Lo que plantea la coyuntura económica mundial Como ya es evidente, por lo menos desde el 2007, hemos estado ante un ciclo crítico del sistema económico mundial. La denominada crisis subprime (1), que afectó de manera directa al mercado inmobiliario estadounidense, desembocó en un fuerte desequilibrio financiero a nivel global, expandiéndose en primer lugar a […]
Lo que plantea la coyuntura económica mundial
Como ya es evidente, por lo menos desde el 2007, hemos estado ante un ciclo crítico del sistema económico mundial. La denominada crisis subprime (1), que afectó de manera directa al mercado inmobiliario estadounidense, desembocó en un fuerte desequilibrio financiero a nivel global, expandiéndose en primer lugar a los mercados del primer mundo, y luego afectando de manera directa a los países «en vías de desarrollo», especialmente a aquellos países con altos niveles de apertura comercial, como es el caso de Chile.
Si bien este no es el espacio para analizar a fondo la crisis del capitalismo mundial en su actual fase de desarrollo, es interesante conocer las principales reacciones y medidas de los actores nacionales e internacionales frente a la crisis, además de reconocer los rasgos conflictivos que se presentan, tanto al interior de los grandes intereses económicos, como entre las clases antagónicas. Desde la trinchera del anticapitalismo, este tipo de análisis nos confirman la inviabilidad de la actual situación.
La actual crisis mundial, se manifiesta principalmente en el movimiento especulativo indiscriminado de los capitales internacionales. Consideremos, que actualmente el flujo de la economía a nivel mundial concentra el 75% de sus transacciones en capitales financieros no vinculados al proceso productivo, los que durante los últimos meses tendieron a salir de los mercados riesgosos y a refugiarse en los mercados menos riesgosos, produciendo fuertes descensos en la inversión en determinados países. De esta forma, a fines de 2007 y principios de 2008, observamos que los grandes capitales fueron salvaguardados por los Bancos Centrales de los países europeos en una primera instancia (de especial atención es lo sucedido con el mercado bancario británico, en que el Estado incluso ha nacionalizado bancos (2)), y los entes de política económica en los EE.UU., quienes han realizado una serie de modificaciones en sus políticas públicas a fin de salvar la estabilidad del mercado de capitales mundiales.
Los problemas derivados de la crisis se han manifestado en diversos fenómenos. Uno de ellos ha sido la carestía de los alimentos y otros productos básicos, como es el caso de Haití y distintos países del África, entre otras situaciones que afectan de forma dramática a las economías más débiles y dependientes. De forma menos dramática, pero igualmente crucial, se presentan algunos desequilibrios y conflictos en la región y en el país. En Argentina y Chile, por ejemplo, los sectores exportadores han visto afectadas sus tasas de ganancia, especialmente por las repercusiones sobre el dólar y por la recesión que ha comenzado a vivir EE.UU. a nivel interno, lo que ha hecho disminuir de manera considerable los flujos comerciales hacia y desde el centro neurálgico del capitalismo mundial. En síntesis, los problemas del dólar, el alto precio de los combustibles y otros insumos, han provocado una disminución en la tasa de ganancia de la industria. De hecho, el Índice de producción «física» de la industria manufacturera, llegó a una variación porcentual de -2,4% en mayo de este año.
Al parecer, para nuestra realidad cotidiana, la crisis a nivel productivo industrial se hace más evidente, sin embargo, no podemos dejar de considerar que las características de la actual situación, ha provocado gran inestabilidad en el plano financiero. Así, y reforzando la idea de las repercusiones en el plano local, las inversiones en el extranjero de capitales chilenos, se han visto profundamente afectadas. Si consideramos que los capitales que se invierten hoy en el extranjero corresponden fundamentalmente a excedentes de las ganancias del cobre y a los fondos de pensiones de los chilenos, vemos que el problema actual no sólo trae repercusiones inmediatas, sino que también a largo plazo (3). Por otra parte la inversión en el extranjero del superávit del cobre, gracias a la inestabilidad financiera mundial, ha traído preocupación y pérdidas de recursos que pertenecen, no real, pero sí discursivamente, «a todos los chilenos». De esta manera, observar la crisis mundial desde una óptica crítica es una necesidad para leer el periodo y potenciar la lucha.
