La salida del pintoresco Rojas, el breve, no aplacó el debate en torno al Museo de la Memoria, y por su intermedio, al tema de fondo, la deuda en derechos humanos prevaleciente desde la dictadura. El Gobierno cerró filas en torno a su socio en la alevosía y la traición, el canciller Roberto Ampuero, sin […]
La salida del pintoresco Rojas, el breve, no aplacó el debate en torno al Museo de la Memoria, y por su intermedio, al tema de fondo, la deuda en derechos humanos prevaleciente desde la dictadura.
El Gobierno cerró filas en torno a su socio en la alevosía y la traición, el canciller Roberto Ampuero, sin comprender que no se trata de personas, sino de la observancia, o no, de un conjunto de valores y principios establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Hmanos, de 1948, así como de normas y conductas, jurídicamente determinadas por el derecho internacional.
De esa guisa, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, se permitió la siguiente impostura:
«El canciller Ampuero creo que es un ejemplo de defensa de los derechos humanos en todo tiempo, en toda circunstancia y en todo lugar, por lo tanto él tiene un reconocimiento como defensor de los derechos humanos no solo en Chile, sino que internacionalmente y creo por consiguiente que él no debiera dar explicaciones sobre su compromiso con los derechos humanos».
Resulta llamativa la soltura, en rigor, la desfachatez, con que los popes de la derecha chilena perpetran sandeces como esa, sin pruebas que las sustenten, que insultan la inteligencia de los chilenos y agravian el sentimiento de los familiares de las víctimas, en cada una de las frecuentes re-aperturas de la herida en la conciencia nacional.
Chadwick no está en condiciones de proporcionar tan solo un ejemplo de defensa de los derechos humanos protagonizada por Ampuero, como no sean sus atrabiliarias e infundadas acusaciones contra regímenes progresistas de América Latina, construidas sobre la base de la postverdad, las «fake news» y la plusmentira.
¿Ampuero víctima de violación de derechos humanos?
Humm.
Es cierto que salió del país en diciembre de 1973, pero no como exiliado, sino como estudiante becado de periodismo en la Universidad de Leipzig.
No tenía cargo importante en ninguna estructura, ni era requerido por bando u orden alguna, ni era objeto de investigación, de parte de cualquier servicio de seguridad del Estado, público o clandestino.
En consecuencia, se fue de Chile más espoleado por el temor -si es que no por oportunismo- que por alguna agresión a sus derechos humanos, como sí le acontecía a muchos, por aquellos días de plomo. De hecho, en 1976, ya se había dado vuelta la chaqueta.
Andrés Zaldívar también estuvo exiliado, pero eso no lo convierte en un paladín de la defensa de los derechos humanos.
Ampuero volvió a Chile en 1993.
Pudo hacerlo diez años antes, cuando la dictadura derogó la letra L del pasaporte, entre las pocas concesiones de la mustia primavera de Jarpa. Si no lo hizo, impútese a razones estrictamente personales, pero no se las venga a dar de héroe.
Si tuviera dignidad, Ampuero debería renunciar, tal como -supuestamente- hizo su «compañero» Mauricio Rojas, porque comparten la misma opinión sobre el Museo de la Memoria. Si tuviera Piñera fuera coherente, debería sacarlo, por el mismo motivo.
Pero esperar dignidad, o solidaridad, entre tránsfugas y renegados, es una premisa tan absurda como podrían serlo un día nocturno, un enano de gran tamaño o un desierto densamente poblado.
Ni Ampuero va a renunciar, ni la derecha va a cambiar su defensa de las atrocidades de la dictadura; lo cual no significa, en modo alguno, que saque rédito de ello. Al contrario, más temprano que tarde, representará un salvavidas de plomo.
Mientras tanto, continúa sin entender el significado de la noción derechos humanos.
Así, después de la emblemática y catastrófica salida de Rojas, sus líderes políticos siguieron enarbolando como un mantra, el «sesgo» del Museo de la Memoria, y su falta de «contexto» para explicar las violaciones de los derechos humanos.
Así lo dijeron Mario Desbordes, presidente de Renovación Nacional, y la despistada presidenta de la UDI, Jacqueline Van Rysselberghe, quien además propuso que el museo incluya «el camino que condujo al golpe militar», sin perjuicio de admitir, en la misma frase, que no lo conocía.
No es razonable que no conozcan el museo y tengan opiniones críticas, respondió María Luisa Sepúlveda, Presidenta del directorio del Museo de la Memoria:
«El contexto a este museo no le corresponde. Es un museo de la Memoria y de los Derechos humanos y en nuestro centro de documentación tenemos miles de libros, investigaciones que hablan más allá de las víctimas de las violaciones a los derechos humanos. Hay interpretaciones y hay muchos investigadores que recurren a consultar.
