Introducción El mundo, a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, entró en una nueva fase de confrontación bélica que denominamos Nueva Guerra. Es nueva en la medida que supedita el carácter político-militar a los intereses económicos, no confronta a un enemigo en particular, sino que busca apropiarse de los recursos estratégicos […]
Introducción
El mundo, a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, entró en una nueva fase de confrontación bélica que denominamos Nueva Guerra. Es nueva en la medida que supedita el carácter político-militar a los intereses económicos, no confronta a un enemigo en particular, sino que busca apropiarse de los recursos estratégicos y necesarios para el desarrollo y expansión del capitalismo; es una guerra no creada para el propósito de contrarrestar a un ejército subversivo que esgrime con proyecto antisistémico, puesto que no existe, más bien su orientación está en confrontar a todo aquello que se opone o resiste a la privatización y usurpación de recursos previamente focalizados (gas, petróleo, agua , biodiversidad y minerales necesarios para la industria tecnológica), lo cual le da el distintivo de guerra privatizadora o expropiadora pero anunciada como guerra antiterrorista y ofensiva contra el crimen organizado y el populismo radical.
Contra el terrorismo porque se han dado cuenta que a partir de la supremacía militar, las combates no se darían en confrontaciones de cara a cara o con acciones bélicas donde los contingentes militares se expusieran, ya que el desarrollo tecnológico había superado la etapa en donde los ejércitos confrontaba y arrojaban muchas bajas. La incorporación de los dispositivos satelitales, la comunicación inalámbrica, expedita, instantánea, las armas de largo alcance teledirigidas por sensores y la ubicación del enemigo de manera exacta, desplazó la confrontación directa y situó la guerra tecnológica militar en el primer plano.
Indudablemente que todo desarrollo tecnológico no puede ser superior a la imaginación e inteligencia humana, de ahí que la contraofensiva de los ejércitos de resistencia y de rebelión no se hizo esperar y la acción directa recuperó el espacio que había tenido, nada más que esta vez con mayor precisión y oportunidad.
Ante la respuesta casi inmediata, los estrategas del imperio esperaban una contraofensiva de esa magnitud, por los registros que en la historia se habían dado y por las prácticas que se mostraban en algunos territorios árabes y grupos insumisos en Latinoamérica, por ello enarbolaron la bandera de la lucha contra el terrorismo, forma inteligente de tipologizar a la acción directa.
Acción Directa
La acción directa la definimos como un recurso que un segmento amplio de los excluidos ha re-creado para resolver sus carencias y re-situarse en la sociedad, lo que nos dice que no es un arma política emocional ni vandalismo disfrazado para entorpecer todo lo que se hacen los demás miembros de la sociedad.
La acción directa la hemos observado en cada comportamiento que los sujetos sin derechos llevan a cabo para expresarse, solos o juntos con otros que comparten sus convicciones o intereses; en cada persona que alguna vez haya planteado alguna cosa y la llevó a cabo resolutivamente, o que posea un plan imaginado y lo presente a los demás y se gane su cooperación para cristalizarla, sin tener la necesidad de recurrir a una instancia orgánica tradicional (partido o sindicato) o a una oficina de gobierno a pedir permiso o favor para que ayudasen.
Se registra la acción directa de manera cotidiana en los sectores marginales al momento en que las comunidades barriales, comunales y marginadas han instrumentalizado un ejercicio de resolución de conflicto para resolver una diferencia, pacífica o de otra modalidad, con un vecino, amigo o miembro de la comunidad a la cual pertenece; también cuando una o varias personas actúan para construir un espacio de recreación, una escuela o desterrar un basurero.
El recurso de la acción directa no es profundamente pensado, tampoco lleva mucho tiempo en la elaboración y ejecución, sino que tiene una naturaleza espontánea y casi siempre la lleva a cabo quien se encuentra en desventaja, se siente oprimido o no ve solución que venga del ámbito externo. Ahora bien, la acción directa puede ser pasiva o violenta, esto está en función del tipo de circunstancia que la engendra, de lo que sí estamos seguros es que la acción directa tiene vocación de cambio, aunque muchos piensan que después de que se lleve a cabo nada bueno resulta de ella, pero lo acontecido en Argentina, Bolivia, Ecuador, México, Venezuela y recientemente en los Estados Unidos y Francia, nos indica que no es así, porque posteriormente a las actuaciones de los pobres o sin derechos, el panorama de la lucha ha cambiado para ellos, para los partidos políticos, los sindicatos, los empresarios y el mismo gobierno.
Un hecho curioso y digno de analizar en la acción directa es que casi siempre parte de una iniciativa individual, aunque también las hay de carácter colectivo o grupal, pero la osadía de un actor agrega una dosis de optimismo, de valentía y de decisión en los demás que lo acompañan, desatándose un acto de rebeldía que termina en un hecho violento que buscan invalidar una ley o el desempeño de un gobierno, una represión o intentona de golpe de estado, desembocando en lo que comúnmente conocemos como rebelión de masas. Lo discutible en este caso sería si la acción directa genera toma de conciencia en los demás, para lo cual afirmo que sí, porque las observadas en los últimos cinco años en América Latina así lo confirman, ya que los hechos repetitivos de saqueos, justicia por su propia mano, bloqueos de calles y de oficinas de gobierno, cacerolazos, quema de bancos, piquetes, corte de rutas, tomas de tierra, presidente depuestos y agresión a medios de comunicación que la juzgan, son síntomas de que hay un comportamiento escalonado que lleva un rostro de rebelión, quizá no apegada a las rebeliones de los años setenta, pero sí con una modalidad distinta, donde las actuaciones no son permanentes, sino cortocircuitante, impredecibles, súbitas e intermitentes.
