En el momento en que Nicolás García Moreno, representante del Bloque por el Socialismo, anunció la declinación de su precandidatura en función del consenso mayoritario trás el nombre del humanista Tomás Hirsch, quedó despejado uno de los escasos factores de incertidumbre previos a la Asamblea Nacional por la Democracia y la Soberanía Popular, al tiempo […]
En el momento en que Nicolás García Moreno, representante del Bloque por el Socialismo, anunció la declinación de su precandidatura en función del consenso mayoritario trás el nombre del humanista Tomás Hirsch, quedó despejado uno de los escasos factores de incertidumbre previos a la Asamblea Nacional por la Democracia y la Soberanía Popular, al tiempo que la consigna ¡Juntos Podemos, Unidos Venceremos!, coreada por los dos mil 500 delegados, saludaba estruendósamente el sello de la unidad. La misma consigna que, en un momento posterior, volvió a estremecer el abarrotado salón plenario del edificio Diego Portales, cuando la asamblea aprobó por aclamación el nombre propuesto para la alianza amplia de las fuerzas antineoliberales, de cara a la próxima coyuntura electoral: Juntos Podemos Más. En lo inmediato, la Asamblea concluyó con éxito los cuatro objetivos de la primera etapa del proceso de convergencia en desarrollo, vale decir, candidato único para la elección presidencial, programa de gobierno, plataforma de lucha social y compromiso de configurar una lista única, unitaria y plural para la eleción parlamentaria.
Densidad política
Aunque por sí mismo este logro constituye un notable hecho político, quizá más importante es el salto en calidad que experimentó el proceso de unidad y convergencia del, probablemente, más amplio arco de alianzas en la historia de la izquierda chilena, constituido hasta la fecha por 57 orgánicas de fuerzas políticas y sociales, el mismo que permanece abierto a nuevas incorporaciones, por expreso mandato de la Asamblea y voluntad mayoritaria de las fuerzas integrantes, reflejada en las intervenciones de la casi totalidad de los delegados que hicieron uso de la palabra. La densidad política alcanzada por el movimiento traza una nítida línea divisoria en lo tocante a identidades y posiciones respecto al modelo neoliberal, de forma tal que deja escaso margen a tendencias centrífugas o maniobras divisionistas, las que obviamente no se pueden descartar. Pero en tal caso, no resultaría difícil esclarecer, de cara a las mayorías, que responderían a afanes oportunistas, chauvinismos partidarios o ambiciones personalistas. si es que no, derechamente, a intereses concomitantes con las políticas de la Concertación. El salto cualitativo del proceso de convergencia obedece en lo dialéctico a la magnitud y urgencia del desafío, y en lo político, tanto a la madurez y disposición del activo participante, como a la lucidez y capacidad de dirección de la mesa ejecutiva.
Manejo de crisis
Por contraste, estos atributos quedaron en evidencia en la forma como se manejaron las situaciones de crisis, inevitables en procesos de construcción así de complejos, particularmente aquellas que desembocaron en la automarginación de Surda y Fuerza Social. En ambos casos, el elemento detonante parece haber sido el apoyo del partido Comunista a Tomás Hirsch, una vez producido el hecho político de la declinación de la precandidatura de Tomás Moulian. El apoyo del partido Comunista a Hirsch obedeció a la necesidad de reforzar el instrumento legal para enfrentar la coyuntura electoral, como es el pacto de dos partidos inscritos a nivel nacional, condición de posibilidad para una lista parlamentaria única, decisión política desde todo punto de vista, irreprochable. Fuerza Social había solicitado una consulta nacional vinculante para elegir al candidato, lo que fue aceptado por la mesa, aunque no la postergación de la misma, por un problema de recursos, oportunidad y tiempos políticos. Eso dió pábulo al retiro de Fuerza Social de la mesa de convergencia. Al menos, algunos de sus dirigentes argumentaron por la prensa, la ausencia de condiciones y garantías democráticas para la consulta. La desafección de Surda con la candidatura de Tomás Hirsch también parece haber sido la razón que condujo a su alejamiento del proceso. De hecho, se jugó por candidaturas alternativas de consenso, tales como las de la abogada Carmen Hertz y la del ex-juez Juan Guzmán, las que no prosperaron precisamente porque no lo concitaron.
