Este artículo es una crítica a la sistemática mentira y manipulación que los grandes medios de información del país utilizaron en su cobertura de la asamblea de Podemos en Vistalegre, contrastando lo que ocurrió en aquel congreso con la manera como lo presentaron los grandes medios.
Este fin de semana he estado en la II Asamblea Ciudadana de Podemos en Vistalegre y he podido ver desde el primer minuto hasta el último lo que estaba ocurriendo. Creo conocer bien, pues, lo que ha pasado allí y que coincide muy poco con lo que he estado leyendo en la prensa, oyendo en la radio o viendo en la televisión sobre Vistalegre durante este fin de semana (y en días anteriores). Claramente ha habido estos días dos Vistalegres: el real (lo que ocurrió en Vistalegre) y el mediático, es decir, el Vistalegre que los medios (que se autodefinen como de información) intentaron presentar con una abundante manipulación, escasa veracidad y gran hostilidad hacia Podemos. Una vez más, es fácil de ver que uno de los mayores problemas que tiene la muy limitada democracia española es la falta de libertad de prensa, con una escasísima diversidad ideológica y con una ausencia de medios progresistas que puedan mostrar y denunciar su enorme sesgo derechista. En lugar de medios de información, lo son de persuasión y propaganda. Veamos los datos, y primero hablemos del Vistalegre real.
Qué ocurrió en el Vistalegre real
En Vistalegre vi un gran debate que se inició ya hace varias semanas sobre temas esenciales para el país, tales como la estrategia para alcanzar un país más justo, más democrático, más solidario y más plurinacional. Una fuerza política que no existía hace solo tres años se había convertido en la segunda fuerza del país (en alianza con IU), convirtiéndose en la oposición real a la coalición PP-PSOE-Ciudadanos, comprometidos estos últimos en continuar las políticas que se han estado imponiendo a la población española sin que hubiera un mandato para ello. Tales políticas -reformas laborales encaminadas a reducir los salarios y la protección social del mundo del trabajo, y recortes del gasto público social destinados a reducir y debilitar los servicios (como sanidad, educación, vivienda social, servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios a personas con dependencia, prevención de la pobreza y exclusión social, entre otros) y de las transferencias del Estado del Bienestar (como pensiones)- han tenido un impacto sumamente negativo en la calidad de vida y bienestar social de las clases populares. Los datos que documentan esta realidad son claros y convincentes. No es sorprendente, pues, que estas clases hayan canalizado su enfado y frustración a través de nuevas fuerzas políticas a lo largo del territorio español, dentro de las cuales Podemos y su aliado, IU, junto con las confluencias como En Comú Podem, En Marea, Compromís y otros han sido las más importantes.
Y es de gran importancia e interés observar que, mientras este rechazo y enfado hacia el establishment (es decir, la estructura de poder político) se ha canalizado a través de partidos políticos de extrema derecha en países como EEUU (Trump) y Francia (Le Pen), en España han sido partidos claramente progresistas, enraizados en las izquierdas, los que han sabido oír y verbalizar dicha protesta y rechazo, y responder con propuestas auténticamente transformadoras cuya aplicación significaría predeciblemente una amenaza para tales establishments políticos y los intereses financieros y económicos que representan. El empuje de estos movimientos ha significado un tsunami político que se está expandiendo a nivel no solo central, sino también autonómico y municipal. Y todo ello ha ocurrido en un periodo de tiempo extraordinariamente corto.
La importancia de Vistalegre II
No es, por lo tanto, de extrañar que en un movimiento político-social que ha crecido de una manera tan rápida haya tenido que ir resolviendo problemas surgidos como consecuencia de su limitada experiencia y de la enormidad de la labor a realizar. De ahí la necesidad de los grandes debates sobre temas esenciales en un partido como Podemos, que aparecieron en los documentos que las tres principales sensibilidades existentes dentro de Podemos presentaron en el congreso, y que contenían sus propuestas de orientación política (de dónde venimos y a dónde queremos ir), de forma organizativa, de planteamiento ético y sus propuestas de cómo alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. La lectura de cada uno de estos documentos era fundamental para entender tal movimiento político-social y los debates en Vistalegre.
A lo largo de mi larga vida en varios países y en más de un continente (como asesor y/o participante en movimientos con vocación de servicio a las clases populares y con intención transformadora), he participado en muchos congresos y he leído muchos documentos congresuales, y puedo dar constancia (como economista y como politólogo) que en Vistalegre cada uno de estos documentos reflejaba un elevado grado de compromiso con el cambio, con una gran calidad de exposición y con una feliz mezcla de idealismo con realismo. Y lo que es también importante de resaltar es que los intensos debates que existieron entre las distintas sensibilidades se realizaron con gran madurez y sin insultos. Estuve con mi esposa todos lo dos días, sin ausentarme de Vistalegre ni un minuto, y pude escuchar todas las presentaciones. Y puedo dar testimonio que no vi ningún sarcasmo, ningún insulto y ningún síntoma de la famosa mala leche ibérica que aparece con excesiva frecuencia en reuniones políticas de tal naturaleza. Y ello ocurrió, repito, en pleno ejercicio de un debate intenso con claras opiniones contrapuestas y con críticas muy fuertes hacia posturas contrarias. En realidad, el deseo de encontrar puntos comunes y establecer un proyecto unitario caracterizó a la asamblea, que transcurrió durante toda la reunión con el claro objetivo, manifestado por la gran mayoría de los presentes de, respetando la diversidad, reforzar la unidad.