La otra discusión que hay es que nosotros no consideramos la violencia política. Nosotros consideramos lo que calificaron las dos comisiones. Este museo -por suerte- no tiene las atribuciones para definir quiénes son y quiénes no son víctimas. Fueron otras instancias. Y la comisión Rettig reconoce a las víctimas no sobrevivientes de la violencia política y nosotros damos cuenta de ello. Están sus nombres, están los extractos de la comisión de cómo sucedieron los hechos».
Cristian Castillo, vicepresidente de la Corporación de la Paz del Parque Villa Grimaldi estima que la derecha levanta estos debates porque «no tienen ningún argumento que les permita construir una historia de violación de los derechos humanos, no tienen historia de torturas, de asesinatos , que les permita construir un espacio de memoria».
El diputado Gabriel Boric llamó la atención respecto de un punto central:
«Hay una cosa que me preocupa: después de conocidas las afirmaciones del ahora ex ministro, la mayoría de la derecha salió a respaldarlo; entonces, el problema no es solo él, sino que todavía hay un sector de la sociedad que cree que los derechos humanos necesitan contexto para ser respetados».
Esa misma idea, del «museo de contexto» es criticada por académicos y miembros de organizaciones de derechos humanos, quienes aseguran que la misión del museo no es abordar las causas previas que provocaron la violación a los derechos humanos en Chile.
Ana Piquer, directora ejecutiva de Amnistía Internacional-Chile, sostiene:
«Los Derechos Humanos no tienen justificación previa. No existe contexto, ni color político. Espacios como el Museo de la Memoria están hechos para recordar a las víctimas; es parte de las obligaciones del Estado para mantener viva esa memoria».
Claudio Nash, coordinador de la cátedra de Derechos Humanos de la Universidad de Chile, asegura que este tipo de museos no deben ser contextualizados ya que con esto «se abren las puertas para justificar los crímenes de lesa humanidad».
El académico arguye que en los museos de este tipo de América Latina y Europa «no se busca plantear un contexto, sino explicar cuándo ocurrieron los hechos y quienes los cometieron» .
Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), señaló:
«Lo ocurrido con el Museo de la Memoria y, en especial, con Mauricio Rojas, es extremadamente grave. Es obvio que debe cuestionarse la permanencia de Roberto Ampuero en la cartera de Relaciones Exteriores»
Agregó:
«Lo más adecuado sería que no se exponga a este rechazo que viene a continuación. Porque la acusación contra Rojas y de la cual él es parte es gravísima. Los Ministros de Estado no pueden estar sosteniendo teorías y tesis tan miserables, pero por sobre todo, tan peligrosas. Es muy grave que Ampuero continúe como Canciller, así como que tengamos de Ministro del Interior a Andrés Chadwick, es un ferviente pinochetista. Es muy grave que en Chile el pinochetismo no haya sido sancionado y que finalmente hoy puedan llegar a ocupar estos cargos de representación».
En este contexto, resultan extremadamente útiles las declaraciones de Daniel Platovsky, ex vicepresidente de Renovación Nacional, alguna vez cercano a Piñera, ex presidente de la Cámara Nacional de Comercio, y actual integrante del directorio del Museo de la Memoria, a quién a quién ni el más fanático falsario podría acusar de simpatías por la izquierda:
«Aquí hay una tremenda confusión. No es un museo de historia, donde se expone una parte de la historia en un continuo de tiempo con los hechos y circunstancias, como sería el combate naval de Iquique o la época de Balmaceda. El Museo de la Memoria no es eso, lo que pretende y lo que hace es, justamente, hacer memoria de un hecho inédito en Chile respecto de las violaciones a los DD.HH, realizadas por el Estado».
Agregó:
«Lo que hace el museo es mostrar el ataque a los DD.HH. realizado por el Estado, con sus agente y sus recursos, para asesinar a personas que estaban en oposición a la dictadura. Eso es. No es tarea del museo mostrar lo que pasó antes, ni las condiciones que llevaron a que ello ocurra. Lo que aquí se muestra es el horror para que nunca más ocurra».
En su opinión, no se ha hecho una distinción fundamental:
«Hay un concepto equivocado. Hay muchos que hablan de por qué no se ponen ahí las dos verdades. No existen dos verdades. Las violaciones a los Derechos Humanos la hacen los estados, no las personas. Las violaciones a los derechos humanos las realiza siempre el Estado. Lo otro son actos criminales; por lo tanto, esa es la gran diferencia».
Cuando la derecha en su conjunto evolucione hacia una posición como la que ostenta Platovsky, recién entonces habrá bases sólidas para restañar las heridas causadas por las atrocidades de la dictadura, y avanzar hacia una verdadera reconciliación y un genuino reencuentro nacional; no aquel que cada cierto tiempo se pretende imponer por decreto, sin que los victimarios y sus mentores políticos hayan pedido perdón, muestren arrepentimiento y se comprometan con el nunca más.
http://reddigital.cl/2018/08/15/inicua-defensa-ampuero/