El pasado primero de abril miles de colombianos en las principales ciudades del país acudieron al llamado del senador Álvaro Uribe Velez a marchar en contra del gobierno de Juan Manuel Santos. Uribe señaló: «Defendamos nuestra democracia (…) Santos desconoció nuestro plebiscito (…) cambió la Constitución, sustituyó la justicia al amaño de las FARC (…) […]
El pasado primero de abril miles de colombianos en las principales ciudades del país acudieron al llamado del senador Álvaro Uribe Velez a marchar en contra del gobierno de Juan Manuel Santos.
Uribe señaló: «Defendamos nuestra democracia (…) Santos desconoció nuestro plebiscito (…) cambió la Constitución, sustituyó la justicia al amaño de las FARC (…) los impuestos asfixian a los empresarios y ciudadanos. Santos no enfrenta la corrupción, sino que la promueve».
Históricamente las peleas intestinas entre la clase dominante se han tratado de hacer pasar como si fueran del pueblo a partir de discursos amañados cuyo principal fin es jugar con las emociones de rabia y desesperanza que en la sociedad han generado los gobernantes de Colombia, haciendo que la responsabilidad de éstas recaigan sobre una parte y no sobre el conjunto de la oligarquía.
Es un engaño creer que el Senador Uribe esté en contra del presidente Santos porque le preocupen los impuestos, la corrupción o la justicia. Hay que recordarle a los colombianos que en su gobierno, bajo la mentira de la confianza inversionista, se le redujeron los impuestos a las empresas extranjeras mientras el pueblo colombiano tenía que sufrir las consecuencias de la ley 100, la terminación de las horas extras y de la estabilidad laboral. Además, hay que recordar que los escándalos de Reficar, Odebrecht y Agroingreso Seguro, los mayores actos de corrupción actuales, son responsabilidad de su gobierno y hoy tienen investigados a los miembros de su partido.
Uribe no tiene autoridad moral para hablar de buen gobierno, cuando el suyo fue el de mayor violación a los DDHH de la historia de Colombia. Bajo su mando se realizó un altísimo número de asesinatos en personas protegidas (los llamados falsos positivos), se conoció que mas del 40% del Congreso tenía nexos con el paramilitarismo y había jugado un papel clave en su reelección; parapolítica y yidispolítica han sido su sello. No es ejemplo de gobierno quien ha realizado y protegido el asesinato y desplazamiento de la población y líderes sociales a lo ancho y largo del país.
La marcha del primero de abril realmente utilizó a la sociedad colombiana para realizar el primer acto de campaña presidencial del Uribismo. Detrás del discurso anticorrupción de uno de los presidentes mas corruptos, está la intención de convencer al pueblo que esta es la única opción ante la crisis de legitimidad del gobierno actual.
En un momento político donde los acuerdos de la Habana y la amplia movilización ciudadana en contra de los estragos del plan de desarrollo y la corrupción, abren posibilidades para conseguir los cambios que requiere Colombia oponiéndose a la clase dirigente, las élites vuelven a jugar sucio a través del cinismo y la mentira, para unificar al pueblo bajo falsas banderas, «decir lo que el pueblo quiera oír» invocando la máxima del populismo de las derechas que Mussolini, Franco y Hitler utilizaron y que hoy retoma Uribe.
El Uribismo repite sin cesar que se le entregó el país a las Farc, se desconoció la voluntad del plebiscito, se destruyó la familia y que Colombia será la próxima Venezuela, frases que han generado adeptos a partir de la mentira y el miedo. Se movilizó realmente el odio entre colombianos, la discriminación a la población lgbti y la salida militar al conflicto. A esta Colombia le decimos que como ELN estamos abiertos al diálogo nacional para debatir sus ideas sobre el país, porque necesitamos cambios y no continuidades.
Es mas que lógica la gran convocatoria que tiene una marcha en contra del gobierno de Santos. La reforma tributaria, la crisis de la salud, la esencia corrupta de la élite colombiana y la poca participación del pueblo en la toma de decisiones del país, incluso en el proceso de paz, son razones suficientes para oponerse a Santos.
Pero los colombianos y colombianas no deben confundir esta oposición con el apoyo a la misma élite en cabeza de Uribe, este no representará alternativa alguna para las mayorías de Colombia, porque él es parte de la misma clase en el poder. El pueblo por si mismo debe consolidar una alternativa a la mala gobernabilidad de las élites, defender la posibilidad de vivir en un país en paz y construir los cambios que este necesita.
Llamamos a la sociedad colombiana a expresar su descontento con la oligarquía consolidando una fuerza política y social organizada que realmente ponga a las élites contra la pared. Apropiarse de las emociones del pueblo de manera cínica para hacer campaña, no evidencia ningún cambio en la forma histórica de hacer política sino que lo reafirma. La nueva política existe con el concurso de una sociedad consciente y organizada en búsqueda de una paz justa y verdadera.
Ese es el objetivo de la Colombia de a pié y los sectores medio del país al igual que el de todos los demócratas y patriotas desencantados de una oligarquía que solo gobierna para si y no para la sociedad entera.