La instalación de siete bases militares de Estados Unidos en Colombia -prevista para este mes- reabrió el debate sobre el pretexto utilizado por el país norteamericano para encubrir su real objetivo en América Latina. El Plan Colombia -estrategia militar iniciada en 2000 por EEUU- fue justificado, inicialmente, como forma de combatir el narcotráfico en América […]
La instalación de siete bases militares de Estados Unidos en Colombia -prevista para este mes- reabrió el debate sobre el pretexto utilizado por el país norteamericano para encubrir su real objetivo en América Latina. El Plan Colombia -estrategia militar iniciada en 2000 por EEUU- fue justificado, inicialmente, como forma de combatir el narcotráfico en América Latina, ya que la mayor parte de las drogas producidas sería consumida en territorio estadounidense.
De acuerdo con el coronel aviador de la Fuerza Aérea Brasilera, Sued Castro Lima, la mayor parte de las drogas consumidas en Estados Unidos es producida en el propio país. Para él, la intervención estadounidense en Colombia sirve para «promover el aplastamiento de los movimientos populares o revolucionarios que surgen en América Latina y la intimidación o neutralización de iniciativas regionales autónomas en los campos económicos y de defensa, como es el caso de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR)».
Sued es ingeniero civil y ya participó de varias misiones militares en Estados Unidos, Israel, Argentina, Chile y Rusia. Es miembro fundador del Observatorio de las Nacionalidades, entidad de investigación vinculada con la Universidad Federal de Ceará (UFC) y con la Universidad Estadual de Ceará (UECE). Lea, a continuación, la segunda y última parte de la entrevista que Sued concedió a ADITAL. Lea también la primera parte de la entrevista en: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=PT&cod=40919
Adital – ¿Qué representa para América Latina la instalación de las bases militares en Colombia? ¿Y para Brasil?
Sued Castro Lima – Según el pensador francés Michel Foucault, uno de los instrumentos del ejercicio del poder resulta de la presencia física del dominador. A través de esa presencia, puede ostentar la fuerza destructora que le es propia, intimidando al más débil.
El estratega británico Liddell Hart, que vivió en el siglo pasado, consideraba que uno de los mayores objetivos estratégicos del comandante militar es el de tener acceso previo al más amplio grado de conocimiento sobre las fuerzas del virtual enemigo: cómo ocupan el terreno, cómo piensan, quiénes son sus jefes, cómo se preparan, en fin, evaluar sus puntos fuertes y sus vulnerabilidades. La presencia militar en el territorio de potencial conflicto armado ayuda a resolver bien tales cuestiones, pues posibilita la observación y el seguimiento de los acontecimientos que interesan al potencial invasor, abriéndole el acceso a informaciones cruciales para el desencadenamiento de sus eventuales propósitos de intervención militar.
La concesión del gobierno de Uribe para la instalación en territorio colombiano de siete bases militares operadas por miles de soldados norteamericanos tiene doble efecto: hiere la soberanía de su país y mina la Unión Suramericana de Naciones (Unasur), con su Consejo de Defensa, aún embrionarios, hijos dilectos de la política externa y de la estrategia de defensa regional desarrolladas por el gobierno de Lula.
Adital – Usted desconfía de la justificación de EEUU, que explica la implantación de las bases militares como mecanismo de combate al narcotráfico en la región. ¿De qué manera esas bases pueden amenazar la soberanía de los países latinoamericanos?
Sued Castro Lima – El argumento de fachada de combate al narcotráfico hace mucho que se perdió. Desde que comenzó, el año 2000, el Plan Colombia ha sido un enorme fracaso. La producción de cocaína viene aumentando, exactamente porque aumentó el mercado, concentrado en su mayor parte en Estados Unidos. Según el Washington Office for Latin America, órgano del gobierno de EEUU, el precio de la cocaína en el país cayó un 36% en los últimos años. La caída del precio es más un resultado del incremento de la oferta que de una reducción de la demanda. Estados Unidos continúa siendo el mayor consumidor de cocaína del mundo, con un 2,5% de la población enviciada con esa droga, alrededor de 7 millones de personas.
