La vida de Antonio Suárez, como la de millones de chilenos, nunca volvió a ser la misma después del 11 de septiembre de 1973. Tenía 14 años cuando militares chilenos apoyados por Estados Unidos dieron un golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende e instalaron una dictadura militar durante 17 años. Aquella mañana Antonio […]
La vida de Antonio Suárez, como la de millones de chilenos, nunca volvió a ser la misma después del 11 de septiembre de 1973. Tenía 14 años cuando militares chilenos apoyados por Estados Unidos dieron un golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende e instalaron una dictadura militar durante 17 años.
Aquella mañana Antonio quería despertarse temprano para ir a comprar una revista de música en la que saldría un artículo sobre Jimmy Hendrix, pero la llegada repentina de una tía a la casa y el rostro desencajado de sus padres le hizo comprender que no sólo no podría ir por su revista, sino que algo terrible ocurría en su país.
Para aquel momento, Antonio y su familia vivían en Valparaíso, ciudad portuaria donde se inició el alzamiento militar. Antonio recuerda que después de quemar todos los libros y revistas que tenían en la biblioteca, su padre prendió la televisión. En ese momento comprendieron la magnitud de los hechos. Militares chilenos habían bombardeado el Palacio de Gobierno, La Moneda, y el presidente Allende había muerto en combate.
«Ha sido el día más triste de mi vida, teniendo 14 años no he tenido un día más triste que ese. Para mí Allende representaba todo un futuro, no era sólo un gobierno. Uno veía a la gente movilizada por un proyecto de país, por una causa justa, por unos valores y uno se veía integrado. Soñábamos con el futuro y en ese momento sentíamos que se podía ejercer cualquier profesión porque tenías futuro en cualquier cosa, como ingeniero, como carpintero, como lo que quisieras, veías una ventana abierta de un mundo posible y deseos de integrarte al proceso. Pero la vida nos cambió para siempre desde aquel 11 de septiembre. Esa misma noche Augusto Pinochet dio un discurso en el que decía que había que erradicar el cáncer marxista desde el vientre de la madre ¿Qué significaba eso? ¿Qué futuro tenías si te estaban amenazando hasta por televisión?»
A partir del mismo 12 de septiembre comenzaron los allanamientos, las detenciones arbitrarias, los asesinatos selectivos, las desapariciones, los días del terror.
«Desde ese momento tú vida dependía del oficial. La prepotencia que ellos tenían en las calles te asustaba. Los primeros días les cortaban los pantalones a las mujeres porque tenían que usar faldas bajo la nueva modalidad militar y nosotros los hombres teníamos que raparnos el cabello. La música se acabó, el rock, las canciones de la Unidad Popular, la música folklórica, se prohibieron los instrumentos andinos, se prohibió toda la música que tuviera charango y kena porque tenían letras con un contenido más social. La historieta Mafalda también la prohibieron, toda la literatura latinoamericana, como Cortázar, Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano, Mario Benedetti»
Durante 17 años, al pueblo chileno le quitaron su derecho de vivir y dormir en paz. El terror aumentaba cuando se acercaba la noche.
«Lo más fuerte de esa dictadura era que no estabas tranquilo nunca. Tú te largabas a dormir y pensabas ‘pueden llegar ahora’. Hay una canción de un cantante catalán, que no sé si se refiere a eso, pero que yo la interpreto así. Decía ‘de noche en casa juntos escuchábamos la música y serenamente esperábamos que de un momento a otro el ascensor parara en nuestro piso. Ellos llegarían de noche, estábamos seguros‘. Era lo que nos pasaba a nosotros, llegaba una música y la escuchábamos todos juntos despacito en la noche para que nadie más la escuchara y tan sólo con oír un frenazo en la calle nos asustábamos y decíamos «llegaron».
Uno de los momentos más difíciles que tuvo que enfrentar Antonio a sus 14 años, fue volver a la escuela cinco días después del golpe de estado.
«Ese día fue terrible para mi porque no sabía cómo llegar. Tenía que tener una fortaleza que no tenía en ese momento, demostrar una indiferencia, como si a mi no me importara nada y era muy difícil. Afortunadamente en mi curso tuve compañeros que me protegieron psicológica y físicamente. Pero el resto fue muy agresivo. El 90% de mis compañeros eran hijos de familias muy adineradas que pertenecían al grupo Patria y Libertad, un movimiento de ultraderecha que hacía atentados contra los partidarios de Allende y salían a las protestas estudiantiles con cadenas para reprimir a todo aquel que pensara distinto a ellos. Tenían un odio sembrado por los padres. Te quitaban el saludo, te insultaban y golpeaban sólo por decir que te gustaba Allende. Una vez un compañero de clase me puso contra la pared y se reía simulando que me fusilaba. Entonces te sentías solo, solo en el colegio y en la casa, porque tú podías tener a tus padres, pero sabias que en el momento de un allanamiento tus padres no te iban a poder defender»
Para saber lo que ocurría dentro de su país, los chilenos debían sintonizar las emisoras extranjeras Radio Habana y Radio Moscú, porque los medios de comunicación privados, en especial el diario El Mercurio, estaban al servicio de la dictadura pinochetista.
