No sé que provoca más desazón: la enorme inmoralidad de la que hacen gala las cúpulas políticas y económicas de nuestro país o la falta de respuesta popular masiva a este estado de cosas. La izquierda chilena permanece inerte y sin ninguna capacidad de liderazgo de masas; más aún, quienes por filosofía, historia y convicciones […]
No sé que provoca más desazón: la enorme inmoralidad de la que hacen gala las cúpulas políticas y económicas de nuestro país o la falta de respuesta popular masiva a este estado de cosas. La izquierda chilena permanece inerte y sin ninguna capacidad de liderazgo de masas; más aún, quienes por filosofía, historia y convicciones debieran estar a la cabeza de una respuesta popular, han optado, para bien o para mal (la historia nos dará la respuesta) por el camino de las reformas posibles.
En esta maraña de inequidades capitalistas reflota una vez más el tema del salario mínimo y para el agotamiento mental surgen por enésima vez las mismas controversias: los mismos argumentos y las mismas respuestas de los corifeos del sistema. Es la persistencia de la estupidez la manipulación y el sin sentido en un país que no tiene ningún proyecto de desarrollo hermoso,desafiante, convocante, inclusivo. Todo es circunstancial, aleatorio, a lo que venga, siempre que no toque a los dueños del país. Se trata de arrasar con todo en el más breve plazo y con el mayor lucro posible. Es el país de la «fiebre del loco».
En este panorama, entre las justificaciones para seguir manteniendo la inequidad existente, brota como el mascarón de proa de la reacción la «falacia del crecimiento económico», respuesta falaz a cualquier propuesta que signifique entrar a disminuir las faltriqueras del interés privado. Esto a pesar de que en todos estos largos años de dominio neoliberal la realidad muestra una y otra vez que el crecimiento, sea grande o sea pequeño, sólo beneficia en forma marginal a quienes producen tal crecimiento y en forma desmesurada al gran capital y a todos los mayordomos, capataces y sicarios del sistema.
La muestra más feroz de esta realidad es la enorme acumulación de capital financiero existente en los paraísos fiscales. Su existencia es una muestra desmesurada de la defraudación social de la que son capaces quienes detentan el poder.
Ahora no es que esto sea sorprendente. Hace un tiempo atrás el Gobierno aplicó un programa que rebajó a un 8 % el pago sobre rentas no declaradas ni gravadas en Chile. La norma «obviamente» no exige que los fondos reingresen al país después de acogerse al beneficio. Este mecanismo le permitió al Servicio de Impuestos Internos constatar la existencia de más de US$ 11 mil millones de dólares pertenecientes a 408 chilenos con inversiones en Panamá, Islas Caimán, etc. Casi increíble. Un puñado de chilenos privilegiados que son capaces de estas enormes acumulaciones a costa del trabajo ajeno. Uno puede extrapolar sin riesgo de equivocarse que los montos no declarados deben superar largamente estas cifras.
Los «Papeles de Panamá» muestran donde termina generalmente los resultados monetarios del crecimiento del país, que como no escapa a nadie, permitirían mejorar los ingresos de millones de chilenos. El crecimiento o se saca del país y/o se destina al consumo suntuario de las minoría opulentas y el de una población «alienada» que es empujada y manipulada a sobrevivir y/o aparentar a través del endeudamiento.
Por otra parte los paraísos fiscales no sólo sirven para que los enriquecidos por el trabajo ajeno y las mafias delictuales, oculten sus enormes ingresos, es necesario recordar, una investigación del Congreso de los Estados Unidos, en relación a impuestos, que identificó una serie de fundaciones que eran tapaderas de la Central de Inteligencia (CIA) y mediante la cual se transfieren dineros a personas y organizaciones. No es extraño que Agustín Edward aparezca en estos papeles junto con otros connotados sirvientes de la dictadura de Pinochet. Lo interesante sería saber cuántas organizaciones políticas, organizaciones sin fines de lucro, individuos, políticos, medios de comunicación son financiados a través de estas empresas fantasmas. Aquí tenemos ejemplos notables de individuos y organizaciones que cada vez que son requeridos por la política de Estados Unidos hacen coro para denostar a Bolivia y/o Venezuela , y que no emiten una palabra sobre el horror que se vive en México, Hondura o Guatemala o las intervenciones genocidas de Estados Unidos en Oriente Medio. Para ellos la CIA destina millones de dólares. Pudiera ser que esta trepidante información, que conocemos ahora con algún detalle es sólo una cortina de humo para ocultar lo verdaderamente importante, que es la reedición de la Guerra Fría contra China y Rusia y sus contactos con países de América Latina. La CIA descubrió hace tiempo que la manipulación de masas es más eficaz que la ocupación militar.
Santiago, abril, 2016
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.