Los barrios del sur de Madrid están hartos. Así lo han expresado en las manifestaciones del pasado domingo, cuando decenas de vecinos salieron a protestar por las nuevas restricciones que ha impuesto la Comunidad de Madrid a algunos de los barrios más afectados para luchar contra la covid-19. Pero la sensación de abandono de zonas como Usera, Villaverde o Vallecas tiene su raíz en años de políticas públicas «segregadoras». Ahora, se suma la emergencia sanitaria que se afronta con la falta de médicos, merma en los centros de atención primaria y una alta incidencia de contagios que mina la salud de esta población.
En una de las pancartas que los vecinos llevaron este domingo a la concentración de Vallecas dirigían un reproche al Gobierno regional: «Primero nos abandonáis y ahora nos encerráis». La última parte del enunciado hacía referencia al confinamiento que ha comenzado este lunes y que afecta a 850.000 madrileños. Hará que, por ejemplo, una mujer de Usera pueda salir de casa para trabajar cuidando a los niños de otro en Chamberí pero no pueda llevar a su hijo al parque cuando vuelva a casa.
«Damos más positivos porque pasamos más tiempo en la calle, teletrabajamos menos y en el transporte público vamos hacinados«, explica Javier Cuenca, miembro de la asociación de vecinos de La Incolora de Villaverde Alto. De hecho, este lunes, día en el que empezaban las restricciones, colgaba una foto de un autobús lleno de gente.
Pero la primera parte de la frase del citado cartel («primero nos abandonáis») es igual de importante que la segunda y hace referencia al desequilibrio que ha sufrido históricamente el sureste madrileño. La reivindicación por el reequilibro territorial es una lucha histórica del movimiento vecinal, que desde la crisis de 2008 alerta de que las brechas se enquistan en el «Detroit madrileño».
Durante las primeras semanas, los vecinos de barrios como Usera o Vallecas estuvieron organizándose allí donde la administración no llegaba, cosiendo mascarillas u abriendo despensas solidarias para repartir comida. Tras la desescalada, ahora se encuentran con que la presidenta Isabel Díaz Ayuso achaca el repunte al «modo de vida de la inmigración» y que el delegado del Gobierno de Madrid, José Manuel Franco, atribuye los contagios a «la relajación». Pero los vecinos llevan mucho tiempo quejándose que sus poblaciones son las más vulnerables ante cualquier crisis.
Un problema de desigualdad
La crisis de la covid-19 ha entrado en muchos hogares que ya tenían dificultades para subsistir antes de la pandemia. El paro, la precariedad, la crisis de la vivienda y los recortes de servicios de la gran recesión de 2008 siguen impactando en los hogares madrileños. La comparación más inmediata tiene que ver con la desigualdad de rentas por hogar. Mientras en Puente de Vallecas es de 25.029 € y en Usera de 25.954 €, en Chamartín llega hasta los 65.260 € y en Moncloa-Aravaca de 57.423 €, según los datos del Ayuntamiento recopilados por El País.
Esto influye también en el tipo de casa que pueden pagar. «Difícilmente en una vivienda pequeña vas a poder aislar a un enfermo en una habitación o no compartir baño con él», explica Vicente Pérez, sociólogo y responsable de la comisión de Urbanismo de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM).
El veterano vecino opina que Madrid es una ciudad «enormemente segregada desde el punto de vista social», como le ocurre a otras urbes «ricas» como París o Londres. Pese a ser una de las zonas más potentes económicamente de España, la brecha entre ricos y pobres crece. Así lo aseguraba el Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social de la Fundación Foessa, en su análisis territorial de Madrid. Analizando datos de 2018, concluía que el coeficiente de Gini había aumentado del del 31,9% en 2008 al 35,1% en 2017 en Madrid. «Como consecuencia de ello, al final de la crisis, la comunidad madrileña se posiciona, tras Andalucía y Baleares, como una de las CC. AA. más desiguales, desde el punto de vista de la estructura de ingresos, de todo el país», concluía el informe. Según apunta el documento, son «los pobres se alejan, cada vez en mayor medida, de las clases medias y altas, lo que se relaciona con el efecto de polarización social que los indicadores relativos a la exclusión social también ponen de manifiesto».
Más allá de las rentas: el modelo de ciudad
El urbanista Vicente Pérez ve una desigualdad también en el propio diseño de la ciudad: «Hay grandes operaciones que se llevan a una zona y no en otra. La Operación Chamartín se lleva al norte y al sur se llevan las viviendas de realojo«, explica sobre la necesidad de mezclar para hacer una ciudad más cohesionada. El activista también recuerda que hay otras estructuras necesarias pero incómodas para el resto de la región que también van al sureste de la Comunidad, como el vertedero de Valdemingómez o la depuradora de aguas de La China.
Por tanto, Javier Cuenca asegura que no es solo una cuestión de rentas, sino del propio concepto de ciudad que lleva años construyéndose: «Mientras aquí hay depuradoras, incineradoras o la industria más contaminante, al norte y al centro llevan la empresa tecnológica, las oficinas y las sedes de las grandes empresas«, explica sobre ese Madrid de los negocios que solo se ve importunado por algunas bolsas de pobreza de barrios como la Ventilla.
Por eso, el urbanista Vicente Pérez pide que se lleven a estas zonas más museos, universidades y empresas vanguardistas. Para él, también es esencial «elevar el nivel de educativo» de la población del sur y este de Madrid. Para la ciudadanía más vulnerable, la educación sigue siendo una vía de mejora futura. De esa falta de inversión, estos lodos. Javier Cuenca se queja de que población acaba por trabajar en empleos de menor cualificación en el sector servicios, aquellos precisamente que no son teletrabajables. «La mayoría de los empleos están en el centro y en el norte y los trabajadores están en el sur», apunta Vicente Pérez.
El pasado febrero, unas semanas antes de la pandemia, el diario 20minutos accedió a los datos de la Dirección General de Educación y Juventud del Ayuntamiento de Madrid que indicaban que ocho distritos del sur de Madrid concentran el 75% de absentismo escolar. En números totales, Puente de Vallecas es el lugar con más alumnos absentistas (364), seguido por los 356 de Carabanchel y los 311 de Villa de Vallecas, aseguraba el artículo.
También en este caso, hay un proyecto político. «Tenemos más fracaso escolar, colegios más masificados e instalaciones de peor calidad. En algunas ocasiones superan los 60 años y van reparando todos los veranos y poniendo parches. Mientras, se va mucho dinero a la concertada», explica Javier Cuenca.
Lo que sí tiene el sur: una lucha histórica
La reivindicación de las inversiones en el sur es histórica. Los vecinos saben que la movilización es decisiva. «Las asociaciones vecinales llevan luchando contra el desequilibrio territorial desde los años 60, cuando se formaron para luchar por las condiciones de vida de los trabajadores, que eran mucho peor en los barrios del sur», recuerda Pérez. En esas décadas, consiguieron la primera gran victoria: luchar contra el chabolismo en zonas como Orcasitas, Palomeras o el Pozo del Tío Raimundo.
En los años 90, el Movimiento por la Dignidad del Sur logró un gran plan de inversión, el conocido Plan 18.000, que supuso el compromiso de una inyección de 18.000 millones de pesetas en zonas como el Puente y la Villa de Vallecas. En los últimos años, las asociaciones han querido recoger ese espíritu del sur y han llevado a cabo varias iniciativas, entre ellas, la Asamblea por los Barrios del Sur y el Este que se constituyó en 2018.
Ahora, la covid-19 ha llegado a los barrios para constatar las brechas socioeconómicas que los vecinos llevan años denunciando.