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XIII Centenario de la batalla de Guadalete

La filosofía en al-Ándalus

Fuentes: Rebelión

El triunfo del Islam A pesar de que las fechas no son completamente seguras, las fuentes más plausibles dan el 19 de julio del 711 como el día en que comenzó la batalla del Guadalete, la que abrió las puertas a la penetración del islam en el sur de la península ibérica; por tanto, en […]

El triunfo del Islam

A pesar de que las fechas no son completamente seguras, las fuentes más plausibles dan el 19 de julio del 711 como el día en que comenzó la batalla del Guadalete, la que abrió las puertas a la penetración del islam en el sur de la península ibérica; por tanto, en este mes de julio de 2011 celebramos el XIII centenario de la batalla que dio origen a la revolución islámica en la península Ibérica. Pero dicha confrontación armada no se dio, o al menos no se dio como nos la cuentan las crónicas oficiales. Es decir, no fue una lucha entre musulmanes y cristianos, sino consecuencia de una guerra civil entre cristianos, unos seguidores de la iglesia romana y creyentes en la divinidad de Cristo, y otros arrianos y creyentes en la unidad indescomponible de Dios. Y esas diferencias religiosas encubrían distintas formas de entender la organización social: las elites partidarias del imperialismo romano convertido al cristianismo -los trinitarios-, y las clases populares hispano-romanas anti-imperialistas, en busca de la soberanía de la sociedad peninsular -los herejes unitaristas-.

 

Las poblaciones peninsulares sufrieron una convulsión política de incalculables consecuencias, cuando la nueva religión de los árabes llegó hasta aquí en el siglo VIII; pero el tránsito a la nueva fe estaba ya predispuesta en las luchas políticas y sociales de los siglos anteriores. Los guerreros que cruzaron el estrecho de Gibraltar a las órdenes de Tariq ibn Ziyad -según cuentan las crónicas árabes-, y en el verano del 711 vencieron la resistencia que les opuso el rey visigodo don Rodrigo, en una batalla que duró tres días junto a la laguna de la Janda. Por eso el estrecho tomó el nombre del capitán árabe que dirigió la operación, Yâbal Tariq , la montaña de Tariq, en alusión a la roca que hoy es posesión inglesa, desde la cual el general musulmán dirigió las operaciones militares.

Siguiendo con la historia oficial -la que se deduce de esas crónicas-, la fácil victoria se debió a que una parte del ejército enemigo abandonó el combate, después de haber pactado con los musulmanes un acuerdo de colaboración. En siete años los árabes, aliados a los bereberes, acabaron con el reino de los visigodos, tomando Toledo que era su capital. Teniendo en cuenta que los romanos tardaron doscientos años en conquistar la península y los reinos cristianos del norte peninsular hicieron una larga guerra que duró casi 800 años, es asombrosa la rapidez con que los árabes se hicieron dueños de la situación. La explicación consiste en que ese rápido avance fue apoyado por la población autóctona; los musulmanes recibieron numerosas adhesiones por parte de los hispano-romanos, de judíos, de conversos y de parte de los cristianos, del pueblo en general que estaba harto de la dominación germana, continuación de la anterior dominación romana. Es decir, no hubo invasión árabe, ni beréber, de fe musulmana. Lo que sucedió, fue una auténtica revolución con profundas consecuencias históricas, pues cambió las formas de vida y las estructuras sociales de la península ibérica durante la Edad Media.

No podemos hablar, por tanto, de una invasión árabe de la península ibérica, sino de una guerra civil entre los visigodos y la población hispana, que tuvo motivos sociales y se vistió con ropajes religiosos; ese conflicto, que duró todo el siglo VII, nació entre los partidarios de la iglesia romana trinitaria y los cristianos unitarios, arrianos o priscilianos, considerados herejes por las instituciones oficiales del cristianismo eclesiástico. El problema teórico era la unidad de Dios, o bien la trinidad de personas en la naturaleza divina, y enmascaraba un problema político: la revolución cristiana de los primeros siglos de nuestra era -entre el I y el III- no había sido completada, se convirtió en una revolución pasiva cuando la administración del Imperio romano se hizo cristiana, para mantener su dominación sobre las sociedades mediterráneas. La expansión de la religión islámica por todo el ámbito del sur mediterráneo tendía a realizar esa revolución aplazada.

