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Se han hallado 553 cuerpos, pero sólo 13 han sido plenamente identificados

La dolorosa búsqueda de las miles de víctimas de los paramilitares

Fuentes: El Tiempo

El Tiempo se metió en las entrañas de esta búsqueda que empezó hace un año. Se han hallado 533 cuerpos, pero solo 13 han sido plenamente identificados por su ADN y 173 por prendas de vestir. Ahora se conocen datos escalofriantes: ‘paras’ dictaban cursos para descuartizar, las ‘Águilas Negras’ desentierran los cuerpos y los lanzan […]


El Tiempo se metió en las entrañas de esta búsqueda que empezó hace un año. Se han hallado 533 cuerpos, pero solo 13 han sido plenamente identificados por su ADN y 173 por prendas de vestir. Ahora se conocen datos escalofriantes: ‘paras’ dictaban cursos para descuartizar, las ‘Águilas Negras’ desentierran los cuerpos y los lanzan a los ríos y las víctimas siguen con miedo.

Preguntas sin respuesta

¿De quiénes son esos zapatos? ¿Quién era? ¿Por qué la mataron? ¿La estará buscando una anciana atormentada con el recuerdo de una hija perdida? ¿O no la está buscando nadie?

Esas preguntas que provoca esta fotografía tomada en una fosa en Facatativá (Cundinamarca) son apenas algunas de las que se hacen en Colombia -desde que se levantan hasta que se acuestan- los dolientes de entre 10.000 y 31.000 personas de las que no ha quedado rastro después de los últimos años de guerra (el primera dato es de la Fiscalía, el segundo es de la Comisión Colombiana de Juristas).

Haciendo un corte de cuentas en abril, cuando se cumple el primer año de búsqueda de fosas comunes, la Fiscalía ha recibido 3.710 denuncias de sitios en donde hallarlas; pero la mayoría no se ha podido explorar por falta de recursos: se han encontrado 533 cuerpos y lo más dramático es que solo 13 han sido identificados plenamente, es decir, con ADN. Otros 173 han sido identificados de manera preliminar (por prendas, tatuajes, etc).

Daban clases de descuartizar

Cuando en El Tiempo decidimos hacer un informe especial sobre el fenómeno de las fosas comunes comenzó a repetirse una escena en la sala de redacción: uno a uno, los reporteros que volvían de su labor, llegaban aterrados.

Pocos cubrimientos nos han sacudido de tal manera y pocos son tan difíciles de contar con palabras: por el tamaño del horror del método de muerte de los asesinos, por el dolor de las familias de las víctimas que no se aplaca y -tal vez lo más angustiante- por la sensación de que la magnitud de esta empresa desborda por el momento al país. ¿Se podrá desenterrar un porcentaje significativo de los muertos e identificarlos para aliviar a sus familiares? ¿Se logrará hacer como es debido el duelo para evitar abrir un tercer capítulo de violencia extrema en Colombia?

Los testimonios de paramilitares y los resultados de los equipos forenses permiten concluir que las Autodefensas Unidas de Colombia no solo diseñaron un método de descuartizar a seres humanos sino que llegaron al extremo de dictar cursos utilizando a personas vivas que eran llevadas hasta sus campos de entrenamiento.


Francisco Villalba, el paramilitar que dirigió en terreno la barbarie del Aro (Antioquia), en la que torturaron y masacraron a 15 personas durante 5 días, revela detalles de esos cursos hasta hoy desconocidos. «Eran personas de edad que llevaban en camiones, vivas, amarradas (…) Se repartían entre grupos de a cinco (…) las instrucciones eran quitarles el brazo, la cabeza… descuartizarlas vivas», dice su expediente.

El uso de la motosierra no se ha visto en los cadáveres hasta ahora desenterrados. «Entre otras, no era práctico porque la motosierra se enreda en la ropa y por eso prefieren el machete», explica un fiscal especializado en exhumaciones. El 70 por ciento de los que han desentarrado en la Costa están desmembrados con machete y la mayoría de los 106 cadáveres hallados en Putumayo -adonde Carlos Castaño exportó primero su maquinaria de muerte desde Urabá y Córdoba- recibieron un tiro en la cabeza y luego fueron partidos en cada articulación prominente.

