Un laberinto conduce al despacho de la historiadora Carmen Agulló en la Facultat de Magisteri de València, donde ejerce como profesora titular de Teoría e Historia de la Educación. Es una de las investigadoras que ha colaborado en el documental «Las Maestras de la República» -producido por FETE-UGT y dirigido por Pilar Pérez Solano-, recientemente […]
Un laberinto conduce al despacho de la historiadora Carmen Agulló en la Facultat de Magisteri de València, donde ejerce como profesora titular de Teoría e Historia de la Educación. Es una de las investigadoras que ha colaborado en el documental «Las Maestras de la República» -producido por FETE-UGT y dirigido por Pilar Pérez Solano-, recientemente galardonado con el Premio Goya 2014 a la mejor película documental. Condensa en un mensaje sintético el ideal educativo de la II República: «Más escuelas y mejores maestros». Ya en la tesis doctoral -«La educación de la mujer durante el franquismo y su evolución en Valencia (1951-1970)»- Carmen Agulló avanzó su itinerario posterior como docente e investigadora. Las publicaciones le avalan como especialista en la materia. Con Juan Manuel Fernández Soria ha escrito «Una escuela rural republicana» y «Maestros valencianos bajo el franquismo: la depuración del magisterio (1939-1944)»; es autora asimismo de «Mestres valencianes republicanes» y ha participado en la obra colectiva «Las maestras de la República» (Catarata) con el capítulo «El papel de las maestras en la escuela republicana».
-¿Qué cambios significativos introduce la II República respecto a la educación en las escuelas?
-El artículo 48 del texto constitucional, dedicado a la educación, recoge un principio a mi juicio esencial: La enseñanza se inspirará «en ideales de solidaridad humana». Pero hay además una frase que lo resume todo: «Más escuelas y mejores maestros». Por un lado, se trata de construir más y mejores escuelas para escolarizar y educar a niños y niñas, pero también se trata de formar mejorar a los docentes. Precisamente para el Magisterio se impulsa un Plan de Formación, que consiste en una instrucción inicial de los maestros, pero que se va ampliando con un proceso de formación permanente. Hoy es mucho menor esta formación continua que en tiempos de la II República. Por otra parte, hay una selección del profesorado mediante cursos y pruebas, no por oposición. Otro factor muy importante es el de la inspección educativa, que constituía entonces un elemento no tanto de control como de dinamización y apoyo en el aula.
-¿Qué avances representa para la mujer la llegada de la República?
-Lo más importante es la consideración de ciudadanas. Es decir, el acceso al voto y a participar en términos de igualdad con los hombres en el ámbito público. En la II República encontraremos mujeres diputadas, embajadoras, alcaldesas, gobernadoras, concejales…(durante el franquismo ocurre lo contrario; por ejemplo, las mujeres no pudieron ser jueces ni diplomáticas). Grandes conquistas son también el matrimonio civil o el derecho al divorcio y al aborto (en este último caso, durante la guerra civil y sólo en Cataluña). Teóricamente, se desarrolla una legislación que permite a la mujer el acceso al trabajo (público y privado) y a la educación, aunque otra cosa es que esto después se materialice. Es la época de mujeres tan significadas como Clara Campoamor, Victoria Kent, Dolores Ibárruri o la maestra y escritora María Lejárraga, entre otras muchas.
-¿Qué representaron en los años 30 las maestras de la República?
-Estas mujeres ponen en práctica los principios de la Constitución republicana. Una escuela pública, laica, democrática, solidaria, activa (en cuanto a la metodología, se trataba de formar personas críticas) y bilingüe. Pero sobre todo aportan un modelo de mujer diferente al tradicional (madre, casada y en casa). Son mujeres ciudadanas, trabajadoras, independientes económicamente y muy preocupadas por la ética (con una recta moral laica) y por la estética. Me refiero al cuidado de su apariencia e imagen personal (vestido, corte de pelo con melena corta, etcétera), pues pretendían ofrecer una imagen de modernidad. En los pueblos rurales rompían con el imaginario de la mujer tradicional. En el aula utilizaban metodologías «activas», que se concretaban en excursiones, intercambio de visitas y revistas entre centros escolares, creación de bibliotecas o trabajos manuales que no se limitaran a las labores tradicionales. Se implican en la introducción de tecnologías como la radio o la máquina de coser en la escuela (más modernas que el coser a mano). O en el uso de periódicos para formar a los alumnos. Por otra parte, es en el año 1910 cuando se permite el acceso libre de las mujeres al bachillerato y a la universidad. Hasta ese momento, debían pedir permiso. Pero durante la II República se acelera y democratiza el proceso. Se crean institutos públicos y hay un acceso importante de las mujeres, como alumnas y como docentes. También como profesoras de universidad.