Las causas del éxito musulmán en la península ibérica no son diferentes de las razones por las que el Islam se extendiera rápidamente por África y Asia, desde los lejanos confines de China e Indonesia hasta el occidente europeo y africano, en una ancha franja a lo largo del trópico de Cáncer. Esas causas son de dos tipos:

a) económicas: los árabes traían consigo un importante desarrollo de las fuerzas productivas, que incluía, 1) una revolución agrícola, 2) un intenso comercio entre los países que adoptaron su cultura y que favoreció la artesanía y la industria, y 3) importantes mejoras en las condiciones de vida y trabajo para las clases subalternas;

b) culturales y científicas: durante los primeros siglos la religión musulmana mostró un talante abierto y racionalista, que sirvió de base al desarrollo científico y filosófico durante la Edad Media. Mientras que el cristianismo se había convertido en una religión dogmática y autoritaria desde el siglo IV, cuando accedió al poder político constituyéndose como religión oficial del Imperio romano, el Islam de la época mostraba una enorme fuerza de convicción, precisamente por su carácter innovador al servicio del bienestar humano.

 

La revolución agrícola musulmana

Los musulmanes introdujeron en la península ibérica numerosos cultivos de los que hoy todavía disfrutamos y que incrementaron las capacidades dietéticas de la cocina peninsular: arroz, verduras, caña de azúcar, árboles frutales como cítricos, granados, almendros, etc., También introdujeron el cultivo de plantas para la producción textil como algodón. Además organizaron una red de acequias y canales de riego para incrementar la productividad agrícola, que todavía estaba funcionamiento mil años después; ese sistema de regadío incluía técnicas, que requerían conocimientos físicos e hidráulicos, como norias y molinos de agua. Por eso se ha hablado de una ‘revolución verde de la Edad Media’ , que acompañó a la expansión del Islam en los siglos VII y VIII.

La producción agrícola estaba organizada científicamente y se fundaba en extensos conocimientos botánicos; por ejemplo, el andalusí Ibn al-Baytar (1190-1248), nacido en Benalmádena, estudió y describió más de 1400 especies de plantas, especificando sus posibles usos terapéuticos. La medicina musulmana era de carácter preventivo y se basaba en la dieta y el uso medicinal de las plantas. Esa producción agrícola estaba destinada al mercado, por lo que se hacían cultivos rotativos que daban varias cosechas al año. Dejó de cultivarse para la mera subsistencia y se empezó a producir alimentos para el mercado, lo que incrementó notablemente las posibilidades económicas, pues facilitó el desarrollo de las ciudades. Entre las ciudades medievales destacó Córdoba, que llegó a tener medio millón de habitantes, 300 baños públicos, 28 arrabales,… Lo que significa que la artesanía y el comercio se multiplicaron, como las ciencias y las artes. Ello hizo que los Califatos musulmanes fueran las principales potencias económicas y culturales de la Edad Media.

 

El comercio a larga distancia

Los árabes era un pueblo comerciante desde la Antigüedad. La situación estratégica de la península arábiga entre el océano Índico y el mar Mediterráneo y entre Asia y África, hacen de ella una encrucijada de caminos, situada en el paso de importantes rutas comerciales que van desde Centro-África hasta Persia, la India y las estepas del Centro de Asia, y desde el occidente europeo hasta Indonesia en el Extremo Oriente. El espíritu comercial era algo inherente a los pueblos que vivían en esa región. Por eso la expansión de la religión musulmana, que llevó a los árabes a situarse a la cabeza de numerosas naciones, promovió al mismo tiempo el desarrollo de las rutas comerciales. Baste recordar que uno de los personajes más famosos de Las mil y una noches , es el comerciante Simbad el Marino, cuyas aventuras por los mares del Sur han hecho las delicias de incontables generaciones de niños y adultos desde aquella época.

