El miedo a la derecha, el apego a los privilegios adquiridos, la falta de práctica en llamar las cosas por su nombre convirtió hace unos días un coloquio sobre «El altruismo cívico y la ambivalencia de la condición juvenil» sucedido en Madrid, dentro del curso «Jóvenes, ética y compromiso ciudadano», en un espectáculo revelador. Presentamos […]
El miedo a la derecha, el apego a los privilegios adquiridos, la falta de práctica en llamar las cosas por su nombre convirtió hace unos días un coloquio sobre «El altruismo cívico y la ambivalencia de la condición juvenil» sucedido en Madrid, dentro del curso «Jóvenes, ética y compromiso ciudadano», en un espectáculo revelador.
Presentamos la transcripción literal del coloquio que siguió a la mesa redonda y nos preguntamos qué ocurría si todos aquellos que reclaman una juventud más «crítica y participativa» se encontrasen con ella a diario.
En el coloquio que nos ocupa, donde participaban Victoria Camps (Catedrática de Ética en la Universidad Autónoma de Barcelona), Luis Enrique Alonso (Catedrático de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid), María Luz Morán (Profesora de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid), moderado por el sociólogo Salvador Giner (Catedrático de Sociología en la Universidad de Barcelona), lo que sucedió fueron cosas como:
– Acudir al argumento de que vivimos mejor que en el siglo XII para defender el capitalismo -perdón, para «no demonizarlo».
– Alegar que una ponente había sido muy feliz durante dos años en un piso de 27 metros cuadrados viviendo con su cónyuge, eso sí, «en un sitio estupendo» mientras, curiosamente, no trabajaba en una empresa de telemarketing, por ejemplo, sino que hacía media tesis doctoral, y además «salía muchísmo», para justificar las viviendas de treinta metros cuadrados (¿Algún día los intelectuales orgánicos del PSOE y del PP serán capaces de imaginar que su circunstancia vital no es equivalente a la de la mayoría de la población española?).
– Justificar el hecho de haber sido miembro de la Trilateral como algo «brevísimo y fugaz», «un despeño, nada más».
– Alegar que es «imposible empíricamente decir si estamos mejor o estamos peor» sólo para no tener que replicar a unos datos y a costa de desautorizar su propio trabajo y el del resto.
– Decir, como gran muestra de respeto democrático ante las preguntas que ustedes podrán leer ahora: «no me asusto absolutamente de nada».
– Eludir preguntas, vaciar conceptos mediante circunloquios, etcétera.
El curso en cuestión estaba destinado a «presentar las principales críticas a las deficiencias de nuestros sistemas democráticos en relación con los problemas juveniles, junto a las posibles propuestas de solución, entre las que ha de merecer discusión la implantación en la enseñanza básica de nuestro país de la Educación para la ciudadanía». Si esto es lo que tienen que ofrecer, si es esta educación hipócrita, temerosa, que anda de puntillas para evitar tener que pronunciar palabras como injusticia, explotación o privilegio, proponemos que hablen con claridad y llamen a la nueva asignatura: educación para ciudadanos con ingresos familiares no inferiores a los cien mil euros, con objeción de conciencia para los que además tienen patrimonio y son del PP.
Sinopsis de las intervenciones en la mesa redonda
La mesa redonda comenzó con la intervención de Victoria Camps. Tras constatar que «la democracia por sí misma no genera ciudadanos virtuosos», la profesora vino a reivindicar una reflexión sobre los valores cívicos y sobre sus cauces de transmisión a los jóvenes. Frente a los valores del «egoísmo», «la atomización del sujeto» y la concepción del ciudadano como cliente de las instituciones, dominantes hoy día en las democracias liberales, la clave para el cambio social radica en la sensibilización solidaria y altruista.
A partir de algunas referencias a la sociología francesa más reciente y sus datos, el profesor Luis Enrique Alonso apuntó algunas relaciones entre las condiciones de mercado y las repercusiones sociológicas que originan en el sector juvenil: situaciones de desafección, por un lado; nuevas formas de asociacionismo, por otro.
