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La independencia que no ha sido

Fuentes: Revista Insurrección

Este 20 de julio se conmemoran 207 años del Grito de Independencia, aquel que supuestamente convirtió a Colombia en una República, que a su vez generó una nación libre y soberana. Sin embargo, en pleno 2017, Colombia continúa bajo el dominio extranjero, el sometimiento de las mayorías a los designios oligarcas y una carencia profunda […]

Este 20 de julio se conmemoran 207 años del Grito de Independencia, aquel que supuestamente convirtió a Colombia en una República, que a su vez generó una nación libre y soberana. Sin embargo, en pleno 2017, Colombia continúa bajo el dominio extranjero, el sometimiento de las mayorías a los designios oligarcas y una carencia profunda de identidad de nación, lo cual es la negación de la verdadera Independencia.

El colonialismo imperial

Como si se tratará de la época colonial cuando los españoles obligaron a los indígenas a entregar el oro, a través del intercambio, la biblia y la fuerza; en la actualidad, empresas europeas y de los Estados Unidos siguen obligando a los colombianos a entregar su oro, carbón, níquel y el petróleo, y a comprar los derechos de salud, vivienda, servicios públicos, alimentación y educación como si estos fueran simples mercancías.

La venta del territorio nacional al extranjero no paró con la creación del Estado colombiano, sino que se convirtió en política permanente de la oligarquía, que después de 207 años sigue basando su matriz productiva en la extranjerización de la tierra, mientras importa maíz, arroz, café y otros, dejando sin sustento al campesinado colombiano

Los tratados de libre comercio y las gabelas tributarias a las empresas transnacionales se convirtieron en las principales técnicas del nuevo colonialismo, cebado en el saqueo de las riquezas naturales y de la hacienda pública. Los casos de corrupción de Electricaribe, Reficar, Odebrecht y Saludcoop, -por solo nombrar algunos-, involucran a socios extranjeros mayoritarios, así como los conflictos entre la minería y las comunidades tienen a la Anglo Gold Ashanti y empresas similares, como las principales responsables.

Así, las empresas multinacionales son las responsables del 80 por ciento de violaciones a los derechos humanos en Colombia, a través de conflictos minero energéticos por la tierra, así como del desplazamiento de comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes, que tratan de evitar la explotación servil de sus territorios. Es política de los empresarios contratar paramilitares como ejércitos de mercenarios que defienden sus intereses de la mano del ejército gringo asentado en nuestro territorio -con más de 10 bases militares-, junto el ejército estatal colombiano.

Por otro lado, la lucha por la validez de las consultas previas evidencia el conflicto entre la extracción y el derecho al territorio, entre la acumulación extranjera y el derecho a la producción agrícola, entre quienes ganan con el saqueo y quienes pierden con la estructura tributaria actual.

La pertenencia del país a organismos como la OEA y la Alianza para el pacífico, la subordinación a la política contrainsurgente y antidrogas estadounidense, y la anexión al Tratado del Atlántico Norte (OTAN), son parte de las razones que demuestran que Colombia no es soberana.

El país político versus el país nacional

4.214.000 de colombianos viven en la miseria y el 70 por ciento trabajan en la informalidad, mientras el 62 por ciento de los trabajadores no pertenecen al sistema de salud. Frente a la supuesta disminución del desempleo en Colombia pregonada por el gobierno, se erige una país real donde a la mayoría de sus habitantes no son sujetos de derechos, porque no les alcanza el ingreso para el diario vivir, y en el reino del mercado no existen para el sistema de salud ni de educación.

Por eso, el pueblo colombiano no confía en las instituciones y en la clase en el poder, que claramente representa unos intereses contrarios a los de la mayoría del país. La crisis de legitimidad del régimen se evidencia en la abstención electoral, la poca credibilidad en las instituciones, la apatía hacia la política y la ausencia de un proyecto nacional unificado alrededor de los reales intereses de los colombianos; nos encontramos entonces en un país en crisis.

Una nación a pesar de si misma

En la ausencia de un proyecto nacional que logre cambiar el destino de Colombia ha influido de manera decisiva la guerra ideológica, que la clase en el poder ha desatado contra el pueblo colombiano llevándolo a la resignación frente la situación actual del país.

Por su parte, las grandes empresas de la información al fabricar noticias, fabrican intereses y han puesto en la cabeza de los colombianos que salir adelante, es posible sólo a través del éxito individual. Lo que esconde este mensaje es que los ejemplos exitosos existen a partir de la explotación de la mayoría de colombianos profundizando la desigualdad, mientras quienes buscan el éxito de manera honrada, son limitados por el sistema y condenados al fracaso de nacer y permanecer pobres.

La oligarquía se ha encargado de hacer ver como imposible la satisfacción colectiva las necesidades humanas, mostrando como responsables de la crisis a quienes luchan por un país mas igualitario. La satanización de las organizaciones sociales, la insurgencia y los países con proyectos progresistas, llevan a una sin salida a la mayoría de los colombianos, donde la supervivencia diaria es su única y principal preocupación.

La creación de un proyecto nacional, el de una Colombia libre y soberana, que brinde la posibilidad de que una satisfacción colectiva de vida, de una democratización en todos los ámbitos, una redistribución de la riqueza, la politización social y garantía de derechos es el propósito y el sueño del Ejército de Liberación Nacional para el país.

La vigencia de nuestra lucha radica en la independencia que no ha sido, donde la resistencia es hoy la única garante de nuestra urgente liberación.

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