La famosa ‘ruta de la seda’ nacía en China y atravesaba toda Asia hasta Antioquía en Siria y la antigua Constantinopla (hoy convertida en Istambul y capital de Turkía). Las prolongaciones de esa importante ruta comercial llegaban hasta al-Ándalus por occidente y la península de Corea por oriente, y también el sur de la India y el cuerno de África. Y por ella circulaban piedras y metales preciosos, telas, ámbar, marfil, laca, especias, vidrio, coral y productos manufacturados. A lo largo de ella, se establecieron Estados islámicos que organizaron el comercio, estableciendo normas regulativas de los intercambios mercantiles y garantizando el tránsito de mercancías mediante la protección de los mercaderes. Crearon el dinar , una moneda de oro que circuló ampliamente en la Edad Media por medio mundo para hacer factible ese comercio; el nombre proviene del denarius romano y de esa palabra viene nuestro castellano ‘dinero’ .

 

El sistema de clases

Averroes (1126-1198), el filósofo más importante de entre los que vivieron en al-Ándalus durante la Edad Media, describió la vida política de su tiempo en un libro titulado Explicación de la República de Platón . En este libro afirma que el Estado islámico era una timocracia, lo que significa que el poder estaba en manos de los ricos comerciantes árabes. Junto a ella, otra fracción de la clase dominante es la aristocracia agraria, que había dirigido la revolución agrícola de la que hemos hablado. Una pequeña y mediana burguesía ciudadana nutría la sociedad de intelectuales, científicos y artísticas. Entre éstos cuentan musulmanes y judíos, pues la convivencia entre esas comunidades fue perfecta hasta los disturbios del siglo XI bajo los almorávides.

Por debajo, los artesanos y los campesinos habían mejorado sus condiciones de vida respecto de la dominación goda, pues eran considerados hombres libres, y contrataban el cultivo de las tierras en propiedad de la nobleza mediante el sistema de aparcería. El agricultor tenía derecho a usar la tierra para producir alimentos, y el propietario recibía una parte de la cosecha, que en ningún caso podía superar la mitad de la producción. La última clase social eran los esclavos, a quienes se les reconocía derechos, pues éstos vienen prescritos en el Corán, el libro sagrado que contiene las enseñanzas de Mahoma.

La situación de las mujeres también mejora en aquellos años. Tenemos el testimonio de Averroes, quien fue juez en las ciudades de Córdoba y Sevilla, además de un reputado jurista erudito en la ley islámica; su libro sobre el tema, Bidaya , es conocido y estudiado en todo el mundo musulmán. En este texto, el filósofo se queja de que la falta de consideración hacia las mujeres priva a la sociedad de una importante fuerza de trabajo y producción, y por tanto una fuente de riqueza social, criticando que las mujeres sean consideradas solo como madres y criadoras de niños. Por eso, se muestra partidario de que las mujeres tengan derechos y libertades: pueden heredar y ejercer cargos de jueces; pueden salir sin velo a la calle; tienen derecho al divorcio en caso de malos tratos por parte del marido; etc.

La clase social dominante se apoya en el Estado islámico, que constituye una administración para hacer posible la convivencia social y el desarrollo económico: defensa, policía, judicatura, contabilidad, medicina, educación pública, etc. Esa estructura burocrática tiene a su cabeza una monarquía -el Califa-, dentro de una organización que puede definirse como ‘despotismo ilustrado’ . El Califa se rodea de sabios consejeros que le ayudan en el gobierno; algunos de ellos llegaron a ser auténticos filósofos de talla universal: al-Farabi (872-950), Avicena (980-1037), Maimónides (1135-1204),…, los sabios en la cultura islámica de los siglos IX al XII ocupan los más altos cargos del Estado. Así por ejemplo, los Califas almorávides gozaron de un consejero de la talla de con Avempace (†1138); y los Califas almohades que dominaron en al-Ándalus y el Magreb, durante el siglo XII, estaban rodeados de una grupo de filósofos de primera talla, entre ellos el citado Averroes, junto con el sabio Abentofail (1110-1185).