Por último, María Luz Morán señaló que el modelo clásico de ciudadanía requería ciertos ajustes para dar cuenta de la situación de los jóvenes en las sociedades democráticas actuales. En efecto, según la profesora, los jóvenes han dejado de ser «ciudadanos por delegación» para convertirse en «ciudadanos en proyecto»: siguen sujetos a periodos crecientes de dependencia económica, pero van logrando nuevas cotas de autonomía en otros ámbitos y pueden desarrollar en ellos sus competencias ciudadanas, practicar y hacerse ciudadanos.
transcripción del Coloquio
–P1: Buenas tardes. Me dirijo a la profesora Victoria Camps. A propósito de lo que acaba de comentar sobre el altruismo como valor fundamental de la ciudadanía, recordaba uno de los capítulos de su libro Virtudes Públicas en el que venía a decir algo parecido sobre el respeto y la buena educación. Claro, cuando lo leí me pregunté cómo exigir esto a alguien que apenas llega a pagar la letra del piso o el coche, a cualquier mil-eurista… ¿Conviene entonces hacerle notar que, para ser ciudadano, lo primero es que sea educado, que anteponga la buena educación a cualquier otro requisito? Y, en el mismo sentido, subiendo un grado, si tomamos el altruismo como valor cívico fundamental: ¿Qué valor cívico se pretende que tenga ese sector mayoritario de la población que no puede permitirse amar al prójimo sin más -como también decía usted-: el de ser pacientes a la espera de altruismo, del ‘egoísmo ajeno’? Por otro lado, defendía al final de su intervención la incuestionabilidad del altruismo (no conviene preguntarse el porqué del altruismo, pues tales embrollos pueden derivar en la inacción, el relativismo)… Sin embargo, si el sentido de ese porqué no es puramente mercantil (‘por cuánto’) sino histórico (‘¿por qué y cómo ha llegado esta situación en la que se me pide ser altruista?’): ¿no piensa usted que la pregunta es lícita y necesaria, en la medida en que el sentido y las acciones más o menos altruistas que pudieran resultar dependen de la respuesta concreta que se dé a esa pregunta, de las categorías que se empleen para responderla?
–Victoria Camps: Me has preguntado muchas cosas. Vamos a ver: me he referido antes a que sin autoestima (y las bases de la autoestima son muchas, pero son también económicas) uno no puede dedicarse a grandes tareas, incluyendo determinadas formas de altruismo. Ahora bien, cuando en Virtudes Públicas dediqué un capítulo a la buena educación no utilicé ese concepto -si ahora escribiera el libro seguramente utilizaría conceptos distintos… Yo creo que la buena educación se basa en el respeto mutuo, y eso es algo que debe exigírsele a todo el mundo, da igual que sea mil-eurista para respetar a los demás. Es decir: hay muchas formas de respetar al otro y hay algunas que no implican que el que la ejerce deba ser independiente… Yo creo que hay distintos grados de eso que podemos llamar en general altruismo, pero que a mí me gusta más llamar ‘civilidad’ o ‘civismo’, que son los mínimos morales que hoy deberían exigírsele a todo el mundo. Claro, a unos más que a otros: el que tiene más puede dar más y tiene más obligación de dar; y el que está en una posición de poder tiene más obligación de utilizar esa posición de poder en beneficio de los demás.
–P2: Buenas tardes. Yo quería hacerle una pregunta al profesor Luis Enrique Alonso. Usted afirma en una entrevista que concedió a raíz de su libro La era del consumo que el consumo está cada vez más concentrado: por ejemplo, en los supermercados hay muchas marcas pero las grandes empresas colocan su gran parcela disminuyendo a los pequeños distribuidores. Apuntaba también que en la cultura podía pasar algo similar. Creo que en la política pasa exactamente lo mismo: que las grandes empresas, en este caso los medios de comunicación y la banca (ahí tenemos a La Caixa en Cataluña financiando Filesas y demás), ponen a dos partidos en la palestra, y vamos los consumidores y votamos lo que vemos; pero si miramos el registro de partidos que hay en el Ministerio del Interior el consumo político es también muy reducido. ¿Cree usted que se da esta situación en la política?
La señora Camps hablaba de altruismo y yo le pregunto: usted perteneció a la Trilateral (ignoro si sigue ahí), una organización netamente capitalista. No sé si esa organización es muy altruista o en función de todo lo que tienen, dan. Siguiendo el hilo de lo que usted ha dicho (que el altruismo debería ser la base de la moralidad) me cuestiono si esa organización es moral.
El señor Luis Enrique Alonso hablaba del tema del mercado laboral: tenemos a los sindicatos mayoritarios que nos dicen que gozamos de una paz social excepcional. Yo me pregunto si la paz es real cuando los jóvenes vivimos en la precariedad del mercado laboral; si no hay un discurso contradictorio entre lo que dice públicamente el señor Fidalgo (echándole flores al señor Cuevas, por ejemplo), y lo que oficialmente parece defender.