Madurez
La caracterización más certera de la conducta de ambas organizaciones provino de un ángulo inesperado, vale decir, la intervención de Gustavo Ruz durante la Asamblea, en representación de Andes, Iniciativa por un Frente Amplio, Cultura Mirista y partido Radical de Chile, agrupaciones que tampoco estaban por la candidatura de Hirsch. Ruz planteó derechamente que no encuentra justificación la marginación de un proceso donde está en juego el más consistente intento de construcción de la unidad del pueblo en los últimos treinta años, por cuestiones adjetivas y aspectos metodológicos, que tienen solución de continuidad dentro de los márgenes del proceso. Y aunque criticó la designación de Hirsch, atribuyéndola a «acuerdos cupulares», manifestó la voluntad de profundizar la unidad, no sólo con la incorporación de nuevas fuerzas, entre las que incluyó a Surda y Fuerza Social, sino también con el desarrollo de una estructura orgánica. Aunque la automarginación de Surda y Fuerza Social más parece obedecer a contradicciones internas que a otros motivos, o tal vez por lo mismo, destaca la actitud de comprensión y respeto de aquellas, la política de puertas abiertas y la invitación a reincorporarse una vez que sus propios tiempos determinen, siempre y cuando, naturalmente, dichos decantamientos no los conduzcan a la zona de influencia de la Concertación. Es difícil evitar la tentación de comparar este tono de urbanidad, madurez y generosidad política, con el canibalismo y las disputas a cuchillazos que se advierten en los dos bloques del binominalismo.
Proyecto de país
Sin perjuicio de que en su discurso Tomás Hirsch mostró aplomo, claridad conceptual y empatía con el auditorio, las disonancias ya anotadas en el plano del liderazgo, paradójicamente operan en beneficio de la acumulación de fuerzas de la coalición. En primer lugar, por la capacidad de resolverlas en los términos ya descritos. Seguidamente, por la concepción compartida, y también explicitada por el propio Hirsch, de que diciembre no es una meta, sino el hito para plantearse la conquista de una nueva frontera, metáfora tras la cual subyace el crucial problema del poder, con abstracción e independencia del tiempo que tarde. Pero, en lo fundamental, porque en ausencia de un liderazgo indiscutido, emergió con desusada fuerza, importancia y visibilidad la existencia de una plataforma programática, que aparte de proponer un programa de gobierno fundado en medidas factibles y comprensibles para las mayorías, instala en el horizonte político la construcción de un nuevo proyecto de país. La diferencia cualitativa con los programas de procesos de construcción equivalentes, como Izquierda Unida, PAIS y MIDA, radica en la participación. El programa de Juntos Podemos Más estuvo precedido por asambleas temáticas sectoriales, tales como Educación; Medio Ambiente y Defensa del Patrimonio Nacional; Institucionalidad Democrática y Derechos Humanos; Desarrollo y Política Económica Alternativa, y Derechos de los Trabajadores y Previsión Social. Más allá del enriquecimiento del programa obtenido por dicha vía, destaca por su importancia y proyecciones, la validación atribuida por la participación popular. Ocurrió que la Consulta Nacional del 29 de mayo, inicialmente diseñada para la designación del candidato, y que por tanto pudo cancelarse una vez producida la salida de Fuerza Social, se aprovechó para reconvertirla en una invalorable oportunidad para consultar al pueblo de Chile sobre la plataforma programática. Pese a la premura, la falta de recursos, la precariedad de la estructura organizativa y el bloqueo informativo de los medios de comunicación, se logró instalar mesas de votación en alrededor de 200 comunas, con una participación efectiva de unos cien mil ciudadanos. Los resultados no dejan de ser sorprendentes. El resultado de la consulta indica que las principales preocupaciones de los chilenos consisten, primero, en la recuperación de la gran minería del cobre, seguidas por la previsión social y la necesidad de democratizar el país mediante una nueva Constitución. Sin perjuicio de las deficiencias que pudo tener el mecanismo, lo principal es la valoración del aporte de la gente, como su disposición, si es que no avidez, de participar y ser tenida en cuenta, lo que sugiere la necesidad de ensayar productivos modos de relación con el sujeto popular, ciertamente imposibles de ser concebidos o impulsados por la clase política profesional. No menos interesante es el hecho de que, al igual que el propio proceso de unidad, la plataforma programática permanece abierta a nuevos aportes y contribuciones, faceta que por contraste, descarta la visión umbilical y la manipulación monopólica de las cúpulas partidarias.