 

El racionalismo musulmán

El esplendor cultural acompañó al desarrollo económico, promocionando dentro de ese orden social el estudio de la ciencia y el cultivo de las artes y las letras. La tolerancia del Islam permitió la convivencia entre religiones y favoreció el desarrollo intelectual y científico. Baste recordar que el siglo XI en la península Ibérica es considerado un auténtico Siglo de Oro de la poesía hebrea; entre esos poetas destacan especialmente los que escribieron en el reino taifa independiente de Zaragoza antes de la conquista cristiana, con autores como Ibn Gabirol (1021-1059), -quien también fue un importante metafísico, cuya Fons vitae ejerció una enorme influencia en la cultura europea de la Baja Edad Media-; o el tudelano Ibn Ezra (1089-1164) -quien también fue científico y teólogo-; Ibn Paquda, etc.

El filósofo musulmán o judío de la Edad Media es un alto funcionario de la corte califal; realiza funciones de consejero, ha recibido una esmerada educación y tiene amplios conocimientos científicos: medicina, leyes, astronomía, lógica, metafísica, etc. Esas características determinan una forma de pensar, según la cual la razón es la más alta cualidad del ser humano y está por encima de la fe. En opinión de esos filósofos, la fe puede ser discriminada según criterios racionales: la fe verdadera es la que se ajusta a las condiciones de la razón y el filósofo está obligado en conciencia a escoger la mejor religión.

Para estos filósofos todas las religiones son verdaderas, pues no son sino manifestaciones de una religión universal de la humanidad. Por eso está permitido el culto de todas ellas y en la península ibérica convivirán pacíficamente el Islam, el judaísmo y el cristianismo durante los siglos medievales. [1] El filósofo y teólogo murciano Ibn Arabí (1192-1270), que emigró a Palestina y murió allí, recoge esta idea en un hermoso poema:

Mi corazón es prado ¡ay! de las gacelas.

Mi corazón acoge todas las creencias.

Refugio para el monje,

templo para el ídolo,

Kaaba del peregrino.

Es tabla de la Torá

y libro al-Corán.

La religión del amor sólo sigo.

 

Es una forma de ver la religión con un profundo carácter ilustrado, que nos recuerda a las ideas de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). Las poblaciones cristianas tardarán siglos en adoptar una actitud tan tolerante y comprensiva ante las diferencias religiosas -recuérdense las guerras de religión durante el Renacimiento y el Barroco-. La religión es vista por estos filósofos como un conjunto de enseñanzas, cuyo objetivo es la educación popular. El filósofo racionalista tiene una visión intelectual de los símbolos religiosos, los interpreta con el análisis crítico y les da un sentido razonable. Sabe que el pueblo llano necesita ese lenguaje de las imágenes sagradas para acceder a las verdades fundamentales de la vida humana: el objetivo de la religión es crear confianza en la vida social, inculcando normas de comportamiento razonable. Y el sabio se siente en comunión con las gentes de su pueblo, de forma que participa con gusto en las ceremonias de la religión que le unen al resto de la sociedad. La ausencia de dogmas y las sensatas obligaciones religiosas del Islam, facilitan esa interpretación racionalista de la existencia humana.

Los teólogos cristianos han detestado esa forma racionalista de interpretar la religión, porque el cristianismo descansa en un irracionalismo de fondo: la fe es superior a la razón. Por eso, la Escolástica medieval cristiana desfiguró la filosofía averroísta, interpretando su doctrina como ‘la teoría de la doble verdad’ : la verdad de la fe y la verdad de la razón, que no son coincidentes. Pero lo que afirma Averroes es que la interpretación racionalista de la fe es necesaria para que el sabio no tenga que elegir entre renunciar a su participación en el culto, o bien a su razón -como hacen los cristianos que no son heréticos-.

Los filósofos musulmanes piensan que la razón es universal y pertenece a todos los seres humanos, porque las ideas que los humanos poseemos, son producidas por una Inteligencia Cósmica, emanada del Creador del universo. Aristóteles (384-322 a.C.) llamaba ‘intelecto agente’ a esa potencia de producir ideas que tiene el ser humano; y aunque su doctrina es oscura, un peripatético del siglo II, Alejandro de Afrodisia, interpretó que el intelecto agente era una fuerza cósmica que iluminaba la inteligencia humana, legando esa doctrina a la posteridad. Tal vez al lector no se lo parezca, pero tiene un profundo sentido racional, porque el intelecto agente -bien interpretado en términos modernos-, no es otra cosa que el lenguaje, el cual por otra parte constituye la máxima preocupación de los filósofos modernos, pues hoy se cree saber que la humanidad posee ideas gracias a poseer el don del habla.

