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La importancia de entender

Fuentes: Rebelión

«Entender, entender, ¡ tenemos que esforzanos por entender!» A Hannah Arendt, in memoriam. Civilización : occidente y el resto. Es el título del nuevo juguete que recién ha emocionado a Mario Vargas Llosa; un nuevo engendro de pornografía intelectual escrito por Niall Ferguson que trata de intelectualizar las razones por las que el enorme falo […]


«Entender, entender, ¡ tenemos que esforzanos por entender!»

A Hannah Arendt, in memoriam.


Civilización : occidente y el resto. Es el título del nuevo juguete que recién ha emocionado a Mario Vargas Llosa; un nuevo engendro de pornografía intelectual escrito por Niall Ferguson que trata de intelectualizar las razones por las que el enorme falo de Mr.Occidente aventajó y hegemonizó durante 500 años al resto de civilizaciones transmitiéndoles, además, sus usos, costumbres, instituciones y métodos para producir riqueza – pongámonos a temblar -, que viene a ser lo mismo que decir su cultura, su código civil y su sistema político, económico y educativo. Casi nada. Mr Niall va sobrado.

Seis son, en concreto, las razones que el pornógrafo Niall expone en su engendro para tratar de explicar los motivos de la hegemonía de occidente en 500 años, a saber :

1 – La competencia en países europeos independientes :

En realidad, lo que Niall Ferguson llama la competencia intra y extra muros de los estados modernos, puesta en valor originalmente por los propios estados y mercados nacionales, no deja de ser la competitividad – cosa bien diferente a la competencia – económica y militar entre los mismos, tanto en el endo como en el exo-espacio geográfico de influencia. El resultado de esta competitividad ya la conocemos todos : las dos guerras mal llamadas mundiales y un rosario de guerras civiles y coloniales.

2- La revolución científica del siglo XVII en adelante :

Niall expone, además, que los descubrimientos y avances de la física, química, biología, etc, todos Europeos – sólo menciona a las ciencias llamadas duras, como si las ciencias sociales y humanas tuviesen algo que envidiarle a las primeras, y viceversa -, fueron razón suficiente para explicar la hegemonía de occidente. El hecho de que muchas de esas ciencias tuviesen que fermentar durante milenios filosóficamente su madurez como tales, incluso antes de la Antigüedad clásica y el renacimiento, y el hecho de que sus métodos e interrogantes existiesen más allá del espacio geográfico de influencia de la civilización griega y la civilización mediterránea, entrando en contacto recíproco con los científicos y filósofos que se expresaban desde lenguas y culturas no occidentales, no interesa demasiado, al parecer, a Niall Ferguson. Y menos le interesa, como era de suponer, que aún hoy no existan criterios y/o consensos claros para denominar con el término civilización determinadas formaciones humanas, y que no haya, además, forma posible de defender la existencia de compartimentos estancos o fronteras académicas impermeables en su estudio comparado.

La ilusión de la diferencia total entre eso que llamamos civilizaciones, así como entre lenguas y culturas, es tan banal como la ilusión de la superioridad de unas sobre otras, pues, al fin y al cabo, en muchísimas ocasiones y contextos, esa diferencia total que construímos entre nosotros y los otros no es más que la radicalización extrema y reactiva ante la voluntad de asimilación cultural por parte de los grandes estados – modernos o pre-modernos – y de la discursividad lingüística y cultural de la que hacen uso sus castas dominantes para fortalecer y oficializar simbólicamente el consentimiento en el ejercicio del poder. La totalización del discurso diferencialista sirve, sí, como retórica y práctica de resistencia, pero no como proyecto social alternativo, pro-activo y propositivo.