Plataforma de lucha
En directa relación con lo anterior, resalta la aprobación por aclamación de la Asamblea, de la plataforma de lucha social para el período. Este punto reviste crucial importancia por varios motivos. En primer lugar, contribuye a despejar la sospecha de que este proceso de construcción se limita a un movimiento de naturaleza exclusivamente electoral. Seguidamente, apunta a reforzar una de las fortalezas estructurales del actual proceso de construcción de la izquierda chilena, referido a su capacidad de supervivencia en los márgenes del sistema institucional, y de interpelar severamente sus bases de sustentación. Lo que le niega el Parlamento, puede conseguirlo en la calle, posibilidad a la que obviamente no pueden recurrir los partidos del sistema. El más claro ejemplo es la prolongada lucha del movimiento estudiantil contra la nueva ley de financiamiento universitario, que de una u otra forma, está forzando definiciones a nivel de Estado, sin perjuicio de desnudar su incapacidad estructural de procesar esas demandas. El mismo ejemplo puede extrapolarse a deudores habitacionales, pescadores artesanales, acción ciudadana contra Celco, proyecto Pascua Lama y La Farfana, manifestaciones contra las nuevas maniobras que persiguen la impunidad, o de familiares de las víctimas de la tragedia de Antuco, por sólo mencionar algunos de los centenares de conflictos sociales que jalonan la geografía del país real, los cuales, ocultados por la funcionalidad del sistema de comunicación social, exigen a gritos una contextualización política, que sólo la izquierda está en condiciones de entregar. Cuando la Asamblea reivindica e incorpora la lucha social en su plataforma política, no sólo reconoce raíces históricas del movimiento popular chileno, sino que posibilita convergencias de índole táctica, como es, por ejemplo, la disposición manifestada por Surda y Fuerza Social, de mantener su participación y contribución en este ámbito de operaciones. La retroalimentación entre programa de gobierno y plataforma de lucha social, le atribuye al proceso de unidad y convergencia una sólida proyección estratégica, una nítida perspectiva de poder y una innegable capacidad de intervenir en el debate nacional. La propia inclusión de numerosas organizaciones sociales, no sólo en la composición del movimiento, sino que en sus instancias de dirección, se inscribe en el recuento de fortalezas y originalidades.
Incidencia en la coyuntura
Resta por analizar la incidencia de este movimiento en el actual sistema político, caracterizado por la ausencia de participación, así como por la exclusión política y económica de vastas mayorías. También en este ámbito parece ser favorecido por factores de índole tanto estratégica como coyuntural. Por de pronto, su irrupción ocurre en un teatro de operaciones mucho menos previsible que el de hace apenas un par de meses. De una parte, las contradicciones internas de la derecha política le impiden capitalizar el logro estratégico de haber preservado el sistema electoral binominal, al punto que parece ser un hecho de la causa que llegará a diciembre con dos candidatos. Aunque los efectos a nivel de pacto parlamentario todavía no se manifiestan en toda su magnitud, paradójicamente la división mejora sus posibilidades de forzar una segunda vuelta. Básicamente por el efecto combinado de la atracción de votos de la derecha de la DC, por la candidatura de Sebastián Piñera, como por la merma que eventualmente ocasione el pacto de la izquierda en el flanco «progresista» de la Concertación, sin perjuicio de que, al menos hasta ahora, esa sangría podría verse compensada por la confusión del mundo popular, que percibe a Michelle Bachelet como una opción de izquierda. En la vereda opuesta, el retiro de Soledad Alvear más parece un salvavidas de plomo para la candidatura de Michelle Bachelet, que una renuncia en favor de la unidad concertacionista. De hecho, permite un mejor posicionamiento de la DC en la negociación parlamentaria, a la vez que expone públicamente la debilidad de la candidata única, castigada además por el veto empresarial que no tuvo Ricardo Lagos, su inmediato aunque no entusiasta predecesor. Aunque el escenario de segunda vuelta no favorece, precisamente, la candidatura de la alianza popular, toda vez que repone el fantasma del voto útil y la confusión del voto cruzado, por virtud de la paradoja, el segundo de los factores podría favorecer a la lista parlamentaria. Respecto de la conducta de la alianza popular en el escenario de segunda vuelta, existe consenso casi unánime de no apoyar al candidato de la Concertación, fundado en la convicción de que a estas alturas del partido, no constituye el mal menor, sino todo lo contrario. Pero por encima de cálculos electoralistas, la batalla de diciembre contiene una connotación promisoria: si el pacto Juntos Podemos Más retiene o aumenta la votación obtenida por el Podemos en la elección municipal de octubre pasado, instalará en el sistema político una crisis de legitimidad tan difícil de ser absorbida y procesada como la actual crisis económica y social que caracteriza a la coyuntura, ocultada por el espejismo del crecimiento que enarbola entusiastamente la batería de los medios de comunicación. En consecuencia, la tarea inmediata para el período consiste en afinar la lista parlamentaria, cuyo plazo de inscripción vence el 16 de septiembre. Si bien hay considerable trecho avanzado, no cabe esperar un proceso exento de tensiones, como es apenas natural en negociaciones de esta índoley complejidad. Sin embargo, los atributos reseñados, de madurez y responsabilidad, permiten suponer que, salvo hechos puntuales, el proceso de convergencia y unidad de las fuerzas antineoliberales logrará la meta sin sobresaltos que amenacen su proyección.