Como vemos, el marco económico mundial ha determinado en gran parte el panorama político regional y nacional, no tan sólo a nivel coyuntural, sino que está marcando un debate en torno a los modelos de desarrollo frente a las crisis y también un cuestionamiento en torno al desarrollo del capitalismo hoy. Por lo tanto, no es raro observar cómo se han enfrentado en los últimos meses, tanto en Argentina como en Chile, los capitalistas vinculados al sector agrícola exportador con los gobiernos locales por el manejo de su política monetaria y tributaria.
En conclusión, la sensación de crisis se expande por los mercados mundiales y regionales, indicándonos que la inestabilidad mundial, ha marcado el desarrollo de las políticas económicas a nivel local. El movimiento de las tasas de interés, las intervenciones al mercado cambiario y las acciones puntuales frente a crisis especificas, como el precio del petróleo, el bono presidencial, la adquisición de dólares por parte del Banco Central que han buscado generar estabilidad y mantener niveles de inflación bajos. Sin embargo, a pesar de estas medidas, los desequilibrios han generado más de un conflicto a nivel nacional. Esto, en contradicción a lo que afirmaba Andrés Velasco el año pasado, en torno a que los fenómenos internacionales sólo eran turbulencias, fácilmente reversibles, del mercado financiero y que éstas no afectarían a la «economía real»; ni menos a Chile, que se mantendría aislado, gracias a sus brillantes políticas económicas (4). Sólo basta observar la desaceleración mundial anunciada por el propio ex presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan, y sus repercusiones directas en un descenso generalizado del crecimiento mundial. Inestabilidad, crisis y desconfianza en su grado máximo, que incluso en Chile ya se observa como una disminución en los créditos a las PYMES, principales fuentes de trabajo nacional.
La continua inestabilidad internacional no ve salidas a corto plazo. Hoy el mismo Velasco se ve atado a sus propias políticas y la realidad nacional cada vez se hace menos sostenible. La crisis aqueja a todos, y su profundidad y trascendencia se ve reflejada en la preocupación demostrada por los países más industrializados en la reunión del G8. Lo complejo del conflicto se refleja en cada ejemplo a los que hemos recurrido y es por esto que no parece extraño observar que las principales declaraciones del G8 apunten a la necesidad de aumentar la producción de petróleo a nivel mundial, a pesar de que sólo hace algunas semanas los países de la OPEP habían señalado explícitamente que no era necesario aumentar la producción del crudo. Es decir, el cruce de necesidades, el conflicto por la estabilidad, no hace más que indicarnos que las desviaciones del modelo muchas veces le pueden pasar la cuenta a los mismos que se benefician directamente de él.
Lo paradójico de esta situación es que al mismo tiempo que los miembros del G8 buscan influir para cuidar sus intereses nacionales, la solución de la crisis alimenticia no asume una centralidad real dentro del panorama mundial, pasando a un segundo plano. Esto, a pesar de que es conocida su trascendencia para los sectores más pobres del mundo, debido a que son estos los que invierten un mayor porcentaje de sus ingresos en la compra de alimentos (la canasta del IPC supone que el 27% del gasto familiar se dedica a alimentación, en el caso de los más pobres dicho porcentaje es del 43%).
Lo que implica la situación regional
La situación regional tiene varias implicancias en la articulación de la coyuntura económica mundial con la situación interna. La mediación regional además plantea debates y necesidades políticas relacionadas a la realidad particular del movimiento popular en Chile. De esta manera, observaremos cómo dentro del panorama mundial, se plantean los conflictos experimentados por el mundo popular. Éstos, en medio de una situación de alta inestabilidad política y económica a nivel continental, buscan posicionarse en medio de una serie de quiebres y roces al interior de las clases dominantes del continente.
