Recomiendo:
0

La furia del hechicero y la venganza de Roger Casement

Fuentes: Rebelión

Días pasados Mario Vargas Llosa descargó otra de sus habituales diatribas sobre los gobiernos y líderes progresistas y de izquierda de Latinoamérica. [1] Pero en esta oportunidad dio un paso más y no se privó de atacar también a los electorados que, según su peculiar visión, al elegir a gobiernos «populistas» optan por la barbarie […]

Días pasados Mario Vargas Llosa descargó otra de sus habituales diatribas sobre los gobiernos y líderes progresistas y de izquierda de Latinoamérica. [1] Pero en esta oportunidad dio un paso más y no se privó de atacar también a los electorados que, según su peculiar visión, al elegir a gobiernos «populistas» optan por la barbarie y el atraso de la tribu en lugar de disfrutar las mieles de la civilización capitalista. El novelista está furioso porque algunos países de Latinoamérica no parecen dispuestos a querer avanzar por el sendero neoliberal que él les viene proponiendo desde hace tanto tiempo.

Como no podía ser de otro modo objeto preferente de su ojeriza es el gobierno de Nicolás Maduro. Desde el confort y el lujo de la deliciosa Marbella descerraja sus disparos contra Diosdado Cabello, quien le pidió a su gente que «recurran al trueque para desterrar del país de una vez por todas la moneda imperialista.» El novelista abunda en el asunto y denuncia tarde lo que el gobierno bolivariano viene denunciando hace años: que como parte de la guerra económica que Washington le declaró a Venezuela las mafias vinculadas a los capos del imperio se apoderan de cuanto bolívar circula en el mercado, se los llevan a Colombia y dejan a la población sin circulante para hacer sus compras.

Esto no es producto de la lógica del mercado sino una perversa artimaña destinada a fomentar el malhumor social y potenciar el descontento con el gobierno, apostando a que estas penurias provocarán la tan esperada insurrección popular que ponga fin al gobierno de Maduro. En otras palabras: planificar el caos económico y social y sentarse a esperar que maduren las condiciones para la revuelta popular.

Pero el señalamiento de Vargas Llosa se detiene, no por obra del azar o el descuido, en el engañoso mundo de las apariencias dado que omite identificar las causas que originan la desaparición del circulante y los objetivos que la Casa Blanca persigue con esta maniobra. Oculta a sabiendas que esta operación es una de las vigas maestras de las «guerras de quinta generación» (también llamadas «guerras híbridas») que lleva a la práctica el imperio. [2] Guerras que ya no se libran con armas convencionales sino por medio de la conquista de las mentes y los corazones de los pueblos, sembrando el caos, promoviendo el odio y la ira, incentivando el temor y canalizando todas estas frustraciones hacia el gobierno que Estados Unidos desea destruir. En suma: ganar una guerra sin disparar una sola bala y confiando en la eficacia de la «artillería del pensamiento», como advirtiera Hugo Chávez.

El diagnóstico del novelista es categórico: «lo que ha hecho con Venezuela el ‘socialismo del siglo XXI’ es uno de los peores cataclismos de la historia.» Puede ser, porque lo ha reconocido el propio gobierno bolivariano. Pero no basta con constatar un crimen de lesa humanidad: hay que investigar quién es el culpable, el autor intelectual y el agente material responsable de esta situación. Recordemos: no fueron también cataclismos los que ocasionó Estados Unidos en Irak, en Libia, en Siria, antes en Chile, Nicaragua, Haití, República Dominicana, Granada y por supuesto en Vietnam y en Indonesia, Camboya, Laos como antes lo produjeron los ataques de la Alemania nazi en Francia, Italia e Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial.

Todos los países víctimas de una agresión sufren terribles penurias, pero nadie en su sano juicio puede culpar a los agredidos por sus padecimientos. Al escritor no se le puede escapar el hecho de que Venezuela es víctima de una guerra de una crueldad infinita, que se ha cobrado miles de muertos por el bloqueo en el suministro de alimentos y medicamentos por lo que debe enfrentar una situación humanitaria de extrema gravedad. [3] Pero ¿desde cuándo la responsabilidad de esta tragedia recae sobre la víctima y no sobre los hampones, amigos y protectores de Vargas Llosa, que son los que perpetran el crimen de la guerra?