Otra parte importante de la acción directa es que no requiere hacer un balance posterior después de haberse llevado a cabo, tampoco se mueve bajo la lógica instrumental de costo beneficio, dado que los actores que la protagonizan no tienen nada que perder, son individuos que devienen de una circunstancia donde no tienen asegurada la comida, la vestimenta ni casa habitación funcional, su empleo está en riesgo perpetuo, tampoco su estatus migratorio es definitivo y la incertidumbre de su vida es permanente: Lo poco que poseen es producto de su esfuerzo individual o grupal y lo que pueden ganar es poco en lo que atañe a su vida personal, pero mucho en lo social, aunque en ello no hay dibujado un modelo o imaginario de sociedad alternativa, más bien es resolver en lo inmediato una penuria que le aqueja en la coyuntura que se le ofrece.
La carencia de organización estructurada como las tradicionales no hace visible la trayectoria de la acción directa, puesto que su movimiento está montado sobre un entramado de redes, transita por espacios latentes, acumula experiencia a diario pero el reservorio donde las deposita no son expuestos públicamente, dado que la densidad de sus redes asociativas parten de la vida cotidiana y ello las hace invisible por momentos; sin embargo, son explosiva cuando se revelan ( de dos maneras: revela y rebela) porque la circunstancia le brinda una posibilidad para defenderse ante el agresor, sin embargo la no existencia de un imaginario social y de una ideología preclara , los pone a la orilla de la violencia, no porque ellos la busquen, sino porque ella ha sido el nido de su incubación como sujeto sin derecho o desciudadanizado . Carecer de los medios para vivir y ser reconocido como ciudadanos con derecho es un despojo, según su auto percepción, asimismo es un ejercicio violento contra la dignidad, contra la integridad de la persona, contra su futuro, contra su familia y contra su comunidad. Violenta ha sido su realidad y violenta es la respuesta que ellos dan a todo aquello que se oponen o le impide sobrevivir.
La violencia no sólo de parte de los actores excluidos, también existe en los ciudadanos con derechos, en el gobierno, en los empresarios y en los partidos políticos, vivimos una sociedad cruzada por múltiples coordenadas violentas, las hay desde las quiebras de los bancos para confiscar los ahorros de los ciudadanos hasta el cobro de intereses sobre intereses en los créditos hipotecarios, desde la expropiación de sus tierras para una obra que beneficia a la iniciativa privada hasta la aplicación de la ley contra el terrorismo cuando demandan sus derechos los pobres; desde los empresarios que sacan su dinero para provocar ingobernabilidad al dejar sin recursos al Estado hasta el cierre de varias empresas por declarase en quiebra, desde el desconocimiento de los derechos de los trabajadores hasta la negación de los derechos políticos de pensar, creer y expresarse distinto a la autoridad; en fin, son múltiples los actos de violencia que descargan sobre las espaldas de los sujetos sin derechos. Además, los sujetos sin derechos o desgajados, no tienen muy claro quién es el enemigo, la globalización volatilizó los referentes del burgués, del imperialismo, del saqueador y de los terratenientes y se convirtieron en fantasmas que aplican la violencia pero se esfuman en el mundo global sin frontera, por ello las cadenas de supermercados, los bancos, los automóviles, los monopolios de los medios sean los blancos de los ataques de ira y de impotencia e indignación de los sin derechos.
Siendo así la acción directa, los estrategas del imperio la han tipificado como terrorismo, en la medida que estos actos de violencia defensiva confrontan la imposición del neoliberalismo depredador y la apropiación de los recursos naturales estratégicos. Pero todo no queda ahí, el antiterrorismo norteamericano también liga y envuelve la lucha contra la acción directa bajo el disfraza bajo y el rostro de la lucha contra el crimen organizado (narcotráfico, tráfico de órganos, de humanos y lavado de dinero) con el objeto de desmentalizar a los demás segmentos de las sociedades latinoamericanas al fijar la imagen de que lucha popular insurgente tiene el mismo significado que crimen organizado.
Si nos asumimos como conocedores de las distintas problemáticas que estamos esbozando, es ilógico entrelazar una acción con otra, dado que las intenciones, el sentido y la orientación de cada fenómeno es diferente, son pocos los hilos vinculantes entre ellos, aunque no negamos que puedan darse en una circunstancia específica en alianzas estratégicas para combatir a un enemigo común, en este caso, un agente invasor, una dictadura o golpe de estado, pero no están ligados por naturaleza política o social los fenómeno de lucha emancipatoria con el crimen organizado ni el populismo radical con el narcotráfico.
La liga es un recurso intencional del imperio y sus agentes divulgadores de la ideología neoliberal, con base en que deben encontrar un justificante de carácter político social para demostrar, por la vía de la fuerza y sin razón, que todo aquello que se mueve y se opone a sus intereses es parte del mal, lo diabólico, lo irracional, lo indio, lo negro, el pobre y el excluido.(1)
Si en el mundo bipolar este argumento no tenía asidero por existir el soporte del bloque soviético como fuente apoyo, muro de contención y respaldo de los movimientos armados insumisos, una vez desaparecido el sostén político-ideológico, no cabe en el mundo de las ideas de los estrategas del imperio que los pobres y rebeldes puedan obtener recursos por su cuenta y si lo logran, es porque tienen vínculos con el narcotráfico o el crimen organizado.
Ahora bien, si el crimen organizado está relacionado con desapariciones, secuestros, robos de bienes, trafico de órganos y robo de infantes, prostitución infantil y trata de blancas, es un fenómeno que permea todos los poros de la sociedad y es un producto ideológicamente consumible por grandes segmentos sociales.