Dentro de este contexto, es válido considerar que en toda Latinoamérica se viven procesos de cambio, más o menos radicalizados, en donde el movimiento popular se ha configurado claramente como un actor político; sin embargo, como hemos señalado en anteriores ediciones, uno de los grandes desafíos que se plantean en las actuales circunstancias, es la construcción de mayor autonomía de parte de los explotados.
Como ejemplo de ello vemos la situación del conflicto del campo en Argentina, en donde el sector exportador del empresariado vinculado a la ganadería y el agro, se vio perjudicado por la posible implementación de un «impuesto específico» y variable a sus exportaciones (que de implementarse repercutiría directamente en el estancamiento o disminución de sus tasas de ganancia) y además, por las consecuencias propias de la baja del dólar. En función de estas dos razones, el empresariado agrícola se ha movilizado masiva y contundentemente, logrando arrastrar a grandes masas de campesinos pobres y trabajadores agrícolas (y a varios sectores del mundo urbanizado). De este modo, observamos que uno de los conflictos actuales de la construcción de alternativas revolucionarias pasa por su dependencia excesiva de las circunstancias y por la carencia de espacios propios de la clase, desde los cuales plantear alternativas válidas. Prima más bien, un discurso poco claro y altamente dependiente de las crisis y coyunturas específicas (5).
Es dentro de este mismo panorama que nos parece necesario dejar planteado la necesidad de analizar los vínculos que tiene el conflicto en Colombia con las FARC y los gobiernos ecuatoriano y venezolano, incluso más allá de la liberación de Ingrid Betancourt y otros rehenes. La gran Colombia se debate internamente, mientras el representante directo del imperialismo en el continente, saca ventajas a costa de una política anti-Farc. Este episodio regional, manifiesta el creciente grado de beligerancia que han alcanzado los conflictos políticos y sociales en lo que va corrido de este año. Sin embargo, el carácter de este conflicto ya se había expresado en la implementación del fuerte plan de ocupación política, social y económica en Haití.
Como vemos, la realidad regional se moviliza al ritmo de la crisis del mercado internacional, pero a la vez, nos entrega una serie de elementos particulares que nos hacen observar con preocupación y esperanza el estado actual de la configuración política del continente. Dentro de esta perspectiva, destacan los fuertes conflictos social-políticos por los que ha atravesado el Perú. El desarrollo de fuertes procesos de movilización, que han alcanzado niveles de huelga general, nos muestra modificaciones importantes en el mapa político regional, que posicionan como un actor central al movimiento popular. Sin embargo, la experiencia boliviana ya había anticipado ciertos elementos de esta realidad, que hoy nos relevan situaciones que transitan por rumbos similares a lo mencionado en párrafos anteriores: mientras más se avance en la construcción de alternativas populares, el embate de las clases explotadoras será más fuerte. Por esta razón, se hace primordial reflexionar en torno al estado actual de la lucha popular, y observar que aspectos de ésta deben ser reforzados.
Luchas sociales y movimiento libertario
El contexto actual en el que se desarrollan las luchas sociales, nos plantea una serie de interrogantes en torno al rol que hemos desarrollado como libertarios al interior de éste. Consideramos que es necesario reflexionar sobre nuestra práctica y en función de ello proyectar nuestro accionar, ya que si bien, somos concientes de que ha sido el contexto actual de las luchas el que le ha entregado nueva vida a una doctrina que parecía condenada a ser un artículo de la historiografía, sabemos que los procesos de lucha de los que hemos sido parte, aún continúan su maduración, y por lo tanto estamos lejos de finalizarlo.