La señora Morán ha dicho que abogaba por posturas más radicales, lo que me ha gustado mucho…
[María Luz Morán: Como opuesto a la extrema derecha, me refería…]
Bueno, reseñaba usted el concepto de autonomía. Evidentemente, hoy los jóvenes muy autónomos no somos, incluso sin mirar las condiciones laborales: por ejemplo, sobre la propuesta del PSOE de los treinta metros cuadrados… ¿Cree usted que alguien puede ser autónomo viviendo en treinta metros cuadrados?
Quería hacer por último una pregunta general. Por citar al profesor Luis Enrique Alonso vivimos «en una sociedad esquizofrénica con un discurso muy contradictorio». Veo en el cartel que este acto lo organiza la Fundación Pablo Iglesias. Me pregunto qué pensaría Pablo Iglesias del PSOE actual, que manda las tropas a Líbano o a Afganistán, cuando la constitución republicana del 31 decía que renunciaba a la guerra como instrumento político… Esa se la dejo al moderador que siempre tiene una figura un poco más realista.
Ya para terminar, quería hacer una apreciación sobre la definición de juventud, las edades… Yo creo que los poderes públicos lo tienen muy bien resuelto: para el Consorcio eres joven hasta los 23; para la Junta de Distrito hasta los 25 te puedes sacar el abono más barato en la piscina; para la universidad eres adulto todo el tiempo y pagas como adulto…
–María Luz Morán: Yo precisamente lo que quería -no sé si he logrado transmitirlo- era plantear la necesidad de relativizar la centralidad que se le concede al concepto de autonomía, y plantear que, evidentemente, hay ciertas condiciones estructurales que afectan a los jóvenes, pero podríamos tomar otros grupos (las personas de mayor edad, los viejos -expresión políticamente incorrecta-, las mujeres, ciertos grupos étnicos…) y ver cómo están sometidos a situaciones estructurales en las que se mantienen formas de dependencia o semidependencia. Y, sin embargo, a pesar de eso, creo que hay que ir a un modelo de ciudadano en el que reconozcamos esas situaciones de dependencia o semidependencia (evidentemente hay que luchar por que se superen), pero darnos cuenta -por resumir- de que el mundo es muy complicado, y que ciertos grupos sociales son capaces de jugar con esas situaciones de dependencia o semidependencia y constituírse en sujetos políticos en el debate. Por lo tanto, a ver, respecto a los treinta metros cuadrados… No voy a entrar en polémica, pero -y me uno aquí con la intervención de la profesora Camps- yo no vincularía de una manera tan directa lo que son condiciones económicas con, en mi caso, la constitución de actores políticos significativos… no me atrevo a entrar en temas éticos. Es cierto que hay que luchar por condiciones de vida dignas, y es cierto que ésa es la gran lucha desde hace muchas décadas, muchos siglos, por una mejora del nivel general de bienestar de la población. A mí -qué quiere que le diga- la propuesta de la ministra de vivienda me pareció defendible pero muy mal planteada. Y de nuevo cuento mi vida: yo he vivido en 27 metros cuando me acababa de casar, viví dos años… y la verdad es que ahora digo «cielos, yo no vivía tan mal», ¿no? Me hice media tesis doctoral en 27 metros, con el cónyuge al lado… Y, bueno, pues tenía muy pocos años, estaba en un sitio estupendo, salía muchísimo, cuando dejaba de estudiar me tiraba a la calle… Entonces, no me parece… Me parece mal planteada. Ahora, una política de vivienda en la cual se hagan pisos pequeños, estudios, que permitan la salida del hogar familiar a jóvenes por unos metros reducidos, no me parece una decisión descuidada. Yo creo, de nuevo, que el mundo es complejo.