Lo que no hemos hecho es detenernos ante el denso mundo de la urdimbre del crimen organizado y en un intento analítico desenredar los hilos de la red, para demostrar cómo los nexos de este fenómenos están más fuertemente construido con asuntos del Estado, los ejércitos, las aduanas, policías, grandes y complejos hospitales, compañías de aviación y banqueros que con los rebeldes; son los dueños del poder y el gran capital quienes lucran con este negocios que redondea en un volumen, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el monto que se lava en un año a nivel mundial representa del 2% al 5% del PBI mundial (US$600,000 millones a US$1’500,000 millones), dinero que si estuviera al servicio de los insurgentes, la revolución habría llegado desde hace años (2)
En la lucha del imperio contra el crimen organizado, lo que está en juego son los 500 mil millones de dólares que los Estados Unidos lava anualmente a través del consumo y no sabe cómo se le escapan; los casi 40 mil millones que se le fugan de la mano y pasa al crimen organizado de México y lo inaudito, a pesar de su alta tecnología, por la fronteras pasan más de 350 toneladas de cocaína anualmente, de las cuales, el 90% se procesan en Colombia.
El hecho de que en Bolivia el precio del kilogramo de cocaína tenga un precio de 880 dólares, en Perú 1.100 y en Colombia 1.500, pero una vez ubicada en territorio norteamericano su precio fluctúa entre 75 mil y 120 mil dólares, dependiendo del lugar y la demanda, el negocio es altamente redituable y circular, puesto que tiene que ver con instancias policiales, militares, aduanales, bancarias para su materialización. (3)
El no poder controlar y hacerse de ese volumen de dinero es lo que hace que su argumento ligue a la insurgencia con el crimen organizado, de esa manera ataca dos males con un solo frente belicoso.
Ideología del Miedo
El frente ideológico que busca, y ha logrado hasta ahora, es sembrar el miedo como una estrategia que construye escenarios de riesgos insertados en la subjetividad de los colectivos humanos. El objetivo es alterar los estados de ánimo en las personas que conduzcan a desordenarle las coordenadas que dan estabilidad a la vida cotidiana, puesto que la angustia, el temor y la sensación de estar en peligro los lleva a estados depresivos y de angustia colectiva.
El uso del terrorismo como un enemigo impredecible, invisible y súbito lo posiciona en el subconsciente colectivo como algo que desconocemos, que jamás lo vamos a controlar y que está siempre presente en nuestras vidas, provocando un estado persecutorio permanente en nuestras vidas. Ya no controlamos nuestro espacio particular privado, necesitamos de la protección de un salvador, un guerrero o un estado que sepa usar la fuerza, la autoridad y los recursos necesarios para eliminar al enemigo imaginario, a costa de perder o permitir la invasión en nuestra vida privada.
Así se presenta el estado militar, con el juego del terrorismo ha encarcelado a la sociedad, limitándola a atrincherarse en su individualismo, a temer de los semejantes, a ver al otro como potencial agresor, a vivir con la incertidumbre pegada a la vida y alejada de toda posibilidad de hacer vida comunitaria, porque cada vez que lo hace, el riesgo aumenta. La fragmentación, el alejamiento de los espacios públicos de deliberación y convivencia, la necesidad de estar ligados a la televisión para recibir la información visual permanente y mantenerse preocupado por contratar un seguro, compañías de seguridad personal, etc., son los síntomas de una sociedad enferma que se dejó impregnar por el virus del terrorismo mítico.
Ahora bien, no sólo por razones políticas y económicas el Estado busca, para legitimar el uso de la fuerza e invadir la privacidad de las personas, encontrar culpables -aunque sean ficticios o ajenos a las acciones que se les imputan-, sino también por un recurso defensivo orientado a reducir la tensión que produce pensar algo terrible, lesivo de nuestra seguridad y nuestras vida; el estado,(4) como agente que intenta demostrar que controla y proporciona certidumbre, en esta contienda antiterrorista, en coyunturas propicias hace visible al enemigo, aunque esa visibilidad no está ligada al control o la destrucción absoluta de enemigo, sino como un elemento distractor que lo habilita como un ente capaz de atacar, imponer leyes, recortar las garantías constitucionales, etc., en favor de la seguridad.
Mostrar a Bin Laden, el rostro de un líder palestino, al líder iraní Mahmud Ahmadineyad, señalar a las FARC de Colombia , al presidente Hugo Chávez o los Cocaleros de Bolivia como agentes perturbadores que se encadenan al terrorismo, es una habilidad recursiva de los Estados Unidos para dar a conocer que hay capacidad estatal para identificar al enemigo, para ubicarlo y perseguirlo, aunque esta ,maniobra no sea creíble en lo inmediato, la labor de los medios de comunicación de transmitirla varias veces permea la subjetividad y la siembra en el subconsciente colectivo hasta dotar de una dosis significativa de tranquilidad a la colectividad y que a la vez se perciba como un triunfo de la inteligencia policial.
Las imágenes del enemigo, socializadas intencionalmente, lleva el cometido de impregnar el mundo de vida ciudadano con representaciones observables de quien le provoca los males, quien lo intenta aniquilar y quien es el portador del mal, o como expresan los estrategas norteamericanos, el eje del mal está ubicado.
Ese eje del mal tiene vínculos con la política antineoliberal, los reclamos, las manifestaciones, las movilizaciones populares, la defensa de los derechos secuestrados con lo maléfico, lo destructivo y el terrorismo.
La dicotomía Dios-la bondad versus el diablo-la maldad ha llevado a una militarización del espíritu. Una sociedad así inevitablemente generará conductas sintomáticas al polarizar también sus efectos y extremar sus posiciones. Y de ella se exigirá una mayor homogeneización para que nadie devenga en un sujeto peligroso. De ahí que la noción de rebelde quede abolida: todo innovador será no ya un provocador creativo, sino alguien bajo sospecha (5)…un terrorista.
El Populismo Radical y la construcción social del enemigo
La otra estrategia es la lucha contra el populismo radical, opción se abre con fuerza en la arena política América Latina, no como la alternativa que viabilice la emancipación pero si como una posibilidad de cementar la fragmentación e insularidad que se asoma en la sociedad.