3 – El imperio de la Ley y del gobierno representativo basado en el derecho de propiedad surgido en el mundo anglosajón

Ahora le toca el turno a la Law del imperio moderno. Otras veces le toca a la lex del imperio clásico, es decir, al estado de derecho de la Roma Imperial. Cómico. En un reciente artículo firmado – no sé si escrito – por Felipe González y Valery Giscard, titulado Por una conciencia Europea, ambos escogían, entre otros elementos, los instrumentos necesarios para construirla. Entre estos instrumentos estaba, como no, el susodicho derecho Romano que, textualmente, Europa – cómico anacronismo semántico e histórico : al parecer esa cosa llamada Europa ya estaba en gestación antes de la caída del Imperio Romano – presenció durante el nacimiento e instauración del imperio de la Ley, basado en el derecho romano». Sobran comentarios : el que aquí escribe se sintió obligado a responder recientemente en este medio a a este pueril ejercicio de reivindicación de un Europeísmo sin fundamento sólido alguno y rotundamente excluyente.

La cuestión es que ahora le toca el turno a la law del imperio moderno de tradición anglosajona, ese que se expandió globalmente junto con las maravillas del gobierno representativo y el derecho de propiedad. El mismo, exactamente el mismo que, a día de hoy, justifica la represión violenta a través del monopolio de la violencia legítima (Max Weber) del Estado, así como de la apropiación privada de los medios de comunicación públicos y de los recursos naturales y humanos, justificándola con el cliché retórico de la voluntad de hacer prevalecer el imperio de la ley y destinando cantidades irracionales de financiamiento público-privado para engrosar los contingentes militares del ejército y de los comicamente llamados cuerpos antidisturbios. Incluso en el actual contexto de profundísimo desarraigo y polarización social, con índices de pobreza absoluta creciendo progresivamente y con un altísimo porcentaje de la sociedad civil exigiendo una transición de la representatividad formal y protocolaria a la representatividad real y proactiva, parece menos urgente dar de comer a los hambrientos que financiar y fortalecer el silencio impuesto legalmente – que no, legítimamente – por la fuerza.

En esencia, el deseo colectivo que subyace a estas reivindicaciones no es otro que el deseo de autogobierno civil y democrático ante un capitalismo feudal militarizado y ecológicamente insostenible que se acompaña, además, de un estado penitencia – y de cárceles penitencia – que persigue y estigmatiza el activismo social y la resistencia civil, y que deviene, necesariamente, si no se cambia el marco axiológico de valores dominantes, hacia un colapso indudable, convirtiendo progresivamente en dominium privado y exclusivo de castas y linajes familiares, no solamente todas las instituciones formales de autogobierno, sino también los espacios urbanos, mediáticos y académicos. La exclusión socio-económica, cultural, educativa y sanitaria es cada vez más evidente, al mismo tiempo que los viejos estados-nación están siendo literalmente comprados y fagocitados por el supra-estado corporativo de los grandes mercados y de las transnational institutions que educan a aquello que Marx llamaba el cognitariado, o dicho de un modo sencillo : la red de técnicos y profesionales liberales que elaboran ideas para justificar la preeminencia de la lógica monetarista que debe guiar a la política económica de la gobernanza planetaria.

4 – La medicina moderna y su prodigioso avance en la UE y en los Estados Unidos de América.

Nada dice, Niall Ferguson, como era de suponer, del papel de la industria químico-farmaceutica en este prodigioso avance, ni de la exclusión socio-sanitaria real, a pesar de su universalización formal, desde que ha cristalizado en occidente el moderno sistema de salud. Nada dice, tampoco, de la existencia de concepciones y prácticas sanitarias diferentes de la concepción y prácticas sanitarias de la medicina en sociedades no-occidentales, como tampoco dice nada del hecho de que la universalización real del sistema de salud será rotundamente imposible que cristalice en contextos geográficos y culturales históricamente desposeídos de los conocimientos médicos y técnicos para poder escoger, a su modo y desde la toma de conciencia de sus propias necesidades colectivas, su propio modelo de desarrollo económico, socio-sanitario y educativo.

5 – La sociedad de consumo y la irresistible demanda de bienes que aceleró, de manera vertiginosa, el desarrollo industrial.