–Luis Enrique Alonso: Simplemente tres cositas para no monopolizar el tiempo. Primero: en el libro La era del consumo se articulaba precisamente la idea de que frente al discurso moral del consumo, frente a la idea del consumismo -que es siempre lo que hacen los otros, pero yo no consumo porque yo soy autónomo- era la idea de que en el consumo hay un conjunto de prácticas que hay que analizar y estudiar, en su justa dimensión empírica y en la dimensión de las afinidades de los grupos hacia ellas. Es decir, no el típico discurso del frankfurtianismo (lo que podríamos llamar «siempre contener el consumo»), sino que en el consumo evidentemente hay manipulación, alienación etcétera, pero también hay formas de resistencia, articulaciones etcétera. Hay una fórmula de pérdida de biodiversidad y sociodiversidad, evidentemente comercial, pero también hay toda una serie de articulación de las partidas que yo creo que se pueden rescatar incluso para los movimientos sociales. Un viejo economista y sociólogo -fue el primero que hizo la articulación entre mercado de votos y mercado de consumo- Peterman [?], habló de la democracia competitiva de partidos y las fórmulas son muy parecidas y también las espirales de silencio… La sociodiversidad va quedando fuera etcétera, etcétera. Pero yo, precisamente, creo que una de las cosas que tenemos que aprender es a saber cómo se forman las identidades concretas en el mundo del consumo sin simplemente banalizarlas o moralizarlas, sino sabiendo qué hay este mundo, y que es un mundo importante donde se dan esas lógicas, por una parte, de la manipulación pero también de la resistencia.
El tema de la esquizofrenia yo lo utilizaba con una fórmula que no es ciertamente esquizofrenia, es la fórmula del doble vínculo, el double bind que dice Peyton y toda la escuela de Palo Alto [?], que está hecha sobre mandatos doble-vinculantes. Si alguien te dice «sé libre, consume», es un mandato por definición doble-vinculante. Están establecidas la idea de la moda y la idea del dinero como un doble vínculo: te individualizan y, a la vez, te socializan; eres parte de un colectivo pero, a la vez, tienes la idea de individualidad… y eso siempre genera, evidentemente, situaciones de ambivalencia esquizofrénica, etcétera. Pero no era… No estaba diciendo… porque yo soy el primer consumidor, así que fíjate.
Y luego una cosa, que es el tema… Tengo un amigo -también es amigo de Salvador Giner- que se llama Manuel Cruz, que es filósofo, con el que hemos tenido siempre una campaña de decir que vamos a pensar con todos (es decir, con radicales y reformistas), que vamos a abrir todo tipo de puertas, puentes, ventanas, desde los grandes partidos hasta los movimientos sociales más extremos, siempre que estén en el ámbito de la democracia y la constitución, y no nos asustamos de nada… Y no me asusto absolutamente de nada, de trabajar sobre los espacios de reforma social de los grandes partidos, y sobre los espacios de reforma y de alternativa que puedan tener los movimientos sociales más radicales (siempre que cumplan, evidentemente, las reglas básicas). Y en esos puentes es donde me encuentro mejor y me encuentro a gusto; por eso no me encuentro nunca a disgusto en un sitio donde se piensa; sí en cambio donde no se piensa, donde se dan mandatos, donde hay pensamiento único, que es una fórmula de pensamiento cero… Pero yo eso no lo veo contradictorio, lo veo como una forma precisamente de tender puentes y ventanas.
–Victoria Camps: Bueno, muy breve. Voy a intentar justificar mi paso por la Trilateral. Yo he hablado de altruismo, no de coherencia. Lo digo porque yo creo que el altruismo es necesario, lo que no se le puede pedir al individuo hoy es que sea altruista las veinticuatro horas del día. Quiero decir que estamos muy lejos de esa definición del ser humano como un animal político, como dijo Aristóteles, o sea un individuo que tiene una esencia, una manera de ser, a la que se debe dedicar… Hoy debemos ser altruistas pero también tenemos unos intereses propios, y eso es muy legítimo y respetable. De todas formas, a ver, mi paso por la Trilateral fue muy leve, y fue brevísimo y fugaz… porque no me interesaba. Aparte de que la Trilateral, en su momento, cuando se creó, debía ser otra cosa, en estos momentos es una cosa muy banal, es un [¿] de potentados, eso sí, y por eso yo me sentía muy incómoda ahí, porque me sentía muy fuera de lugar. Entonces, fue una cosa… un despeño, nada más.
–P3: Yo he llegado a última hora y tenía una pregunta para Victoria Camps. Existe un texto suyo titulado Los valores de los derechos emergentes, a propósito de los Derechos Humanos, en el que habla de los valores fundamentales, los cita, y es que… La pregunta es, por ser breve: ¿Piensa usted que desde un sistema capitalista como el actual, en el que están creadas las democracias mundidales, tiene sentido hablar, como hablaba usted, de ‘dignidad’, ‘vida’, ‘igualdad’, ‘solidaridad’, ‘convivencialidad’, ‘paz’, ‘libertad’ y ‘conocimiento’ -las cito porque eran las que aparecían en su texto-… tiene sentido hablar de este tipo de conceptos cuando el propio sistema sobrevive gracias a -vamos a decir- dinamitarlos?
