Joaquín Lavín parece haber comprendido que las mujeres tendrán un papel protagónico en la carrera presidencial. Sus viajes a provincia y el contacto con la gente le entregaron los últimos datos duros que lo convencieron de dar un brusco giro a su estrategia comunicacional, optando por incorporar a María Cristina Bitar Maluk como su jefa […]
Joaquín Lavín parece haber comprendido que las mujeres tendrán un papel protagónico en la carrera presidencial. Sus viajes a provincia y el contacto con la gente le entregaron los últimos datos duros que lo convencieron de dar un brusco giro a su estrategia comunicacional, optando por incorporar a María Cristina Bitar Maluk como su jefa de campaña, y otorgar roles principales a la diputada Lily Pérez y a las alcaldesas de Concepción, Jacqueline Van Rysselbergue y de Huechuraba, Carolina Plaza Guzmán. Mujeres jóvenes, exitosas y de buena apariencia, fue la nueva receta adoptada por el candidato de la Alianza por Chile para tratar de disminuir la brecha que lo separa de las precandidatas de la Concertación, Soledad Alvear y Michelle Bachelet. Cristina Bitar fue presentada a la prensa como la gran adquisición para la campaña, proveniente además de las más exitosas filas concertacionistas. Sobrina del ministro de Educación, Sergio Bitar; ex colaboradora de Alejandro Foxley cuando era ministro de Hacienda del gobierno de Patricio Aylwin; y ex asesora predilecta de la Dirección de Relaciones Económicas de la Cancillería en la administración de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, esta economista, experta en comunicaciones estratégicas, se incorporó pisando fuerte al anillo de confianza que hasta ahora sólo conformaban los denominados samurais. En pocos días, la nueva contratación de Lavín puso al frente de las comunicaciones del comando de campaña a otras tres mujeres, las periodistas Grace Gibson, Paula Afani y Karin Grollmus, desplazando a puestos secundarios a Jorge Romo, el ex bailarín de Música Libre que desde sus tiempos en el municipio de Las Condes se había transformado en una verdadera sombra del candidato derechista. Gibson y Afani, dos aguerridas periodistas templadas en los cuarteles de Copesa, con fuentes privilegiadas en los ámbitos de la inteligencia militar y policial, darán una tónica mucho más ruda a las tácticas comunicacionales del comando de Lavín, si se mantienen fieles a su naturaleza de reporteras «todo terreno». La primera de ellas, formada en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, fue quien convenció al fallecido Roberto Pulido para que, siendo director de la revista Qué Pasa, trajera desde Brasil al periodista Cristián Bofill para que se hiciera cargo de la subdirección de ese semanario, a comienzos de la década de los 90. Paula Afani, por su parte, titulada en la Universidad Católica, se formó al alero del periodista Fernando Paulsen, cuando éste encabezaba el equipo informativo de La Red, a mediados de la década pasada. Poco más tarde se incorporó a la plantilla de La Tercera, cuando su mentor asumió la dirección de ese matutino. Tras la renuncia de Paulsen y la llegada de Bofill, la inquisidora reportera policial y de tribunales se transformó en una de las favoritas del nuevo director del principal diario del grupo que encabeza Alvaro Saieh. Ello hasta que hace unos tres años, Afani decidió seguir los impulsos políticos de su corazón y se convirtió en colaboradora predilecta del entonces alcalde de Santiago, cumpliendo entre otras tareas la de ser un nexo permanente entre el edil y la empresa de comunicaciones Captiva, que dirigían Cristina Bitar y el actual alcalde de La Florida, Pablo Zalaquett Said.