El hecho de que fuese el mismo desarrollo industrial hiper-urbanizado el principal causante de los primeros éxodos campesinos y el abandono forzado de la misma propiedad que, supuestamente, garantiza el susodicho derecho de propiedad anglosajón, así como el hecho de que buena parte de ese contingente migratorio acabase mendigando en las calles y trabajando en condiciones de verdadera esclavitud en las primeras formas industriales-fabriles de producción, no importa para Niall Ferguson. Precisamente fue la violenta y traumática imposición de ese modelo de desarrollo la que fue normalizando progresivamente en occidente la antropología cotidiana del consumo banal, suntuoso y sin medida a escala planetaria. Un consumo que, a día de hoy, es objetivamente imposible re-estimular con políticas keynesianas sin volver a reproducir el impacto eco-sistémico y humano que tiene como coste.

6- La ética protestante del trabajo que creó «normas severas, estables y eficientes».

Niall Ferguson parece no reflexionar sobre el hecho de que la ética protestante y su severidad normativa y contable, llevada al extremo, es radicalmente incompatible con la consecución de los principios constitucionales de libertad e igualdad ante la ley, pues es el principio activo que estimuló a las clases dominantes de la Inglaterra Victoriana a impulsar un modelo de industrialización inhumano y ecocida en el que la maquinización del proceso productivo, con una mano de obra hiper-especializada, así como el ahorro interno de las grandes familias industriales, era prioritario a la consecución de unas condiciones socio-económicas e higiénico-sanitarias dignas para la la miseria que llegaba a la ciudad impulsada por el abandono y la despreocupación creciente de las élites calvinistas por la economía rural.

Estas son, en rigor, las 6 pornográficas razones que Niall Ferguson desarrolla para defender la hegemonía de occidente durante 5 siglos, llegando a defender este modelo sin ningún tipo de complejo y aún siendo consciente de lo que Mario Vargas Llosa llama su siniestro legado : La inquisición, el nazi-fascismo, el comunismo – así, en abstracto, ¿ para qué entrar en matices? – y el anti-semitismo.

Llegados a este punto, creo que sería oportuno decir que … una cosa es hacer de abogado del diablo, manía con la que tengo cierta espontánea simpatía si estoy seguro de que el demonio de turno no representa al mal en estado puro, y otra cosa, bien diferente, es pretender erigirse en defensor de productos intelectuales que se podrían calificar, como mínimo, de basura radiactiva para el cuerpo y la mente. El caso Vargas Llosa, como el caso Niall Ferguson y semejantes, es digno de estudio psiquiátrico, a saber :

¿ Qué tipo de lógica afectiva lleva a un intelectual a defender con acrítico fervor las ideas y los métodos del mal en estado puro, máxime a día de hoy, cuando podemos revisar crítica y mesuradamente cualquier cachivache intelectual que ha pretendido imponerse como una visión o solución total a los problemas de la humanidad?. Porque una cosa es la coherencia formal de una teoría, que puede ser buena o mala. Otra, muy diferente, es el grado de verificabilidad empírica contrastándola con la realidad, que puede ser mucho/así-así/poco o nada, pero nunca totalmente absoluto o totalmente relativo. Otra, bien diferente, son las intenciones y los motivos por los que nos adherimos emocional y pragmáticamente a esas teorías. Y otra, sí, también diferente, son los efectos colaterales de su aplicación y su éxito/fracaso en lo que se refiere a los resultados esperados o a las intenciones buscadas.

Pregunto esto porque, después de ler Apogeo y decadencia de Occidente, el artículo firmado por Vargas Llosa en el diario El país, a 13 de Enero de 2013, uno ya no sabe qué pensar de Mario. ¿ Qué es lo que lleva al super-intelectual Vargas Llosa a meter, en el mismo saco, sin establecer relaciones causales, contextuales y diferencias filosóficas o semánticas, los conceptos que utiliza y las realidades que pretende describir?. El es un premio Nobel de literatura, tiene la obligación moral de tomarse en serio las palabras, aunque sólo sea de modo irónico y desenfadado!.