¿Por qué descuartizar? Por un pragmatismo macabro: ante la necesidad de correr menos riesgos con jueces de aquí y del mundo por crímenes de lesa humanidad, los tenían que enterrar. Y para no tener que cavar fosas muy profundas -para ahorrar esfuerzo- lo mejor era partirlos en pedazos.

«A la medida del tronco (de la víctima) usted hace el hueco, aunque hondo. Y todas las piezas las mete. Entre cuatro o cinco mujeres hacen ese trabajo en unos diez minutos», cuenta uno que comandó grupos de ‘paras’ en los Llanos. No parece haber explicación antropológica de querer esconder al otro, es solo una solución práctica.
Salvatore Mancuso por ejemplo confesó que para evitar que hallaran el cuerpo del líder indígena Kimi Pernía, lo sacaron de la fosa y lo echaron al río Sinú. Y fuentes informadas cuentan que antes de comenzar la negociación, el mismo Mancuso, para esconder sus crímenes, mandó a levantar tierra de una finca en Ralito que su grupo había sembrado con cadáveres. Ahora, las Águilas Negras, herederas de los ‘paras’ los están desenterrando y lanzando a los ríos, dicen investigadores.

¿Y de la guerrilla? También se han encontrado fosas, sobre todo en Cundinamarca, pero el 98 por ciento de las denuncias de las que se ocupa hoy la Fiscalía son de ‘paras’.

«A Bogotá le importa un carajo»: especialista

El capítulo de desenterrar los desaparecidos juega un papel vital si se quiere un proceso que de verdad sane heridas en el país.

Y así lo reconoce Eduardo Pizarro, presidente de la Comisión Nacional de Reparación: «Ellos (los paramilitares) buscan borrar la memoria. (…) Hay que desenterrarlos (…porque) lo más importante para la víctima es recuperar el cuerpo de su hijo».

Uno de los grandes problemas es que este tema no parece tocar nervios críticos del país. «Cada vez como que no pasa nada. Seguimos encontrando fosas y al país como que no le duele», se queja otro de los fiscales encargado de desenterrar. Y María Victoria Uribe, antropóloga que le ha dado cátedra al país sobre la violencia de los años 50 anota: «A la sociedad bogotana le importa un carajo que descubran 15 cadáveres en Sucre».

En la antigua Yugoeslavia, por ejemplo, montaron un banco de ADN que les permitió identificar a 10.000 víctimas. En Colombia se están haciendo algunos esfuerzos (se aprobó un Plan de Búsqueda, a finales del 2006 se reforzó el equipo de Fiscalía: aumentó de 1 a 3 fiscales especializados y a 8 fiscales de apoyo), pero no se ha logrado completar el registro unificado de desaparecidos al que obliga la ley desde el 2000 y a los que exhuman les ha tocado hasta protegerse con la fosa como un trinchera por la presencia de grupos armados.

Pizarro asegura que el tema amerita un documento Conpes o estar en el Plan de Desarrollo. Pero por ahora, ni lo uno ni lo otro.

Cada una de las historias de las víctimas es conmovedora. Un abogado que recorrió durante ocho meses el río Magdalena buscando los restos de su hermano o la mujer de Amalfi que perdió a sus cuatro hijos y ha hurgado hasta en camiones de cadáveres tratando de encontrarlos, son apenas unas de ellas.

Hallazgos a punta de recompensas y descuentos

¿Cuántas fosas se podrán encontrar? La ubicación de las fosas las dan informantes que quieren ganarse 500.000 pesos o paramilitares denuncian para lograr una rebaja de hasta un cuarto de su condena.

