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La interminable edad dorada de la banca

Fuentes: Rebelión

Es bastante bueno que la gente de la nación no entienda nuestro sistema bancario y monetario porque si lo hicieran, creo que habría una revolución antes de mañana por la mañana» (Henry Ford) Las clases trabajadoras ecuatorianas afrontan el año 2020 en medio de una dura realidad: el salario básico apenas aumentó 6 dólares (llegando […]

Es bastante bueno que la gente de la nación no entienda nuestro sistema bancario y monetario porque si lo hicieran, creo que habría una revolución antes de mañana por la mañana» (Henry Ford)

Las clases trabajadoras ecuatorianas afrontan el año 2020 en medio de una dura realidad: el salario básico apenas aumentó 6 dólares (llegando a 400 dólares el mes) y solo el 38,8% de trabajadores viven condiciones de empleo adecuado (que implica, básicamente, ganar más que el salario mínimo). Mientras las grandes mayorías viven entre el estancamiento del empleo y de los ingresos – pagando por una crisis de la que no son responsables -, en cambio un sector de la economía del país vive una «edad dorada». Hablamos de la banca ecuatoriana, aquella banca que lucró hasta el cansancio en tiempos correístas pero que, en el morenismo, ha llevado el lucro a un nivel todavía más alto.

En efecto, entre los años 2007 a 2016 – la década correísta – la banca ecuatoriana obtuvo 2.820 millones de dólares en utilidades. Por su parte, entre 2017 a 2019 – los años morenistas – esas utilidades se estima que sumaron casi 1.566 millones de dólares. Aquí destacan seis bancos que entre los años correístas y morenistas han absorbido entre el 70 y el 80% de todas las utilidades del sector, tal como sugiere el cuadro 1. Por su parte, en términos de rentabilidad, en diciembre de 2019 la banca alcanzó un 13,9% de utilidad sobre patrimonio, uno de los niveles más altos los últimos años, con casos individuales más que peculiares como el Banco de Guayaquil que obtuvo una rentabilidad sobre patrimonio de 17,6%, junto con otros casos que se recogen en el gráfico 1.

Cuadro 1. Distribución histórica de las utilidades bancarias

Pero la «edad dorada» de la banca no se limita a utilidades que alcanzan máximos históricos. La banca ecuatoriana también ha ganado poder en múltiples esferas, tanto económicas como políticas y hasta simbólicas. De hecho, a más de la victoria que significó para la banca el control del dinero electrónico, existe la presión desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) para que se liberalicen las tasas de interés, lo cual – en la práctica – puede implicar que la banca podría incrementar aún más el costo del crédito y seguir aumentando su rentabilidad. Incluso la banca se ha beneficiado notablemente de la inyección de liquidez que ha significado para el Ecuador los recursos obtenidos por deuda externa, como aquellos prestados por el propio FMI: la liquidez adquirida por medio de la deuda pública externa ha permitido a la banca conceder un importante volumen de créditos pese a la etapa de contracción económica.

Si se reflexiona con calma, y en el contexto de dos décadas de vigencia de la dolarización en el Ecuador, vemos como la banca ha ganado poder, inclusive en épocas de crisis. ¿Quién puede crear dinero en dolarización? El Banco Central no puede no puede emitir papel-moneda; a lo sumo podía financiar al gobierno por medio de la compra de bonos a cambio de reservas internacionales, posibilidad que se eliminó con el morenismo (que usó como pretexto los abusos que el correísmo hizo de esta opción de política monetaria contracíclica). Así, en tiempos durante los cuales se debilita la capacidad del gobierno de obtener dólares por medio de exportaciones petroleras e impuestos, el financiamiento público termina sosteniéndose con deuda externa (como ha venido sucediendo cada vez más desde desde mediados del correísmo y en todo el morenismo).

En cambio los bancos privados mantienen su capacidad de crear dinero a través de créditos y mantienen su capacidad de administrar la liquidez de la economía (por ejemplo, a través de los depósitos). Así la banca se consolida como principal agente con capacidad de crear dinero vía créditos y de administrar la liquidez de la propia deuda externa (la cual le sirve para seguir fortaleciendo su negocio) en tanto que exista la confianza suficiente en el sistema financiero. Recordemos que, además, a fin del año pasado se abrió la posibilidad de financiamiento para el Estado a través de la colocación de bonos por cerca de 2 mil millones de dólares. Sea esa o futuras emisiones, cada vez es más fuerte la posibilidad de que la deuda interna pública sea adquirida en gran medida por la banca: retornaremos a aquellas épocas en las que banca financiaba a los gobiernos al tiempo que incrementaba proporcionalmente su poder político…

Reiteremos que la banca es de los agentes más poderosos en el capitalismo. En particular, su principal fuente de poder es la capacidad de crear liquidez al crear depósitos y ponerlos a disposición de quienes solicitan créditos. En verdad, los bancos crean depósitos y préstamos al mismo tiempo, en cantidades muy superiores a su capital y a los mismos depósitos de sus clientes. Además, el proceso de intermediación financiera, es decir, la «transformación» de depósitos en créditos, permite que el dinero en la economía se multiplique contablemente múltiples veces (como sugieren varias las visiones post-keynesianas; un tema que merece ser discutido con más detalle y rigor en el contexto de una banca que siempre gana).

A esto cabe agregar el manejo que la banca puede hacer del dinero electrónico para ampliar aún más su negocio apretexto de fomentar la «inclusión financiera» (proceso que debió haber sido liderado desde el Estado, aprovechando a la banca pública y al Banco del Pacífico, el cual infamemente se lo quiere vender pese a su importante rentabilidad).

Resumiendo, en dolarización, y sobre todo en épocas en que los dólares escasean, al parecer la banca privada adquiere cada vez más poder monetario -que no solo es económico sino, también, es político- mientras que las clases populares soportan los costos de la crisis a través del estancamiento de sus ingresos y el deterioro de su empleo (situación que se agravará con una mayor flexibilización laboral). Quizá es hora de pensar en alguna forma de supra-poder que controle y ponga fin a la «edad dorada» de la banca, antes de que la euforia de esa «edad dorada» (combinada con procesos como la especulación y otros) termine llevando al país a una nueva crisis financiera…

Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro son economistas ecuatorianos

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.