El histrión Peruano de sonrisa bravucona y autosuficiente soberbia neoliberal menciona el siniestro legado de la Inquisición, el nazi-fascismo, el comunismo – permítanme ser parcial y sonreir burlonamente cada vez que se menciona esta palabra – y el anti-semitismo sin someterlos a un análisis historiográfico y filosófico-semántico, como ya hizo, en su tiempo, aunque siendo criticada desde círculos políticos y culturales di sinistra por su insistencia en condenar moralmente los totalitarismos nazi-fascistas y soviético sin entrar en matices, no tanto para justificar ninguno de ellos, sino, simplemente, por amor a la precisión, o sea : a la verdad. Porque la condena moral, siendo necesaria, simplifica el cuento, y la precisión historiográfica y semántica, siendo también necesaria, lo complica. En cualquier caso, ambas, la condena moral y la precisión semántica e historiográfica, pueden servir tanto al maniqueísmo interesado como a la búsqueda de la verdad.

Allá cada sujeto y su conciencia a la hora de hacer ciencia.

Vargas Llosa, como Fernando Savater, pueden ser – de hecho, son – personas con más lecturas y más cultas que yo, pero su deshonestidad, que en su tiempo me irritaba, ahora las observo con cómica e indolente indiferencia. El segundo, Fernando Savater, hace nada, viene de escribir en su sección Despierta y Lee, también en el diario El país, las siguientes líneas, en las que alerta apocalípticamente del vacío de sentido que está dejando lo que él llama el avance imparable de la tecnología, en detrimento de las humanidades y la filosofía.

«El vacío de sentido dejado por la filosofía lo llenaran a paletadas clericales las iglesias y los nacionalismos. Su enemigo común (…) es el laicismo (¡!), que defiende a los pensantes frente a los creyentes (…). La enseñanza volverá a su cauce teológico e identitario (…) apoyándose unas veces en unos partidos y otras en los opuestos. Nos forzarán a abjurar de la democracia laica tanto las derechas hechizadas por la iglesia como la izquierda idiotizada por los nacionalismo (…)».

Las personas que me conocen un poco – en lo que se refiere a cosas intelectuales, no en cosas íntimas y privadas -, saben de mí que no soy, de ningún modo, un nacionalista gallego a priori, como también saben que no tengo ningún tipo de problema en hacerme nacionalista gallego a posteriori cuando las estructuras cognitivas y afectivas del nacionalismo español, bien sea desde la socialdemocracia cosmética de Ferraz, bien sea desde el franquismo sociológico de Génova, comienza a componer e interpretar de nuevo su macabra melodía. Saben, también, de mi escepticismo y de mi precaución con las políticas de la identidad cuando no son más que instrumentos de cosificación y enfrentamiento entre alteridades lingüístico-culturales para sacar rédito electoral. Saben, también, el profundo y sincero respeto que me inspiran los creyentes que no tratan de adoctrinar a los demás, ni desde la iglesia, ni desde la administración pública. Y saben, también, lo profundamente necesario que me parece el divorcio Iglesia/Estado para darle a los Césares lo que es de los Césares – aunque sean unos cabrones borrachos de poder – y a los Dioses lo que es de los Dioses, para que se apañen con sus creyentes en los templos construídos y pagados por sus fieles, por sus fieles… y nada más que por sus fieles.

Precisamente por esto, porque soy una persona de orden, tener que leer de boca de Fernando Savater que el enemigo común de los paletos clericales y de los nacionalismos – así, en abstracto, sin matices – es el laicismo, me hace algo de dañito en la córnea, viniendo estas palabras como vienen de un philosopher como él, por muy mediático que sea. Aclaremos las cosas : el nacionalismo gallego ha sido siempre, ideológicamente, laico y anticlerical, tanto el realmente existente ahora en las instituciones autonómicas, materializado históricamente con el acrónimo BNG, como el realmente emergente, materializado recientemente en el acrónimo ANOVA, formando parte de una plural coalición de circunstancias entre la izquierda nacionalista y la izquierda no-nacionalista, materializada en el acrónimo AGE – Alternativa gallega de izquierda -, y que recién ha conseguido representación electoral llevando a cabo un traumático divorcio dentro del BNG por supuestas diferencias ideológicas y/o organizativas, así como de sensibilidad cultural.