 

El desarrollo científico

El historiador toledano Said al-Andalusí (1029-1070) afirmó en su historia de las ciencias, que los pueblos hispanos abrazaron el Islam y la cultura árabe para poder desarrollarse intelectualmente en contacto con las civilizaciones más avanzadas de la época. [2] Los andalusíes aprovecharon el preceptivo viaje a la Meca para visitar Oriente y realizar estudios en las escuelas científicas y filosóficas más importantes de la época. A la vuelta traían libros que difundirían el saber en su tierra natal. Es por eso que en el siglo XI la ciencia, la literatura y la filosofía, alcanzaron un importante desarrollo en al-Ándalus. Entre los andalusíes que importaron la filosofía merece mencionarse Ibn Masarra (883-931), que fundó una comunidad con carácter místico, y también al-Kirmani (970-1066) quien en su viaje por tierras de Siria y Egipto estudió las ciencias y trajo la Enciclopedia de los Hermanos de la Pureza , una obra que contenía los conocimientos científicos y filosóficos de la época en 52 epístolas.

Los musulmanes adoptaron la teoría astronómica de Ptolomeo (90-168), cuyo libro –Almagesto en árabe- situaba a la Tierra en el centro del universo y explicaba el movimiento de los astros suponiendo la existencia de unas esferas concéntricas de éter que giraban alrededor de la Tierra. Los Califas construyeron observatorios y bibliotecas en Bagdad, el Cairo, Samarcanda y otros lugares. Durante siglos los musulmanes observaron los cielos acumulando datos y perfeccionando la teoría para ajustarla a los hechos empíricos. Esos datos fueron utilizados en Europa hasta el siglo XIX, como las tablas astronómicas de Azarquiel (1029-1087), investigador musulmán de Toledo que emigró cuando la conquista cristiana. Este astrónomo perfeccionó el astrolabio para mejorar las observaciones celestes. Otros filósofos andalusíes, entre ellos el importante Averroes, criticaron la teoría de Ptolomeo como poco plausible por sus complicados artificios para explicar el movimiento de los astros y su influencia no dejaría de sentirse en la astronomía de su tiempo.

La medicina fue una ciencia a la que los musulmanes dedicaron una especial atención, pues su práctica era una recomendación de Mahoma; por eso numerosos musulmanes se dedicaban a su estudio. Los grandes filósofos racionalistas también practicaron la medicina y una de sus competencias en la corte era velar por la salud del gobernante. Es el caso de Avicena, cuyo Canon de Medicina se estudió en las universidades europeas durante toda la época moderna. También Averroes fue médico del califa almohade y su libro, Colliget -deformación de la palabra árabe al-Kuliyat -, influyó especialmente en la universidad de Padua. Maimónides fue médico del Califa de Egipto, pero no dejó ninguna obra médica escrita y es más conocido por su reflexión sobre el fenómeno religioso, y la interpretación racional de los mitos hebreos recogidos en la Biblia. Otros famosos médicos que merecen mencionarse, entre los numerosos investigadores musulmanes, fueron Rhazes (865-925) -que hizo una síntesis de la medicina griega, la india y la de Oriente Medio-, al-Nafis (1213-1288) -que descubrió la circulación menor de la sangre, hecho que pasó desapercibido en Europa hasta Miguel Servet (1511-1553)-, y el andalusí Avenzoar (†1162) -maestro de Averroes-.

