La guerra toca sus tambores, el estruendo de la muerte parece avecinarse, la terquedad de poseer y dominar imprime un nuevo capítulo de tensiones en Occidente.
Los imperios rabiosos se preparan para disputarse un trofeo más, no les importa la cantidad de gente que pudiera ser sacrificada ni cuánto gasto signifique el armamento, es más, la industria que se frota las manos es justamente la militar, ¿son los rusos o los yanquis?, quizás sea viceversa o igual, al fin, ahora y como siempre, se trata de un reacomodo geopolítico del interés del capital, son los monopolios los que llevan la vanguardia, sin importar que a veces se disfracen de nacionalismo o independentismo, en este caso no encuentro la ranura de la justicia, y si bien el antiimperialismo señalaría primero a los Estados Unidos, la verdad es que el eje chino-ruso no se queda nada atrás, vivimos en la era del imperialismo y de la fase final del capitalismo, ya lo advirtió Lenin desde hace más de cien años.
La gran mayoría de la prensa global señala a Rusia como el malo, el “enemigo de la civilización” que busca satisfacer sus intereses, y tal vez en esta ocasión le atinen un poco más, pero también es verdad que en ese discurso se esconden dos grandes verdades disfrazadas. Primero, la vieja y rancia derecha sigue equiparando a la actual potencia rusa con la URSS, una premisa por demás falsa, muy, muy falsa, pero que les sirve para volver a denostar al comunismo, este discurso contrarrevolucionario es sembrado como manipulación ideológica para impactar a las nuevas generaciones que crecieron sin conocer el proyecto comunista y saber sobre sus postulados, siendo esto una más de las etapas de la lucha de clases mundial en el campo de las ideas. En una segunda intensión, este discurso es usado para equiparar a los Estados Unidos y sus aliados con lo supuestamente “bueno”, la propaganda que por décadas hemos visto en el cine de Hollywood, la televisión, la prensa y ahora en internet, es reactivada buscando el consenso de las poblaciones para, en teoría, enaltecer los mal llamados valores de la “libertad” estadunidenses, algo que significa entre otras cosas, que quien no está con el imperio yanqui, es un “enemigo” de Occidente.
Lejos de estas dos falsas premisas, la verdad es que ésta, como la mayoría de guerras acontecidas en los periodos de crisis capitalista, su razón y objetivo es reacomodar la balanza entre imperios y servir de válvula de escape para los conflictos que acontecen al interior de las naciones participantes. En esta nueva escalada de las disputas imperialistas lo que menos importa es el bienestar de la humanidad, ¿la evidencia?, pues es simple, ¿por qué en lugar de invertir millones de dólares en armamento para la guerra no se destina todo ese recurso para romper la brecha de desigualdad que la pandemia de Covid-19 ha puesto a la luz?, ¿por qué en lugar de una reunión urgente de la ONU para tratar temas referentes a la guerra no se convocó a una gran asamblea global para garantizar la salud en todo el mundo?, la respuesta es clara, la guerra es un negocio y es connatural al capitalismo siempre inhumano.
Ninguno de los ejes imperialistas está a favor de la humanidad y nuestra América lo sabe muy bien, habiendo sido convertida en el campo de disputa de su interés económico. En esta nueva escalada bélica capitalista, la única salida para el proletariado y los oprimidos, es, sin duda, el socialismo global.
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