países dependientes) está en la dinámica del mercado global, en la capacidad que adquieran las personas para consumir y obedecer. La «democracia» de los capitalistas está en las bolsas del mercado bursátil, donde cualquiera con el suficiente dinero, puede comprar la empresa, el gobierno o el país que quiera, está en el Foro Económico mundial, en el G8, el FMI, el Banco Mundial, el BID, el Banco Central Europeo, la OCDE, Goldman Sachs , JP Morgan, Citigroup Morgan Stanley , en la banca española, dueña de la mitad de los bancos en Colombia. El cinismo de los capos financieros llega a justificar sus agresiones contra los pueblos como lo dice George Soros: «los mercados votan todos los días, obligando a los gobiernos a adoptar medidas impopulares, desde luego, pero indispensables» .  

El concepto de progreso acuñado por los imperialistas los ha llevado a «perfeccionar» sus sistemas económicos, estructurando todo un aparato financiero global que controla, dirige y planifica las actividades económicas y financieras de los países de la órbita capitalista bajo su hegemonía; impone los TLC, las deudas públicas y privadas, las políticas económicas y monetarias; por encima de sus órganos legislativos y judiciales y de mecanismos democráticos decisorios; aparato financiero sistematizado que ordena las crisis financieras de las pequeñas economías, que planea las guerras para saquear y destruir países y pueblos donde quiera que haya recursos energéticos y/o materias primas, donde haya expresión de autonomía y dignidad como en Grecia, Irak, Afganistán, Libia Irán, Corea del norte y el resto del llamado tercer mundo. Esta mafia financiera y comercial endeudó a los países periféricos a nombre del «desarrollo», convirtió a la salud, a la educación, en mercancías, les quitó a los pensionados y a los trabajadores los ahorros de toda su vida, y a los jóvenes la posibilidad de pensionarse. Realmente el sistema financiero mundial es el gobierno-dictadura del sistema mundo capitalista, en permanente crisis de sus estructuras. El capitalismo desde que nació está formado por mafias que se reparten los territorios y mercados; cada área de la producción, de la economía en el mundo, pertenece a un pequeño grupo de mafiosos que conspiran permanentemente contra los pueblos.

El verdadero poder mafioso del capitalismo está en grupos como el G8, el G20 el Foro Económico Mundial la OCDE ( Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) , en el Club Bilderberg, uno de los más poderosos del mundo, que cuenta con un instituto de investigación científica especializado en comportamiento humano y manipulación mental (Instituto Tavistock de Comportamiento Humano), integrado por los más grandes empresarios de transnacionales, jefes de estado, reyes y reinas, en su mayoría europeos y norteamericanos, quienes además integran las juntas directivas de los llamados organismos «Multilaterales» financieros, comerciales, políticos y militares; muchos de sus integrantes son conservadores, liberales, socialdemócratas, hasta «socialistas», todos inmensamente ricos. Estos señores y señoras planean y ordenan las estrategias económicas, militares y culturales para todo el mundo (como la desintegración de Yugoslavia); controlan organismos como la ONU y la OTAN. Ellos definen las áreas científicas y tecnológicas a desarrollar; controlan sectores como los medios de información y comunicación, de entretenimiento (televisión, cine, música, Internet), la producción y distribución de armas, la producción petrolera, la farmacéutica, el tráfico mundial de drogas.

» En 1954, muchos de los hombres más poderosos del mundo se reunieron por primera vez bajo el patrocinio de la familia real de Holanda y la familia Rockefeller en el lujoso Hotel Bilderberg, en la pequeña población de Ooesterbeck. Durante un fin de semana debatieron sobre el futuro del mundo. Al acabar las sesiones, decidieron reunirse todos los años con el fin de intercambiar ideas y analizar la evolución internacional. Se bautizaron a sí mismos como Club Bilderberg y, desde entonces, año tras año se reúnen durante un fin de semana en algún hotel del mundo para decidir el futuro de la humanidad. Entre los miembros actuales de este selecto club se encuentran Bill Clinton, Paul Wolfowitz, Henry Kissinger, David Rockefeller, Angela Merkel, Jacques Chirac, Donald Rumsfeld, Tony Blair y George Soros, además de muchos otros jefes de gobierno, empresarios, políticos, banqueros, periodistas y españoles de primer nivel como Rodrigo Rato, Matías Rodríguez Inciarte, Juan Luis Cebrián, Joaquín Almudia, Pedro Solbes, Loyola de Palacio, Joseph Borrell, Jaime Carvajal de Urquijo y Javier Solana.» (Estulin)

