Colombia, que repite cada cuatro años el ritual de las elecciones, se prepara este año para elegir nuevamente presidente. Una de las más «viejas y estables» democracias del continente, algo que enorgullece solo a sus gobernantes, no deja de ser al mismo tiempo un brutal contraste. Esta ritual democracia, larga noche y niebla, permite que […]
Colombia, que repite cada cuatro años el ritual de las elecciones, se prepara este año para elegir nuevamente presidente. Una de las más «viejas y estables» democracias del continente, algo que enorgullece solo a sus gobernantes, no deja de ser al mismo tiempo un brutal contraste. Esta ritual democracia, larga noche y niebla, permite que haya 28 millones de pobres (64% de una población de 44 millones), según el Banco Mundial, que continúe el desplazamiento forzado (3,5 millones en los últimos 15 años) y las expropiaciones de tierras combinadas con el asesinato y la masacre de campesinos. Un modelo de democracia continental donde en los últimos 16 años los paramilitares han cometido 14.500 crímenes de lesa humanidad, según el Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP). Es una democracia que sirve de sustento, además, a un tratado violatorio de la soberanía nacional como lo es el tratado de extradición firmado
en 1997, por el cual han sido extraditados 239 colombianos, de los cuales 198 han sido ordenadas por el gobierno de corazón «grande» con el imperio. Un récord difícil de superar por cualquier jefe de estado latinoamericano que quisiera competir a ser el más proyankee, y hay bastantes competidores en el continente. Democracia, la colombiana, que permite la fumigación de selvas y bosques con químicos como el glifosfato y agente naranja, con el fin de acabar, se afirma, con los cultivos de coca. Dura tarea, pues, le espera al nuevo presidente que salga electo. O a Colombia, si el que tenemos continúa con la obsesión de la entrega del país a intereses foráneos, y la guerra.
El circo electoral tiene ya varios candidatos. Uno de ellos es bien conocido y ocupa impertérrito la casa de Nariño. Su foto hace parte de la galería donde está Simón Bolívar, rodeado de jefes de gobierno que escasamente recordamos los colombianos. Al prócer, solo le dejan el rol de figura decorativa para que de valor agregado a unos retratos que sino fuera por estar ocupando dichos salones, un anticuario no daría dos duros por ellos.
Antonio Navarro Wolf es el otro candidato. Acaba de ser postulado para la presidencia, mayoritariamente, por los delegados al congreso del Polo Democrático Independiente (PDI) el pasado jueves 3 de Junio en Bogotá. Todos los medios de alienación masiva (m.a.m.) lo anunciaron portentosamente. «Que Alavaro Uribe ponga en remojo sus barbas que aquí llegó el que lo va a reemplazar», decía eufórico el candidato. El PDI acaba de firmar un acuerdo de garantías electorales con el gobierno de Alvaro Uribe que les significaría, entre otros, unos dos millones de dólares ($ 4.000 millones) para la financiación de la campaña electoral. Algo que ha sido visto por muchos como un acto de traición, siendo acusados de dejarse comprar por un plato de lentejas. Dicha crítica es más válida aún, si tenemos en cuenta los debates en el congreso donde Gustavo Petro (congresista del PDI) ha demostrado y denunciado los vínculos entre el paramilitarismo y miembros del gobierno y el parlamento. Y que don Vicente Castaño, el último de la estirpe narcoparamilitar de los Castaños (Fidel, Carlos) acaba de reafirmar cuando dice que «tenemos más del 35 por ciento de amigos en el Congreso. Y para las próximas elecciones vamos a aumentar ese porcentaje de amigos». http://semana.terra.com.co/opencms/opencms/Semana/articulo.html?id=87628 Esto lo sabemos todos y todas en el país, pero la gran mayoría prefiere callarlo por razones obvias. Para muchos no se entiende por qué este afán de conciliación entre la llamada oposición del PDI y el gobierno. El argumento de no permitir que dineros del narcotráfico financien la campaña a la presidencia, no es suficiente, es uno de los problemas del monopolio del poder en Colombia, pero no el único y ni siquiera el más importante.