En la alucinada visión del novelista Estados Unidos es exaltado como la indiscutible vanguardia de la civilización, y por lo tanto incapaz de hacer el mal. Éste lo hacen los malos gobiernos que eligen los incorregibles latinoamericanos y nada debe culparse a Washington por nuestros infortunios. Al idealizar a Estados Unidos el escritor barre bajo la alfombra a una sociedad alienada y alienante que cada semana produce un asesinato colectivo perpetrado por un humanoide que «oye voces» que le ordenan entrar a una iglesia, una escuela, un hospital o una cafetería y disparar a mansalva: o un veterano desquiciado en las guerras de Irak, Siria o Afganistán, o un drogadicto enloquecido deseoso de vengarse de una sociedad que lo redujo a tan desgraciada condición. Nada de esto dice el locuaz y prolífico escritor.

También obvia la existencia de 50 millones de estadounidenses que viven bajo la línea de la pobreza y los otros tantos que están apenas por encima y que comen cuando pueden gracias a las «food stamps«; o la de los poco más de 550.000 «homeless» diseminados a lo largo y a lo ancho de todo el país; o la del 25 por ciento de la población de Estados Unidos que no tiene asistencia médica alguna o que la tiene en grado insuficiente. [4] Esto para ni hablar de una «civilización» que perpetró los dos mayores atentados terroristas de la historia de la humanidad al reducir en instantes a cenizas a más de doscientas mil personas inocentes cuyo único delito había sido vivir en Hiroshima y Nagasaki.

Incapaz de controlar el sesgo ideológico que tanto lo ofusca el autor de Conversación en la Catedral clama por los «cuatro millones de venezolanos» que han huido del país, pero cierra beatíficamente sus ojos ante los ocho millones de desplazados en Colombia, oficialmente reconocidos por las autoridades de ese país. Cuatro millones (suponiendo que sean cuatro) que huyen de Venezuela es una catástrofe; ocho millones que abandonan los campos colombianos es un agradable paseo que no despierta el menor reproche en el rencoroso escritor. Peor aún, en su desbocada iracundia se congratula de que Chile «progrese a pasos de gigante» al igual que en «Colombia, donde la democracia funciona y parece hacer avances pese a todas las deficiencias del llamado ‘proceso de paz’.» Es obvio que el novelista extravía por completo el rumbo cuando abandona el terreno de la ficción -en el que se mueve con indiscutible maestría- y pretende instalarse como un cronista objetivo y profundo de su época. Para su desazón hay que decir que en este terreno es apenas un diletante.

Por ejemplo, se escandaliza de las «gigantescas fortunas» fugadas por la dirigencia chavista sin aportar, como ocurre invariablemente en sus frecuentes libelos, un solo dato concreto o una sola fuente objetiva sobre la cual apoyar sus denuncias. Pero seré solidario con él y le ofreceré una información que seguramente le será de utilidad: bajo el gobierno de su admirado amigo Mauricio Macri fugaron de la Argentina, entre el 1º de Enero del 2016 y el 30 de Junio de 2019, la friolera de 70.200 millones de dólares, a razón de 54 millones de dólares día a día, incluyendo sábados, domingos y «fiestas de guardar.» Son datos oficiales del Banco Central. Pero como se trata de un amigo el novelista seguramente se llamará a silencio ante este descomunal saqueo. Prefiere fantasear con el dinero que los chavistas habrían fugado de Venezuela y no meter sus narices en los delitos cometidos por sus amigos y auspiciantes.