«¿Por qué nadie cubre las reuniones del Club Bilderberg, a pesar de que a ellas asisten regularmente los presidentes de entidades financieras como el Fondo Monetario Internacional, el banco Mundial, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, presidentes de las empresas más poderosas del mundo como DaimlerChrysler, Coca Cola, PepsiCo, Ford, General Motors, Novartis, Astra Zeneca, British Petroleum, Shell, Chase Manhattan Bank, UBS Warburg, Soros Fund Management, Kissinger Associates, Nokia, Motorota, Ericsson, American Express, France Telecom, German Telecom, British Telecom, Goldman Sachs, Lazard Frères, Deutsche Bank, JP Morgan, Xerox, Microsoft, Oracle, EADS, secretarios de Defensa y vicepresidentes de Estados Unidos, representantes de comités nacionales democráticos y republicanos estadounidenses, directores de la CIA y del FBI, secretarios generales de la OTAN, todos los comisarios europeos, senadores y congresistas estadounidenses, primeros ministros europeos y líderes de los partidos de la oposición, gobernadores de todos los bancos centrales de todos los países europeos, los principales editores y los directores de los periódicos más importantes del mundo?» (Estulin)

  Las políticas de las empresas y de los estados capitalistas están enfocadas hacia la multiplicación del consumo y la ganancia. Es en el consumismo que el capitalismo iguala a todos los individuos y los incluye sin ningún tipo de diferencia (mientras tengan con que comprar). Para sobrevivir dentro de su sistema, el individuo tiene que destacarse en alguna de las actividades de consumo que la sacrosanta iglesia del mercado ordena. No importa cómo se genera la riqueza legal o ilegalmente; por algo las actividades más lucrativas de los «exitosos» a nivel internacional son la banca, el comercio a gran escala, el tráfico de armas, el narcotráfico, el contrabando, incluido el tráfico de fuerza de trabajo, la expropiación de recursos naturales y energéticos y la corrupción; actividades ejecutadas por las transnacionales a través de convenios y TLC que violan las soberanías de los países periféricos, que aprueban los congresos y gobiernos de estos países.

La «democracia» de mercado se traslada al Centro Comercial físico o virtual, templo donde todos, individualmente (ricos, pobres, profesionales, analfabetas, desempleados, de izquierda o de derecha, creyentes o no) pueden asistir a ejercer su derecho a elegir «libremente» las mercancías expuestas para consumir, o para desear; está en el bazar de mano y mente de obra, donde los patronos escogen los modelos y calidades de esclavos, caros o baratos, jefes y obreros que necesiten, mientras esta masa permanece ansiosa por participar en la subasta de su fuerza de trabajo, como cualquier mercancía, esperando la próxima oportunidad para sobrevivir, sin importar el valor, ni las condiciones (que determina el comprador). Esta es la democracia permanente que los medios y el mercado nos llaman a ejercer.

El capitalismo inventa conceptos para viejas palabras como democracia, libertad, progreso, paz, terrorismo, invirtiendo los significados; los utiliza y los impone en el léxico de diferentes sectores de la sociedad para disfrazar intenciones, para estigmatizar, para excluir, negar derechos y condenar a quienes se opongan a sus intereses, y todos terminamos utilizándolos, aceptando la autoridad y las razones de sus autores. Algunos «ingenuos» de la izquierda creen que la paz, que la democracia de la que hablan los capitalistas es la misma que los de abajo quieren, que sus instituciones cumplen las funciones de garantizar la armonía entre las clases, que la solución de los problemas sociales es cuestión de buena voluntad, que los pobres tenemos que ceñirnos a lo que la ley diga, porque lo que es legal es justo, cierto y correcto, por consiguiente, que solo haciendo parte de sus instituciones se puede cambiar la realidad del país.

