El médico cirujano Arturo Jirón Vargas (Chile, 1928) había renunciado al Ministerio de Salud una semana antes del 11 de septiembre de 1973, sin embargo por su lealtad y amistad con Salvador Allende fue testigo y sobreviviente del bombardeo a La Moneda. En entrevista con Clarín.cl recuerda al Compañero Presidente, a su hija Tati Allende […]
El médico cirujano Arturo Jirón Vargas (Chile, 1928) había renunciado al Ministerio de Salud una semana antes del 11 de septiembre de 1973, sin embargo por su lealtad y amistad con Salvador Allende fue testigo y sobreviviente del bombardeo a La Moneda. En entrevista con Clarín.cl recuerda al Compañero Presidente, a su hija Tati Allende y los logros -en salud pública- de la Unidad Popular.
Las cifras son irrevocables: «Después de la denuncia del Ministro Salvador Allende en 1939, de una mortalidad de 250 por mil, una de las más altas del mundo en ese momento, la mortalidad fue descendiendo progresivamente (…) la mortalidad infantil bajó en tres años de 79 por cada mil en 1970, a 63 por cada mil en 1973. La mortalidad en niños de uno a once meses descendió en un 20%, la desnutrición infantil descendió en un 17% en los tres años del Gobierno de la Unidad Popular».
MC.- ¿Qué referencias tiene de la gestión pública del entonces Ministro de Salubridad Salvador Allende?
AJ.- Cuando Salvador Allende fue nombrado Ministro de Salubridad por el Presidente Pedro Aguirre Cerda, yo tendría 9 o 10 años. Mis escasos recuerdos a esa edad son muy diferentes a idearios políticos. El que sí estuvo en esa época fue mi padre Gustavo, uno de los médicos del Presidente Aguirre Cerda. Mi padre fue nombrado director del Seguro Obrero, institución poderosa en aquellos tiempos, de la Salud pública chilena. Eran políticamente muy cercanos, mi padre fue elegido Senador por el Partido Radical, fue expulsado del partido por oponerse a la «Ley de defensa de la democracia» -llamada Ley maldita– que perseguía a los comunistas, quienes poco antes habían tenido una gran participación en el triunfo del Frente Popular. He estudiado la labor médica del Dr. Allende y le resumiré algunas de sus obras y acciones en pro de la salud pública chilena. Desde luego, la publicación de su libro «La realidad político-social chilena» (1939) produjo un gran impacto en la opinión pública, en la política y por supuesto en la salud. Es una descarnada descripción de la situación médico social que se vivía en 1939. Describe la desnutrición, la mortalidad infantil -de las más altas del mundo-, las precarias y abusivas condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores manuales, la frecuencia de tuberculosis, sífilis, alcoholismo, cirrosis. Presenta el proyecto «Servicio Nacional de Salud» (1939) que pondría a Chile a la vanguardia en el manejo integral de la salud, proyecto pionero de Salud Pública en América Latina, que se aprobó hasta 1952. Creó sociedades de ayuda a lisiados y discapacitados, fundó La Escuela de Salubridad. En suma, el fue un gran médico, un gran Ministro de Salubridad y destacó las condiciones infrahumanas en que vivían trabajadores, los problemas de salud-enfermedad y la grave situación social.
MC.- Por otra parte, ¿qué indicación recibió del Presidente Allende cuando usted fungió como Ministro de Salud?
AJ.- El clima político que se vivía en 1972 era muy difícil. La oposición se había fortalecido y el sector salud era de los más agresivos. Tuve que enfrentar una huelga médica que paralizó parcialmente varios hospitales del país. La primera indicación fue que solucionara la huelga, cosa que logré en pocos días. Otra indicación fue que mantuviera buenas relaciones con el Colegio Médico, del cual fui uno de los fundadores. Esta indicación del Presidente no la pude cumplir. El resto era seguir con el programa de la Unidad Popular y así lo hice, con nuestro equipo de gran fidelidad y competencia.
MC.- ¿Estadísticamente qué cambios se registraron en el índice de mortalidad infantil durante la Unidad Popular?
AJ.- Chile tiene una larga tradición de Salud Pública. Después de la denuncia del Ministro Salvador Allende en 1939, de una mortalidad de 250 por mil, una de las más altas del mundo en ese momento, la mortalidad fue descendiendo progresivamente, al margen del color político del Gobierno. Nosotros fuimos seguidores de esa tradición y la mortalidad infantil bajó en tres años de 79 por cada mil en 1970, a 63 por cada mil en 1973. La mortalidad en niños de uno a once meses descendió en un 20%, la desnutrición infantil descendió en un 17% en los tres años del Gobierno de la Unidad Popular.
MC.- ¿El descenso del 17% en la desnutrición infantil se debió a la campaña del medio litro de leche diario para todos los niños?
AJ.- Ese programa de medio litro de leche para todos los niños de menos de 15 años, significó la distribución de 39 millones de kilos de leche al año para 3 millones de niños y madres. Este programa tuvo gran aceptación en la población. Hace algunos años el Ministerio de Salud pretendió suspenderlo argumentando que Chile había superado la desnutrición infantil, porque ya teníamos una mortalidad infantil de las más bajas a nivel mundial. Sin embargo el rechazo de la comunidad fue unánime y el Programa persiste hasta el día de hoy.