De la producción sudamericana que va hacia EEUU, sólo el 10% del lucro queda en los países productores, mientras que el 90% va a las manos de las mafias que operan dentro de EEUU. Son datos que indican que el territorio donde debería trabarse el principal combate contra el narcotráfico es el propio territorio estadounidense y no la selva amazónica.
Sobre este tema de la droga, Folha de São Paulo publicó (23/08/2009) una información sorprendente: durante la era Talibán (1996-2001), la producción de opio fue totalmente desmontada en Afganistán. El líder del grupo, mullah Mohammad Omar, consideraba a la droga «anti-islámica», y amenazaba con ejecutar a quien cultivara la amapola. Actualmente, con la presencia de tropas extranjeras en el país, la región es responsable de la producción del 70% del opio del mundo.
Al final, lo que es evidente es que el combate al narcotráfico en América Latina es sólo lo que se llama en contra información historia de cobertura. En 1986, Reagan incorporó la Doctrina de Seguridad Nacional, la National Security Decision Directive (NSDD), según la cual campesinos cultivadores de coca, militantes de izquierda, guerrilleros marxistas, gobiernos populares nacionales y grandes traficantes eran parte de un extraño complot destinado a destruir la integridad y el poderío político de Estados Unidos. El tráfico funciona, de esta manera, como el pretexto para justificar acciones militares destinadas a promover el aplastamiento de los movimientos populares o revolucionarios que surgen en América Latina y para intimidar o neutralizar iniciativas regionales autónomas en los campos económicos y de defensa, como es el caso de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).
Adital – ¿Cómo evalúa usted la postura de los países de América Latina ante la implantación de esas bases?
Sued Castro Lima – Se identifican claramente dos tipos de postura: los complacientes y los resistentes. Forman el primer grupo los gobiernos explícitamente de derecha, como los de Colombia, Perú, México y los golpistas de Honduras. Estos últimos ni siquiera cuentan con el reconocimiento de la abrumadora mayoría de la comunidad internacional de naciones, ni de los órganos multilaterales, como la ONU y la OEA. En el segundo grupo se alinean Brasil, Argentina, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile, Cuba, Nicaragua, El Salvador y otros, constituyendo una amplia y significativa mayoría, lo que no deja de ser un hecho nuevo, comparado con la situación que existía hace pocas décadas, en que el alineamiento con Estados Unidos se daba automáticamente.
Bajo ese punto de vista, merece un destaque la política externa del Gobierno de Lula, que ha marcado una posición de calidad en los principales litigios internacionales ocurridos recientemente.
Adital – A nivel mundial, ¿cuál ha sido el papel desempeñado por las bases militares estadounidenses? ¿Cómo han encarado las naciones mundiales esa intervención militar?
Sued Castro Lima – La estrategia global de Estados Unidos reproduce lo que desarrolla en América Latina. El imperio se hace presente en gran parte del planeta explotando y oprimiendo a los pueblos, imponiendo su voluntad por la fuerza de la corrupción y de las armas. Estuvo presente en prácticamente todos los conflictos bélicos que tuvieron lugar en el planeta a lo largo de los siglos XX y XXI. Llevaron muerte y destrucción a Corea, Vietnam, Laos, Irak y Afganistán, para citar sólo los eventos más destacados, sin olvidar los ataques atómicos a Hiroshima y Nagasaki.
Actualmente EEUU mantiene cerca de 820 bases en 60 países. Dispone de un ejército de 1,5 millones de hombres, de los cuales 300 mil están en el exterior, la mitad de éstos en Irak y Afganistán. La otra mitad se esparce por otros países. El Gran Imperio del Norte gasta en su aparato bélico el equivalente al 42% de los gastos militares globales, alrededor de 610.000 millones de dólares.
Considero que las naciones que no abdican su soberanía ciertamente repudian tal estrategia de ocupación. Felizmente, Brasil integra ese grupo de países y ha mantenido una firme acción diplomática de negación de la presencia hegemónica de EEUU en los países latinoamericanos.
Traducción: Daniel Barrantes – [email protected]