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Editorial

La difícil continuidad de un final feliz

Fuentes: El Siglo

Al cierre de la edición de este semanario, continuaba el ascenso de los 33 trabajadores mineros y de sus no menos heroicos rescatistas desde las profundidades de una mina cuya explotación, a la vista de los antecedentes con que contaban autoridades y empresarios, nunca debió continuar. Sin duda, horas de regocijo para todo un pueblo […]

Al cierre de la edición de este semanario, continuaba el ascenso de los 33 trabajadores mineros y de sus no menos heroicos rescatistas desde las profundidades de una mina cuya explotación, a la vista de los antecedentes con que contaban autoridades y empresarios, nunca debió continuar.

Sin duda, horas de regocijo para todo un pueblo que por setenta días estuvo pendiente de la suerte de esos esforzados compatriotas. Una hazaña técnica, también. Como explicable el impacto mundial de las faenas de rescate, aunque no se pueda omitir un cierto malestar ante el estilo «reality», con sobreactuación del no siempre preciso primer mandatario, y una dosis de chauvinismo que afectaba la trascendencia y seriedad de lo que estaba ocurriendo.

«Chile ya no será el mismo», «esto marca un antes y un después», y otros lugares comunes ya incorporados a la retórica de la auto promovida «clase política», han sido el pan de cada día.

Cabe preguntarse por la sinceridad con que los sectores dominantes, en lo empresarial y en lo político, están tomando conciencia de los riesgos de algunas faenas productivas, de la falta de seguridad laboral, de las condiciones muchas veces extremas a que están sometidos miles de trabajadores en nuestro país. Porque de no ser así y de no hallar esa supuesta claridad un adecuado correlato en las prácticas empresariales y en las urgentes modificaciones a la legislación laboral, todo ello no pasaría de ser flor de un día y el «antes» se prolongaría hasta dejar sin contendido el invocado «después».

En medio de sus múltiples intervenciones a micrófono abierto, el presidente Sebastián Piñera ha elogiado el coraje y el temple de nuestro pueblo y ha hablado del valor de la unidad. «Unidad nacional», ha dicho, para superar la pobreza… y todos los tópicos ya conocidos de su no precisamente amplio repertorio.

Cabe, al menos, el beneficio de la duda cuando se sigue de cerca la pauta gubernamental. ¿Unidad nacional para consagrar el despojo de nuestra riqueza básica, precisamente el cobre, cuando se postula un trato de colonia a metrópoli con las empresas transnacionales que la explotan? ¿Unidad nacional para continuar el desmantelamiento del Estado, por la vía estrecha de las concesiones y las privatizaciones en sectores claves como la educación y la salud? ¿Unidad nacional para fijar un esmirriado salario mínimo, mientras las grandes empresas, y ejemplo conspicuo de ello son los bancos, exhiben sin pudor sus exorbitantes utilidades?

Decíamos «difícil continuidad de un final feliz». Que la natural y compartida alegría no nuble el entendimiento, pues sería lamentable que los árboles de la retórica no nos dejaran ver el bosque de las agudas injusticias y desigualdades sociales.

– Fuente: http://www.pcchile.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=2389&Itemid=2