LA GENTE DE CAPTIVA
Bitar y Zalaquett transformaron a Captiva en una de las empresas de asesoría comunicacional más importantes del país. Entre sus clientes figuran Chile Alimentos, Clínica Alemana, Parque Arauco, Radio Cooperativa, el Consejo Minero, Apec Ceo Summit, Altair, Biovías, Balthus, Liberty Media Corporation, Banco del Desarrollo, Viñas de Chile, Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Costanera Norte Concesionaria, Comunidad Mujer, Coca Cola Embonor, Aes Gener, Angloamerican, Asipes, EFE, Delta Airlines, P & G, Quiñenco S.A., Telefónica del Sur, Saesa, Sky, Transbank, Nestlé, Luchetti y Amcham Chile. Su rápido éxito lo consiguieron contratando a un selecto grupo de profesionales jóvenes, casi todos ellos periodistas, que habían laborado en algunos puestos estratégicos y en los medios de prensa más leídos por la derecha y el empresariado. Entre ellos destacan León Guzmán Gatica, ex jefe de gabinete del ex presidente de la Cámara de Diputados, José Antonio Viera-Gallo; Felipe Edwards Marín, ex subeditor de Economía y Negocios de El Mercurio; Felipe Risopatrón Echenique, ex director de comunicaciones de la Unicef para Argentina, Chile y Uruguay; Daniela Lipari Pinochet, ex redactora de Qué Pasa; Begoña Bofill Carrascal, ex asesora de prensa del Superintendente de Valores y Seguros; Denise Humphreys, ex redactora de El Mercurio y La Segunda; Rosario Moreno Concha, ex editora del diario El Metropolitano; Cindy Ruff, ex corresponsal en Estados Unidos de Qué Pasa y El Mercurio; Luz María Barros, ex periodista del área de investigación de Canal 13; Victoria Burr Guarachi, ex periodista del área de producción de Megavisión; Javiera Coddou Balmaceda, ex periodista de investigación del programa Contacto de Canal 13; Pilar Pascual, ex periodista de las páginas sociales de la revista Cosas y de El Mercurio; y, Martita Willoughby, ex editora de vida social de El Diario. Casi todos los profesionales de Captiva fueron formados en las universidades Católica, Finis Terrae, Gabriela Mistral y Los Andes.
EL FACTOR PIÑERA
Cristina Bitar, de 36 años, es casada en segundas nupcias con Juan Pablo Solís de Ovando Lavín, primo hermano del candidato de la Alianza, quien se desempeña como uno de los ejecutivos principales de los negocios vitivinícolas del grupo Luksic. A su vez, tiene como cuñado a Cristián Solís de Ovando, director de Editorial Gestión, socio de Ernst & Young y miembro del directorio del Instituto Libertad, el emporio de ideas de Renovación Nacional. Los vínculos de los hermanos Solís de Ovando abrieron más de una interrogante entre varios dirigentes de la UDI. Una de ellas, sin embargo, les produjo un escalofrío: ¿la incorporación de Cristina Bitar no se trataría de un intento más de los liberales de RN por copar el comando de Lavín? El esposo de la flamante jefa de campaña del candidato de la derecha es también un asiduo concurrente a las reuniones del Club Náutico Oceánico de Chile, donde coinciden a menudo Guillermo Luksic Craig, Bernardo Matte Larraín y Agustín Edwards, entre otros destacados empresarios de la plaza, además de altos oficiales de la Armada. La desazón aumentó en el núcleo duro de la UDI tras comprobar que desde los últimos días de febrero, Sebastián Piñera y sus partidarios iniciaron una vez más una ofensiva para ganar espacios en el comando presidencial derechista. Sergio Diez, puso incluso una cuota de incertidumbre al preguntar a través de la prensa: ¿quién manda? ¿La UDI o Lavín? Piñera es la gran pesadilla de la UDI. Esta vez amenaza con postularse al Senado por la circunscripción que hoy ocupa Jovino Novoa y que es un símbolo para el partido de calle Suecia, pues fue allí donde Jaime Guzmán logró derrotar a Ricardo Lagos en 1989. Si el poderoso empresario que se apresta a asumir la propiedad de Chilevisión decide competir en las parlamentarias, muy posiblemente arrastre a toda la coalición a un enfrentamiento donde se jugará otra vez el destino de la derecha chilena. Los partidarios del hiperactivo Piñera saben que si fracasa la candidatura de Lavín, RN tiene la primera opción para levantar un candidato en las próximas elecciones presidenciales, en los albores del 2010. Las fricciones entre los dos partidos de la derecha comenzaron otra vez a sacudir los cimientos de la Alianza, justo cuando Lavín ponía término a sus visitas regionales y se aprontaba a iniciar la revisión de las conclusiones emanadas de los Talleres Bicentenario, las que sumadas a los estudios de Libertad y Desarrollo y de otros centros de estudios de la derecha, debían proporcionar los ejes de sus propuestas programáticas. Es en