Fue un placer para mi esposa y para mí estar estos dos días con gente de todas partes de España, de todas las clases sociales (con clara mayoría de clases populares), y ver, entre otros miles de ejemplos de camaradería, a una trabajadora de Coca-Cola, en huelga, fraternizar con un general del ejército, o a una enfermera con un guarda civil, todos ellos en un proyecto común: transformar profundamente este país. La única crítica que yo haría es que el excelente sentido de fraternidad que se vivía no se reflejara con una cultura del canto, desaprovechando la enorme gama de canciones populares de protesta, amor y esperanza que existe en este país. Me encanta L’Estaca, que se cantó al final, pero fue de las poquísimas que se cantaron. Espero que en Vistalegre III se cante mucho más. Hasta aquí mi informe sobre Vistalegre sobre lo que vi. Pero nada de esto apareció en lo que se presentó al público por parte de los grandes medios.
El Vistalegre de los medios
Este otro Vistalegre, el que apareció en los grandes medios de información, fue muy diferente. En primer lugar, no hubo ningún gran rotativo, o programa radiofónico o de televisión, que presentara los documentos que se debatieron en el congreso. Repito, ni uno. En su lugar, las simplificaciones que intentaban resumir las diferencias alcanzaron niveles de auténtica frivolidad. En lugar de analizar tales propuestas, prácticamente todos los medios continuaron presentando el congreso de Vistalegre como la culminación del conflicto entre dos dirigentes, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, que terminaría con la expulsión de uno de ellos de la dirección, o incluso de Podemos. Todos acentuaron la inevitabilidad de la división y de la escisión, presentando el debate como una mera lucha por el poder, asumiendo, además, que luchaban para conseguir el sillón o los privilegios que conlleva el poder, concluyendo maliciosamente que se comportaban como todos los dirigentes de los otros partidos. En esta presentación llegaron a unos niveles de una enorme mezquindad, con ataques a nivel personal. En realidad, la banalización de la presentación de tales debates por los medios llegó a niveles absurdos, haciendo por ejemplo referencia a datos extremadamente personales y claramente insultantes, como las parejas y cambios de parejas, manipulaciones dignas de los Eduardo Indas de este país. Nunca, sin embargo, presentaron los debates por lo que, en realidad, eran: legítimas e importantes diferencias de estrategia en los necesarios cambios que tiene que tener España.
Los medios de información en España como medios de persuasión y de propaganda
No hay duda de que el intento de tal reportaje sobre Vistalegre era debilitar o incluso destruir a Podemos y a sus dirigentes. Esta mezquindad, manipulación y mentiras de los medios son, por cierto, una constante que, por desgracia, las izquierdas no denuncian. Honra a los dirigentes, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, que se excusaran por haber aireado sus diferencias en público, haciéndoles enormemente vulnerables a ser utilizados por unos medios que tienen asignada la función de destruirlos. Y así lo intentaron los medios, mintiendo a mansalva, presentando estas diferencias como cuchilladas del uno al otro que llevarían al exterminio del enemigo, significando la derrota y desaparición de uno a costa del otro. Como dije antes, la escisión se presentaba como una situación inevitable (cuando en realidad jamás tal posibilidad existió). Ejemplos de esta presentación hay a montones. El País, que lideró esta mezquindad, publicó que el conflicto se asemejaba a la lucha entre Stalin y Trotsky; El Periódico (Iolanda Mármol) indicó que la asamblea comenzó «con el alma en vilo y el barro hasta las rodillas», presentando la lista de miembros del Consejo Ciudadano propuesta por Iglesias como «una ‘camarilla’ que le tienen ‘secuestrado'»; La Vanguardia, que profetizó el colapso de Podemos, presentó a Iglesias como un bolchevique dispuesto a realizar purgas; y así un largo etcétera. Y no digamos ya de los reportajes de la ultraderecha como La Razón, el ABC y otros. Fue una obscenidad, una confusión en la que algunas voces de izquierda, por desgracia, cayeron también. Tales voces criticaron, con razón, a Pablo Iglesias y a Íñigo Errejón por discutir en público sus diferencias, pero no dijeron nada crítico hacia los medios, que en realidad fueron los mayores responsables de crear esta falsa imagen de escisión, con purgas incluidas. Repito que nunca hubo posibilidad de escisión, y no va a haber ninguna purga de Errejón, tal como maliciosamente se está interpretando el hecho de que Errejón deje de ser, probablemente, secretario político, pues tal cargo no existe en ningún otro partido, ya que tal responsabilidad recae en el secretario general. Dicho nombramiento era una anomalía que tenía que corregirse, pues crea confusión. Ahora bien, seguro que los medios continuarán hablando con la simplicidad que han usado, sin ningún respeto a la veracidad.