En matemáticas los sabios musulmanes -entre ellos al-Juwarizmi (780-850), cuyo nombre daría origen a la palabra ‘algoritmo’ – desarrollaron el álgebra e importaron las cifras indias para construir la numeración moderna. Sabemos que las nueve cifras más el cero llegaron a Europa a través del monasterio de Ripoll en el Pirineo catalán bajo influencia andalusí. Entre los sabios musulmanes se alcanzó un importante dominio de la lógica. La lógica aristotélica fue traducida al árabe y explicada por al-Farabi, filósofo de origen persa que trabajó en Bagdad. Su importante labor en la interpretación de Aristóteles desde el punto de vista de la cultura árabe le ha valido el título de ‘segundo maestro’ entre los musulmanes, pues el primero es evidentemente el propio Aristóteles. Algunos autores afirman que entre estos pensadores predominaba una lógica trivalente, con un valor intermedio entre la verdad y la falsedad. También era frecuente el uso de la analogía, que partía del análisis de los objetos o los conceptos para encontrar los elementos de semejanza entre ellos. [3] Finalmente entre los científicos musulmanes también está atestiguado el uso de la experimentación para investigar los hechos y fueron ellos los que trasmitieron la tradición científica a los europeos.

 

El ocaso de la cultura musulmana y la influencia en Europa

Hacia el siglo XII el imperio de los árabes comienza a decaer y doscientos años más tarde buena parte de las poblaciones de religión musulmana cae bajo el dominio del imperio otomano. ¿Cuáles fueron las razones que condujeron a ese declinar de la dominación árabe hacia el final de la Edad Media? Los cuatro factores más fundamentales que en mi opinión condujeron al estancamiento de la civilización musulmana, son:

a) agotamiento del impulso cultural que dio origen al Islam, con su revolución económica y sus avance sociales;

b) la burocratización del Estado y la creación de una capa de funcionarios con intereses específicos de clase;

c) el giro intelectual característicamente antirracionalista que se produce en la teología musulmana, cuando la escuela asariya de Basora pasa a representar la ortodoxia islámica con Algazel, frente a la escuela mutazilí del califato abasí de Bagdad;

d) el ataque cristiano organizado en las Cruzadas, la guerra de civilizaciones.

 

De esas cuatro causas, nos interesa sobre todo la tercera desde el punto de vista filosófico. La escuela teológica mutazilí tenía carácter racionalista, fue considerada ortodoxa en los primeros siglos del Islam, y recibió un fuerte impulso por el Califato de Bagdad en sus años de esplendor, con el objetivo de difundir y organizar una cultura racional en la sociedad musulmana. Sus puntos de vista son similares a los que se han explicado más arriba entre los filósofos racionalistas. Sin embargo, la escuela asariya de Basora tenía puntos de vista muy diferentes, consideraba que la razón humana no es capaz de alcanzar la verdad y por tanto la única verdad accesible al ser humano proviene de la Revelación, es decir, del libro sagrado al-Corán . Esta escuela produjo uno de los filósofos más agudos y brillantes del Islam, Algazel (1058-1111), quien se encargó de realizar un ataque a la razón dando un giro radical al pensamiento islámico.

El Islam no tiene una estructura eclesial jerárquica, ni tampoco admite dogmas; no es posible utilizar la violencia para imponer una forma de la creencia religiosa. Por eso el único camino que le quedaba a Algazel para oponerse a la razón era desacreditarla; escribe decenas de libros, entre ellos uno titulado Incoherencia de los filósofos , en el que su filosofía escéptica desarrolla una buena serie de argumentos contra el conocimiento racional para acabar afirmando la verdad de la fe. Muchos de los argumentos que utilizará David Hume (1711-1776) para criticar la metafísica -como la inconsistencia de la noción de causa o de otras ideas metafísicas-, están ya enunciados por este filósofo persa del siglo XI.

Averroes escribió la Incoherencia de la incoherencia para desautorizar la crítica de Algazel, con un agudo sentido filosófico que nos recuerda la respuesta de Inmanuel Kant (1724-1804) a Hume. Pero la suerte de la cultura islámica ya estaba echada; el libro de Averroes no tuvo el éxito que hubiera merecido, e incluso su autor tuvo que sufrir las insidias de los nuevos ortodoxos antirracionalistas o integristas. Algazel, en cambio, ha sido considerado desde entonces el representante de la ortodoxia islámica, eclipsando completamente el racionalismo entre los musulmanes. Es interesante notar que ese triunfo del escepticismo y el irracionalismo religioso acompaña a la decadencia de los árabes y la sustitución de su dominación carismática y racionalista por el militarismo, propio del dominio turco en el mundo islámico hasta el siglo XX.