ese instante, cuando todos esperaban que el ex alcalde de Las Condes se sumiera en la búsqueda de las ideas que dieran carne y sustancia a su discurso, que optó bruscamente por recurrir otra vez a la demagogia. Joaquín Lavín concurrió a la comuna de Huechuraba y flanqueado por la alcaldesa Carolina Plaza, las emprendió en contra de las políticas sociales de vivienda del gobierno. Enseguida, viajó a Puerto Montt y afirmó que en un eventual gobierno suyo jamás ocurriría una emergencia sanitaria como la provocada por el vibrión parahemolítico de lo mariscos. De allí se trasladó a la zona austral y sostuvo que bajo una administración suya tampoco habría un incendio forestal como el que azotó a los bosques que rodean a las Torres del Paine. Mientras, el diario electrónico El Mostrador decidió realizar una rueda de consultas entre parlamentarios y dirigentes de la Alianza para auscultar los principales temas que debieran ser incorporados en la campaña: los más citados fueron la mejoría de la distribución del ingreso y la solución de los problemas habitacionales. También mencionaron una jubilación de entre 80 y 100 mil pesos para las mujeres dueñas de casa sin ingresos que llegan a la tercera edad; una mayor flexibilidad laboral y, la extensión del crédito universitario a los alumnos de los institutos técnicos. El diputado UDI Patricio Melero se atrevió a resumir algunas medidas para reducir la brecha entre ricos y pobres, que calificó como inequidad entre los chilenos. «Crearemos mejores oportunidades a través de mayores subsidios y destinaremos mayores recursos para el desarrollo de los emprendedores», afirmó. Desde el gobierno, en tanto, se expresó sorpresa por la estrategia de Lavín, quien había sostenido que mantendría la altura del debate y que sus argumentos serían propositivos. En las oficinas de La Moneda se siguen atentamente las evoluciones de su discurso y se teme que, una vez más, los tentadores artilugios de la demagogia se apoderen de la campaña diseñada por la derecha. Pareciera ser que el objetivo de los asesores de Lavín apunta a construir promesas sobre la base de las necesidades más sentidas por los estratos bajos de la población. Ellos son, qué duda cabe, empleo, salud, educación y vivienda. De estos, sin embargo, el tema habitacional es el que ofrece un nutriente más sabroso donde sembrar expectativas. En Chile, hoy existen cerca de 250 mil deudores que no pueden o se niegan a pagar los dividendos de sus casas y departamentos. Si multiplicamos sólo por dos habitantes adultos en cada uno de esos hogares, nos encontramos con cerca de 500 mil votantes que se pueden ver tentados de escuchar los cantos de sirena del candidato de la Alianza derechista.
UNA MOCHILA PESADA
Lavín enfrenta, además, la imperiosa necesidad de despegarse de la dictadura militar. La ofensiva de varios abogados de derechos humanos para perseguir judicialmente las responsabilidades políticas de los civiles que fueron parte de la dictadura, abrió un nuevo flanco de inquietud en las huestes aliancistas, particularmente en la UDI, que ha visto como los ex ministros Sergio Fernández, Enrique Montero Marx y César Raúl Benavides están siendo arrastrados a explicar su conducta ante los tribunales. El más emblemático es Sergio Fernández, actual senador UDI por Magallanes, considerado uno de los principales arquitectos del tinglado de leyes, normas y reglamentos que permitieron dar barniz de institucionalidad al régimen militar. El abogado de origen puntarenense, ministro del Interior entre 1978 y 1981, asumió su responsabilidad política en las violaciones a derechos humanos registrados durante su gestión, en una actitud que fue calificada de «mucha hombría». No obstante, el juez Juan Guzmán, quien acogió varias diligencias solicitadas por abogados de derechos humanos, podría iniciar una investigación hasta ahora inédita: las responsabilidades de los civiles y militares que ocuparon La Moneda en los crímenes cometidos por la Dina y la CNI. Hoy la derecha acostumbra a responsabilizar al gobierno del aumento de la delincuencia y de la inseguridad pública. En aquellos dolorosos años en que hombres y mujeres eran secuestrados, torturados y asesinados por las brigadas represivas, nadie se atrevió a pedirle explicaciones a los funcionarios del palacio presidencial. ¿Alguien puede suponer que los ministros o los subsecretarios del Interior ignoraban lo que hacían los hombres de Manuel Contreras, de Humberto Gordon o de Alvaro Corbalán? ¿Qué diría hoy la derecha si existiese una organización terrorista como aquellas y el ministro José Miguel Insulza dijera no saber nada?