La cobertura y el tratamiento dado por el poderoso y conservador diario El Mercurio a los casos de violaciones a los derechos humanos en los 17 años de dictadura en Chile es tema de una acuciosa investigación realizada por cinco jóvenes periodistas. El libro, presentado el 18 de este mes, «otorga muchísimos ejemplos concretos […]
La cobertura y el tratamiento dado por el poderoso y conservador diario El Mercurio a los casos de violaciones a los derechos humanos en los 17 años de dictadura en Chile es tema de una acuciosa investigación realizada por cinco jóvenes periodistas.
El libro, presentado el 18 de este mes, «otorga muchísimos ejemplos concretos de lo que significó la colusión entre El Mercurio y la dictadura, informaciones que avergüenzan al ejercicio del periodismo», resumió para IPS Juan Pablo Cárdenas, premio Nacional de Periodismo 2005 y fundador de la desaparecida Revista Análisis.
Cárdenas fue uno de los entrevistados para el libro «El Diario de Agustín. Cinco estudios de casos sobre El Mercurio y los derechos humanos (1973-1990)», publicado por el Instituto de la Comunicación e Imagen de la estatal Universidad de Chile (ICEI) y editorial LOM.
En 2006 y comienzos de 2007, seis egresados de periodismo de esa casa de estudios fueron convocados por el director de cine Ignacio Agüero, el productor y periodista Fernando Villagrán y los directivos del ICEI para que realizaran en conjunto sus memorias de titulación sobre un tema específico: la forma en que El Mercurio informó sobre los atropellos a los derechos humanos cometidos por la dictadura de Augusto Pinochet.
Todo el proceso de investigación fue registrado por Agüero y Villagrán, quienes dieron vida al galardonado documental «El Diario de Agustín», un filme de 80 minutos estrenado con gran éxito en Buenos Aires en octubre pasado y hasta hace poco exhibido en las salas chilenas.
La segunda parte del proyecto fue la publicación del libro homónimo de 378 páginas, cuyos siete capítulos analizan casos como el «Plan Z», el crimen del diplomático chileno-español Carmelo Soria, la «Operación Colombo», los desaparecidos de la localidad de Lonquén y las diferencias de cobertura de El Mercurio en la década del 70 y 80.
«Como somos jóvenes que no vivimos el golpe de Estado no estábamos tan prejuiciados» para llevar a cabo esta investigación sobre el diario más poderoso e influyente del país, comentó a IPS Paulette Dougnac, una de las autoras del texto junto a Elizabeth Harries, Claudio Salinas, Hans Stange y María José Vilches.
Todos periodistas que asumen que tienen las puertas cerradas para trabajar en la Empresa Periodística El Mercurio S.A.P, propietaria de El Mercurio de Valparaíso (fundado en 1827), El Mercurio de Santiago, La Segunda, Las Últimas Noticias y 21 diarios regionales, más la red de radios FM Digital.
«Vimos que el fondo era bastante más complejo de lo que uno podía esperar, porque hay muchos matices. Por un lado estaba la autocensura del diario y por el otro la de los periodistas. Y encima la censura que imponía el gobierno», observó Dougnac.
La metodología de trabajo fue colectiva y cooperativa, explica la editora del libro, Claudia Lagos. Esto permitió producir, preparar y compartir más de 100 entrevistas y generar información propia, como el listado completo de colaboradores, periodistas, fotógrafos, editores, corresponsales y responsables editoriales del diario entre 1973 y 1990.
«En estas casi 400 páginas que hoy presentamos no sólo están el rigor y la acuciosidad investigativa de sus autores y autoras, también están las páginas más negras del periodismo chileno que sistemáticamente violó cada uno de los preceptos que hacen de la ética periodística la esencia de nuestra profesión», señaló en la presentación del texto la directora del ICEI, Faride Zerán.
El libro no es «una caza de brujas», observó el periodista chileno Cristóbal Peña, del Centro de Investigaciones Periodísticas (CIPER), quien fue invitado a comentarlo, sino que se trata de un esfuerzo por entender la mecánica que operó en esa época, indicó.
«La falta de autorización por parte del diario para reportear ciertos temas, la autocensura de los propios periodistas por temor a represalias –ya sea del gobierno o por parte del mismo diario– y la ignorancia del tema por falta de interés son los tres factores que explican el silencio» sobre las violaciones a los derechos humanos, se enfatiza en el libro.
PROMOTOR DEL GOLPE
El 11 de septiembre de 1973, el hoy fallecido general Augusto Pinochet (1915-2006) encabezó el sangriento golpe militar perpetrado contra el gobierno democrático del socialista Salvador Allende (1970-1973), quien era apoyado por la Unidad Popular (UP), un conglomerado de fuerzas de izquierda.
Hasta ahora, los informes de la verdad promovidos por los gobiernos de la centroizquierda Concertación de Partidos por la Democracia, que se sucedieron desde la recuperación de la democracia en 1990, han consignado más de 3.000 opositores ejecutados y detenidos- desaparecidos y cerca de 35.000 torturados por el régimen de Pinochet.
«Hay suficiente información desclasificada que confirma las gestiones de (Agustín) Edwards (Eastman, todavía presidente de El Mercurio) en Estados Unidos ante el gobierno de (Richard) Nixon (1969-1974) para apoyar y promover un golpe de Estado contra el gobierno de la UP», asegura el libro.
«Él (Allende) pataleaba, contestaba, hacía cualquier cosa, pero respetaba la libertad de prensa, con lo cual nosotros pudimos hacer toda la campaña», reconoció en una entrevista con los autores el ex subdirector y director del diario Arturo Fontaine Aldunate.