El achatamiento del Estado, la nulidad de políticas públicas, la privatización de los servicios públicos de salud, vivienda y educación, la escasez de empleo y los riesgos de las pensiones por vejez, ha provocado que las conciencias y preferencias políticas de los ciudadanos y los desciudadanizados den las espaldas a los políticos y los partidos políticos, restándole utilidad a la política y descalificando a la democracia procedimental. Ante este escenario, los políticos se han encaramado en el carro del populismo, cuyo contenido es difuso, heterogéneo y multidireccional, que interpretando las palabras de Laclau, en sí es un movimiento multiclasista que incluye componentes opuestos como ser el reclamo por la igualdad de derechos políticos y la participación universal de la gente, pero unido, a cierta forma de autoritarismo a menudo bajo un liderazgo carismático. Puede incluir demandas socialistas con tendencia a vindicar la justicia social, una defensa de la nación y un protagonismo en el sujeto pueblo. (6).
En este populismo se ha encaramado la izquierda, o lo que se autodenomina izquierda, cuya búsqueda política no es semejante a la de los años setenta, ahora es menos confrontacional y más gradualista y pragmática, interesada en introducir reformas sociales que atenúen el impacto del neoliberalismo; pretende, dentro del marco del capitalismo, obtener mayor bienestar social a la población e instaurar un estado de derechos (7)
¿Qué aspectos de riesgo tiene el populismo radical en Latinoamérica y hasta donde los estrategas del imperio lo ven como riesgoso?
Ante la desolación que va arrojando la aplicación ortodoxa de las políticas neoliberales y la cada vez mayor cantidad de hombres y mujeres que se quedan sin posibilidad de llevar una vida digna, por carecer de los elementos básicos para la sobrevivencia, el grueso de la población está carenciada de satisfactores básicos, esto es, vive por debajo de los índice requeridos por un ser humano para su desarrollo medio.
La desresponsabilidad del Estado ante el cuadro de miseria y penurias, la indolencia de los políticos de oficio por asumir el reto de alterar el desorden en que vivimos y contrarrestar la inequidad creciente y la perversión de la practica política vigente que se nutre de los recursos públicos pero hace caso omiso a los reclamos ciudadanos está orillando a las fuerzas sociales a que asuman un papel más exigente, activo y protagónico en la realidad social que vivimos.
Sin embargo, no todos los políticos están conforme con los resultados obtenidos hasta ahora; la abstención progresiva, el descrédito de los partidos políticos, el poco significado que evoca la palabra democracia y la práctica política al margen de los canales institucionalizado, está generando un leve despertar en algunos partidos llamados de izquierda o que están interesados en insertarse en la área política y ser parte de la realidad social, que hasta ahora no lo son ni representan algo significativo para ella.
La opción populista no es la postura por abrazar un modelo o una alternativa que revoque lo que acontece; sino más bien, como anota Laclau, es una forma de construir lo político, cuando la política no está en el centro del debate ni es el eje orientador de la sociedad; es reconstituir lo político en una sociedad en donde los partidos no son opción de nada, el gobierno no ejerce el poder y la ingobernabilidad crece en la medida que progresa la inequidad, la miseria y la exclusión. Entonces, ante un horizonte negado y una inteligencia achatada, el populismo es una experiencia conocida que posibilita construir lo político.
Construir lo político no es riesgoso, antes por el contrario, nutre la realidad y abre el cielo de la carga de nubosidad que lo ensombrece; lo que se está dando y puede darse en el proceso de abrazar la razón populista es que las carencias y las demandas, que son muchas, que están en las amplias capas sociales y se han insertado en la extensa capilaridad social, puedan encontrar en esta construcción de lo político un cemento social que las una y desemboque en un arco convergente, plural, cívicamente tolerante, multiclasista, con capacidad de recuperar su memoria histórica y la caja de herramientas donde reposan todas las formas de luchas ancestrales y otra inéditas y las pongan en uso para reivindicar sus demandas.
Para poder dotar de ese cemento social que ligue a la gran constelación de actores sin derechos, pobres y desciudadanizados, se requiere crear un referente que se vea como oponente, como adversario o enemigo de la acción política popular, o sea, se abre la oportunidad de crear y construir socialmente al enemigo y este referente contrario puede no ser el Estado-Gobierno, porque las experiencias reciente de Ecuador , Argentina y Bolivia han demostrado que el verdadero poder no reside en el Estado, sino en las grandes empresas transnacionales y los centros financieros internacionales.
Mientras las masas desaten su furor y capacidad movilizadora para desplazar presidentes y deroguen leyes que no atenten contra las inconmensurables ganancias de los empresarios del imperio, no sucede nada, se opta por otra cara que represente al Estado-Gobierno y todo sigue igual. Esa lección es un episodio aprendido y los futuros movimientos van a redireccionar su lucha.
La construcción social de enemigo esta vez no va ser sólo tarea de los dirigentes que opten por abrazar el populismo radical, sino que se van a tener que abrir las compuertas a la participación popular, porque los aprendizajes que se ha obtenido en las experiencias de emprendimientos y construcciones en los espacios autónomos estratégicos, nos dicen que la lucha pude pasar de un populismo radical a una etapa de confrontación liberacional, como se muestra en Venezuela y Bolivia. (8)
Construir socialmente el enemigo no es una tarea de dirigentes, es una consecuencia lógica que se puede desatar cuando los vastos sectores populares y despojados se den cuenta que el enemigo verdadero no es el gobierno, sino todo aquel que lo despoja, le quita su trabajo, los persigue y criminaliza por ser inmigrante, la niega la tierra, le cierra las puertas de los hospitales y las escuelas a sus hijos, quien le arrebata su casa, los que le prohíben acceder a los recursos que la naturaleza nos ofrece como el agua, la biodiversidad, etc.. Justo aquí salta a la imaginación que el enemigo es quien le niega a vivir y contra él van a luchar.
Construir socialmente al enemigo es otra forma de construir lo político, de encaminar por un rumbo distinto la lucha; es una suerte de reencauzar la lucha y llevarla por los canales en donde está el factor o los factores que le impiden crecer o lograr sus metas. El enemigo construido y referenciado es la recuperación de la esencia de la lucha, contra quien lucho y qué gano si lo despojo de lo que es mío.