Se puede decir, eso sí, que dentro del seno del nacionalismo gallego conviven tanto gente religiosa como arreligiosa o atea, y se puede – además, se debe – decir que la democracia interna y el feminismo siguen siendo las asignaturas pendientes, no sólo del nacionalismo gallego, el realmente existente y el recientemente emergente, sino también de la historia política e institucional de la mayor parte de los partidos políticos que han existido desde el mitificado, desmemoriado y silencioso espíritu de la transición que tanto pregona la casta política de este loco pedacito de piedra llamado Península Ibérica.

A día de hoy, la melodía del espíritu de la transición sigue sonando día tras día. La casta política la interpreta constantemente, con una naturalidad y desparpajo que asusta : ni el flautista de Hamelin tenía tanta habilidad para llevar a su ejército de ratones a un suicidio colectivo desde un acantilado.

Fernando Savater puede estar tranquilo, no hace falta que nos represente futuros escenarios apocalípticos debido a la ausencia de filosofía, pues cada vez crece con más fuerza un más que probable escenario distópico en el horizonte debido a la presencia del capitalismo. Savater nunca caerá – no quiere o no puede, su soberbia no se lo permite – en la cuenta de que el lugar que ocupa ya hace mucho tiempo la filosofía, no sólo mediática y académicamente, sino incluso en la cultura cotidiana, es la de fábrica de divulgación de ideas desprovistas de cualquier referencia real a problemas y acontecimientos contemporáneos, cuando no a la de saber folklórico que vende recetas fáciles para que los ciudadanos lleven una vida correcta.

Tiempo al tiempo, porque este osificado y elitista clasicismo en las academias y en los cenáculos de los big philosophers, tarde o temprano, tendrá que mezclarse con la contemporaneidad de los múltiples problemas y retos concretos que la persistencia de la civilizatio neoliberal nos va regalando día a día en cadena.

Savater, puede estar tranquilo, sí, tranquilísimo, porque el mismo vacío de sentido provocado, no por la futura obsolescencia de la filosofía en las escuelas – que también – sino, sobre todo, por la presente persistencia estructural del capitalismo, seguirá llenándose con los consuelos de la filosofía del mismo modo que se llenan las angustias existenciales en las capillas de las iglesias parroquiales. Quien sabe si desde ahí, desde las capillas de las iglesias parroquiales, comiencen a emerger los futuros Thomas Muntzer de la península Ibérica: ¡! Campesinos, arriba las armas y al parlamento ¡!.

Bromas aparte, de seguir así, puede que hasta la psiquiatría llegue a situarse como la reina de las humanidades, pues sólo desde la lógica de lo irracional se puede entender la brutal indiferencia e inhumanidad que no pocos técnicos y philosophers mediáticos, reclutados por este sistema de producción de basura cultural a gran escala, llegan a mostrar ante la cantidad de dolor que ha causado, causa y seguirá causando la civilizatio neoliberal. Aunque no sepamos todavía, con claridad, qué elementos tendría que tener esa cosa llamada civilización para ser considerada como tal, lo que sí podemos saber, porque lo sentimos en nuestro cuerpo y en nuestra conciencia colectiva, es que la cantidad de dolor y miseria que provoca la expansión global de un modelo económico gestionado para proteger militarmente el espacio vital que los mercados diseñan para crear a su nuevo hombre – el homo consumer – y defender su derecho a tener renunciando a su derecho a ser, es demasiado.

No llega, lamentablemente, con los consuelos de la filosofía para anestesiar y curar este dolor colectivo porque, creo, el reto de las ciencias sociales y huamanas, a día de hoy, sigue siendo el de siempre . ayudar a entender la complejidad de nuestro tiempo. Un sujeto y una sociedad que consiente que le administren la vida de este modo necesita, no hai duda, toneladas de basura cultural para auto-engañarse. La suficiente como para vivir ajeno contemplanto impasiblemente el dolor de los demás. La suficiente para que nosotros, desde nuestra disciplina, aportemos un grano de arena para recordarles a las nuevas generaciones que, si no quieren que su futuro y sus propias vidas sea prematuramente clausurada… tendrán que entender, entender : deben esforzarse por entender el tiempo que les tocó vivir.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.