Este título parece ser el argumento teológico de fondo que subyace entre los sostenedores de la “teoría de la verdad” sobre el conflicto (social y armado) que persiste reciclado en Colombia, que para efectos del consenso se ha dado en llamar conflicto interno colombiano.
Dos “instituciones” estatales surgidas del acuerdo Timo-Santos en la Habana 2016, de momento lo atestiguan: una, la variopinta comisión de la verdad con su ecléctico libro gordo de Petete, encargada de aprovecharse del sentimiento religioso popular para escenificar, a lo grande y con la ayuda del monopolio mediático, la verdad hegemónica oficial. Y otra, el tribunal de la justicia especial para la paz, no menos diletante, encargado de seleccionar a los “victimarios” previamente higienizados para impartir justicia sobre ellos, según aquella tesis del miniführer Uribe Vélez de que él y su familia de apóstoles fueron y son “victimas de la guerrilla de las fart”. Para muchos analistas del conflicto en comento, resulta increíble que una fuerza militar como la guerrilla de las FARC-EP que llegó a la Habana, haya pactado semejantes bodrios institucionales a menos que estuviera totalmente derrotada o su alta dirección puesta al servicio del Estado con el que estaba enfrentada desde hacía 50 años.
El conocido filósofo colombiano Sergio de Zubiría, quien, para bien de los verdaderos comunistas colombianos, dirige la Fundación Walter Benjamín, en julio 2022, en su revista “Líneas de Fuga N.º 11 ( https://drive.google.com/file/d/1P8GIAv1Dd2itXRxaxie63_o5rPqvSLoF/view ) que encarecidamente recomiendo leer, acompañado de otros sugerentes artículos, publicó una provocativa y muy bien sustentada tesis titulada, “ disputas por la verdad del conflicto interno colombiano” que puso y pone en discusión el objetivo final de la comisión de la verdad y su informe. En la parte concluyente (sin que esto pretenda saltarse el texto anterior) Zubiría menciona 5 dimensiones: la primera, hace referencia a la unión arbitraria del futuro con la Verdad. La segunda, al método de investigación “inductivo” del inmenso corpus recolectado y el del informe. La tercera, propone depurar la pregunta macro que orienta al informe ¿por qué a pesar de los múltiples acuerdos y procesos de paz, el conflicto interno no logra cerrarse y en cambio se recicla?. La cuarta, polemiza con las definiciones polémicas de los apartes «hallazgos» y «recomendaciones» que carecen de referencias teóricas. Y la quinta, me permito citar …
…”La quinta dimensión remite a profundizar dos tesis que son transversales en el tomo “Hallazgos” y hacen parte del legado de anteriores comisiones y del riguroso trabajo de la academia colombiana. La primera analiza el papel del Estado en el conflicto interno y la segunda las relaciones entre conflictividad social y conflicto armado. El Informe reitera la premisa del papel del Estado en los territorios como causa del conflicto porque este “brilló por su ausencia” como “abandono del Estado” (p.249). Existen investigaciones que muestran que esta posición lo que pretende es “excusar” al Estado y que su presencia siempre ha sido diferenciada y causante de la violencia política estructural que acompaña la historia política de Colombia. Ninguno de los hallazgos realiza un juicio sistemático al Estado; tampoco el término “terrorismo de Estado” aparece en el cuerpo del documento.
El Informe también sostiene que “el conflicto tapó todo” (p. 24) y que la profunda conflictividad social no “se ha dejado ver” (p.23); es decir, pretende desconectar de forma dualista el conflicto armado y la conflictividad social que denomina “subyacente”. Tendremos tiempo y pensamiento crítico para mantener la polémica sobre estas dos 2 tesis. Las condiciones de posibilidad para la emergencia de la “verdad del conflicto” son profundos campos en disputa. En muchas dimensiones son altamente adversas, pero el pensamiento crítico colombiano y latinoamericano, sabrá expedir las alertas y mantener los escenarios propicios para continuar la polémica”.