Si es construido socialmente a partir de los espacios donde se nutren los procesos asamblearios, de intercambios de saberes, los foros deliberativos, las fabricas recuperadas, las microempresas comunitarias, las universidades, los talleres artesanales colectivos, en la calle, en las marchas, en los piquetes y cortes de ruta, en las manifestaciones reclamadoras de derechos, en las protestas contra el despojo de vindicaciones añejas, en los reclamos por mantener vigente los derechos humanos y ciudadanos, etc., son complementación de luchas, pero ante todo es acción política que busca la recuperación de la caja de herramientas de las prácticas políticas de antaño y recientes, que los coloque en la posibilidad de asomarse a la convergencia emancipadora que construyen los sujetos sin derechos.
Ese ejercicio de la construcción social del enemigo se puede dar de carácter social y participativo como se vienen ejercitando la política en América Latina, dado que las múltiples iniciativas locales, comunitarias y barriales tienen esos ingredientes que le dan un sello popular participativo.
También se nutre en la construcción de sujetos colectivos contingentes como lo que aconteció en Francia por la derogación de la controvertida ley laboral conocida como Contrato del Primer Empleo (CPE), la cual ocasionó violentas protestas en todo el país.
En los Estados Unidos se mostró de nuevo el sujeto colectivo contingente en las masivas y explosivas manifestaciones en contra la ley HR 4437 o Acta de Protección de las Fronteras, Antiterrorismo y Control de la Inmigración Ilegal (Border Protection, Antiterrorism, and Illegal Immigration Control Act of 2005, Congresista republicano James Sensenbrenner Jr.) que inmigrantes a los criminaliza.
Por lo anterior, la construcción social del enemigo asume expresión orgánica en la discusión y los trasvasamiento de saberes y experiencias que van llenando el recipiente de la confianza y los intercambios; a su vez se fortalecen la solidaridad y las reciprocidades, lo cual permite que el cemento social vaya tomando forma y la cohesión se siembre en los grupos. Las distintas realidades en que cada grupo se desenvuelve se ve atravesada por la transversalidad de une enemigo común que no sólo tiene la intención de despojar de todo derecho a los sectores populares, sino de apoderarse de los recursos locales y nacionales, porque está en todo el mosaico de realidades que representan los actores involucrados en la lucha.
Visto así, el populismo radical es un peligro para los estrategas del imperio, por un lado, porque puede resolver el grave problema de la fragmentación y el autismo social que prevalece en sectores sociales de las sociedades latinoamericanas; asimismo, la construcción social de enemigo está redireccionando la lucha hacia las grandes empresas transnacionales y centros financieros del mundo; la lucha contra esos núcleos de poder puede ser amplia y diversa, desde la acción directa, como respuesta equiparable al despojo, hasta los bloqueos, boicot, corte de ruta por donde transitan contenedores, ferrocarriles, productos perecederos, toma de edificios, de muelles marítimos, aduanas, aeropuertos, cadenas televisivas, empresas de cadena comercial, parálisis de la producción , de la exportaciones y de centros de recepción y bodegas, cese de compra de productos pertenecientes a una empresa en particular o procedentes de un país agresor, huelgas con sentido de pertenencia y focalización de la lucha hacia objetivos económicos estratégicos, son los nuevos nichos politizar y reivindicar para lastimar enormemente los ingresos y poner en riesgo al sistema capitalista financiero y sus magnates.
Este escenario, es lo que preocupa, la posibilidad de que se de (más allá de lo observado hasta hoy) es tanto como la de que no se presente, de ahí que el populismo radical es un enemigo más del imperio.
Existe otra ventana analítica sobre los riesgos del populismo radical, cuyo argumento lo han construido intelectuales especialistas de la economía, quienes plantean que el neoliberalismo tiene dos manifestaciones, una radical de libre mercado ortodoxa, desprendida del estado, manejada por los organismos financieros y grupos de poder ligados al capital financiero, cuyo comportamiento es una apuesta a la especulación y un desinterés por el capitalismo productivo o de transformación, caso en América Latina de México y Chile; la otra cara del neoliberalismo es mas estatista, le da un lugar preponderante al estado para impulsar empresas, erogar subsidios, ligar los apoyos bajo una política de estado de medio plazo que posibilite un incremento en el PIB, en las exportaciones y generación de empleo, restándole importancia vital al capital financiero.
Lo anterior nos dice que hay dos versiones del neoliberalismo y las dos están en permanente tensión, el que le apuesta al libre mercado bajo la batuta del capital financiero y los que se cobijan en un capitalismo de estado, con toque autoritario, para incrementar la producción.
En medio de estos dos, aparece una tercera opción, sin dejar de ser capitalista, que se denomina populismo radical, mismo que practican una revaloración del estado como principio organizador de la pluralidad social y como ordenador de la articulación externa, pero también como actor que debe hacerse cargo de aquellos aspectos de la vida económica necesarios para el bienestar general en los que el mercado es incompetente o ineficaz. (9)
Tanto el capitalismo estatal asiático como el populismo que amanece en Latinoamérica, son contrapesos del capital financiero, porque limitan sus ganancias, desacreditan su labor y empíricamente son evidenciados, porque el capitalismo de estado genera crecimiento, aun con la dosis de autoritarismo que le agrega el estado; en cambio el capital financiero ahuyenta el empleo, desplaza a los trabajadores de sus puestos de trabajo, volatiliza a la economía y vive en permanente riesgo, por ello, la mayoría de las crisis en los países con crecimiento económico amparado en el capitalismo de estado han sido sometido a severas crisis provocadas por el capital financiero, como una muestra de la tensión y contradicción del capitalismo en su fase neoliberal imperial.