[Victoria Camps: ¿»Vamos a decir… qué?, es que no me he enterado]
«Vamos a decir dinamitarlos». Que el sistema sobrevive gracias a dinamitar estos conceptos.
-VC: Bueno, yo no sería tan radical. Yo creo… Primero: esto no es mío, esto es un texto que salió de ese fórum de las culturas -que ha dicho aquí Salvador que no sirve para nada-… Bueno, una de las cosas que se hizo en uno de los diálogos fue este texto. Yo hice sólo la introducción. Los valores de esos derechos emergentes, esos derechos que habría que seguir pidiendo (porque uno de esos derechos es, por ejemplo, agua para todos -hay países y hay individuos que aún no tienen agua corriente, y por lo tanto ese… paradójicamente esto es un derecho emergente, pero también otros, ¿no?). Bueno, yo le podría contestar desde una… le podría dar una contestación muy filosófica y salir del paso, y decir: «los filósofos no nos ocupamos de lo que es, sino de lo que debe ser», ¿no? Por lo tanto, sea como sea el mundo, tenemos que seguir hablando de ‘dignidad’, de ‘conocimiento’, de ‘igualdad’… es decir, de todos esos valores, porque lo que queremos es que el mundo se adecúe más a esos valores, aunque las circunstancias en las que vivimos no son esas. Yo, de todas formas, creo que no debemos demonizar el capitalismo -o sea, en esto sigo un poco la línea de la respuesta de antes de Luis Enrique, cuando hablaba de esa esquizofrenia-: Hoy muchos más individuos tienen reconocida una dignidad fundamental, que es la de aprender, y sin ir tan lejos. Por lo tanto, eso ya es un progreso. Yo pienso que, por lo menos en el terreno del pensamiento y del reconocimiento de derechos, hemos progresado. A pesar del capitalismo. Y que seguramente tendremos que seguir yendo por ahí… Es decir: a pesar del capitalismo, hay que intentar defender los valores, que no son incompatibles con el capitalismo. Es decir, yo, ya digo, no sería tan radical.
–P3: Hemos progresado, también desde mi punto de vista. Hemos progresado en la letra, en lo que
-VC: ¡No sólo! Hay menos sangre hoy que en el siglo XII.
–P3: Bueno, es que si nos remontamos al siglo XII, pues claro…
-VC: O que en el XIX, incluso.
–P3: No tengo los datos aquí, pero se podría discutir… Y como ninguno de los dos los tenemos, pues… Yo creo que sí se ha avanzado desde el punto de vista de plasmar las cosas en un papel, pero desde el punto de vista de la acción creo que en el mundo hay cada vez más gente que tiene menos y menos gente que tiene más. Y esto es así. Los datos son así. Por eso digo que está bien hablar de… bueno, pues si en el siglo XII el papel de la mujer no se reconocía o había gente que se moría de hambre, que no se contabilizaba porque no había métodos estadísticos o eran muy rudimentarios, pues nos retrotraemos al siglo XII, pero actualmente los datos no dicen lo que dice usted. O sea: va en contra.
–María Luz Morán: Perdón, yo como socióloga -y acabamos con esto, y yo no soy una cuantitivista-, efectivamente la distancia entre… el percentil entre los más ricos y los más pobres ha aumentado, pero el nivel general de bienestar es incomparablemente más alto…
–P3: Claro, claro.
-MLM: Por lo tanto, cuidado -de nuevo- el mundo es muy complicado… y no se puede resumir en algunos rótulos. Yo no creo que se pueda mantener bajo ninguna circunstancia que estamos mucho peor que en el siglo XIX. Estamos con problemas distintos pero, en cualquier caso, el nivel general de bienestar…
–P3: Hablar de percentiles es hablar de datos. No quiero entrar en polémicas, pero si habla de percentiles… eso es como si yo le digo que la media entre dos valores es 5 siendo los valores extremos 0 y 10…
-MLM: Bueno, pero vamos a ver, lo que yo te digo es que la distancia se mide…
–P3: La media.
-MLM: No, no la media: la distancia entre los más ricos y los más pobres ha aumentado, pero…
–P3: Pero la media global es superior que la de antes.
-MLM: Bien.
–P3: Claro, eso es lo que estoy diciendo.
–Victoria Camps: …pero es que ésa es la falacia. Claro, es decir: la desigualdad no se corrige, sino que aumenta, ¿no?
–P3: Sí.