MC.- Usted llega al gabinete presidencial en 1972 y se retira una semana antes del Golpe de Estado. ¿Por qué el breve paso al frente del Ministerio de Salud?
AJ.- Yo no estaba en la carrera política, eso lo sabía el Presidente Allende, incluso 4 meses antes había presentado mi renuncia por lo difícil que era manejar rivalidades de la UP dentro del Servicio de salud y el Ministerio. Yo era un médico de la universidad y de la salud pública. En el tiempo que estuvimos trabajamos con gran dedicación y en equipo, sin exclusiones ni partidismos políticos. En mi gabinete existían gente de todas las variedades políticas, pero teníamos todos un Norte, trabajar de acuerdo al programa de Salud de la UP. Sin embargo me cansé y le llevé la renuncia al Presidente, me hizo pasar a su oficina, leyó la carta de renuncia frente a mí, la guardó en su escritorio y me dijo: «Te entiendo Jironcito -así me llamaba cariñosamente-, yo tengo los mismos problemas multiplicados ¿por mil? -o más-, espera tengo toda la confianza en ti, te necesito. Si más tarde tengo que hacer un cambio de Gabinete, nuevamente pediré tu ayuda». Una semana antes del Golpe me citó -muy temprano- a la residencia presidencial; me recibió en su dormitorio y me ofreció un rico café, empezó agradeciendo el apoyo, dijo: -«Te tengo que sacar para ‘balancear’ el Gabinete; tengo que poner ‘un radical’ en el Ministerio de Salud». Yo respondí: -«Presidente conmigo no hay problema. Sólo deseo volver a mi hospital y a mi Universidad». Finalmente me dijo -«Pídeme lo que quieras, una comisión al extranjero, a lo mejor una Embajada» recuerdo mi respuesta -«Nada Presidente, no tengo ambiciones de figuración política». Nos dimos un abrazo y nos volvimos a encontrar el 11 de septiembre de 1973.
MC.- Prácticamente su vida profesional está ligada al Hospital San Juan de Dios y a la Universidad de Chile; por favor háblenos de la estudiante de medicina Tati Allende…
AJ.- Beatriz -Tati- Allende llegó a la Universidad de Chile y al Hospital San Juan de Dios proveniente de Concepción. Yo era Profesor de Cirugía y nuestro jefe era el profesor Ítalo Alessandrinni. Rápidamente supimos de la amistad de nuestros padres: -«¿tú eres hija del Dr. Allende?» -«¿Usted es hijo de don Gustavo?». Fue una excelente alumna, interesada en sus pacientes que la querían por su trato amable y cariñoso. Solíamos almorzar en un pequeño restaurante cerca del Hospital con un grupo de alumnos y médicos donde discutíamos formas de arreglar la salud chilena y al país. Desgraciadamente nadie nos escuchó. Pero si recuerdo que era una forma espectacular de docencia. Tati tenía una pésima caligrafía y ortografía y las pruebas escritas de Cirugía las tenía que corregir yo que era el único que «medio entendía». Una vez titulada como doctora, se fue a otro hospital, pero cada cierto tiempo me llamaba para saber de mí. Fue un entrañable amistad, electo el Presidente Allende, Tati nos llamó -al Dr. Oscar Soto (cardiólogo-internista) y a mí (cirujano)- para que fuéramos los médicos del Presidente, distinción que aceptamos de inmediato.
MC.- ¿A qué atribuye el activo protagonismo político de los galenos en la UP? Lo pregunto por la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción, el Presidente Allende, su hija Tati, el diputado Rogelio de la Fuente y usted.
AJ.- Los médicos siempre han tenido protagonismo político. En la actualidad hay varios Presidentes médicos; en la época de la UP se formó en la Universidad de Concepción un grupo de muchachos muy brillantes y con gran sentido crítico y político. De allí nació el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y otras corrientes políticas. Pero el médico en general es sensible, conoce la pobreza, el sufrimiento y la postergación. Todo esto es política y puede ser la explicación que usted busca.
MC.- Después del exilio en Venezuela, ¿qué conversó con el arquitecto Miguel Lawner al regresar a Isla Dawson? ¿Ha vuelto a ver sus dibujos del campo de concentración?
AJ.- No recuerdo bien. Es posible que situados en la Isla y en el lugar donde estuvo nuestra barraca le dijera y comentara la habilidad que tienen para hacer desaparecer las evidencias; ahora, en el lugar de la Barraca había una carpa donde nos servían café, jugos y galletas. El libro original de Miguel lo tengo en mi escritorio y comanda algunas pocas ediciones de lujo.
MC.- Siendo un testigo presencial del 11 de septiembre en La Moneda. ¿Qué dice ante las nuevas especulaciones sobre un posible magnicidio?
AJ.- No digo nada, sólo me pregunto qué ocultos intereses buscan; además ninguno de los «especuladores» estuvo en La Moneda el 11 de septiembre de 1973.