Como podemos observar, los tres ejes de orientación hacia donde el nuevo militarismo norteamericano se dirige transita por tres avenidas ideológicas que esgrimen como obstáculos para el ejercicio de la libertad y el libre mercado, cuyo fin se esconde en una estrategia militar que justifica la intervención y la presencia de tropas en aquellos países que denotan una debilidad institucional, un déficit de gobernanza, dirigidos por caudillos militares y violenten los derechos humanos (10)
La teoría de reconstruir el orden mundial del Siglo XXI bajo el argumento de que existen en América Latina países débiles o fracasados, cuya validez empírica es frágil, dado que bajo esa categoría están los países que muestran mayor convulsión política por el cuestionamiento que hacen a las políticas neoliberales y los niveles de organicidad que han logrado los sectores populares, los estrategas norteamericanos le anteponen otra lente observacional y justifican la imperiosa necesidad de intervenir en ellos por el riesgo de la gobernabilidad y el refugio de terroristas en sus territorios.
Militarización de los recursos naturales estratégicos
Lo que hay en el trasfondo de toda esta argumentación es que algunas fuerzas que se re-crean en esas sociedades impiden su libre circulación para apropiarse de los recursos y las riquezas que están fuera de su territorio, eso nos da a entender por qué las tres estrellas: antiterrorismo, crimen organizado y populismo radical, son el blanco de la arremetida militar norteamericana en la región latinoamericana.
Si la razón de ser un estado fracasado es carecer de andamiaje institucional para afrontar una emergencia, un caos, una epidemia o contingencia alguna, lo acontecido en los estados Unidos con el Huracán Katrina que ingresó por las costas de Luisiana y Misisipi en agosto 2005, vulneró la red de refinerías, suspendió en un 90% el proceso de destilación del petróleo, desnudó la fragilidad de las vías, puentes y sistema de protección civil norteamericano y más que todo, lo expuso ante el mundo como un país carente de una logística o andamiaje para atender ayuda internacional en caso de desastres, lo que sería, en palabras de Fukuyama, un país débil o fracasado, similar a los de África subsahariana, los cuales no puede distribuir la ayuda internacional por carecer de redes para atender a la población.
En síntesis, la nueva guerra descansa sobre una base amplia que liga los recursos ideológicos expuestos, la tecnología, la comunicación digital/satelital y nuevas formas de combates que evitan la confrontación directa contra los pueblos y los insumisos, pero atenta contra ellos de manera fatal por varios métodos que van, desde la limpieza social hasta el ataque ideológico telecomunicacional para desvertebrar cualquier intento de resistencia, mantener la fragmentación social e invalidad cualquier tentativa de movimiento social nacional o amplio que se oponga a su voracidad financiera.
Estamos ante una nueva organización y operatividad logística que no es manejada por intereses geopolíticos y geoestratégicos ortodoxos, donde el territorio, el lugar, el sitio era preponderante para el dominio territorial; ahora interesa más la alianza militar para controlar, privatizar o usurpar recursos estratégicos que den más vida al capitalismo, bajo el domo convergente de la producción de las empresas transnacionales, el comercio internacional, el capital especulativo y otras formas de cooperación que se mueven alrededor de los intereses de la economía capitalista y que funcionan como poder de facto.
La nueva organización está sustentada en la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de 2002, cuya visión se erige sobre la doctrina de anticipación o guerra preventiva, que sitúa al imperio norteamericano en posición de gobernar a las poblaciones potencialmente hostiles de los países que sean amenazados por el terrorismo, sin embargo, no cabe la menor duda de que Estados Unidos no va a intervenir directamente con sus propias fuerzas en cada uno de los Estados del mundo donde operan terroristas y, por consiguiente, debe confiar en la capacidad de los Estados locales para controlar por sí mismos el terrorismo (11) caso Colombia y Honduras; también por coaliciones con otros países aliados bajo el pretexto de intervenciones humanitarias.
Se magnifica y se observa con mayor contundencia la nueva guerra en lugares o naciones donde el Estado abandonó su papel protagónico, se erosionó el control de la violencia legítima, las fuerzas militares entraron en el circuito de la colaboración internacional, las policías antinarcóticos entraron a remplazar a la inteligencia nacional, los grupos sociales excluidos comienzan a mostrar un grado de cohesión en las luchas, las alianzas intergrupales se fincan en territorios habitados por excluidos y la ingobernabilidad aparece como un gesto de inconformidad de los sujetos sin derechos o manifestación de lucha de clases.
Lo anterior se fundamenta en la teoría de los norteamericanos que afirma que su nación no será segura mientras no lo esté el aprovisionamiento mundial de energía, de ahí que la intención del manejo de la política internacional que coloca a la economía como centro de su quehacer diplomático, denominado como ejercicio «econocentrico», cuya finalidad es priorizar las relaciones y control en zonas en donde la riqueza estratégica le permite asegurar un funcionamiento como modelo capitalista y base de la industrialización (12)
De esta tesis se desprende una afirmación clarificadora del sentido de los conflictos de hoy, en especial de Latinoamérica, que abunda en la importancia de los recursos estratégicos como signo y propósito de las nuevas guerras, donde el velo ideológico no es enarbolado, sino la defensa, mediante el imaginario antiterrorista, antipopulista y contra el crimen organizado, de las materias que permitan prolongar el control de la energía y consubstancialmente del modelo de dominación de las grandes potencias sobre las naciones pobres que concentran riquezas naturales.
Entendemos que todo ello es posible porque los EE.UU. es el principal agente protagónico de esta nueva guerra en la medida que requiere el 30% de la energía consumida por la humanidad, disputándose este consumo con la tendencia industrializante del capitalismo que día tras día incrementa el consumo de energía.
