El Héroe Nacional cubano José Martí dijo en cierta ocasión: “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan y los que odian y deshacen” pero podría añadirse que también se dividen en otros dos bandos: los que prefieren la inmundicia y los que gustan de las flores.
Los aquejados por lo primero, sólo recogen el mal olor en tanto los otros les regalan a sus sentidos el goce de las mejores fragancias.
Las flores son una especia vegetal extraña en tanto pueden crecer dentro de la inmundicia y a pesar de ello, regalan apetecibles fragancias. Si malvadas manos pretenden sepultar a las flores en excremento, éstas son capaces de abrirse paso, emerger del mismo incluso más rozagantes y fuertes y seguir regalando su apetecible olor. Son capaces de desechar aquello que no necesitan de la porquería y extraer de ésta la materia orgánica que necesitan para vivir y prosperar.
Es exactamente lo que pasa con Cuba. Cual una flor, ha sido capaz de emerger triunfante y hermosa de entre todo el estiércol que los Estados Unidos, con su cruel política y sus multifacéticos intentos difamadores, le ha venido echando encima desde siempre.
Pero la porquería que el país del Norte ha dedicado a tratar de sepultar a Cuba ha tenido diversas formas a través de la historia que han incluido la agresión directa, pero la patria de José Martí, cual persistente flor, siempre emerge, una y otra vez, con su mejor fragancia.
Al irracional intento por provocar la muerte de la Revolución Cubana, guardiana de la soberanía y la decencia del país, se suman ahora oportunistas de turno que a cambio de la efímera fama que les da el reconocimiento de congresistas anticubanos, funcionarios de gobierno, personeros de la mafia cubanoamericana y medios de prensa internacionales más algunos dólares y recargas de celulares, se prestan para jugar a la disidencia y hacerles el juego a los que pretenden aplicar, milímetro a milímetro, la teoría de los llamados “golpes blandos” emanada del ideólogo de la infamia, el ya fallecido Gene Sharp.
Al calor de los engendros de las agencias federales estadounidenses dedicadas a la desestabilización de gobiernos no afines con Washington, ha surgido el novísimo término de “agentes de cambio”.
Estos son los individuos seleccionados para promover el derrumbe de gobiernos por medios pretendidamente pacíficos, -siempre actuando bajos los preceptos de Sharp-, que no son más que aquellos cambios que gustan a los gobernantes de Estados Unidos, aquellos que han diseñado para las naciones que sostienen gobiernos no afines a sus gustos e intereses. Menudo quehacer.
Estos “agentes de cambio” son los encargados de arrojar la mayor suma posible de estiércol sobre la tierra que los vio nacer y actuar así en auxilio de las apetencias y esfuerzos del poderosísimo país que cada vez pretende sepultar lo más profundamente posible en la porquería a esa tierra.
Tales individuos “seleccionados” para erigirse en “apóstoles” de cambios no creen realmente en la ideología que los aúpa en tanto en sus actos y planteamientos, traslucen el disfrute que hacen de la notoriedad que les concede su ensayada y “aprendida” posición contrarrevolucionaria; esa que les inculcaron en cursos pagados en el extranjero por las entidades norteamericanas que dedican los fondos de los contribuyentes de su país a tratar de derrocar gobiernos molestos para la Casa Blanca.
A pesar de no ser historiador, no conozco patriota alguno de nuestras gestas libertarias que se haya puesto al lado de una potencia extranjera y en contra de Cuba para lograr objetivo alguno”, decía hace poco el Héroe de la República de Cuba Gerardo Hernández Nordelo en declaraciones a la Televisión Nacional. Nada más exacto.
Estas vedettes mediáticas son creadas al calor de declaraciones de adhesión de determinadas personalidades de la derecha internacional, convenientemente amplificadas por medios de prensa internacionales y por el instrumento de moda en estos tiempos: las redes sociales. Alabanzas de personalidades y propaganda mediática; he ahí los ingredientes de la receta elaborada por Sharp bajo el título “De la dictadura a la democracia”, para crear estos héroes de papel.
A los personeros de la mafia anticubana del Sur de La Florida ni a los gobernantes estadounidenses de turno en la Oficina Oval, como tampoco a los congresistas afanados en crear leyes perfeccionadoras del bloqueo, les interesa realmente el pueblo de Cuba ni bien alguno para el mismo.
Algunos legisladores como el senador Republicano por Carolina del Norte Jesse Helms y el representante por Indiana Dan Burton, creadores del engendro que bajo sus apellidos presentaron ante el Congreso el 9 de febrero de 1995, destinado a asfixiar a la Revolución Cubana, adolecieron de los mismos problemas que tantos otros “hacedores” de políticas anticubanas. Primero, actuando bajo los mismos principios que animan a los terroristas, no tuvieron en cuenta a los millones de personas que sus actos “supuestamente patrióticos” dañaban en aras de lograr sus objetivos y segundo, en sus currículos políticos personales no se podía encontrar ningún antecedente que los señalase como personas realmente interesadas en el bien de Cuba.
Resulta por demás muy posible que ni uno ni otro legislador conociesen siquiera la real ubicación geográfica del país al que decían defender con su ley. Ellos actuaron sólo impulsados por el dinero de la Fundación Nacional Cubanoamericana. Eso está claro.
Asimismo, tampoco los nuevos mercenarios son conscientes de haberse convertido en marionetas de aquellos que desde lejos, los animan en sus malsanos propósitos, ni del daño que pueden coadyuvar a infringir a la tranquilidad de sus conterráneos. Incluso, en su enfermiza obsesión contrarrevolucionaria, ansían una agresión militar directa de Estados Unidos que supuestamente “les solucione de una vez el problema” que les representa la Revolución en el poder. Muy originales patriotas.
Pero cual flor, una y otra vez agredida, calumniada, ofendida con el cieno vertido sobre ella por Estados Unidos y sus aliados de dentro y de fuera, Cuba reaparece, cual Ave Fénix, cada vez con nuevos bríos y renovado brillo, hábilmente alimentada del propio estiércol con el que pretenden ahogarla.
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