El 17 de noviembre del año 2005, el entonces Ministro de Defensa colombiano, Luis Camilo Ospina, envió a todos los batallones, guarniciones y destacamentos militares el memorando número 029. En este documento se detallaban los premios en dinero o vacaciones que tendrían los hombres y destacamentos que mataran guerrilleros. Entre más guerrilleros mataran más dinero […]
El 17 de noviembre del año 2005, el entonces Ministro de Defensa colombiano, Luis Camilo Ospina, envió a todos los batallones, guarniciones y destacamentos militares el memorando número 029. En este documento se detallaban los premios en dinero o vacaciones que tendrían los hombres y destacamentos que mataran guerrilleros. Entre más guerrilleros mataran más dinero y más premios habrían. El documento fue recibido con júbilo por la mayoria de los militares, especialmente por los soldados profesionales que fueron a la guerra en busca de fortuna y fama. Y desde ese momento se elevó el número de «guerrilleros dados en combate». Sus cuerpos aparecían todos los dias en los medios de comunicación. Cuerpos destrozados por las balas. Junto a ellos poderosos arsenales incautados. La euforia militar no paraba. Las mayorias enceguecidas como en el circo romano aplaudian entusiasmadas al tribuno que les prodigaba el espectaculo de sangre. Las encuestas crecian y vino entonces la reelección. El espectáculo habia que mantenerlo.
Pero ahora se ha comprobado algo que desde hace rato se venía denunciando. La existencia del asesinato de civiles que eran mostrados como peligrosos guerrilleros muertos en combate. Verdad que los campesinos de muchas regiones sabian con amargura y dolor. Pero a ellos nadie les creia. Nunca importaron sus denuncias. Nada.
Pero la Feria de la Muerte ordenada por la Directiva 029 creció impresionantemente. Y se logra conocer su real dimensión cuando alguien descubre que su hermano desaparecido un dia antes en Soacha, una población anexa a Bogotá, habia aparecido en una región muy distante en una fosa común y vestido de guerrillero. Había «perecido en un combate». Pero eran muchos más los que en Soacha habían desaparecido. Tambien la revista Semana publicó el increible relato del soldado que se encontró con que a un hermano suyo lo iban a matar los de su batallón para mostrrarlo como guerrillero abatido y asi ganar unos dias de vacaciones. No pudo salvarlo.
Historias increibles. Pero ciertas. Y desde hace mucho tiempo.
Pero ante estos hechos de barbarie, ante esta orgía de sangre lo ùnico que se les ha ocurrido es retirar a 25 altos oficiales y «Uribe les ha halado las orejas» como dice El Tiempo, el diario de la familia del ministro de Defensa y del Vicepresidente. Como si se tratara de una travesura. Y de seguro el halón de orejas es por haberse dejado descubrir y no por lo que hicieron.
Mientras tanto los autores intelectuales de estos crimenes, los iniciadores, los responsables de toda esta mortandad siguen tranquilos. El uno de embajador en la OEA, el otro al frente del Ejercito, el otro de Ministro de Defensa y el principal sigue siendo presidente. Amenazando a los indigenas de que si sus protestas atentan contra la Seguridad Democràtica no vacilará en echarles la tropa.
Y esta gente no amenaza por amenazar.