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“Colombia nunca ha sido un país agresor”

La hora de los cuentachistes en la ONU

Fuentes: Rebelión

El 20 de mayo se reunió, por solicitud de Rusia, el Consejo de Seguridad de la ONU, para tratar el tema de la agresión armada a Venezuela del 3 de mayo, cuando mercenarios venidos desde la Guajira, en Colombia, incursionaron en territorio del vecino país, con el objetivo de realizar atentados y secuestrar al presidente Maduro. Este hecho, de una gravedad extrema, ha pasado de agache en Colombia, por dos razones principales: mientras la atención se centra en el Covid-19, el desgobierno del subpresidente Iván Duque aprovecha para implementar su política de tierra arrasada, tanto en Colombia, como en la frontera con Venezuela; y la tergiversación y silencio cómplice de los medios de desinformación del país, han conducido a que la agresión sea presentada, las pocas veces que se menciona, como algo anecdótico y sin importancia. El cinismo y la mentira han caracterizado la actuación del régimen de Iván Duque y de sus émulos incondicionales de la “gran prensa” en este caso, como en todo lo referido a Venezuela.

Eso mismo es lo que se ha ratificado en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU en las declaraciones del Embajador de Colombia, Guillermo Fernández de Soto, que puede considerarse como una pieza de pésimo humor. Antes de considerarla, recordemos que el Embajador de Rusia, Dmitry Polyanskiy, sostuvo: “Nos gustaría cuestionar el rol que el vecino Colombia tuvo en esta historia”, porque “es difícil imaginar que esta operación clandestina, originada desde su suelo, haya sido conducida sin ningún conocimiento sobre ella». En forma directa se planteó el centro neurálgico del asunto, que fue ratificado por el Embajador de Venezuela, Samuel Moncada, al señalar: «Los gobiernos de los Estados Unidos y Colombia facilitaron la planificación, el entrenamiento, la financiación y, aún hoy, están protegiendo a grupos de mercenarios y terroristas que ejecutaron un ataque armado con el objetivo de perpetrar asesinatos indiscriminados de población civil inocente; asesinatos selectivos contra altos funcionarios de mi gobierno; y el asesinato del presidente Nicolás Maduro”.

Estas no son afirmaciones sin fundamento o señalamientos calumniosos, sino que se basan en las múltiples evidencias existentes, entre ellas un vergonzoso contrato firmado entre Juan Guaidó y la empresa de mercenarios Silvercorp USA del exmilitar estadounidense Jordan Goudreau, y cuyo documento original fue dado a conocer por The Washington Post. Dicho documento, una verdadera infamia, lleva la rubrica de Juan Guaidó, el autoproclamado “presidente interino” de Venezuela, y reconocido por el régimen de Duque y por los amos de Washington. Adicionalmente, en sus declaraciones los mercenarios, entre ellos dos estadounidenses, sostienen en forma reiterada que la agresión se preparó en Colombia, con participación de miembros de la CIA, la DEA, funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en Colombia y el régimen de Duque. Por las dudas, los entrenamientos y preparativos de la agresión se llevaron a cabo en territorio de Colombia, en el Departamento de la Guajira.

Esta fue el momento serio de la reunión del Consejo de Seguridad, en el cual se denunciaron las sucias maniobras contra la soberanía de Venezuela y quedó en evidencia ante los gobiernos del mundo la participación de Estados Unidos y su marioneta incondicional, el régimen de Iván Duque. Poco después llegó la hora de los cuentachistes, cuando hablaron los Embajadores de Estados Unidos y al final el de Colombia.  Con el antecedente del año anterior, cuando Iván Duque en la Asamblea General de la ONU dijo una sarta de mentiras contra Venezuela, que respaldo con pruebas falsas, entre ellas varias fotografías, por supuesto no sorprenden las “nuevas” mentiras de por Fernández de Soto, que demuestra el nivel rastrero al que ha llegado la diplomacia colombiana, como consecuencia de haber convertido al país en un títere incondicional de los Estados Unidos.