No es que se desconozcan los esfuerzos que a través de la lucha electoral se hayan hecho, indudablemente una parte de nuestro pueblo (una minoría) ve con simpatía y esperanza la participación electoral, esperando que ésta se traduzca en respeto y mejoramiento de sus derechos y su calidad de vida; poder participar y decidir directamente en la solución de sus necesidades; pero hasta hoy, los movimientos de izquierda no han utilizado los espacios que les genera la participación en la Pseudodemocracia burguesa para organizar y movilizar por lo menos a quienes los apoyan y votan por ellos, para que defiendan y conquisten sus derechos. En el congreso oligárquico participan personas de la izquierda que son muy valientes en la denuncia, en el debate, en la sustentación de sus propuestas, en la defensa de los intereses nacionales, siempre como una pequeña minoría aislada (igual que aquellos que definieron a la lucha armada como única vía de tomar el poder, aislados del pueblo) sin capacidad para imponer criterios de justicia social en las leyes que aprueba la mayoría oligárquica del Congreso». Como sucedió con la discusión y aprobación de los TLC, o como acaba de pasar con la frustrada «Reforma a la Justicia» (frenada por la denuncia de algunos sectores sociales que utilizaron medios virtuales para difundir la protesta) que pretendía acabar con lo poco de justicia social que contenía la Constitución Neoliberal del 91, garantizando la impunidad a congresistas criminales, altos funcionarios del gobierno mafioso, magistrados corruptos y compañías transnacionales expoliadoras

Estos movimientos han sido diezmados políticamente y hasta eliminados físicamente, como la Unión Patriótica, o han sido descabezadas sus dirigencias como ha venido ocurriendo con el M19 y el EPL (Esperanza, Paz y Libertad) A Luchar y últimamente con la persecución a líderes del PDA. Pero en general sus dirigencias han sido absorbidas por el sistema oligárquico, adquiriendo todos los vicios de corrupción y cinismo de la oligarquía, como ocurrió en la capital con los dos últimos alcaldes, algunos congresistas y hasta un personero distrital, -todos de izquierda- bien por la comodidad que han adquirido sus representantes elegidos o nombrados, o bien por las presiones y amenazas, que los hace reflexionar sobre la existencia de sus organizaciones, prefiriendo declinar, para conservar los status de sus dirigentes con puestos en el estado.

El problema de la democracia para la izquierda es que su visión política eurocéntrica, su atomización, su vanguardismo y su mesianismo; impiden la formación de un gran movimiento popular autónomo, que incluya a los pueblos que forman la nación colombiana, a sus movimientos y organizaciones sociales, que defina un programa mínimo de Democracia Popular. Las estructuras piramidales de partidos y grupos políticos han obstaculizado la unidad, el conocimiento de la historia del país y la formación política de sus bases. El liberalismo que ha predominado en los partidos y movimientos de izquierda que se acercan al debate político abierto, ha clandestinizado el debate ideológico, tratando de no radicalizar sus conceptos; de parecerse al modelo que le impone la oligarquía para aceptarlos como fieles a su «democracia».

La democracia que ofrece el capitalismo a los inconformes y a la izquierda es dentro del redil de su estructura de poder, en el marco de sus instituciones y sus leyes, que acondiciona para recuperarse de sus crisis políticas y reacomodar a sus cuadros en la administración del Estado, abriendo incluso espacios de «participación», dando prebendas y privilegios a los opositores de izquierda y de derecha, mientras cumplan sus reglas de juego.

Lo que se está dando en el PDA con la descomposición de su dirección, y la división del partido, por los deseos grupistas de protagonismo político, tiene que ver con el carácter de la organización; pues como partido, sus miembros lo son a nivel personal, no como grupo, menos como otros partidos dentro del partido, aunque pueden haber tendencias, pero quienes integraron el PDA lo hicieron por grupos, conservando sus estructuras orgánicas; lo que significaría doble militancia (PC, MOIR, ANAPO …). Esta situación impide la unidad política, que se ve afectada porque cada grupo interpreta la política de la organización de acuerdo a su conveniencia, haciendo acuerdos y desarrollando iniciativas que terminan beneficiando a una o a muy pocas personas. La discusión sobre la disciplina y la ética, lo mismo que la elección de sus instancias directivas, consultas, estatutos y programas deberían ser de orden interno de acuerdo a los estatutos, no haciendo uso de leyes e instituciones del Estado que vulneran su democracia interna, que manipulan y alteran los resultados; pues aunque el PDA no es una organización clandestina, sí es un objetivo para atacar, desprestigiar, dividir, por todos los medios que la oligarquía está acostumbrada a utilizar contra sus amigos y enemigos.