Más recientemente, un conocido analista del conflicto colombiano como Horacio Duque, este fin de año publica en la página Las 2 Orillas un importante diagnostico titulado, la paz total y el desolador escenario de la violencia en Colombia ( https://www.las2orillas.co/la-paz-total-y-el-desolador-escenario-de-la-violencia-en-colombia/ ) donde reclama, para la solución definitiva de tan caótica situación, una mirada multidisciplinaria, compleja y contradictoria, es decir científica social que, aunque centrada en las particularidades regionales no cae en el “provincialismo” que agobia a la llamada izquierda progresista colombiana, aquella que ha hecho mutis con los conceptos de lucha de clases como motor de la historia, del Estado como relación social condensada de una determinada correlación de clases histórico-concreta (hegemonía revestida de coerción al decir de Gramsci y por ende escenario privilegiado de la lucha de clases), como del concepto de imperialismo y la coyunda militar global de la OTAN atornillada por JM Santos, aquel premio global de la paz conseguido por haber desarmado a la guerrilla más vieja del continente suramericano. Mirada objetiva que choca irremediablemente con la verdad hegemónica oficial, soportada por la teología de cierto cosmopolitismo jesuítico estadounidense del Boston College ( https://www.las2orillas.co/el-padre-pacho-de-roux-y-su-nueva-vida-en-boston-college-en-eeuu/ ) cuyo tufillo también ha sido reconocido por diversos analistas sociales.
Tenemos entonces que la larga y terrorífica guerra contrainsurgente en Colombia ha dejado víctimas en toda la sociedad, pero además, millones de muertos y miles de desaparecidos. También ha dejado saqueos, robo de tierras, acumulación de capital por despojo, financiarización de la economía centrada en el narcotráfico, war drugs y sometimiento, dependencia y pérdida de todas las soberanías conocidas, terror del Estado, y una cultura “traqueta” o mafiosa que impregna y domina en toda la sociedad. Pero por sobre todo, un Estado con sus leyes inmodificables y sus instituciones esclerosadas (reforzadas con las dos nuevas mencionadas arriba), basado en los “Freikorps nazis” o narco-paramilitares de todos los pelambres y nombres posibles, que siguen actuando con absoluta impunidad en todo el territorio reclamado por dicho Estado.
Conflicto que, como se sabe, ha sido reducido a otra apabullante verdad oficial que impide su solución y anuncia la profundización del caos social en el que se encuentra la sociedad colombiana: que ES un simple enfrentamiento armado entre grupos al margen de la ley (del Estado) guerreando por las rentas que produce la economía ilegal y por los “corredores” ilegales ( https://rebelion.org/los-benditos-corredores-estrategicos/ ). Todo ilegal y por fuera de la famosa ley del Estado. Entonces, el Estado con todo lo que este concepto o categoría científica significa, ha quedado por fuera de todo: intocable. Como la verdadera entelequia que es, y señala Zubiría.
Y, por esto, no es extraño que todos los esfuerzos y malabares que hicieron JM Santos y Timochenko por dejar intacta la ley del Estado, es decir, la Constitución neoliberal y contrainsurgente de 1991 vigente y reforzada; defendida de manera vehemente no sólo por todos aquellos que se proclaman o dicen apoyar la estrategia de la paz total del actual gobierno de Petro, sino también por sus adversarios anti petristas. Puede ser todo un globo que se desinfla con sólo preguntarles: ¿Cómo se puede resolver semejante complejidad social (que todos aspiran a resolver) dejando intacta la ley suprema que ha hecho posible tal conflicto? Bastaría con recordarles al tan olvidado genio de Einstein: «Locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes”.
Resta concluir con otra preguntica, no por molesta menos efectiva: ¿madurará el llamado progresismo de izquierda en Colombia la visión que tiene e implementa sobre el Estado que domina y reprime a la sociedad, y allanará el camino a su transformación para la solución definitiva del horroroso latrocinio que constituye el conflicto tanto armado como social colombiano? Una respuesta práctica determinará lo por venir o el futuro, más que el espectacular y voluminoso informe de la comisión de la verdad.
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