Aunque la acusación de «representante de las FARC en España» se va desinflando, la detención de Remedios García Albert hará que más de uno prepare el neceser por si le toca hacer noche en la Audiencia Nacional. Yo mismo, por si acaso, he quemado varios libros y revistas que traje hace años de la fiesta […]
Aunque la acusación de «representante de las FARC en España» se va desinflando, la detención de Remedios García Albert hará que más de uno prepare el neceser por si le toca hacer noche en la Audiencia Nacional.
Yo mismo, por si acaso, he quemado varios libros y revistas que traje hace años de la fiesta del PCE, incluido un viejo ejemplar de la revista «Resistencia», mencionada como prueba en el registro policial de la vivienda de García Albert. También me preocupa mi ordenador: podrían descubrir que he visitado webs susceptibles de cierre judicial y que he hecho circular información que un juez celoso podría considerar atentatoria contra la seguridad nacional. Recuerdo igualmente haber firmado manifiestos y asistido a mesas redondas donde participó gente sospechosa con la que se me podría vincular y convertirme, si no en terrorista ni colaborador directo, sí al menos en colaborador de los colaboradores, en aplicación de la teoría del entorno del entorno del entorno.
Que una activista social especializada en resolución de conflictos se implique en la búsqueda de una solución al problema colombiano, y acabe enchironada por colaboración con las FARC, es un aviso para navegantes, señal de que los tiempos han cambiado. La fiesta del PCE, por ejemplo, era un foro clásico donde, bajo la bandera de la solidaridad internacional, participaban voces críticas de todo tipo de conflictos. Este año no habrá fiesta. La han suspendido, pero al paso que vamos lo mismo podían haberla ilegalizado.