El chiste más célebre de la jornada se presentó cuando el Embajador de Colombia afirmó con toda solemnidad que “Colombia nunca ha sido un país agresor”, lo cual debió haber sido presentado como en las series de televisión de los Estados Unidos que pretenden ser humorísticas, con carcajadas artificiales de fondo. Este si que es un extraordinario chiste, una verdadera ocurrencia, un auténtico disparate que deja en pañales a Cantinflas. Se basa en el presupuesto de que todos en el mundo desconocen la larga cadena de agresiones que Colombia viene librando desde hace años contra países vecinos y algunos más distantes y cuyo hecho más criminal fue el ataque del 1 de marzo de 2008 en territorio ecuatoriano, cuando fueron masacradas 26 personas. A ese hecho hay que agregar los secuestros, seguimientos y espionaje realizado en países como México, España, Argentina desde el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez, agresiones que no se han detenido desde entonces, como lo revela investigaciones recientes sobre el comportamiento de la “inteligencia” de las Fuerzas Armadas.

Para no ir tan lejos, en los últimos 18 años las agresiones contra Venezuela se han convertido en algo cotidiano, entre las cuales debe resaltarse la participación en atentados contra altos dignatarios del país vecino, entre ellos el de agosto de 2018 contra el presidente Nicolás Maduro. O la pretendida “ayuda humanitaria” que el 23 de febrero de 2019 se quiso introducir a la fuerza, con la participación de paramilitares colombianos y guarimberos venezolanos. Sobre este hecho el régimen del subpresidente Duque sigue mintiendo sin sonrojo, puesto que su Embajador ante la ONU afirmó el 20 de mayo: “el régimen de Maduro respondió con violencia y los grupos armados paramilitares conocidos como ‘colectivos’ frustraron la entrega de las provisiones”. Para que se vea el nivel de seriedad de la diplomacia colombiana, se repite la misma mentira que se inventó el mismo día en que fracasó el intento de “ayuda humanitaria” made in USA y que fue desmentida por la propia prensa de los Estados Unidos. En concreto, The New York Times en su edición del 10 de marzo de 2019 señaló, con un lenguaje sibilino para no reconocer directamente los infundios sobre los sucesos del 23 de febrero, que todo indicaba que los camiones fueron prendidos por fuego lanzado desde el lado colombiano por miembros de las guarimbas, apoyadas por Duque. Recordemos que, como lo señala el mismo periódico de los Estados Unidos, “El día del incendio el gobierno de Colombia estuvo entre quienes promovieron la teoría de que Maduro era responsable de ordenar el incendio. La vicepresidenta Marta Lucía Ramírez publicó una fotografía de lo que llamó “uno de los camiones incinerados por los colectivos por orden de Maduro”.

(https://www.nytimes.com/es/2019/03/10/espanol/america-latina/venezuela-ayuda-incendiada.html).    

El régimen de Duque alcanza tales cotas de descaro que no le importa seguir sosteniendo una mentira, después de haber sido desmentida por el NYT. Y con las mismas palabras falsas de la vicepresidenta se vuelve a mentir en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. ¡Esta es una muestra de la credibilidad internacional del régimen de Iván Duque!

Entre otros de los grandiosos chistes de Fernández de Soto en el Consejo de Seguridad de la ONU se encuentra el siguiente: «Permítanme expresar claramente nuestro rechazo enérgico a cualquier acusación que pretenda vincular a mi gobierno con acciones en contra del derecho internacional». En un ambiente menos convencional que el de la ONU esta afirmación haría destornillar de la risa a quienes la escucharon, por el cinismo para mentir. Y eso no solo por la historia reciente sino por lo que acontece en estos mismos momentos, lo cual, por supuesto, es todo menos risible, como es el desconocimiento de los acuerdos firmados con garantes internacionales (Cuba y Noruega), incumpliendo los protocolos firmados por el Estado colombiano con referencia a las conversaciones con el ELN. Sobre este asunto los voceros del régimen de Duque se relamen de satisfacción porque Estados Unidos volvió a incluir a Cuba en el listado de países que no apoyan la lucha contra el terrorismo, sosteniendo que eso se debe a la insistencia de Duque, actitud que es una abierta violación de elementales principios del derecho internacional, como es el cumplimiento estricto de los acuerdos firmados con otros países.