Podemos desde el congreso exigir al Estado que cumpla con lo que le dicta la Constitución, que brinde garantías para expresarse políticamente, que genere empleo, que garantice seguridad social, educación; que ejerza soberanía sobre el territorio nacional. Sin embargo la situación del pueblo no cambiará, porque seguirá siendo el mismo estado oligárquico corrupto, entregado a las ambiciones del imperialismo mundial. Si no hay una consecuencia entre el discurso reivindicativo y la movilización popular, si no construimos bases económicas, sociales y culturales autónomas en los sectores populares que defiendan sus intereses (incluso los espacios en el gobierno y el parlamento, alcanzados con el voto), seguiremos siendo peones de la oligarquía, fortaleciendo y legitimando su poder.

El pueblo colombiano ansía la paz para vivir dignamente, y cualquier intento no violento para alcanzarla es importante, pero si el estado en realidad desea realizarla, tiene que empezar por promover y aplicar una democracia más participativa y decisoria para el pueblo, debe iniciar un diálogo y negociación con las víctimas del conflicto social y armado del campo y la ciudad, reconociendo las causas económicas políticas y sociales que lo generan, buscando concertadamente un camino justo para acabar la guerra.

Es necesario parar la guerra, ya que los revolucionarios en más de 60 años no pudieron utilizar las crisis revolucionarias y las del sistema cuando se presentaron, para avanzar en una ofensiva que podría haber puesto la correlación de fuerzas a favor del pueblo y haber iniciado un proceso de transición democrático popular hacia el Socialismo o hacia el Bien Vivir. Para los revolucionarios la paz no es un fin en sí mismo, pues esta no tiene sentido en las condiciones de pobreza, desigualdad e injusticia que ha vivido históricamente nuestro pueblo; sí son sus banderas la justicia social y la democracia.

Ante la crisis de la izquierda y del movimiento revolucionario, le toca al pueblo tomar la iniciativa generando propuestas de organización y movilización desde abajo, construyendo alternativas de poder en lo local, lo regional y lo nacional. Integrando economía, solidaria y comunitaria en campos y ciudades, generando Circuitos Económicos Alternativos, estableciendo instituciones como la Guardia Indígena, definiendo Territorios Autónomos en regiones y localidades, rescatando y construyendo identidades culturales, fortaleciendo las organizaciones populares, promoviendo su unidad, es posible un nuevo país . Las iniciativas de los últimos siete años (Congreso De Los Pueblos, Marcha Patriótica Comosoc, Comosocol, Gran Coalición, PDA y cientos de organizaciones populares en todo el país) son parte de este proceso que debe ser amplio, incluyente, beligerante, que confluya en un gran movimiento político popular con capacidad de disputarle el poder a la oligarquía, de plantearse la transformación democrática de este país; sin priorizar lo electoral. Es indispensable en este proceso por la democracia, la unidad de la izquierda y de los revolucionarios y su inserción política en los sectores populares.

Una democracia decisoria directa, realizable en base a la identidad de los participantes en torno a sus problemáticas como sector social, cultural, territorial, económico; con rotación de los cargos, con revocatoria inmediata, sin reelección; dispersando el poder para que todos lo tengamos; que los dirigentes lo hagan obedeciendo los mandatos de sus comunidades y rindiendo cuentas permanentemente de sus gestiones y actividades; con consultas, acuerdos y consensos respetando e incluyendo a las minorías e individualidades; con igualdad de condiciones para la participación de los y las jóvenes, las mujeres y los ancianos

La democracia dentro del pueblo la construimos las clases y sectores populares desde abajo, desde la familia, el barrio, la escuela, la vereda, el Cabildo, el Consejo Comunitario, el sindicato; con autonomía, con formación política, con organización, con movilización social (unidad de acción), con diálogo entre nosotras-os mismos-as, con la unidad política en torno a acuerdos y a objetivos específicos.


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.