Navarro Wolf, orgulloso, se declara socialdemócrata y de centro izquierda. Al ex- líder y desmovilizado comandante del M-19 no le preocupa sino una cosa: ser el próximo presidente de Colombia. Para ello tendrá que someterse a una consulta interna con las otras fuerzas, partidos y movimientos de izquierda (Alternativa Democrática) que ya habían promulgado como candidato presidencial a Carlos Gaviria. Navarro como todos y todas los desmovilizados y renegados de izquierda que entraron a hacer parte del establecimiento (ex miembros de organizaciones armadas que lucharon contra la oligarquía, contra la injusticia y el imperialismo) han creado unas expectativas muy grandes en el pueblo colombiano. Llevan 15 años siendo la carta de presentación de todos los gobiernos anteriores, ocupando sillas en el parlamento o cargos como funcionarios estatales, alcaldías, gobernaciones, etc. Desde la desmovilización de las organizaciones que comandaban algunos de ellos, apostaron por conquistar
los objetivos por los que luchaban con las armas, por medios pacíficos. ¿Está mejor el país, se ha avanzado en menos hambre, más empleo, más soberanía, menos masacres, menos desplazamientos, menos perseguidos y encarcelados políticos, etc.?
Carlos Gaviria es el tercer candidato conocido que se lanzó por la presidencia. Lo eligió Alternativa Democrática, una coalición amplia de izquierda. No se molesta en llamarse de centro, no cree en esas falsas filigranas y retórica de campaña. Es un liberal, humanista puro y simple. Ex presidente de la Corte Constitucional y senador, actualmente. Profundo conocedor del derecho constitucional, defensor claro del estado de derecho y de los derechos humanos y profesor universitario. No tiene más atributos que los de la sinceridad. «Sin condiciones de vida digna las libertades
son simplemente letra muerta», afirma. No tiene un discurso anticorrupción, no cree en eso de la «lucha anticorrupción», como tampoco en la lucha «antiterrorista». Cree en la lucha contra el hambre, la pobreza y la indignidad. Respecto al conflicto armado afirma que está por «una negociación que represente los intereses de toda la sociedad. Dicha política implica trabajar por la abolición de las iniquidades patentes en la sociedad». http://www.terra.com.co/elecciones_2002/congreso_2002_2006/15-07-2002/nota62744.html
La tarea que tiene quien sea elegido presidente de Colombia, será muy dura. Sino es reelecto Alvaro Uribe o los otros oligarcas que con él empiezan a hacer cola. Pero, ¿necesita Colombia otro presidente? ¿O necesita un programa claro, una plataforma que recoja los problemas más urgentes del país, y un grupo colegiado de representantes del pueblo que lo lleven a cabo?
En Colombia se ha representado históricamente en el poder, a través de los caducos partidos tradicionales liberal y conservador (dos facciones una misma clase) y de la propaganda ideológica, los interesas de una oligarquía, los grandes grupos económicos y de las corporaciones trasnacionales. Y hoy es más urgente y necesario que nunca formar un gobierno colegiado, pluralista, nacionalista que represente los intereses de la nación y del pueblo que ha sido excluido (invisibilizado) del poder, de la riqueza, la participación política y de las decisiones trascendentales que nos afectan a todos y todas. Como el intercambio humanitario, la soberanía, el TLC, la extradición, la política económica, las privatizaciones de la educación, salud, etc.
Navarro podrá ser el candidato ideal de los grandes grupos económicos, de un sector de la oligarquía agotada con el gobierno de guerra de Alvaro Uribe, la socialdemocracia y de la embajada gringa. Pero no será el representante de los intereses del pueblo excluido, trabajador, campesino, estudiantil, desempleado, indígena. Los temas gordos del país los podrá enfrentar un presidente o un gobierno de amplia participación, democrático y nacionalista que pueda llevar a cabo un programa de transición a la encrucijada histórica en que está la «vieja» y caduca democracia colombiana. Esa será la dura tarea del próximo presidente, o de Colombia, si es reelecto el actual o cualquiera de los otros que hacen cola para sentarse y tomarse nuevamente la foto al lado del Libertador.