Cifras que nos facilitan esta comprensión es el crecimiento inusitado de la población mundial que se aproxima a más 6 mil millones de habitantes en el planeta; los cuales consumen energía para desplazar a más de 520 millones de autos particulares; asimismo son mayores los hogares que cuentan con televisores, refrigeradores, aire acondicionado, calefacción, ordenadores personales que van consumiendo mayores cantidad de petróleo, agua, gas y elementos de la biodiversidad que ponen a la humanidad en un predicamento y a incitar los conflictos por controlar los recursos. A todo esto hay que agregar la industrialización acelerada de China y la India, que demandan cada día mayor consumo de energía y otros recursos como hierro, acero, aluminio, etc. (13)
Todo lo expuesto, agregado a la inexistencia de un enemigo focal como era la Unión Soviética, y la necesidad de compartir, hasta donde se pueda, los recursos vitales para el sistema de industrialización capitalista, imposibilitó a los Estados Nacionales a actuar o usar la fuerza, en el ámbito internacional o contra otro Estado de manera unilateral, pero las necesidades imperiales las vinculo a la orbita de las decisiones de los centros hegemónicos y usurpadores de recursos estratégicos.
Este vínculo se observa en la actual administración George W. Bush, quien a través de el vicepresidente Cheney crearon un grupo de trabajo sobre la política energética de Estados Unidos, cuya preocupación era y sigue siendo: ¿Cómo aprovisionar la economía cuando las necesidades aumentan en momentos en que las reservas mundiales escasean cada vez más y se hacen más difíciles de explotar? Desplegando tropas en las zonas petrolíferas.
El Grupo es conocido como Desarrollo de la Política Energética Nacional (National Energy Policy Development Group, NEPDG), integrados por altos miembros de la administración y lo dirige el vicepresidente Dick Cheney, ex presidente de Halliburton, la mayor empresa de equipamiento petrolero del mundo. (14)
Lo anterior nos indica de que manera los gobiernos se asocian con las empresas transnacionales y los grandes negocios, donde el interés nacional es una figura retórica, el papel de representante de los ciudadanos es una entelequia y el voto no significa nada, dado que la representación política está diluida y naufragada en un mar de contradicciones, tal cual como navega la política; la política está más asociada con la economía y desnuda de todo ropaje ciudadano, impregnada de atenciones hacia los inversionistas y preocupada por atender los asuntos de la mesa de la macroeconomía y desatender las exigencias y reclamos sociales de los excluidos.
Otro aspecto digno de destacar en la nueva guerra, es la forma de operar en el escenario de la confrontación, no interesa el territorio como punto de dominio, sino el recurso, que puede ser, mineral, hídrico y/o estratégico; humano o poblacional para desestructurar al enemigo, por lo que el espacio territorio no es una pieza importante en el ajedrez de la confrontación, ya que puede hacerse la guerra cerrando los pasos a la economía, desembarcando marines o fuerzas multinacionales en la zona de riquezas estratégicas, fracturando las exportaciones, bloqueando el comercio y aislarlo del mundo global.
Esta nueva guerra requiere de alianzas, no porque el poderío militar de los EE.UU. esté en decadencia, sino porque en el control de la energía están implicados varios estados que son parte del dominio imperial. Europa y Asia no cuentan con recursos estratégicos importantes; EE.UU. cuenta con ellos de manera limitada y Medio Oriente los posee, la zona del mar Caspio concentra una gran parte al igual que América Latina, de ahí que en esas regiones poseedora de recursos los conflictos estarán a la orden del día y los provocadores serán las santas alianzas de las grandes potencias.
La alianza es pieza fundamental en la medida que la sociedad industrial acelera su desarrollo, las interdependencias crecen, la transferencia de tecnología ligan los centros productivos, la red de importaciones y exportaciones que arman la densa urdimbre del comercio vincula varios centros distributivos y las economías en los inicios del Siglo XXI no funcionan de manera aislada, requieren forzosamente de los insumisos y recursos de las otras que integran el universo capitalista, de ahí que cada incremento tecnológico abre una válvula más de consumo. Hagamos un ejercicio con el agua y el petróleo.
Alianza humanitaria que hoy día se esgrime en las confrontaciones bélicas, es el nuevo rostro de la intervención que se desató en los noventa, con el firme propósito de demostrar que las soberanías era una falacia, que en los países que ellos, los norteamericanos, calificaran como peligrosos, perturbadores o violadores de los derechos humanos, dictatoriales o perversos, la comunidad internacional estaba en la obligación de intervenir para salvar a la humanidad. Ese fue el pretexto para Somalia, Afganistán, también para Milosevic en Serbia y Hussein en Irak; así se inauguró la era de las coaliciones intervencionistas encabezadas por Norteamérica.
Alianza Humanitaria es la nueva política bélica que se elaboró para demostrar que el concepto de soberanía es inútil en estos años, que la gobernanza, una válvula de escape de teoría fallida en la administración pública, coloca todo el talante en la red de instituciones globales, justificando con ello las intervenciones en Somalia, Haití, los Balcanes o Afganistán entre otros lugares, donde el argumento mayor era que los gobernantes ilegítimos o dictatoriales no pueden recurrir al derecho de la soberanía para escapar de la justicia internacional de occidente.
Casi siempre, la militarización se concebía como la presencia de un ejercito ajeno a la nación invadiendo o ingresando al territorio nacional, tomando posiciones estratégicas y ordenando a las fuerzas invadidas que se sometieran bajo sus ordenes; esta vez, la militarización está diseñada de una manera distinta, donde el agente invasor no esta presente de manera mayoritaria en el terreno invadido, sino que mediante alianza estratégica con fuerzas del orden y de la defensa del país sometido, se ejerce la militarización de las áreas seleccionadas.
Este diseño estratégico militar tiene como soporte dos argumentos, por un lado, no tiene los Estados Unidos el suficiente personal militar para estar presente u ocupando tantos territorios donde están sembrados los recursos estratégicos, por otro, evitar que el traslado masivo de sus fuerzas de ocupación sean criticadas por varias razones, por el alto costo de la movilización, desproteger la nación ante contingencias como la acontecida con el huracán Katrina, ser blando de críticas por la oposición de su país y no mostrarse como el halcón que de apodera de todo en el mundo.