Averroes no es conocido como filósofo en el mundo musulmán, sino como jurista. En cambio su influencia tuvo una enorme importancia en Europa al final del medievo, creando una corriente propia, el averroísmo latino, de carácter heterodoxo y contra la que escribió Tomás de Aquino sus obras. En la tradición filosófica de occidente se suele afirmar que el de Aquino expurgó las obras de Aristóteles de los falsos añadidos de Averroes; con ello quería hacer un Aristóteles católico, compatible con la fe cristiana antes incluso de que ésta existiese. Pero según como se mire, la interpretación racionalista de Averroes se acerca más al espíritu de Aristóteles, que la de Tomás de Aquino.

El pensamiento europeo recibió el impulso científico desde la cultura andalusí y norteafricana al final de la Edad Media. En ese desarrollo científico la recepción de Aristóteles jugó un papel fundamental, porque su filosofía servía como referente para la organización de los estudios medievales. Por eso, tuvo tanta importancia el magisterio de Averroes, el Comentador de Aristóteles por excelencia. Pero también hubo otras influencias, como por ejemplo, Avicena fue seguido en por los autores de la Universidad de Oxford -dentro de una corriente de pensamiento que a veces se denomina ‘agustinismo avicenista’ -, entre los que cuentan Grosseteste (1175-1253) y Roger Bacon (1220-1292), quienes iniciaron el método empirista y la experimentación en Inglaterra. La Metafísica de Avicena es un libro extraordinario por su coherencia y su sistematización, que despertó una profunda admiración entre los escolásticos medievales.

Finalmente, quizás nada sea tan significativo de la influencia de la cultura musulmana en la Europa medieval, como el hecho de que la Divina Comedia del Dante fuera una traslación al italiano de ciertos motivos de la teología musulmana, que fueron recogidos por Ibn Arabí en sus escritos. Miguel Asín Palacios demostró a principios del siglo XX esa tesis, a partir de la constatación de la enorme similitud entre la escatología musulmana y la cristiana. [4] De modo que la obra cumbre de la literatura europea, que es señalada como el primer texto de un nuevo Renacimiento, está inspirada ni más ni menos en la teología musulmana. Y lo cierto es que en muchos aspectos el primer Renacimiento no fue sino la continuación de la cultura desarrollada en el sur de Europa y norte de África -especialmente


[1] Se objetará que hubo persecuciones de los cristianos mozárabes bajo el Islam en la península ibérica. Pero éstas eran consecuencia de revueltas militares en unos casos, o incluso provocaciones en otros, por parte de la población cristiana que llegó a profanar costumbres consideradas sagradas por los musulmanes. Los mozárabes fueron reconocidos por los musulmanes como comunidad de derecho, conservando su ley, su fe y sus iglesias, participando después en la difusión de la cultura islámica por Europa. Sin embargo, los mozárabes toledanos colaboraron con Alfonso VI en la conquista de la ciudad, provocando los conflictos interétnicos de los siglos XI y XII en al-Ándalus; después sirvieron en la Escuela de Traductores que vertió la ciencia y la filosofía árabe al latín. Muy diferente fue la actitud de la monarquía cristiana, cuando los Reyes Católicos promovieron la limpieza étnica de la sociedad española al comienzo de la Edad Moderna, ordenando la conversión forzosa o bien la expulsión, lo que ocasionó el éxodo de 300.000 moriscos y 50.000 judíos.

[2] En la página del profesor de la UNED Andrés Martínez Lorca, pueden encontrarse interesantes referencias a la historia de al-Ándalus. Este profesor dirige una colección en la editorial Trotta con textos importantes referentes a la filosofía judeo-musulmana de la Edad Media y ha publicado varios estudios sobre Averroes. http://www.andresmlorca.com/

[3] Mahomed Ábed Yabri, El legado filosófico árabe , Madrid, Trotta, 2001.

[4] Miguel Asín Palacios, Dante y el Islam , Madrid, Voluntad, 1927.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.