La Seguridad Democrática es el nombre, la estrategia, el alma, la filosofía y la estrella polar del régimen de Álvaro Uribe Vélez. Durante todos los días de los últimos seis años hemos escuchado que la Seguridad Democrática está por encima de todo y lo condiciona todo. Que con la guerrilla no podía haber intercambio de […]
La Seguridad Democrática es el nombre, la estrategia, el alma, la filosofía y la estrella polar del régimen de Álvaro Uribe Vélez. Durante todos los días de los últimos seis años hemos escuchado que la Seguridad Democrática está por encima de todo y lo condiciona todo. Que con la guerrilla no podía haber intercambio de prisioneros y secuestrados porque una decisión así afectaba la Seguridad Democrática. Que un aumento general de sueldos y salarios no era posible pues se afectaba la Seguridad Democrática.
Y también todos los días hemos escuchado que gracias a ella, la Seguridad Democrática, la paz había llegado por fin al campo colombiano después de décadas de violencia e inseguridad. Que los campesinos ahora si podían volver tranquilos y felices a sus tierras. Que en los campos ya no había guerrilleros, ni violencia.
Ahora podemos, entender la por muchos incrédulos poco comprendida, Seguridad Democrática.
En el campo ya no hay violencia. Por lo menos en las tierras de los que creyeron en la Seguridad Democrática. Claro que tampoco hay campesinos. Fueron desplazados a punta de bala y de motosierra. Cuatro millones de campesinos, sobrevivientes de masacres o de procesos judiciales, abandonaron sus tierras y salieron despavoridos hacia los cinturones de miseria de las grandes ciudades. A vender cachivaches en los semáforos. A aprender, después de viejos, nuevos oficios. Muchos se hicieron albañiles. Otros pordioseros. Pero también muchos de ellos y ellas se vincularon a las movilizaciones y protestas. Hicieron tomas de iglesias, de instalaciones públicas y hasta de consulados.
Camino contrario al que tomaron los campesinos desplazados iban los terratenientes amigos de los paramilitares y del Ejercito. Y de Uribe. Entre todos ellos se quedaron con los seis millones de hectáreas de tierra arrebatados a los campesinos desplazados. O migrantes como diría el primo de Pablo Escobar, hoy ideólogo de cabecera de Álvaro Uribe. Dicen que disminuyó la violencia en el campo pero en las ciudades aumentó el sicariato y el crimen.
Pero esa tierra había que ponerla a producir, hacerla rentable. La Seguridad Democrática, obviamente, tenía la formula salvadora. El programa «Agro ingreso seguro», la versión uribista de la reforma agraria. La concepción más elevada en política agraria. Invertir en el campo. Eso a nadie se le había ocurrido. Y hubo inversión en el campo. Miles de millones de pesos fueron entregados a agradecidos campesinos. Y como la Seguridad Democrática es inmensamente generosa pues no tendrán que reembolsar esos dineros. Es un regalo. Pero además el gobierno de Uribe creó un Banco de maquinarias para rentarlos a muy bajos precios a los desamparados campesinos.
Pero los resentidos, los amigos de la guerrilla y los opositores de oficio no entienden estas altas políticas de la seguridad Democrática. No saben de política agraria. Que ni siquiera saben montar a caballo mientras sostienen una humeante taza de café que no se riega como si lo sabe hacer el presidente-terrateniente y caballista.
Y mucho menos entienden de coincidencias.
Que el dinero se haya concentrado en cuatro familias de terratenientes. Que estas familias estén relacionadas con políticos de la región que dieron dineros para la campaña electoral de Uribe y estos políticos de la región estén relacionados con los paramilitares.
Ni siquiera Bastenier, nacionalizado colombiano por Uribe, lo ha podido entender.