Y el tercer mal chiste, de muy mal gusto, que dijo el representante de Colombia en el Consejo de Seguridad de la ONU fue este: “Mi país ha reconocido históricamente la importancia de las relaciones con Venezuela, y ha procurado las mejores relaciones de vecindad, partiendo del hecho incuestionable de que somos naciones hermanas”. Claro, que grandes relaciones de hermandad, con el apoyo directo del estado colombiano a paramilitares confesos, como los rastrojos, para transportar ilegalmente a Juan Guaidó a territorio colombiano en febrero de 2019; o el respaldo, bajo la dirección de los Estados Unidos, a venezolanos, conspiradores, guarimberos y golpistas en Bogotá, Cúcuta y otras ciudades de Colombia; o el trato dado a los venezolanos en Colombia, a los cuales se están matando todos los días y contra los cuales desde las altas esferas se ha exacerbado el chovinismo y la xenofobia. Sobre esto último es indicativo un solo dato, para mostrar el buen trato que en este país de les da a los venezolanos de a pie: diariamente son asesinados por lo menos dos venezolanos y desde 2017 han sido asesinados 2061. Para darse cuenta de la “hermandad” con la que se trata a los venezolanos, baste recordar que la alcaldesa de Bogotá dijo que los venezolanos eran una carga para la ciudad. En Colombia ‒un país que nunca ha acogido migrantes y que antes expulsa población‒ se humilla, persigue y mata a los venezolanos humildes, mediante una actitud racista y xenófoba, impulsada desde las altas esferas del régimen y amplificadas por falsimedia criolla. Justamente, por ese trato tan fraternal y humanitario es que muchos venezolanos están regresando a su país. ¡Tal es el sentimiento de hermandad y solidaridad del que se enorgullece el régimen de Duque!, lo cual solo puede verse como un chiste de muy mal gusto.

Y el último mal chiste del Embajador de Colombia en la ONU fue enunciado de la siguiente manera: “Desde hace más de veinte años, tanto Chávez como Maduro, han convertido la conspiración permanente contra su régimen, los presuntos atentados (todos fallidos), o los ataques a la soberanía de Venezuela (todos controlados), en el bastión de su propaganda”. De tal manera, que el golpe de 2002, los levantamientos armados (como el del 30 de abril del año anterior), la pretendida ayuda humanitaria, la operación de los rastrojos en asocio con Juan Guaidó y el desembarco del 3 de mayo son inventos del gobierno venezolano, nunca han sucedido. Son “supuestos” como no se cansan de repetir los medios de desinformación, que en Colombia son el 99.9% de los existentes.

Amparado en esta lógica negacionista, la misma de los Estados Unidos y de los medios de desinformación del mundo entero, el gobierno de Duque piensa que no debe explicar nada de lo acontecido el 3 de mayo y de los antecedentes inmediatos. Por eso, cree que no debe responder a estas preguntas: ¿por qué, durante semanas o meses, se prepararon mercenarios en territorio colombiana para atacar a otro estado?, ¿por qué nunca se atendieron las denuncias concretas, con coordenadas geográficas precisas, hechas por el gobierno de Venezuela sobre preparativos de ataques terroristas y agresiones armadas que se estaban organizando en Colombia?, o ¿por qué en los mismos instantes de la agresión mercenaria se deslizaron en forma misteriosa tres naves de la marina colombiana hacia aguas jurisdiccionales de Venezuela?

La pregunta central que formuló el Embajador de Rusia no fue ni medianamente considerada en el discurso de Fernández de Soto, quien antes por el contrario y para demostrar lo que es la injerencia indebida en los asuntos de otro país, pretende dar cátedras de democracia al vecino país, como si eso fuera incumbencia del gobierno colombiano, que bien debería dedicarse a responder sobre los asesinatos diarios contra líderes sociales y ex guerrilleros, o por la corrupción de las Fuerzas Armadas y su espionaje dentro y fuera del país, o por los nexos directos de Iván Duque con narco-traquetos como el Neñe Hernández, quien contribuyó a financiar la campaña electoral del actual sub-presidente.

En la única mención de Fernández de Soto a hechos relacionados con agresiones a Venezuela también miente y distorsiona lo acontecido,  porque con referencia a Cliver Alcalá dice que se incautó el armamento que se iba a usar en atentados en Venezuela, pero no se explica por qué si ese individuo que vivía hace varios años en Barranquilla y que reconoció ser dueño de las armas, no fue apresado en Colombia y se le inició un juicio y en cambio se permitió sin ningún tramite que fuera recogido en un avión de la DEA y llevado a los Estados Unidos.

En conclusión, en la ONU el régimen de Duque escenificó una parodia de mal gusto, con unos chistes de quinta categoría, que solamente producirían risa si no fuera porque esconden la perfidia, el engaño, la violencia y la muerte, que caracterizan a Colombia, ese reino macabro de la simulación en que las clases dominantes han convertido al país.

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