Lo que ocurre, como casos interesantes, es que cada escenario de las intervenciones se presenta en regiones o países con recursos estratégicos, posibilitando que se sigan presentando las intervenciones militares bajo el mando de lo humanitario, porque las cifras nos dicen que las reservas del petróleo, según cifras del Departamento de Energía norteamericano, estipula que para mediado del Siglo XXI no alcance a cubrir la demanda mundial. Si para el año 2000 eran calculadas en 1.033 billones de barriles, estos cubrirían unos 40 años más si se mantiene el ritmo de consumo de 73 millones de barriles diarios, pero si se incrementa 2% anual como prevé, se acorta la vida de la reserva. La esperanza puestas en los nuevos descubrimientos no es alegría en la medida que no existe en la actualidad la tecnología adecuada para extraerlo.
Lo mismo sucede con el agua, la reserva potable y dulce del liquido apta para consumo humano es de 3% del total existente, la mayor parte de ese 3% esta en los glaciares y casquetes polares, por lo que el volumen accesible es de 12 mil kilómetros cúbicos, y la mitad la consume la humanidad. En los próximos años de pronostica un consumo de 100% y la escasez se asoma como nueva amenaza, amén de que este recurso por su naturaleza recorre muchos tramos de territorios que permite ser compartido por varias naciones, al ejercer el control para garantizar el abastecimiento, desanuda conflictos por el agua como ya se observa en varios lugares del mapa mundial. (15)
En este rubro las presiones políticas y las maniobras militares son evidentes, las actividades de los organismos financieros internacionales -como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM)- tendientes a presionar a las autoridades locales de varios países latinoamericanos, condicionándoles la entrega de recursos y/o a recortar los subsidios, aumentar las tarifas y privatizar servicios, señala un análisis de la organización no gubernamental Globalization Challenge Initiative.)(16)
El documento afirma que
«tanto el BM como el FMI han condicionado la entrega de créditos a la aplicación de programas que implican la apertura de los servicios de agua y saneamiento al sector privado y el incremento de tarifas para que éstas cubran los costos de operación. Sólo en 2000, agrega, se encontraron acuerdos con 12 países solicitantes de préstamos que incluían estas condiciones.
Entre los casos recientes, el estudio destaca el de Nicaragua, donde se aplicó un aumento de 30 por ciento a las tarifas del agua, para cumplir lineamientos del FMI y del BID. En Ghana el incremento recomendado por los organismos internacionales fue de 95 por ciento.
En Tanzania, un proyecto del Banco Mundial propuso «mejorar» las operaciones privadas de abasto de agua mediante «un aumento gradual de las tarifas hasta un nivel comparable con el costo marginal a largo plazo».
Estas políticas están empezando a revertirse contra sus promotores del mundo industrializado; en Estados Unidos, los recientes recortes fiscales y la creciente demanda hacen poco probable que existan suficientes recursos públicos para mantener el servicio sin aumentar los cobros.
De acuerdo con la Red de Infraestructura Hidráulica (WIN, por sus siglas en inglés), se necesita una inversión anual de 23 mil millones de dólares extras para que ese país cumpla las normas ambientales y de salud pública, y para remplazar la infraestructura obsoleta.
Si no reciben suficientes fondos, los operadores municipales, distritales y regionales de los sistemas de abasto de agua podrían enfrentar decisiones difíciles, entre ellas la tentación de vender los sistemas a inversionistas privados.
El Banco Mundial sostiene que el agua debe ser considerada una mercancía, que los organismos operadores en los países subdesarrollados son deficientes y están muy endeudados, y que la participación privada, en general, ha aumentado la eficiencia, mejorado el servicio y ampliado la cobertura del servicio»
Notas
1 Galeano Eduardo. 2005, «Los diablos de los diablos». Le Monde. Agosto, Pág. 12y 13.
2. Salazar, Robinson, 2006. La nueva militarización en América Latina, en prensa.
3/ ibidem
4/ (Abadi José E.. 2005. Los miedos de siempre, los terrores de hoy. Edit. Sudamericana, Argentina. Pág. 41
5/ ibidem. Pág.43
6/ Laclau Ernesto, 2005, La razón populista, FCE, Argentina. Pág. 17-18)
7/ Vilas Carlos, 2005. «La izquierda latinoamericana y el surgimiento de regimenes nacionales-populares», en Nueva Sociedad, No197, mayo-junio, Caracas, Venezuela, Págs. 84-99.
8/ Salazar, Robinson. 2005. Democracia emancipatoria, Insumisos Latinoamericanos/Libros en RED, Argentina, Pág. 81
9 Vilas Carlos. Op Cit.
10/ F. Fukuyama, 2005, La construcción del estado. Hacia un nuevo orden mundial en el Siglo XXI. Ediciones B. Argentina Pág. 114.119
11/ Fukuyama, Op. Cit. Pág. 143-144
12/ Klare T. M. 2001,Guerras por los recursos, Editorial Tenencias, España, pp.25.
13/Op. Cit., pp. 34-35.
14/ Arthur Lepic – 2005, EE.UU.: Convergencia de las políticas energética y militar. Los puntos oscuros del informe Cheney, leído el 02.09.05 en Red Voltaire
http://www.voltairenet.org/article126837.html#article126837
15/. Maurits W. 1989, Mac Kienzie, 1996. En Klare T., Op. Cit, Pág. 286,
16 / Globalization Challenge Initiative, 2005, «Los ocho países más ricos supeditan préstamos a la privatización del agua» en La Jornada, México, 1 de septiembre.
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El autor es investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa/México. Autor de varios libros entre arguons Lectura crítica del Plan Puebla Panamá, democracias en riesgo en América Latina y Democracia emancipatoria. Autor de una veintena de artículos y ensayos. Director de la red de Investigadores Latinoamericanos por la democracia y la Paz. www.insumisos.com