Los que quieren ganar dinero a costa de los muertos se convirtieron en un escollo, pues de oidas, daban datos que les hicieron perder mucho tiempo a las autoridades. Las que denuncian los ‘paras’ son más acertadas. De hecho se aumentó un 500 por ciento desde que empezó a aplicarse la Ley de Justicia y Paz. Sin embargo, ahora no tienen claro si serán tenidos en cuenta para los beneficios y por eso, mientras en el 2006 fueron 3.214 denuncias (9 por día) en lo corrido del 2007 el promedio ha bajado a 5 por día (496). Y las denuncias de las víctimas son cada vez más escasas por el miedo: «Algunas no quieren ir con nosotros -cuenta un investigador-, pero nos dejan un palito en la noche en el sitio para guiarnos».

¿Qué va a hacer el país? En este primer intento de la historia de Colombia por buscar la verdad de una época atroz no tendría ninguna justificación que el país urbano que vive en el siglo 21, no haga nada para evitar que el país rural siga siendo arrasado por la barbarie.

El museo de la infamia

Onofre Granados Peña, un campesino de 27 años, vestía una camiseta negra el día en que los paramilitares lo sacaron de su casa de la vereda Sacramento, en el municipio de Fundación (Magdalena). Ese fue el primer indicio para los investigadores que hallaron una prenda similar junto a un esqueleto exhumado el 23 de septiembre del 2006. Hoy está plenamente identificado.

Un escapulario con la imagen de la Virgen fue encontrado en una cueva en Chaguaní (Cundinamarca). Estaba enredado en el cuerpo de su dueño. Habían enterrado junto a él, a uno de sus amigos y a su perro.

Billetera de Winnie The Pooh. Estaba junto a los restos de un niño, cuya identificación aún falta por establecer. La osamenta del cuerpo, hallado en Cundinamarca, está triturada porque le lanzaron rocas para cubrirlo.

El día en que los mataron, Willian Arenas y Alexander Paez llevaban overoles y botas negras de caucho, con líneas rojas, marca Bata. Las Farc los confundieron con agentes de inteligencia y les pegaron un tiro en la cabeza. Era el 24 de mayo de 1999. Las botas, overoles y documentos aparecieron junto a sus restos en una vereda de Viotá (Cundinamarca), el 6 de junio del 2006.

Sandalias de mujer marca ‘Karelis Shoes’. Fueron halladas entre los restos de 34 cuerpos exhumados en junio del 2006 en dos fincas del corregimiento Mingueo, en el municipio de Dibulla (La Guajira).

Un buzo negro, de algodón, marca cotton Wers, talla M y un yin marca Ortfer, talla 32, de color verde hallados en una sepultura sin nombre en el cementerio de Berrugas, en San Onofre (Sucre), hace sospechar que los restos encontrados allí pertenecen a Julio Rafael Navarro Méndez, conocido como ‘Macayepo’. Sin embargo, falta la prueba científica.

Ocho años después de su muerte, los investigadores hallaron casi intacta la camiseta verde, de tres botones, tipo Polo, Main Stream, talla XL que Ovidio Russi vestía el día en que lo secuestraron las Farc, entre Girardot y Nilo. Se lo llevaron el 12 de Noviembre de 1998 y el 19 de septiembre del 2006 la Fiscalía halló sus restos en la vereda Ceilán, corregimiento Palmar, en Viotá.

Un cuerpo que tenía sandalias de mujer, pertenecía al ganadero Manuel Guillermo Montes. Lo encontraron cerca de María La Baja (departamento de Bolívar). La declaración de la viuda, sobre cómo los guerrilleros de las Farc se llevaron a su esposo, coincidía con el hallazgo: «Cómo salió descalzo, yo le entregué mis sandalias».
 
¿Busca la prenda de un ser querido?

La Fiscalía General comenzó a publicar en una página web, fotografías de las prendas que acompañaban a algunos de los restos óseos encontrados en fosas comunes. Este museo de la infamia lo encuentra en la dirección electrónica: http://www.fiscalia.gov.co/justiciapaz/index.htm