En su nota prosigue con sus difamaciones: centenares de presos políticos en Venezuela, torturas sistemáticas, cuerpos represivos que se multiplican, «impopularidad del régimen», «asesinatos a mansalva», sometimiento vía terror y siguen las letanías. Pero, ¿está hablando de Colombia, donde cada semana desaparecen, torturan o matan a tres o cuatro militantes sociales? ¡No! Habla de Venezuela, poniendo su exquisita pluma de escritor de ficciones al servicio de los más sórdidos intereses de las clases dominantes de Estados Unidos y América Latina. Y se permite agredir también a nuestra Cuba, heroico país que ha soportado con un alarde de patriotismo y estoicismo admirables sesenta años ininterrumpidos de agresiones norteamericanas. Pero el autor de La Casa Verde pasa por alto esa nimiedad y se permite describir a Cuba como un país «que se ha quedado fuera de la historia.» Sangra por su aún entreabierta herida porque quien se quedó fuera de la historia fue él, postergando para siempre sus sueños de ser presidente del Perú. Sus compatriotas le propinaron una derrota humillante a manos de Alberto Fujimori en la elección presidencial de 1990. Después de ese masivo repudio tuvo que optar por la ciudadanía española. ¡Y pese a ello tiene la desfachatez de decir que Cuba se quedó fuera de la historia!

Es obvio que lo propio de este novelista no es el ensayo sino la ficción. Si muchos de sus personajes volvieran a vivir (pienso en el entrañable irlandés Roger Casement, héroe de El Sueño del Celta) seguramente lo increparían sin piedad por su cinismo y por su deshonestidad al poner en sus bocas palabras y discursos anticapitalistas y antiimperialistas que luego desprecia y denigra cuando abandona sus ficciones y se dedica a comentar lo que ocurre en el mundo real. Por ejemplo, en este mismo artículo le reprocha a argentinas y argentinos por su «locura furiosa» expresada en las elecciones primarias del 11 de Agosto que se tradujeron en una categórica derrota de su amigo Mauricio. «Yo pienso» -dice el escritor- «que el llamado ‘gradualismo’, el empeño del equipo de Macri en no exigir más sacrificios a un pueblo extenuado por los desmanes de los Kirchner» fue el causante de la derrota. Es obvio que Vargas Llosa no tiene la menor idea de lo que ha ocurrido en la Argentina.

Sólo un ignorante, o una persona desalmada, puede «exigir más sacrificios» a un pueblo que gracias a las políticas que él propone con tanto ahínco ha sido empobrecido, hambreado, desinformado y confundido por la propaganda oficial, abrumado por aumentos escalofriantes en las tarifas de los servicios públicos, por la escalada inflacionaria, crecientemente desempleado, con miles de pequeñas y medianas empresas cerradas, con el consumo cayendo en picada, con brutales recortes en los programas de salud y educación y con un país que se convirtió en un festival de endeudamiento y fuga de divisas. Y no sólo eso: el escritor se permite asegurar que el gobierno de su amigo, el que tomó por asalto y saqueó a la Argentina es «probablemente el más competente y honrado que ha tenido el país en mucho tiempo.» Ni honrado ni competente, sino todo lo contrario, don Mario. Y si tiene tiempo venga a la Argentina y converse con gente real, de carne y hueso, no las momias con las que alterna cuando nos visita, y compruebe por usted mismo si todavía se les puede exigir que hagan más sacrificios. Sobre todo para que los ricachones que nos gobiernan sigan abultando sus fortunas de manera escandalosa. [5]

Termina usted su balance de esta penosa marcha desde la supuesta civilización a la barbarie refiriéndose a los gobiernos de Nicaragua, Bolivia y México. La verdad: nada nuevo. Reproduce sin el brillo que su pluma exhibe en sus novelas las mentiras y «posverdades» que elaboran sin cesar sus amigos en Washington y reproduce la peonada intelectual y política que el imperio apaña y mantiene en estas latitudes. Fulmina a Ortega, a Evo y a López Obrador sin aportar un solo dato, sin la menor especificación del contexto, sin situar históricamente las luchas de esos gobiernos sometidos por siglos a la opresión imperialista. Lo hace confiado en el hechizo de su prosa. Pero no basta. Acusa con impudicia a Evo de pretender eternizarse en el poder, habiendo sido de lejos el mejor presidente de toda la historia de Bolivia y construido la economía más sana y dinámica de Nuestra América. Nada de eso le importa. Esa «eternización» es maligna, dice, pero no así la de su compadre Felipe González o la de su mentora ideológica y política Margaret Thatcher. En estos casos sus prolongadas permanencias en el gobierno fueron síntoma de virtud republicana. [6] Lo que es bueno en un europeo es malo cuando lo hace un indio, un mulato o un obrero. No hace falta ser un psicólogo para percibir el racismo subyacente a aquella denuncia.

