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Entrevista con Marco Kremerman

La desigualdad es el freno de la economía

Fuentes: Punto Final

El economista e investigador de la Fundación Sol, Marco Kremerman Strajilevich sitúa la desigualdad de ingresos y el alto endeudamiento de los trabajadores como los principales factores que explican el bajo dinamismo de la economía. Critica la excesiva ideologización y complicidad de las autoridades con los grupos económicos y denuncia un régimen laboral hecho a […]

El economista e investigador de la Fundación Sol, Marco Kremerman Strajilevich sitúa la desigualdad de ingresos y el alto endeudamiento de los trabajadores como los principales factores que explican el bajo dinamismo de la economía. Critica la excesiva ideologización y complicidad de las autoridades con los grupos económicos y denuncia un régimen laboral hecho a la medida de los grandes empresarios. Destaca además el surgimiento de un sindicalismo alternativo que busca cambiar aspectos fundamentales del modelo de acumulación neoliberal, por ejemplo el sistema de AFP.

¿Qué elementos caracterizan la coyuntura económica?

«La economía chilena está creciendo poco, al 2% anual y las proyecciones no son auspiciosas. La tasa de desempleo se ha mantenido controlada y la versión oficial asegura que es de 6,2%, una cifra muy semejante a la del gobierno de Sebastián Piñera. Pero en muchos países estos indicadores tan generales están quedando obsoletos. No quiero decir que no se consideren, pero el punto central es que hay que observarlos en conjunto con otros y en el contexto en que ocurren.

Al hacerse la pregunta ¿por qué Chile no crece?, la respuesta típica desde la ortodoxia económica neoliberal es que sucede por falta de inversión, producida por la incertidumbre que generan las reformas. Pero en el mundo se esgrimen motivos muy distintos para explicar por qué las economías han dejado de crecer. Se afirma que la crisis económica y financiera de 2008 no ha terminado y que China, con sus altas tasas de crecimiento, ha apuntalado a la economía global. Pero hoy ese país comenzó a crecer con tasas más bajas, lo que genera el ‘efecto contagio’ hacia otras economías. Así el bajo precio del cobre incide directamente en la crisis chilena».

¿Cuáles son sus predicciones?

«El principal motivo de la crisis radica en que Chile no ha cambiado su matriz productiva, basada en la explotación de materias primas, ni ha dejado de ser un país desigual, aunque hasta el Fondo Monetario Internacional dice que los países desiguales ven amenazado su crecimiento. La matriz productiva extractiva chilena es rentista y dependiente de recursos como el cobre. Por estas razones, las proyecciones del producto potencial del país no sobrepasan el 3%, aunque la crisis fuera superada.

Los commodities están pasando por un momento muy difícil. China ha dejado de ser el motor de la economía mundial y ahora crece solo al 6%. Se está concentrando en la demanda interna y ese cambio tiene impacto en Chile, como también puede tenerlo el giro proteccionista de Donald Trump en EE.UU., para una economía como la nuestra, tan dependiente de los mercados internacionales.

Cuando observamos las utilidades de la gran empresa y su rentabilidad sobre el patrimonio, no vemos caídas importantes. Los sectores forestal, de supermercados, grandes tiendas de retail o negocios regulados como Isapres, AFP, gas, agua, luz o autopistas, obtienen ganancias correspondientes a un año boyante.

En buenos y malos momentos, los que terminan perdiendo siempre son los trabajadores. Según la encuesta Casen 2015, la mitad de ellos está ganando menos de 300 mil pesos líquidos, en un país que tiene un PIB por persona que está bordeando los 25 mil dólares. No es posible que un país que pague estos salarios siga creciendo, genere valor agregado y además cree incentivos para que los trabajadores mejoren su productividad».

¿Qué pasa con los trabajadores?

«El endeudamiento está originando grandes tensiones dentro del modelo económico. Este año irrumpirán las deudas en educación. Hay organizaciones como Deuda Educativa, integrada por estudiantes de educación superior vinculados por el Crédito con Aval del Estado (CAE) y de Corfo, que antes de egresar ya tienen deudas gigantescas que hipotecan su futuro. Ello limita su libertad laboral y los obliga a conseguir a cualquier precio un trabajo para pagar deudas. Los bancos han entregado cerca de tres billones de pesos en créditos CAE y el Estado ha recomprado casi la mitad de esos créditos con una sobretasa de 27%, facilitando el gran negocio al sistema financiero.

