Los autores del libro Silencios y deslealtades. El accidente militar de Palomares: desde la Guerra Fría hasta hoy, sobre el siniestro nuclear registrado en esa pedanía de Almería, concluyen que «aún queda mucho camino por luchar» para explicar el caso y «limpiar su suelo y su nombre». En enero de 1966, sobre el cielo de […]
Los autores del libro Silencios y deslealtades. El accidente militar de Palomares: desde la Guerra Fría hasta hoy, sobre el siniestro nuclear registrado en esa pedanía de Almería, concluyen que «aún queda mucho camino por luchar» para explicar el caso y «limpiar su suelo y su nombre».
En enero de 1966, sobre el cielo de Palomares chocaron un avión cisterna y un bombardero estadounidense B-52, del que cayeron cuatro bombas termonucleares, cada una de ellas 75 veces más potente que la lanzada sobre Hiroshima.
El periodista José Herrera Plaza y el matemático y profesor de la UNED Salvador López Arnal, autores del libro sobre Palomares que han presentado esta semana en el Centro de Historia de la Ciencia (CEHIC) de la Universitat Autónoma de Barcelona, han aseverado que el trabajo contrarresta el relato oficial sobre aquel accidente nuclear.
Herrera denunció que «la historia oficial de que el accidente nuclear no fue importante se ha mantenido hasta hoy en día», y que los habitantes de Palomares han sufrido «engaños y experimentación con su salud, tanto en dictadura como en democracia».
Según los datos que ha recabado, la Junta de Energía Nuclear (JEN) tasó tras el accidente en 226 las hectáreas contaminadas, aunque un mapa radiométrico a escala confeccionado por Estados Unidos, con ayuda española, daba un total de 435.
El Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) reconoció en 2003 que había más contaminación de la esperada, «aunque ya se sabía», señaló Herrera.
Estima, tras su investigación, que todavía hay «41 hectáreas contaminadas y dos contenedores a 800 metros del pueblo con 600 kilos de materia radioactiva».
López Arnal subrayó que la única imagen que se tuvo entonces del accidente fue «el baño del exministro Manuel Fraga, que salió en el NODO de 1966».
Esta ocultación de los hechos contrasta con el efecto que tuvo sobre los habitantes de Palomares, que «vieron toneladas de material ardiendo caer del cielo», explicó Herrera, quien afirmó: «Se desinformó para no crear alarma social».
«En Palomares estaban en juego los intereses del turismo nacional, la economía local y el incipiente desarrollo del programa de centrales nucleares -agregó- por lo que muchos documentos se han mantenido ocultos en la presunta democracia que vivimos, y si se ha podido acceder, ha sido gracias al archivo de Estados Unidos».