No le va mejor a AMLO, que también cae bajo el rayo de su inquina: «prosiguen los asesinatos de periodistas y mujeres a un ritmo aterrador», afirma, y su «populismo comienza a carcomer una economía que, pese a la corrupción del gobierno anterior, parecía bien orientada.» Los asesinatos de periodistas y los feminicidios comenzaron con los gobiernos que precedieron a López Obrador y que Vargas Llosa apoyó con todas sus fuerzas, ¿o se le olvidó ese detalle? Y eso de que la «economía parecía bien orientada» es un certificado oficial de ignorancia en lo más elemental de la ciencia y la historia económicas. Charlatanería pura, como la que exalta las «democraduras» de Piñera y Duque en Chile y Colombia. En Chile, país con el mayor endeudamiento per cápita América Latina producto de la privatización de casi todo, incluida el agua, y en donde según un estudio de la prestigiosa Fundación Sol de ese país «más de la mitad de los trabajadores asalariados no puede sacar a una familia promedio de la pobreza» y cuya población se ha resignado a ser gobernada por los ricachones y sus representantes políticos y ya no se molesta en ir a votar. Ese es el modelo a imitar, según el escritor, pese que es uno de los países más desiguales del mundo, comparable a la de Rwanda. [7]

Y el otro modelo es nada menos que Colombia, país sometido al flagelo de una interminable matazón que no cesa y que no provoca el menor gesto de compasión del imperturbable novelista hispano-peruano, que debería avergonzarse de ello. Lo mismo cuando todavía se pregunta si «el gigante brasileño comenzará el retorno a la barbarie». ¡Teléfono, don Mario! No se enteró que Jair Bolsonaro preside Brasil y que la barbarie ya está instalada en el Palacio del Planalto. Bolsonaro le declaró la guerra a la cultura, prohibió la «ideología de género», condena a las escuelas formadoras de ciudadanos, a la naturaleza misma, siendo el principal autor intelectual y político del gigantesco incendio que se está devorando partes de la Amazonía. ¿No son suficientemente bárbaras todas estas iniciativas? No lee los diarios, no explora lo que dicen las redes sociales (no la de sus amigos, que le pintan un mundo beatífico que, aparentemente, usted toma por cierto). ¿No sabe que hubo un «golpe blando» en Brasil y que terminó con el gobierno legal y legítimo de Dilma Rousseff y que sus verdugos fueron dos bandidos, Michel Temer y Eduardo Cunha que ahora están en la cárcel por ladrones. También lo está Lula, pese a que en el juicio el juez Sergio Moro dijo que no tenía pruebas de la corrupción de Lula pero que estaba convencido que había robado un departamento. ¿No le suena a despotismo monárquico todo esto? Tal vez no porque el polémico rey emérito de España, Juan Carlos, le confirió un título de nobleza y lo hizo Marqués. Pero, ¿le parece un gesto civilizatorio regresar a la época de la Inquisición en donde un cura enviaba a la hoguera a una mujer porque también él, como el juez Moro, estaba convencido que la víctima era una bruja que se había entregado gozosa a la concuspicencia de Satanás? ¿No sabía que Moro, dilecto alumno de los programas de «buenas prácticas» que organiza el gobierno de Estados Unidos, fue premiado por Bolsonaro por encarcelar a Lula designándolo nada menos que Ministro de Justicia del Brasil? En fin, don Mario: ¿en qué mundo vive usted?

