“¿Sabes por qué lloras, a causa de qué languideces?,
¿Sabes qué es aquello por lo cual has hecho duelo
en el fondo de todos tus duelos?
No es por algo que hayas perdido hace apenas algunos años,
No podría decirse muy bien cuándo estuvo aquí, ni cuándo se fue.
Pero existió una vez, y existe todavía, está en tí.
Tú marchas en busca de un tiempo mejor y de un
mundo más bello.”
Friedrich Hölderlin
Recientemente hemos visto en los titulares de los medios de propaganda del establecimiento, como la actitud perversa y perniciosa de la jueza 69 Penal Municipal de Control de Garantías -un adalid de la moral- , es aplaudida por “regañar e inducir a la reflexión a los diez jóvenes de la primera línea” antes de condenarlos a los bodrios que son las cárceles en este país, como para que aprendan la lección y de paso no se les antoje a muchos otros pobres de Colombia la dignidad o se arrepientan de hacerla verbo. Es clara la política de exterminio y deshumanización de las clases dominantes para todo aquel o aquella que desafíe el “sentido común” y “normalidad” de la dictadura.
Respecto a las declaraciones violentas y deshumanizantes de la jueza (que les confiere total humanidad a los verdugos de la policía y el ESMAD, porque claro hace parte de la misma institucionalidad que ella defiende y encarna), propias del ethos colombiano que configura a la “gente de bien” resonaron dos afirmaciones particularmente. La primera, cuando enfatiza que el actuar de la primera línea “deslegitima la protesta social” y que sirve de justificación al gobierno de turno para acusar a la movilización social de estar infiltrada por guerrilleros (terroristas); una justificación que ella valida, por más que de manera sobreactuada intente “defender la movilización social”, porque les trata así, como terroristas, como peligro para la sociedad. Discurso que pregona la violencia (la violencia del pobre para ser más precisa), como ente acéfalo, desprovisto de todo criterio moral e histórico fruto de “pulsiones antisociales de desocupados y desadaptados que generan caos y desorden”, como si el pobre estuviera condenado a solo ser objeto de la violencia, a ser víctima, como si no tuviéramos agencia política y como si buscáramos la legitimidad de un Estado mafioso que se caracteriza por su abyección moral.
Este actuar de la jueza hace parte de un número más en este teatro de lo absurdo, un montaje judicial a todas luces, la notable “creatividad” de la Fiscalía -que haría sonrojar al mismísimo Enrique Buenaventura- con su prueba reina, que resultan ser las declaraciones de un supuesto “agente infiltrado” de la policía en la primera línea, que logró develar las entrañas de la organización criminal1 -porque de eso ya no bajan a la primera línea, defendernos de las agresiones injustas nos hace vándalos, criminales o terroristas en las leyes que son antimorales de la despreciable clase gobernante que desangra este país-. Develaciones que rayan con la estupidez: un carnet y un juramento virtual para protestar, bastante inverosímil, pero pues eso llamado dignidad no existe para ellos, porque por eso es que salimos a las calles, como mejor lo explica Gustavo Calle Isaza, ¡por dignidad!. En cambio, personajes fascistas, fanáticos del Uribismo como Andrés Escobar lo vimos repartiendo plomo mientras era escoltado por la policía no perdiendo la costumbre del “aquí, manteniendo la democracia, maestro”, porque la impunidad es ley cuando corre sangre de los pobres en este país.
La segunda perla de la jueza, que no resalta por su brillantez, sino por su incoherencia, reflejo de su desconexión con la realidad nacional – quién sabe en qué país o cuento de hadas vivirá la señora, ¿un paisito de marchodromo?- cuando habla de “los marchantes que se ciñen a la ley, los que soportan estoicamente las inclemencias climáticas”, como si fuese los más duro de soportar cuando salimos a la calle a expresar nuestro inconformismo, a exigir ciudadanía, a humanizar lo deshumanizante. Bien sabemos que protestar en Colombia nos puede costar hasta la vida misma, en donde estaría esta señora mientras mutilaban, desmembraban, violaban y masacraban -terrorismo de Estado a flor de piel – a hombres y mujeres cansados de la miseria de este país, del hediondo olor a muerte, corrupción e injusticia, cansados de la pesadez del no futuro que ha engendrado la Dictadura de los ricos que hemos padecido por años -amañada al poder desde el ejercicio de la violencia, el terror y el fraude-.
El absurdo fascistioide condena al ostracismo, al despojo, a la miseria, a la muerte a quienes exigen su derecho natural a vivir en una nación en paz, donde existan posibilidades para la vida. Mientras premia con la indulgencia a quienes desplazan, masacran, desaparecen, torturan y saquean. El absurdo, el mismo de los ciberataques, el mismo al que se le embolatan setenta mil milloncitos, el mismo que designa a la procuraduría como policía para perseguir a cualquier asomo de oposición (no esa oposición ficticia que la necesitan como para amenizar el juego de la democracia en Colombia), el mismo donde la Fiscalía es un “excelente” guionista de la mentira, el mismo que da rienda suelta a las coimas que se repartirán en elecciones – esa modificación de la ley de garantías, que garante será del fraude electoral que se viene cocinando, si no es por ahí es por la registraduría, o repartir plomo por allí, por acá… o todas las anteriores- porque aquí, esta tan enraizada esa tradición electoral, como país democrático que nos distingue en toda América Latina que hasta los muertos votan.
Esta dictadura mafiosa, fascista, anacrónica quiere continuar con el proyecto económico y político de unas elites que profundizan la desigualdad, la violencia, la injustica en nuestro país. Colombia necesita unirse, y dicen por ahí que no hay nada más que una como la desgracia común, esta desgracia de padecer unas elites parasitas que nos tienen sumidos en la pobreza y el atraso. Hay que juntarnos con la esperanza de hacer historia, de afirmarnos, de construir un proyecto de nación digno para las mayorías de esta tierra necia y terca que no se resigna a la suerte miserable que le han impuesto.
¡No más dictadura!
¡Libertad para los presos y presas políticos en Colombia!
¡Democracia para el pueblo!
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