La quinta edición de la Mostra de Cinema Àrab y Mediterrani, que se celebra en la Filmoteca de Barcelona y en el Cine Baix de Sant Feliu de Llobregat, proyectara la película Dieciocho días (18 days, 2011), película colectiva de diez realizadores egipcios, el sábado 22 de octubre a las 19 horas en la Filmoteca de Catalunya (Barcelona) y el domingo día 23 a las 19’45 horas en el Cine Baix de Sant Feliu de Llobregat.
Entre el 25 de enero y el 11 de febrero transcurrieron 18 días. En el Cairo esos días no fueron habituales. Numerosos manifestantes se concentraron en la plaza Tahrir, en el centro de la ciudad, para protestar contra el gobierno de Hosni Mubarak. Las redes sociales alimentaron la convocatoria y extendieron la revuelta por el resto del país. La policía y las tropas fieles a Mubarak reprimieron a los manifestantes, pero estos resistieron hasta conseguir que el dictador que desde 1981 había sido Presidente de la República Árabe de Egipto fuera derrocado.
Los 18 días que marcaron la revolución en Egipto además de tener un claro interés histórico-político, plantean algunas cuestiones sobre el futuro del audiovisual. La revolución Egipcia, como unos días antes la revolución tunecina, puede ser considerada como la primera revolución alimentada por las redes sociales, pero también como una revuelta que pone en crisis los modelos periodísticos generados desde la televisión generalista.
Los corresponsales de prensa que las grandes cadenas enviaban a cubrir los acontecimientos de la Plaza Tahrir fracasaron. Sus imágenes fueron planas y su información estereotipada. Los que realmente crearon imágenes de la Plaza fueron los manifestantes que con sus mini-cámaras domésticas o sus teléfonos móviles capturaron la cotidianidad de los 18 días y la auténtica información fue la que, hasta que las desconexiones del régimen de Mubarak permitieron, se colgó en you tube o en las redes sociales.
Frente a esta nueva política de la imagen amateur, capturada desde el interior del acontecimiento, con voluntad de inmediatez y con un notable peso de la subjetividad, una de las cuestiones claves que cabe preguntarse es qué papel puede jugar a posteriori la ficción.
Dieciocho días (18 days, 2011) es una película episódica, rodada por diez reputados directores egipcios1, compuesta como un mosaico de diez episodios que reflexionan sobre lo que ocurrió durante aquellos días que cambiaron Egipto. La ficción fue realizada con bajo presupuesto, con cámaras de pequeño formato y fue montada en urgencia para poder estar lista -tres meses después de los acontecimientos- en el festival de Cannes. Como toda película colectiva entre los diferentes episodios hay desequilibrios notables. Algunos cineastas se muestran notablemente inspirados-Yousry Nasralah en Interior/Exterior o Ahmad Abdallah en Window- mientras que otros resuelven sus propósitos de forma más ortopédica. Incluso dos de los diez cineastas, Sherif Arafa y Marwan Hamed fueron acusados por el periódico egipcio Al-Ahram de haber sido fieles al antiguo régimen.
Más allá de las polémicas y del interés artístico de cada episodio, después de visionar Dieciocho días cabe preguntarse qué imagen da de la revolución. La primera cosa que sorprende es que no se trata de un filme militante, ni de un ejercicio de reconstrucción histórica, sino de una reflexión sobre como una revolución altera la vida cotidiana. Un grupo de locos la observan por televisión, un barbero contempla cómo evoluciona su negocio, unos comerciantes se aprovechan del mercado negro, una pareja se enamora y unos militantes son torturados. Un auténtico calidoscopio de vidas alteradas.
Frente a estos relatos, el poder de la ficción reside en intentar construir una cierta imagen de la sociedad que se aparte de los focos informativos y del poder documental. Es preciso ver como el cambio de un mundo político genera o no genera pequeños cambios. Para poder articular esta ficción, interpretada por veinte actores egipcios populares en su país, ha sido preciso partir de imágenes de archivo de la revuelta y contrastarlas con unas representaciones que buscan aquella verdad que no pueden ofrecer ni los informativos, ni el documental.
Es como si el ritmo de la ficción ofreciera otra visión más reflexiva, sin prisas y alejada de los tópicos informativos que han circulado por los medios oficiales y por las redes sociales. El resultado sorprende, pero sobretodo funciona por ser la primera ficción sobre las revueltas árabes, adelantándose a Tahir 2011, un documental que contrasta el punto de vista de los manifestantes, policías y políticos o incluso a la ficción que Hollywood a empezado a rodar con Ian Mc Shane, el protagonista de la serie Deadwood, en el papel de Hosni Mubarak.