«Al dueño de El Mercurio deberían condenarlo por traición a la patria. El daño que hizo fue tremendo, porque no sólo mostraban la postura de ellos, sino que mintieron, tergiversaban la información y ayudaban al régimen del terror que había. Cuando los militares asesinaron y desaparecieron a 119 chilenos, en lo que se conoció como la Operación Colombo, los diarios El Mercurio y La Segunda titularon ‘exterminan como ratas a miristas’. Fue a través de Radio Moscú y Radio La Habana como uno se enterabas sobre lo que sucedía, las masacres, los actos de resistencia y solidaridad que se hacían afuera. Esas radios fueron fundamentales cuando no había prensa alternativa durante los primeros años de dictadura».
«Pinochet me hizo revivir el franquismo»
Antonio es el hijo menor de Dolores. Ella nació en un pequeño pueblo de Galicia, España, hace más de setenta años. Tenía 5 años cuando empezó la Guerra Civil Española y siete cuando los franquistas fusilaron a su padre.
«Lo delató un cura, lo mataron por ser republicano. Luego empezó una persecución contra la familia y yo tuve que huir con mi madre hacia Portugal. Ahí tomamos un barco y después de 23 días llegamos a Argentina»
Años más tarde se fue a Chile. En Valparaíso Dolores rehízo su vida, tuvo a sus hijos y trató de olvidar los terribles recuerdos que le dejó el franquismo. La Unidad Popular, liderada por Allende, le había devuelto, a ella y a millones de chilenos, la alegría, los sueños, la dignidad.
«De ese 11 de septiembre recuerdo el último discurso de Allende. Él agradecía a los trabajadores, decía que iban a venir tiempos mejores, que se abrirían las grandes alamedas. Fueron unas palabras muy emotivas. Pero desde ese mismo momento supe que venían tiempos malos como en España, que se montaría una junta de gobierno y luego un dictador como Franco apoyado por la Iglesia».
Y así fue. Dolores volvió a sentirse atormentada por el ruido de los aviones, los bombardeos y aterrorizada por aquellos carros de la muerte: «quienes subían a esos coches no volverían a aparecer jamás. Por eso odié y sigo odiando a Pinochet, porque me hizo revivir todo lo que pasó en España con Franco. Yo creía que eso ya estaba olvidado, pero no»
Según los informes de derechos humanos Rettig y Valech, el pinochetismo asesinó y desapareció a más 2.270 personas, 46% de ellos no registraba ninguna militancia política, detuvo a 33.221 personas y 23.255 chilenos fueron torturados en cárceles clandestinas. Aún los militares asesinos y represores, autores de esta masacre, siguen en libertad o encarcelados en lujosas y cómodas celdas. Muchos afectados por la dictadura sienten que todavía no se ha hecho justicia.
«Yo siento que vivo en un país donde los militares siguen igual que hace 40 años, no ha cambiado nada. Aquí todos los generales son de ultraderecha y siguen protegiendo a los uniformados. Piden la lista de los uniformados que estuvieron el 11 en el Estadio Nacional de Chile para averiguar quién mató a Víctor Jara y ellos dicen que no la tienen. Te das cuenta que ellos están orgullosos de lo que hicieron, no sienten ningún remordimiento y lo harían de nuevo. A mi lo que me amarga es que la juventud ahora no quiere saber nada de eso, pero están cometiendo un grave error porque hay un ejército fascista que en cualquier momento puede dar otro golpe, no se dan cuenta que ese peligro sigue latente. Yo me pregunto qué pasaría si en unas elecciones libres saliera el Partido Comunista elegido como Presidente, ¿van a dejar que llegue al poder? No. Entonces harían otra vez lo mismo y cometerían menos errores porque ahora no van a dejar los cuerpos tirados en las calles, ahora los van a tirar todos al mar y van a acabar con todo», asegura Antonio.
Mientras Antonio habla, a Dolores se les llenan los ojos de lágrimas, y en voz baja dice:
«No podemos perdonar, es fácil hacer las cosas y luego pedir perdón. Ellos nos marcaron para toda la vida. La dictadura pinochetista es una herida que siempre estará abierta».