Pongo fin a esta nota con una breve alusión a una novela que tengo ya en mente y que los disparates propagandísticos de sus ensayos y la deslealtad en que incurre con los personajes de sus ficciones me urgen escribir. En ella hay una escena en la cual el irlandés Roger Casement se presenta abruptamente en su mansión madrileña. Toca a la puerta, usted le abre y él, sin decir agua va lo sujeta firmemente del cuello y lo abofetea hasta derribarlo. Ya en el suelo Roger se agacha, lo sujeta por los pelos y enfurecido le grita: «¿por qué me has traicionado, por qué exaltabas mi lucha anticolonialista y antiimperialista en el libro que me dedicaste y ahora te conviertes en vocero de toda esa basura que combatí toda mi vida? ¿Eso era tan sólo un negocio para ti? ¿Crees que lo que hice en el Congo Belga y en la Amazonía peruana era un juego? ¿Crees acaso que esas historias de barbarie se han terminado gracias al ‘progreso de la civilización capitalista’ como lo dices? ¿No ves en toda Latinoamérica y el Caribe gentes sufriendo las inenarrables penurias que tu narraste al novelar mis afanes en pos de la justicia y la dignidad humana? ¿Cómo explicas tu incoherencia?¿Hasta dónde piensas llegar con tu felonía? ¿Hasta cuándo seguirás mintiendo? ¿Eres consciente que descenderás a la historia como un personaje funesto, como Louis-Ferdinand Celine, el gran escritor francés del siglo veinte pero con su fama corroída irreparablemente por su apología del racismo y el nazismo? ¿Crees que otra será tu suerte? Te equivocas. Los heroicos personajes de tus novelas nos encargaremos, uno tras otro, de denunciar el hiato moral insalvable que separa al gran escritor que noveló nuestras luchas antiimperialistas del amanuense de las burguesías y sus amos imperialistas. Denunciaremos también la impostura y la doblez de quien escribe novelas de izquierda y en la vida real se coloca a la derecha de ellas. Razón por la cual los verdugos de la humanidad te suben a un pedestal mientras eres repudiado por las mujeres y hombres de buena voluntad que por doquier bregan por construir un mundo mejor.»

 

 

Notas:


[1] Cf. «Retorno a la barbarie», en El País (España) 31 de Agosto 2019. Reproducido en La Nación (Buenos Aires) 2 Septiembre 2019)

[2] Cf. Andrew Korybko, Guerras Híbridas. De las revoluciones de colores al golpe (Sao Paulo: Expressao Popular, 2015).

[3] Los bloqueos comerciales son mortíferos. El de EEUU a Irak ocasionó la muerte de unas 650.000 personas; desde el año 2017 las sanciones económicas de Trump a Venezuela llevaron a la muerte de por lo memos 40.000 personas según un reciente informe del Center for Economic Policy and Research de Washington, D. C. Ver http://cepr.net/press-center/press-releases/report-finds-us-sanctions-on-venezuela-are-responsible-for-tens-of-thousands-of-deaths

[4] La cifra de los «sin casa» se encuentra en https://endhomelessness.org/homelessness-in-america/homelessness-statistics/state-of-homelessness-report/ con base en informes oficiles del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano del gobierno de Estados Unidos. Los datos sobre la insuficiencia asistencia médica provienen de https://www.thebalance.com/health-care-inequality-facts-types-effect-solution-4174842

[5] Ver » El Presidente incrementó sus bienes en un 51% y es el tercer funcionario más rico de su gabinete», en Chequeado.com La mayoría de los miembros del gabinete y el círculo de amigos del régimen se enriquecieron escandalosamente durante la gestión de Mauricio Macri. Y casi sin excepción tienen depositadas sus fortunas en paraísos fiscales. Ver https://chequeado.com/el-explicador/declaraciones-juradas-arribas-dujovne-y-macri-los-mas-ricos-del-gabinete/

[6] Tal como lo reconoce con orgullo en su La Llamada de la Tribu (Madrid: Alfabuara, 2018). Una crítica a ese libro, y en particular a la «revelación» que le produjo su asombroso encuentro con Thatcher se encuentra en mi El Hechicero de la tribu. Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina (Madrid, México, Buenos Aires: AKAL, 2019).

[7] Cf. nota de Nicolás Bravo Sepúlveda, en el periódico digital El Mostrador www.elmostrador.cl/destacado/2019/08/21 Los datos sobre la desigualdad se encuentran en un informe del Banco Mundial: «Taking on inequality» (Washington: 2016)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.