Dentro de este contexto, y refiriéndonos de manera particular a las tareas en las que debe avanzar el movimiento libertario, creemos que muchas de nuestras prácticas de trabajo en la construcción de organizaciones populares, ya han expresado en sí mismas una serie de limitaciones que son, en gran parte, la expresión de limitaciones mayores propias de la organización actual de los explotados. Observamos que aún no se ha logrado construir una propuesta sólida, en donde se vincule la lucha por las demandas de corto plazo (por ejemplo, de tipo económicas) con la reivindicación de cambio social radical del anarquismo.
Por lo tanto, creemos que el debate en relación a los alcances a los que puede llegar el movimiento libertario dentro del actual contexto histórico, debe necesariamente superar dicotomías que entienden de manera separada el trabajo en organizaciones sociales con la construcción de propuestas programáticas. El contexto actual de la lucha, demanda más y mayores esfuerzos que nos permitan generar un cambio de perspectivas. Este cambio, implica empezar a madurar ciertas ideas básicas para la construcción programática efectiva, adecuada al contexto y que proyecte de forma sólida los aspectos más combativos de la clase trabajadora.
Por ello, nuestra opinión es que esta dicotomía tan típica es simplemente falsa, puesto que divide dos aspectos que emergen al interior de una construcción simultánea: una propuesta sólida sólo puede nacer de una inserción en el espacio social y de una actividad de construcción colectiva significativa. En nuestra opinión, la fuerza del anarquismo radica en las ideas centrales de que sólo la actividad comunitaria y la capacidad creativa del los explotados, nos darán las claves para el derrocamiento de la sociedad de clases. Hoy, nuestro rol empieza por organizar y contribuir en la reflexión sin sectarismos, pero siendo claros en los principios, apuntando a la generación de mayores instancias de participación, luchando contra la cooptación cupular, la burocratización, los afanes de «direccionalismo» de ciertos grupos y el falso radicalismo de otros.
Creemos, por lo tanto, que es precisamente hoy cuando el debate político entre compañeros se hace más que necesario.
De esta manera, vemos que la construcción de movimiento libertario sigue siendo un proceso abierto y en constante desarrollo, pero que, sin embargo, entiende, desde el presente, que asumirse como tal pasa por saber posicionar al anarquismo dentro del contexto de la lucha social, haciendo que éste deje de ser una práctica marginal, un exotismo político, y se acerque cada vez más a lo que pretendemos que sea: una herramienta que potencia la experiencia del proletariado en contra de la sociedad de clases.
Creemos que la posibilidad de consensuar ciertos principios que guíen los procesos de lucha de los libertarios, nos plantea la necesidad de reflexionar sobre nuestra práctica. Los niveles de organización interna y los debates que se han desarrollado en distintas instancias de nuestro quehacer, nos han motivado a proponer el espacio de la revista para desarrollar desde el próximo número, un debate abierto en torno a las visiones y perspectivas actuales del movimiento libertario, otorgando espacios para el dialogo, y el debate, en donde, de manera constructiva, reflexionemos en torno las tareas realizadas y por realizar al interior del movimiento.
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Notas:
(1) Nombre dado a los créditos de alto riesgo en EE.UU.
(2) La Tercera, 21 de abril de 2008;
(3) Cendachile.cl, «Fondos de pensiones AFP pierden miles de millones de dólares debido a la crisis mundial», 25 de Junio 2007
(4) La tercera, Entrevista a Andrés Velasco, 19 de Agosto 2007
(5) Como señalan los compañeros de la Red Libertaria de Buenos Aires: «Está claro que en los piquetes están los dueños y arrendatarios de tierras pero también los peones y vecinos de los pueblos del interior por miedo a caer en la volteada (menos plata en la calle y pérdida de trabajos). Pero en la mesa de negociaciones ni pinchan ni cortan y de hecho son usados como forros por quienes tienen todas las de ganar» («Ante el conflicto del campo»)