El estudiante endeudado está decepcionado porque el título no cubre sus expectativas. Los hogares de esos alumnos también quedan amarrados y crece la conciencia de lo que significa endeudarse en una sociedad como la chilena. El estudiante sabe que sus padres cubren además deudas hipotecarias, de consumo, de estudio y de alimentación.

El dinamismo de las ventas del comercio se explica con este endeudamiento. Según el informe Dicom-Equifax, once millones de personas, de un universo total de catorce millones de mayores de 18 años, están endeudadas. De ellos, cuatro millones están morosos, con una morosidad promedio de cinco documentos impagos por persona».

 

LA MATRIZ PRODUCTIVA DE CHILE

«La matriz productiva del país descansa en los fondos previsionales de los trabajadores y el sistema de AFP, que termina siendo el mecanismo de capitalización de las grandes empresas. No hay plata para Pymes o cooperativas, sino para afianzar a los grupos económicos. Es una competencia desleal que bloquea el fomento de nuevas actividades económicas y la recuperación de la industria.

El sistema tributario también fomenta la matriz productiva rentista y extractiva, mediante el sistema integrado de impuestos, que facilita que las empresas grandes terminen no pagando impuestos; y el modelo de relaciones laborales, luego de la reforma, incluso agudiza algunos elementos del Plan Laboral de José Piñera, para que los grupos económicos sigan operando en su lógica de capturar ganancias en perjuicio de los trabajadores.

Cuando hay sectores que capturan estos altos niveles de ganancia y rentabilidad, esos grupos económicos eliminan toda posibilidad de competencia de otros sectores vinculados a la economía productiva».

¿Cuál es la incidencia del Estado en las políticas económicas?

«La prioridad del Ministerio de Economía ha estado puesta en generar una agenda de productividad con una visión muy ideologizada. La productividad en Chile se mide considerando un conjunto de factores que no valoran el trabajo. Los argumentos recurrentes para justificar la baja productividad son rigidez laboral, mala educación, falta de incentivos a la inversión o reformas legales. Pero se oculta la desigualdad como principal causa. La discusión sobre la matriz productiva queda encerrada en esta lógica ortodoxa, insuficiente para entender los fenómenos económicos y sociales; limitando el desarrollo productivo a una mera combinación de factores económicos, que no incluyen la asimetría de poder existente entre trabajadores y empleadores.

Los Ministerios de Economía y Hacienda analizan las cifras de empleo con una visión limitada, conformándose con generar empleos, sin analizar cuántas horas trabaja cada persona en una semana. En Canadá o Estados Unidos se publican distintas tasas de desempleo. Hay una oficial, pero también está la tasa corregida por subempleo, y consignan un fenómeno llamado desempleo oculto, que corresponde a personas que aparecen inactivas, porque se cansaron de golpear puertas, pero que si les ofrecieran trabajo lo aceptarían de inmediato. Según nuestros datos, la tasa de desempleo real en Chile es hoy de 11,2%.

Chile tiene muchos subempleados y eso demuestra que seguimos teniendo el mismo desempleo estructural histórico; porque la matriz productiva no puede generar empleos de calidad. El millón de empleos del gobierno de Piñera fue burbuja, como los de España en 2007, que en cualquier momento de contracción se evaporan.

Fundación Sol trabaja con cifras públicas y confiables, como la encuesta nacional de empleo del INE, pero utiliza instrumentos alternativos para analizar la calidad del empleo. Si quisieran cambiar las políticas públicas de desarrollo productivo, las autoridades debieran partir por corregir sus análisis y pensar en una estrategia de desarrollo distinta».

 

EL BAJON SINDICAL

¿Qué elementos condicionan la baja incidencia de los sindicatos?

«El Plan Laboral de Piñera se hizo para que el trabajo no interfiera la acumulación de capital y para que la huelga no paralice la producción. El proyecto de ley del gobierno intentó eliminar el reemplazo en huelga, pero no hubo voluntad política ni una correlación de fuerzas suficiente dentro de la Nueva Mayoría para implantar el derecho a huelga efectivo, sin reemplazo y con negociación colectiva en cualquier momento de la relación laboral. El proyecto del gobierno no incluyó la negociación colectiva por rama y mantuvo a la negociación por empresa, que induce a que el trabajador se limite al espacio laboral inmediato, en perjuicio de un sindicalismo que intente transformar la realidad a escala global.