-VC: Pero que aumente la desigualdad no quiere decir que haya más pobres, en términos absolutos, que antes…
[P3: Hombre, en términos absolutos…]
…sino que el bienestar de los que tienen menos es mayor que el que ha habido hasta ahora, que va mejorando, aunque la desigualdad permanezca incluso.
–P3: Si revisamos los datos de la OMS, se muere más gente de hambre en términos absolutos que hace cincuenta años.
[VC: En eso yo no estoy de acuerdo, yo no sé si…]
–Luis Enrique Alonso: Una cosa. El tema de las trampas de las medidas siempre es un tema endiablado, porque significa que si utilizamos métodos comparativos de tipo largo recorrido, es imposible comparar series largas. Y luego, además, la medida es siempre relativa y contextualizada, por lo tanto gran parte de nuestras discusiones sobre si estamos mejor o estamos peor… es imposible empíricamente decir si estamos mejor o estamos peor. Sabemos… Ahora, lo que sí sé… Por ejemplo, cuando yo tengo series que puedo comparar, por ejemplo la desigualdad en los últimos años, es evidente que en el sonar[¿], donde tenemos estadísticas y medidas homogéneas en series largas, se dan situaciones de aumento de desigualdad, es evidente y tal. Pero es que creo que el problema no es cuantitativo, cuantitofrénico, de decir que estamos mejor o peor: es un concepto de cuál es tu visión de operar en ese campo. Tu visión de operar en este campo es una visión… Y yo simplemente… No, si el problema no es una discusión sobre datos… Como decía Churchill: «los únicos datos en los que creo son los que manipulo yo mismo», es decir que sobre datos no hay discusión y yo puedo producir los datos que quiero, porque los datos siempre dependen de quién encarga el dato y para qué lo hace. Quiero decir que no hay ningún tipo de medida universal absoluta y si juegas a ellos, juegas en convenciones. Pero me interesaba más la otra parte de la pregunta, la parte de los valores y tal. Creo que, precisamente, hay un discurso de desarme de valores que impone un cierto pensamiento de un -vamos a llamar- nihilismo postmoderno, que a mí me recuerda mucho el viejo chiste de Gila, éste de: salíamos mi mujer y yo del cine y vimos a cuatro grandullones pegándole a un chiquitillo y tal, y dice: me meto, no me meto, me meto…; y dice: me metí y le di, y le dimos al chiquillo entre cinco, ¿no? Bueno, pues gran parte del pensamiento postmoderno lo que se ha dedicado es precisamente, con una especie de nihilismo de retirada de los valores y precisamente criticando la idea de la cultura cívica, lo único que ha hecho es hacer un canto de la derrota del pensamiento, y eso es lo que nos ha llevado, en gran parte, a muchos de estos temas de los valores. Y yo creo que, evidentemente, si nosotros comparamos los momentos de reconstrucción de ciudadanía (después, en la postguerra, etcétera, etcétera) son momentos fundamentales, y lo que tenemos que hacer precisamente es análisis históricos concretos de esos momentos en los que han ido adelante esos derechos y también… Pero, una cosa: no estamos en una situación lineal de pérdida de derechos, etcétera, etcétera.
–P2: Sólo una cosa. Es que al final…
[Maria Luz Morán: Es que no, no…]
–P2: Hablamos de progreso, pero bueno, yo creo 45 días para el despido improcedente son mejor que los 36 que tenemos ahora. Y le vuelvo a repetir la pregunta: ¿No cree que el señor Fidalgo tiene un discurso contradictorio entre lo que dice defender y…? Porque claro… [[ruido de fondo]]
–Luis Enrique Alonso: Los sindicatos operan en la arena social en la que pueden operar, claro, y ésa es una arena que está siempre determinada por el número de fuerzas generales, y, en ese sentido, gran parte del modelo sindical español -eso lo he trabajado yo mucho- está copiado del modelo de generar riqueza y de distribución de riqueza típicamente socialdemócrata de postguerra, que ha servido en España para gestionar la crisis y gestionar la recomisión[¿], además en un proceso de transición democrática. Y eso, ¿qué ha significado? Ha significado que los costes sociales para apropiar figuras del sindicalismo en España han sido mucho mayores que la propia figura europea, donde ha gestionado también la propia riqueza y el crecimiento. Y, en ese sentido, la figura del sindicalismo español ha sido ambigua y ambivalente, no seguramente por motivos del sindicalismo sino por la arena política en la que…
-Salvador Giner (Moderador): Muy bien. Bueno, damos por finalizada la mesa redonda. Muchas gracias a todos…
[[Aplausos]]
Seguiremos informando