-¿Observas diferencias en el modelo educativo que plantean las maestras de izquierda republicana, socialistas, comunistas o anarquistas?
-Las anarquistas no entran en el paradigma del que hablamos. Representarían una alternativa al modelo republicano desde la izquierda, por ejemplo, con la Escuela Moderna de Ferrer i Guàrdia. Muchas mujeres en el País Valenciano fueron seguidoras de la Escuela Moderna racionalista. En cuanto al modelo educativo de la República, es una mezcla del ideario del PSOE y de la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Los ideólogos clave serán Marcelino Domingo -de Izquierda Republicana, el partido que más maestros e intelectuales aportó a la República- y tanto Rodolfo Llopis como Lorenzo Luzuriaga, del PSOE. Llopis pronuncia una frase capital: «Hace falta respetar la conciencia del niño». Esto significa que en la escuela no hay que adoctrinar. La influencia del PCE empezó con la guerra. Se produce entonces un cambio de modelo: la introducción en las aulas de las ideas antifascistas para vencer en el conflicto. Por ejemplo, es el periodo en que entran en la escuela libros traducidos del ruso. Jesús Hernández, diputado y dirigente del PCE, fue ministro de Instrucción Pública entre 1936 y 1938.
-¿Qué modelo «alternativo» proponía la derecha durante la II República y el franquismo?
-Creo que la diferencia esencial es el catolicismo. Frente a la apuesta radical por la escuela laica de la II República, la derecha se centró en reivindicar el ideario católico. En otras palabras, una escuela confesional y que adoctrina. En cuanto a la mujer, mantiene el modelo tradicional -casada y en casa- pero con adaptaciones, ya que necesitan también que las mujeres les voten (esto es algo que ocurre hoy). Que se les vote, aunque sea para hacer perdurar el modelo conservador y tradicional.
-¿Qué ejemplos destacarías entre las mujeres de la República dedicadas a la docencia?
-Hay muchas. Por ejemplo, Carmen Valero, maestra que pertenecía a Izquierda Republicana y a FETE-UGT (éste y la CNT eran los dos grandes sindicatos de la época; comunistas, socialistas, republicanas y nacionalistas estaban en muchos casos afiliadas a la federación de la enseñanza de la UGT). Carmen Valero participó en el movimiento de colonias infantiles y utilizaba las técnicas educativas Freinet. Una maestra valencianista, Amparo Navarro, que presidía la Asociación de Maestros Valencianos. Lo tenían muy claro en la época: luchaban por una escuela en la lengua y la cultura propias. Carmen Maestre utilizaba las técnicas Montessori (materiales específicos para favorecer el autoaprendizaje activo en la educación infantil). Enriqueta Agut, de Izquierda Republicana (ya en la guerra se afilió al PCE), fue una gran oradora en los mítines y también participó en las Misiones Pedagógicas. También destacaría a Guillermina Medrano, de Izquierda Republicana, primera mujer concejal en el Ayuntamiento de Valencia.
-Por último, ¿qué relevancia se otorga en la época a los estudios de Magisterio y a la formación de los maestros?
-Te comentaba al principio que constituye una de las grandes prioridades. En la época se denominaba al Magisterio «Escuela Normal», una acuñación de influencia francesa. La República impulsó el mejor Plan de Formación de maestros que hemos tenido. Hubo una reestructuración. Hasta la República, maestros y maestras se formaban por separado. El Ministerio de Instrucción Pública cambió este estado de cosas y unificó la formación del profesorado, igual que la de alumnos y alumnas en los centros escolares. Además, la dirección de los colegios e institutos podía estar en manos de mujeres. Se introduce el Plan Profesional. Para ingresar en la «Escuela Normal» se requería tener los 16 años cumplidos, contar con el bachillerato superior y superar una prueba de acceso con plazas limitadas. Esto es muy importante: el proceso de selección se realizaba al principio. Los que pasaban la selección, recibían tres años de formación metodológica, hacían una prueba de conjunto y contaban después con un año de prácticas remuneradas. Al obtener el título de maestros y maestras, esto es lo que más admira a mis alumnos, se convertían en funcionarios. Pero me gustaría insistir en la importancia de la metodología: Se les enseñaba a enseñar durante tres años (con asignaturas como Didáctica de las matemáticas) y después tenían un año de prácticas. Salieron maestras y maestros extraordinarios.
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