Desde que me reintegré hace ya bastantes años en la vida académica y política de este país, he ido señalando, criticando y denunciando la falta de pluralidad en los medios y su función propagandista. La cacareada libertad de prensa es la libertad de sus dueños en los medios privados y de los partidos gobernantes en los medios públicos que los instrumentalizan. Son todos ellos instrumentos al servicio del poder, y todos ellos comparten su hostilidad hacia las fuerzas política que consideran amenazantes para el poder que sostienen. Ello no es único de España, pero es mucho más acentuado en este país, que tiene prácticamente una dictadura mediática, algo bien demostrado en el hecho de que no ha habido ni un medio de información que haya presentado de forma medianamente objetiva lo ocurrido en Vistalegre.
La inmunidad de los medios y de su corrupción
Esta dictadura mediática tiene atemorizados a los dirigentes progresistas del país. Pocos dirigentes políticos de izquierdas los denuncien. Aplaudo, por lo tanto, la crítica que hizo Pablo Iglesias al programa de la SER de Pepa Bueno por las manipulaciones, falta a la verdad y vetos de este programa (pueden escucharlo en http://play.cadenaser.com/widget/audio/001RD010000004454179/), y a La Sexta Noche por no solo mantener sino promover a periodistas de sistemática y documentada manipulación y mentira, algunos de ellos cómplices con policías que falsificaron documentos para destruir a Podemos. Refleja bien la inmunidad de los medios y del Estado que los policías que falsificaron evidencias en contra de Pablo Iglesias no hayan sido expedientados y continúen trabajando, y que el periodista cómplice en la distribución de tales falsedades continúe en La Sexta Noche. La inmunidad de la que goza este tipo de corrupción en España es abrumadora y la población es consciente de esta labor de desinformación de los medios de persuasión, lo cual refleja su escasa credibilidad y su baja popularidad. Hoy criticar a los medios, pieza clave del establishment (que existe en España u en otros países como en EEUU) financiero y económico, y a sus instrumentos políticos, debe incluir también el rechazo a sus medios de persuasión. Hay un silencio ensordecedor, basado en el miedo, que debe romperse.
El popular rechazo a los medios
Una figura política que captó rápidamente esta realidad fue el candidato Trump, que en contra de lo que los medios han presentado no tiene nada de payaso. Es una persona de una enorme astucia política y con una enorme capacidad de conexión con las clases populares. Consciente de la impopularidad de los medios entre la clase trabajadora, hizo de su denuncia un punto central de su campaña. En realidad fueron los propios medios, por extraño que parezca, los que habían promocionado al principio de las primarias al candidato Trump, como manera de anular al enemigo no. 1 del establishment estadounidense, el candidato socialista Bernie Sanders, que fue el primero en denunciar el sesgo y manipulación de la mayoría de dichos medios. Una vez anulado Sanders, Trump se les fue de las manos. Nada menos que el director de la cadena CBS había dicho que Trump daba grandes audiencias, lo que representaba unos grandes beneficios empresariales, aun cuando era consciente de que sería un desastre para el país. Pero no fue Trump el que inició o se caracterizó por su denuncia de los medios. Fueron las izquierdas en EEUU las que documentaron la sistemática manipulación y sesgo de la realidad por tales medios. Fue la campaña de Bernie Sanders, por ejemplo, la que documentó las falsedades del Washington Post en su campaña de difamación de su candidatura. El director de El País, Antonio Caño, que en su día como corresponsal de tal rotativo en EEUU promocionó en sus artículos el partido de ultraderecha Tea Party (que jugó más tarde un papel clave en el surgimiento de Trump) (ver mi artículo «El sesgo profundamente derechista de Antonio Caño, el nuevo director de ‘El País'», Público, 24.02.14), y que definió a Podemos como la fuerza política hermana de Trump (ver mi artículo «Por qué apoyo a Pablo Iglesias, a Podemos y a Unidos Podemos», Público, 09.02.17), intentó presentar el justificado enfado de Podemos hacia El País como una muestra de pertenecer a la misma familia política que Trump, que critica a los medios. En realidad, la mayoría de partidos que rechazan a los establishments financieros y económicos, y a sus instrumentos políticos, también rechazan a sus medios de propaganda y desinformación, como ha sido El País y otros medios en su cobertura de Podemos.
Sé que es costumbre añadir en esta crítica a los medios la frase estándar de que hay muchos buenos profesionales trabajando en ellos, lo cual es cierto, pero es frustrante su silencio, repito, ensordecedor sobre lo que sus diarios están haciendo al servicio del poder. De ahí que considere que es poco creíble, por ejemplo, la crítica de Iñaki Gabilondo (persona que goza de gran respeto en entornos progresistas) a Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, y en cambio no diga nada de la campaña de los medios en los que trabaja, tales como El País y la Cadena SER, en contra de Podemos, contribuyendo a la inmunidad de la que gozan tales medios, que es sumamente dañina para la democracia española. Seguro que son conscientes de ello.
Fuente: http://www.vnavarro.org/?p=13899