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La internacionalización de la guerra

Fuentes: Agencia Prensa Rural

Durante los últimos meses el conflicto colombiano trascendió del plano local y regional para alcanzar su internacionalización. Los siguientes hechos enmarcan la coyuntura actual: -La reelección de Uribe y la revalidación de su política de «mano dura» de la seguridad democrártica contando con el respaldo incondicional de los EU. -La legalización del paramilitarismo y la […]

Durante los últimos meses el conflicto colombiano trascendió del plano local y regional para alcanzar su internacionalización. Los siguientes hechos enmarcan la coyuntura actual:

-La reelección de Uribe y la revalidación de su política de «mano dura» de la seguridad democrártica contando con el respaldo incondicional de los EU.

-La legalización del paramilitarismo y la consolidación de un modelo de Estado mafioso en Colombia

-La irresuelta crisis del intercambio de prisioneros de guerra entre las partes.

– Los esfuerzos de Hugo Chávez, y de un bloque emergente de países latinoamericanos para lograr el intercambio humanitario, como un primer paso hacia un nuevo proceso de paz en Colombia.

-La abrupta salida de Chávez de su papel facilitador por presiones de la administración de los Estados Unidos y de la ultraderecha colombiana

– La entrega unilateral de algunos de los prisioneros de guerra por parte de las FARC al presidente venezolano.

– El espaldarazo de Zapatero y de la UE a Uribe mediante la firma de un convenio de cooperación estratégica y su ofrecimiento de apoyo en caso de una guerra fronteriza.

– La marcha del 4-F contra las FARC organizada por el estado colombiano

– El bombardeo, realizado con el apoyo técnico del comando sur de los EU, en territorio ecuatoriano de un campamento de las FARC y la muerte de Raúl Reyes, el vocero y responsable de esta organización para los acercamientos tendientes al canje de prisioneros.

– La crísis diplomática generada por esta violación de la soberanía ecuatoriana, que llevó a que Ecuador, Venezuela y Nicaragua rompieran relaciones con Colombia.

– La marcha del 6-M contra los crimenes de Estado y del paramilitarismo que movilizó a millones de colombianos en todo el mundo.

– El asesinato de Iván Ríos, segundo miembro del secretariado de las FARC por parte de un guerrillero desertor que buscaba obtener la recompensa ofrecida de 5 millones de dólares.

Tal sucesión de eventos en un corto plazo responde a un escenario de polizarización en lo endógeno y lo exógeno. De un lado el régimen colombiano y los EU (que ha invertido más de 6.000 millones dedólares en esta guerra) siguen considerando viable la victoria militar sobre las FARC. La baja de por lo menos 10 importantes dirigentes guerrilleros en menos de un año, incluidos, por primera vez en la historia, dos miembros del secretariado (la ejecutiva) de las FARC, indica que las FARC son vulnerables militarmente. No obstante, y pese al enorme costo moral, político y militar que significan estas bajas, cantar victoria antes de tiempo suena más a un reeditado anhelo propagandístico que a una realidad tangible.

Dentro de la hipótesis y el auto- convencimiento de una pronta victoria militar sobre la guerrilla, el intercambio de prisioneros es visto de manera obcecada por el departamento de Estado de los EU y por sus cipayos colombianos como una oxigenación política de las FARC. Es por esto que en su actuación priman las consideraciones políticas y militares sobre las estrictamente humanitarias. Todas las propuestas de Uribe frente al intercambio, incluido el último decreto, no han sido más que cortinas mediáticas de humo, que alejan la solución y dilatan la crisis de los rehenes.

De otro lado, los EU ven en el conflicto colombiano una posibilidad real para generar una desestabilización regional en los Andes. Venezuela ha logrado configurar una polaridad regional alternativa a los intereses imperiales, lo ha demostrado la reacción de los países latinoamericanos denunciando al régimen que violó la soberanía ecuatoriana, buscando desde el poder político generar soluciones estructurales en lo económico y social para la región. Y es que el bloque emergente latinoamericano ha venido creciendo. Después de Bolivia, Ecuador y Nicaragua, la eventual victoria electoral del ex-obispo Fernando Lugo de la Alianza Patriótica para el Cambio (una coalición de izquierdas) en Paraguay sería la confirmación de que las masas populares latinoamericanas han optado por el cambio.

Por primera vez, después de muchos años, partiendo del rotundo fracaso del Área de Libre Comercio para las Américas – ALCA que querían imponer, los EU han visto un desafío a sus intereses en el continente, por lo que una nueva guerra que lubrique el complejo industrial-militar gringo y que neutralice las renovadas tendencias emancipadoras no es una hipótesis descabellada, por el contrario: la generación de crisis, la intervención y la guerra han sido parte del accionar típico de los EU para frenar las revoluciones en Latinoamérica. ¿Cómo explicar las frecuentes tensiones en la frontera venezolana y ecuatoriana y los discursos desafiantes de los gobiernos colombiano y estadounidense?

Todo parece indicar que la guerra colombiana dejará de hacer parte de esa larga lista de conflictos olvidados en el mundo. Son muchos los intereses geopolíticos y geoestratégicos que están en juego en el continente y que pasan desafortunadamente por nuestro país. La recesión mundial del capitalismo y la incesante puja de los centros de poder mundial por los nuevos mercados, la mano de obra barata y los recursos naturales estratégicos avizoran el recrudecimiento de las contradicciones y de las desigualdades regionales y de clase en Colombia y en todo el mundo.

El escenario de futuro colombiano está sumergido en la incertidumbre. En el horizonte está una futura reelección de Uribe, que proyectaría aún más la línea de la guerra, del poder mafioso y de las violaciones a los derechos humanos. Aunque poco previsible, algunos hablan de una transición hacia un régimen garante de derechos que será posible solo si los EU lo desean y en la medida en que la izquierda y los escasos sectores progresistas sobrevivientes logren una unidad real. Y finalmente un lejano, todavía, proceso de paz con transformaciones estructurales, que permita la reconciliación, que encamine a la sociedad colombiana por la senda de la verdad, la justicia, que detenga la máquina de la muerte para poder refundar el país.