También está el paralelismo sindical, expresado en el hecho que la ley permite negociar a grupos de trabajadores no sindicalizados, muchas veces alentados por las empresas, rompiendo así con la titularidad del sindicato en la representación de los trabajadores en la negociación colectiva. La cultura individualista ha penetrado fuertemente la mentalidad laboral y en esa línea, el sindicalismo despolitizado limita sus demandas a los problemas inmediatos. En ese contexto, los bonos de término de conflicto constituyen un incentivo perverso para conformar a trabajadores que están altamente endeudados.

La Central Unitaria de Trabajadores y otras centrales sindicales no están dando cuenta de las necesidades de los trabajadores ni de la acentuación del conflicto entre capital y trabajo. Estamos llenos de huelgas de cornetas y plumeros, en que los trabajadores paralizan cuarenta días y es muy poco lo que logran. Los sindicatos están rezagadas en el diseño de estrategias más combativas y carecen de herramientas teóricas y prácticas para realizar un buen diagnóstico sobre los cambios operados en el mundo del trabajo, como el aumento de la subcontratación, los trabajadores eventuales y los de tiempo parcial.

El subempleo está ausente del lenguaje de los sindicalistas tradicional. Ellos solo hablan de desempleo, aunque los subcontratados llegan -según cifras oficiales- a un millón de personas, entre las cuales hay muchas que trabajan solo quince o veinte horas semanales. En un supermercado, el trabajador que repone, el subcontratado y el que está contratado por horas o a tiempo completo, participan de la misma cadena productiva. Por lo tanto, todos ellos pudieran ser parte de una misma negociación que permitiría mejorar su posición de poder y obtener mejores salarios».

 

NUEVAS FORMAS DE LUCHA

¿Hay nuevas formas de lucha de los trabajadores contra el modelo?

«Un buen ejemplo es la Coordinadora No+AFP, que ha logrado convocar un millón de personas en la calle. Hay trabajadores de distintos sectores y gran número de organizaciones, como la Confederación Bancaria, la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (Anef), la CUT, la Confederación Nacional de la Salud Municipal (Confusam) y sindicatos de empresas privadas o instituciones públicas que entienden que la labor sindical no se limita a lograr un aumento salarial o un bono.

Si hoy está en discusión el modelo de AFP, es porque la gente salió a la calle. Si algún referente político quiere conectarse con el mundo social para hacer una propuesta transformadora, debe establecer una relación permanente y sólida con las organizaciones de trabajadores. Los cambios solo serán posibles si referentes como el Frente Amplio, que se está creando, logran legitimarse ante los movimientos sociales.

No hay que renunciar a espacios en la disputa por el poder; pero centrar toda la energía en las elecciones es un error. El ámbito de la construcción social será el que abra posibilidades de consolidación de largo plazo a las fuerzas políticas emergentes, a través de un programa y un proyecto que deben necesariamente contar con apoyo popular para construir una propuesta política transformadora».

¿Se aprecian nuevas corrientes en el movimiento sindical?

«La última elección de la CUT no revela un cambio importante en la correlación de fuerzas. Pero es un llamado de atención a las cúpulas sindicales. Sus dirigentes ya no pueden incurrir en prácticas poco transparentes que antes eran habituales, porque han aparecido grupos alternativos mejor organizados y vigilantes.

En el Colegio de Profesores hubo un cambio; pero también hay que ser prudentes para entender cuánto de ese cambio tiene origen en una corriente renovadora y cuánto corresponde al desgaste de dirigentes que estuvieron largo tiempo en la conducción del gremio. En la Anef, los grupos disidentes concurrieron separados a la elección y no ganaron, pero las votaciones de ambas listas disidentes sumaron más votos que la lista del PC, que ganó la elección. Además, los trabajadores contratados a honorarios en el Estado han venido formando sindicatos fuera de la Anef.

Persisten problemas con la democracia sindical: cómo se vota, cómo se trabaja o cómo se discuten los temas. Decimos que nuestra democracia política es espuria, pero en el mundo sindical termina reproduciéndose una lógica parecida. También pesa la dependencia del movimiento sindical de los partidos tradicionales, lo que limita su autonomía y facilita las presiones externas.

En Chile el sindicalismo no supera el quince por ciento y muy pocos negocian colectivamente en las empresas privadas. En ese espacio hay muchos sindicatos y muy pocos afiliados, lo que produce gran atomización. Hay cerca de diez mil sindicatos activos y la mitad tiene menos de cuarenta socios; sin embargo, hay un creciente desarrollo sindical en el comercio de grandes tiendas y supermercados. El caso de la empresa de comida rápida Starbucks es emblemático, con un sindicato muy aguerrido».

 

 

Publicado en «Punto Final», edición Nº 869, 20 de enero 2017.

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