Tres son los principios que siempre han sustentando la línea editorial de El Mercurio: la defensa de la propiedad privada, el respeto al libre mercado y el rol subsidiario del Estado, declaró por su parte el gerente general del diario, Jonny Kulka. Esto explica porqué El Mercurio vio en el proyecto socialista de Allende una amenaza, reflexionan los jóvenes profesionales en el texto. «Hablar de El Mercurio es hablar más que de un diario, de una institución nacional», señala el libro. La familia Edwards compró El Mercurio de Valparaíso en 1879 y fundó el de Santiago en 1900. Por su presidencia han pasado cinco generaciones de «Agustines Edwards», como indica la investigación.
«Es difícil entender la historia de Chile sin El Mercurio», declaró en la celebración del centenario del matutino en 2000 el entonces presidente Ricardo Lagos (2000-2006). Por su amplia influencia social, juega el papel de un partido político, observa el texto.
Es el diario preferido de los sectores más acomodados del país, por lo cual acapara el mayor porcentaje de inversión publicitaria. También se lleva gran parte de la estatal.
OPERACIÓN DE DESINFORMACIÓN
«No había mucho que censurar, pues los medios se autocensuraban suficientemente. Tampoco los ‘pauteabamos’, aunque se entregaban ‘orientaciones’ para el buen uso de ciertas informaciones», dijo a los autores de «El Diario de Agustín…» Federico Willoughby, quien fue asesor en comunicaciones de Pinochet.
En sus ejemplares, El Mercurio construyó el «mito fundacional» de la dictadura, como lo llama Claudio Salinas. Se trata del supuesto «Plan Z» atribuido al gobierno de Allende para eliminar a la cúpula de las Fuerzas Armadas el 11 de septiembre de 1973 y dar un autogolpe que lo perpetuara en el poder. Esto justificaba el golpe militar, según Pinochet y El Mercurio.
Este medio de prensa, junto a otros diarios nacionales, también participó en el montaje de comunicaciones conocido como «Operación Colombo», que enmascaró el asesinato de 119 opositores de izquierda como una purga interna ocurrida en Argentina y Brasil.
Ese montaje informativo fue concebido en el marco del Plan Cóndor, la coordinación represiva de las dictaduras de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay en las décadas del 70 y del 80, con la anuencia de Estados Unidos, y cuyo propósito era perseguir, secuestrar, asesinar y hacer desaparecer a opositores de izquierda y activistas sociales.
Por su parte, el crimen del diplomático chileno-español Carmelo Soria, perpetrado en 1976 por agentes de la dictadura, fue informado por El Mercurio como un accidente automovilístico. La botella de pisco y la carta encontradas en el vehículo siniestrado hablaban, según difundió el diario, de un hombre borracho afectado por una supuesta infidelidad de su esposa.
«En el caso de Carmelo Soria se pone en marcha una de las estrategias estrella del régimen militar: el encubrimiento de las violaciones a los derechos humanos como casos propios de la crónica roja», dice la autora del capítulo, María José Vilches.
El caso de los «desaparecidos de Lonquén», una localidad ubicada a 50 kilómetros al sudoeste de Santiago, también fue cubierto en un principio como una noticia policial.
Pero a medida de que fue avanzando la investigación judicial, El Mercurio se sumó a la teoría esgrimida por la dictadura de que tal vez los 15 cuerpos de opositores hallados en diciembre de 1978 en dos hornos abandonados de Lonquén eran «consecuencias de la guerra civil iniciada en 1973 por lo marxistas», como apunta Hans Stange.
La justicia determinó que estas personas fueron arrestadas por efectivos de carabineros (policía uniformada) en octubre de 1973. Y aunque sus familiares acudieron a todas las instancias denunciando los hechos, prácticamente fueron inexistentes para El Mercurio.
El libro termina con el capítulo escrito por Dougnac: «Yo hice una comparación de la cobertura noticiosa en los años 70 y 80 y vi que en la parte informativa hubo una apertura bien grande en los años 80, sin embargo constaté que en la parte editorial seguía la línea dura de negación de las violaciones a los derechos humanos», comentó a IPS.
Además de «documentar y difundir algunas verdades, que de alguna manera eran sentido común para el mundo del periodismo», el libro «se plantea legítimamente, a partir de casos específicos de un momento determinado de la historia de Chile, la pregunta sobre qué es hacer periodismo», explicó a IPS la editora Claudia Lagos.
Esto lleva a pensar críticamente el actual ejercicio del periodismo chileno. En estos momentos, «hay esfuerzos de periodistas por hacer bien su trabajo, pero también es cierto que todos los días nos indignamos con pequeños errores o con grandes desastres en términos de la cobertura y del tratamiento de los más pobres, los mapuches, las mujeres, las minorías sexuales y de una larga lista», apuntó.
El documental de Agüero, que se ha conocido más masivamente, ya ha abierto espacios de diálogo sobre estos temas, sostuvo Lagos.
A la presentación del libro también estuvo invitado el periodista argentino y presidente del humanista Centro de Estudios Legales y Sociales de ese país, Horacio Verbitsky, quien calificó de «serio y riguroso» el trabajo de los jóvenes profesionales.
«Que periodistas investiguen el medio de comunicación más significativo del país es muy estimulante y no ocurre en otras naciones», indicó. «Se trata de una investigación ejemplar porque contribuye a crear ciudadanía en una sociedad más libre e informada», concluyó.
Pese a las acusaciones y constataciones que pesan sobre él, El Mercurio nunca ha hecho un «mea culpa» sobre su actuación durante el gobierno de Allende y los 17 años de dictadura militar, como sí lo han intentado hacer otros medios de comunicación.
Sólo una periodista que trabajó en el diario en los años 80, María Angélica de Luigi, pidió perdón a través de una carta publicada en el periódico The Clinic, en 2000.
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