El golpe de Estado cívico-militar de 1973 comenzó en Valparaíso cuando la Armada salió a matar, porque eso es lo que hacen. Entonces, cuando el gobierno de Sebastián Piñera decretó el Estado de excepción constitucional en cuatro provincias del territorio mapuche, sabía perfectamente lo que sucedería. una Guerra Sucia donde, nos dicen, las Fuerzas Armadas únicamente están para apoyar a Carabineros.
También, sostiene enfáticamente el ministro del Interior Rodrigo Delgado, el objetivo del estado de excepción es “proteger a la población en general del uso de armas de fuego de grueso calibre”. Paradójica y luctuosamente nadie protegió a dos mapuches quienes fueron asesinados y otros varios heridos en la comuna de Cañete, región del Biobío ¡Y los asesinaron con armas de grueso calibre, ministro Delgado! De la Armada de Chile, claro está, porque eso es lo que hacen.
La militarización del Wallmapu en nada difiere de la ocupación del territorio mapuche en el siglo XIX, origen del conflicto chileno-mapuche actual. La utilización de mecanismos y recursos humanos, militares, políticos, financieros, jurídicos y logísticos de toda índole para reprimir violentamente al pueblo mapuche es lisa y llanamente terrorismo de Estado. Dicho colosal despliegue expresa una continuidad histórica y, simultáneamente, una prístina ideología racista y colonialista. La narrativa racializada puede haber cambiado sus formas, mas no su contenido. El Mercurio de Valparaíso el 1ro de noviembre de 1860 declaraba que “Ya es llegado el momento de emprender seriamente la campaña contra esa raza soberbia y sanguinaria cuya sola presencia en esas campiñas es una amenaza palpitante, una angustia para las ricas provincias del sur”. El Día de los Muertos fue presagio de una tragedia quizás. Ayer eran bárbaros, hoy son terroristas. Ayer se les mataba con rifles de repetición, hoy con fusiles de guerra.
Tampoco ha variado el objetivo primario que son “las ricas provincias del sur”, las cuales en el siglo XIX los colonos usurparon para la agricultura y creación de latifundios. Hace décadas el objetivo es principalmente la proliferación de la industria forestal. Guerra abierta, de baja intensidad o guerra sucia, asimilación, asistencialismo marginal, da lo mismo para las clases dominantes, lo importante es que la dominación del País Mapuche jamás termine. Sin embargo este Gobierno, así como los de la Concertación y la Nueva Mayoría antes, no parecen haber entendido que en esta centenaria ocupación los mapuches tienen miles de asesinados, pero también miles de vivos. Y estos son mucho más numerosos y, lo más importante, han constituido un Movimiento Autonomista que ha logrado instalar una gran conciencia nacional en nuevas generaciones de mapuches. Ninguna guerra sucia detendrá la demanda por autonomía. El Gobierno asesinó a Camilo Catrillanca en la comunidad de Temucuicui en noviembre de 2018, ahora a dos mapuches, también en noviembre. Alex Lemun también lo fue en noviembre 2002, el primer asesinado mapuche de un disparo en la cabeza del actual conflicto.
El golpe de Estado cívico-militar de 1973 comenzó en Valparaíso cuando la Armada salió a matar, porque eso es lo que hacen. Fue en septiembre, esta vez fue en noviembre, mismo mes que hace 161 años El Mercurio de Valparaíso indicó que había que invadir el territorio mapuche. Comenzó la guerra sucia, y nadie sabe cómo finalizará, pero sí está claro que no resolverá el conflicto chileno-mapuche.
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